“La familia que no es de sangre, sino la que se elige”: Carlos Charry
Ser sujetos de derecho, que reemplacen a los hijos en los hogares, incluso que sean tratados como un “humano más”, son algunas de las preocupaciones que surgen al hablar del tema.
Jimena Delgado Díaz
Considerar a un perro o gato como un integrante más del núcleo familiar, no solo está siendo analizado por la Corte Constitucional en Colombia, sino que en otros países el tema está convirtiéndose en una nueva realidad. En el caso nuestro, las personas se cuestionan cómo, si esto se convierte en ley, cambiaría la relación que hay con mascotas.
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Considerar a un perro o gato como un integrante más del núcleo familiar, no solo está siendo analizado por la Corte Constitucional en Colombia, sino que en otros países el tema está convirtiéndose en una nueva realidad. En el caso nuestro, las personas se cuestionan cómo, si esto se convierte en ley, cambiaría la relación que hay con mascotas.
Para entender mejor el motivo de este avance, se debe partir de la raíz que une a peludos y personas en la misma manada, por así decirlo: el amor, un lenguaje que todos entienden. Por ejemplo, ¿sabía que el dueño de un perro siente el mismo cariño, que cuando un padre ve a su hijo o hija? Según un estudio –publicado en la revista Science por investigadores de la Universidad Azabu de Japón – esto, debido a que su oxitocina, la hormona del aprecio, se despierta y crea un vínculo casi inquebrantable.
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“La adquisición de una comunicación social similar a la humana mejora la calidad de las interacciones afiliativas entre personas y perros, lo que lleva a establecer un vínculo entre humanos y caninos similar al que se tiene entre familiares muy cercanos”, indica la investigación. Asimismo, porque una mascota genera rutinas, junto con vínculos afectivos, según Angie Páez Moreno, especialista en psicología clínica.
Esto también sucede porque las personas generan una red neuronal, en la que se activa el sistema endocrino y se crean unos vínculos emocionales que, además de ser sociales, son biológicos e importantes, según lo que dijo María Alejandra Mariño, antropóloga forense magíster en estudios culturales. En pocas palabras, se crean lazos estrechos y apoyo emocional entre peludos y personas.
Cosas que posiblemente no serían como antes
Para que no haya mayores implicaciones en la sociedad, en caso de que la Corte Constitucional reconozca legalmente a los perros y gatos como miembros de una familia, se deben replantear los vínculos, con el fin de no caer en tratos antropomorfos que pueden dañar tanto a mascotas como a familias. Del mismo modo, se deben reconsiderar algunas pautas para que no se transgredan límites. Por ejemplo, se deben contemplar aspectos de crianza, guardería, servicios médicos, honras fúnebres, ocio, entre otras.
Todas estas concepciones, porque los perros y gatos son animales sintientes –es decir, que tienen la capacidad de procesar una variedad de emociones y que deben recibir especial protección– y para evitar que el divorcio de dos “padres perrunos o gatunos”, termine en la venta del animal y la división de la ganancia que se obtenga.
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Según Carlos Charry –director de la maestría de estudios sociales de la Universidad del Rosario– es aquí donde se está fallando por desconocimiento, pues no existen protocolos para resolver los conflictos relacionados con peludos. Como quedó evidenciado en el caso en que se vio involucrada Simona, la primera perra considerada miembro de una familia ante el Estado y que motivó una disputa legal entre sus dos tutores para conseguir su custodia.
Con esto, se pone otro tema sobre la mesa y es si una mascota –como integrante de un hogar– sería un sujeto de derecho o no. Por lo que se cuestiona, ¿qué prevalecería más?, si los derechos de los peludos o los de las personas. En caso de que sean considerados como sujetos de derecho, ¿qué pasaría con el abandono a perros y gatos?, por ejemplo, o con el maltrato animal, ¿acaso serían castigados como si el daño se lo hiciera a una persona? Para Karla Carpio, médica veterinaria, experta en comportamiento animal, “las consecuencias serían similares a las que se tendría al afectar a un hijo humano, ya que las personas son los tutores de animales de compañía, como los padres son los responsables de los niños que estén a su cargo”.
Otra de las posibles modificaciones estaría relacionada con la disminución del abandono de perros y gatos, debido a que la gente entendería mejor todo lo que conlleva hacerse cargo de un peludo y lo que ocurriría ante la ley en caso de no hacerlo. Lo que conduce a que tener mascotas sea una decisión basada en el análisis y la sensatez, que evite en un futuro, que las personas se cansen y se deshagan del mismo, según Carpio. España, para evitar que esto suceda, hace dos años estableció una ley de bienestar animal en la que se obliga a los tutores de perros a realizar cursos virtuales para la correcta manutención de las mascotas, asimismo, exige un seguro de responsabilidad civil por daños a terceros, entre otras medidas que conducen a una convivencia sana entre humanos y peludos.
También se puede considerar, entre las modificaciones sociales, el deseo que tienen las personas de tener mascotas, pero no hijos, algo que ha sido notorio para María Alejandra Mariño, antropóloga. Además, que evidencia la Universidad del Rosario, en coordinación con Cifras y Conceptos, ya que realizó un estudio en 2022, en el que expresa que los colombianos entre 18 y 32 años prefieren tener animales que ser padres, al contrastar el 49% de jóvenes que conviven con perros, gatos u otro animal doméstico, versus el 36% que tienen hijos.
Aunque no se relaciona la voluntad de los humanos de conformar una familia tradicional con el rol que tendrían los animales en la sociedad, se debe entender que es una dinámica que se ha desarrollado, no porque las leyes empiecen a modificar conductas en las personas, sino porque las personas han demostrado preferir paseos al parque, que caminatas en coches.
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La antropomorfización, un factor a tener en cuenta
Según Páez, incluir a un gato o un perro en la dinámica familiar no es algo que vaya a trasgredir el statu quo de la sociedad, sino que –por el contrario– va a promover una sana convivencia entre animales y personas. Aun así, la psicóloga comenta que el efecto de estos vínculos tan estrechos podrían derivar, en algunos casos, en patologías mentales relacionadas con el amor excesivo.
No obstante, depende mucho de la educación que se imparta sobre cómo acoger a las criaturas y de lo que dicte la legislación al respecto. De no ser así, podrían surgir eventualidades en las que se ponga a un lado la condición propia que tienen los animales y entraría en juego otro factor delicado que puede ser perjudicial para todos los entes involucrados: la antropomorfización, que consiste en atribuir cualidades o rasgos humanos a un animal.
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Al hablar de la familia multiespecie, se comete la equivocación de creer que el animal empezaría a ser considerado, en todos los ámbitos, como una persona común y corriente. Y ahí está la distinción más grande. Una cosa son los sentimientos que pueda generar una mascota y otra muy diferente los tratos que se dirijan hacia ella.
Precisamente, en esta segunda distinción se debe tener mayor cuidado, porque la magia de unir especies bajo un mismo techo y que todas gocen de bienestar y cariño está en “que se reconozca la naturaleza y las necesidades de la especie que está viviendo entre humanos, para cumplir con todo lo que conduzca a la comodidad”, de acuerdo con lo que explica Carpio.
¿Este cambio es sinónimo de progreso o retroceso?
Todos los cambios descritos son solo eso, transformaciones que para Charry se traducen en nuevas variaciones. Pues, “hoy en día se habla mucho de que la familia no es solamente la de sangre, sino la que se elige y esto tiene que ver con dinámicas y procesos de individuación. Es decir, que en el modelo de sociedad hacia donde se dirige el humano impera la identidad del individuo que las de los colectivos”, agrega.
Y en este caso, integrar a una mascota a la familia no solo sería darle mayor relevancia al amor que se siente por un peludo, sino que también es una posibilidad de que mejore la protección y el bienestar de los animales. Por ende, según Juan Camilo González, veterinario y etólogo, se fortalece el trato digno hacia los animales en la sociedad. Por ejemplo, en caso de la muerte de una mascota, las personas podrían solicitar un permiso de descanso para afrontar su duelo.
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Lo anterior, ya ocurre en algunos casos, por lo que el avance que se está logrando consolida lo que se está viviendo. Ya que la mayoría de personas tiene un animal de compañía que involucran en la rutina. Hay que tener en cuenta que a la larga, “todos somos animales y si se pueden conformar hogares para suplir necesidades de unos y otros, estaría perfecto. Todo surge de la empatía y de modificar un poco la idea antropocéntrica, porque todos tienen derecho a ser reconocidos en un entorno”, comentó Carpio.
Así que catalogar estos nuevos modelos como familias multiespecie es solo poner un título a un tipo de relacionamiento que ya existe, porque en el corazón de quienes tienen mascota hay un lugar especial para ellas. Esto, a pesar de que la ley no ha reconocido la relación cercana que hay.
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