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El ensordecedor ruido de las máquinas que trabajan en la reparación de los andenes de la calle 116, en el norte de Bogotá, fue suspendido a las 4.30 p.m. del lunes 13 de marzo por la llegada de tres camionetas de la caravana presidencial que aparecieron con mucha prisa por el sector.
Los vecinos de la zona y los operarios de la maquinaria miraron llegar a un grupo de policías y escoltas de civil, pero no entendían de qué se trataba la situación. Tampoco lo sospechaba Paco Gutiérrez, un perro criollo, negro, de 10 años, que asistía muy puntual a su lectura de radiografías en la clínica veterinaria, pero que tuvo que esperar a que atendieran a otro, conducido con sumo cuidado desde la caravana de camionetas blancas y que resultó ser Phillipe, el primer perro de la Nación.
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El cocker spaniel inglés de la familia presidencial de Colombia estaba muy enfermo. El Espectador no tuvo acceso al parte médico, pero supo que será sometido a exámenes como consecuencia de un cuadro infeccioso. Tuvo que pasar la noche internado, bajo vigilancia especializada.
Phillipe se hizo celebridad en redes sociales durante la pasada campaña presidencial, en la cual fue presentado oficialmente por el hoy mandatario, Gustavo Petro, como miembro de su familia. Pero a sus cinco años y con sus 11 kilogramos de peso no es el único canino en las habitaciones palaciegas de Colombia. Comparte honores con Tequila, una golden retriever dorada que no rebaja foto con Antonella, la hija menor del presidente.
La simpatía de los Petro por los animales salió a relucir en las épocas en que el ahora mandatario fue alcalde de Bogotá, cuando decidió adoptar una perrita a la que bautizó Bacatá, la cual lo acompañaba en el Palacio Liévano y falleció hace unos años.
Fue precisamente Antonella quien condujo a Phillipe hasta la sala del médico. Lo hizo acompañada de una comitiva especial, de la cual hizo parte hasta Nerú, el famoso coreógrafo que en 2022 resultó contratado por la Casa de Nariño para desarrollar “actividades de salud mental y física, que contribuyan al mejoramiento del clima laboral en el Departamento Administrativo de Presidencia de la República”.
Antonella, Tequilla y Phillipe, son un trío indestronable en TikTok, la red social en la que hicieron las delicias de los internautas con un divertido video en el que jugaban en la mismísima plaza de armas de la Presidencia de la República, mientras de fondo se veía el famoso balcón desde el cual el presidente Petro salió a pedir apoyo para la reforma a la salud hace apenas un mes.
En sus 21 segundos de fama, Tequila y Phillipe brincan como reyes en la misma plazoleta en la que monarcas y jefes de Estado de otras latitudes han recibido honores presidenciales. Es un derecho que ganaron en franca lid, pues también resultaron elegidos por voto popular. Como dice el cronista antioqueño Óscar Dominguez Giraldo, el día de las elecciones presidenciales los colombianos escogieron presidente, vicepresidenta, primera dama, primer chef y primer perro de la Nación.
En este caso, los primeros canes de Colombia ganaron en la competencia electoral de 2022. Milo y Lupita, los dos salchichas de Fico Gutiérrez, no pasaron de primera vuelta. En la segunda el derrotado fue Narcojosé, el bulldog francés de Rodolfo Hernández, un ingeniero santandereano tan excéntrico para sus fiestas y viajes como para bautizar a las mascotas. Por cierto, bulldog francés también es Mancho, la mascota de Germán Vargas Lleras, quien finalmente no aspiró en 2022 y acaba de volver al ruedo político por estos días.
Tequila y Phillipe, no gustan tanto de Instagram como Milo y Lupita, los salchichas de Fico, que tienen una muy activa cuenta en esa red social. No quieren darse más pantalla de la necesaria. Si alguna vez han salido en medios de comunicación es porque el propio Petro los puso a sonar en campaña electoral y subió videos jugando con ellos y con su hija para promocionar su faceta animalista.
Pero definitivamente no son faranduleros como Barney, el scottish Terrier de George W. Bush, quien tenía sitio propio en la página de la presidencia de Estados Unidos y hasta contestaba los mensajes de sus seguidores. Barney falleció en 2013 como consecuencia de un cáncer linfático. La familia Bush tuvo después un labrador llamado Sully que, paradójicamente, se hizo famoso cuatro años despúes, cuando murió el expresidente estadounidense. Sully, que había sido el perro de compañía del exmandatario, acompañó el féretro hasta Washington a los honores especiales.
Por esas mismas razones está claro que Tequila y Phillipe no van a alcanzar el grado de celebridad que tiene Brownie, el primer perro presidencial de Chile, quien cuenta con más de 450.000 seguidores en Instagram. (Su mascota humana, el presidente Gabriel Boric, tiene millón y medio, pero Brownie es mucho más ágil para responder las inquietudes de su fanaticada).
Y ni siquiera quieren tener el reconocimiento que en su momento alcanzó Bacatá, quien era mucho más activa que ellos en política y tuvo cuenta propia en Twitter, en donde se definía como la mano izquierda de Petro y ladraba allí todo lo que él no trinaba.
Para Tequila y Phillipe basta con saber que son motivo de conversación permanente en las cartas entre el presidente Petro y Antonella. “Estaré contigo en las buenas y en las malas. Te sacaré sonrisas, ya sea jugando fútbol con nuestros perros y leyendo los libros que tanto te gustan”, le escribió ella en plena campaña presidencial.
“Salir contigo, con los perros, con tu mamá, saber que te gusta que te lleve de la mano, que te enseñe cosas, que juegues al fútbol conmigo, son de las cosas que me han hecho más feliz”, le escribió el presidente en una emotiva carta cuando su hija cumplió 14 años. Dicho mensaje fue estampado en el vestido que el diseñador Diego Guarnizo le hizo a Antonella para el día de la posesión presidencial de su padre.
Al salir de la clínica veterinaria de la calle 116 la comitiva presidencial se veía tranquila. No se sabe aún qué habrá dicho el jefe de Estado, quien reparte su tiempo por estos días entre reformas, cambios ministeriales, visitas a municipios con alteraciones de orden público y entrevistas sobre los problemas de su hijo mayor.
El médico decidió que Phillipe tendría que quedarse en observación, la caravana se fue y los obreros siguieron con sus obras de reparación de adoquines. Y Paco Gutiérrez pudo pasar a que le leyeran sus radiografías.