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¿Qué dice la Iglesia católica sobre los animales?
Los animales hacen parte de la creación y han sido creados por Dios para que sean ayuda y compañía del ser humano. Ellos tienen unos valores y cualidades que incluso lo pueden llevar a uno hacia Dios (...) La Iglesia siempre ha respetado mucho a los animales, dice que toca cuidarlos, pero también hay que advertir lo siguiente: que el cuidado no debe derivar en unos gastos excesivos que van más allá de lo que pide el animal; es decir, hay que cubrir las necesidades básicas como el alimento, abrigo, techo, salud, veterinario y evitarles los sufrimientos físicos que pueden experimentar.
La Iglesia no tiene dificultad en reconocer que los animales son seres sintientes no humanos y que son sujetos de derechos, eso no lo pone en discusión, lo que sí pone en discusión es hasta dónde los cuidados pueden llevar a unos gastos exagerados que, según el catecismo de la Iglesia católica, pueden llegar a ser indignos de la condición humana.
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¿En qué sentido es indigno de la condición humana?
Cuando yo tengo tantos cuidados que no son reclamados por el animal y gasto unas sumas de dinero excesivas, entonces ese dinero, dice la Iglesia, podríamos invertirlo, después de satisfacer las necesidades básicas del animal, más bien en personas humanas que requieren un apoyo y una ayuda.
Entonces, según la Iglesia, una persona estaría humanizando o desnaturalizando a un animal cuando supera o tiene gastos “innecesarios” en él...
Sí, porque el exceso está en el afecto y en los gastos. Por ejemplo, en el que hemos visto cuando yo prefiero no tener hijos a tener un animal de compañía como sustituto de los hijos. Allí la Iglesia dice no, no puede ser porque la familia está configurada también para la procreación. Entonces, si yo tengo un exceso en el afecto hasta el punto de decir que un perro es igual que un hijo, ahí la Iglesia dice no, revisa ese concepto. Yo no puedo exceder ese afecto. El afecto es debido a los seres humanos, yo no puedo desplazarlo o sustituirlo con el afecto del animal.
Y lo segundo es el exceso en los gastos. El perro o el gato no están reclamando eso. El gato y el perro reclaman respeto, afecto y unos cuidados básicos como alimentación, techo, evitar los sufrimientos y darle salud. Pero hoy en día les neutralizan el olor, les gastan cosméticos, los visten, tienen colegios, tienen rutas, tienen servicios funerarios, tienen cementerios especializados, tienen psicólogos, nutricionistas, etc. Esto está dentro de la salud también, pero es un tema que está llegando a la exageración precisamente por un desencanto también de las relaciones humanas. Esto también es un tema de crisis antropológica, porque muchas personas, precisamente por ver la maldad en el mundo, dicen que no vale la pena traer hijos al mundo, más bien una mascota que ama.
La mascota ama, claro, si corresponde al amor. Pero debo entender que no puede sustituir a los hijos. Entonces el desencanto de la condición humana ha llevado también a eso, a que desplacemos ese amor hacia los animales, y a que nos volvamos sustitutos del amor humano. Y la Iglesia dice no, no debe ser así. Amémoslos y respetémoslos, pero en su justa medida, evitando el exceso afectivo y el de gastos económicos.
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El Tribunal Superior de Bogotá tomó una decisión trascendental sobre los lazos que crean las personas con sus perros, al considerar que hacen parte de una familia multiespecie; es decir, que pueden ser considerados como un miembro más de una familia. ¿Cuál es la postura de la Iglesia católica frente a este tema?
La Iglesia dice: la familia está conformada por personas humanas, de la especie humana, claro, hay que defender y cuidar a los animales, pero no es necesario cambiar el concepto de familia. De hecho, aquí en Colombia tenemos una ley desde el 2016 que cuida y protege a los animales, así que para seguir haciendo esto no necesitamos rehacer el concepto de familia.
¿Por qué no se debe reconfigurar el concepto de la familia? ¿Cuáles son los argumentos de la Iglesia católica?
En primer lugar, con la familia multiespecie se le da un reconocimiento como miembro, y el animal de compañía hace parte de la familia, pero no como miembro, hace parte como compañía, apoyo o soporte emocional.
Las objeciones que tiene la Iglesia son porque la familia es un bien jurídico. A simple vista podrían decir que la Iglesia es retrógrada porque margina, discrimina o rechaza a los animales, pero no, pensemos en las consecuencias jurídicas de lo que significa hablar de familia multiespecie. Hablemos desde lo jurídico, si yo reconozco al animal de compañía como miembro, quiere decir que a ese miembro no le deben bastar los cuidados básicos que le brindo y por eso debo ir más allá, así que le creamos necesidades al animal y lo desnaturalizamos (…) Segundo, si hablo de familia multiespecie, no solo lo reconozco como miembro, lo humanizo y lo desnaturalizo, sino que también debo darle un rol, por eso la gente llega a subordinarse. En el lenguaje coloquial muchas veces dicen: “Yo soy el humano de Pepita, la perrita o el perrito”, y me estoy subordinando; algunos dirán, no, entonces la Iglesia es especista, porque el especismo es precisamente que el ser humano se crea mejor que el animal, pero no, la Iglesia simplemente está diciendo quién es el dueño y quién es el que aporta, por ejemplo, cuidado.
(…) Alguno también dice: “Mi perrohíjo”, ahí no solo le doy un nombre, sino que le doy categoría de hijo, fíjate que, si no estoy mal, en Inglaterra, algunas personas ya con base en ese argumento de la familia multiespecie, solicitan poder casarse con el animal, ¿por qué?, porque precisamente si el animal es miembro de la familia, y si tiene un rol, pues ¿quién lo impide?
Cuando le damos esa categoría de miembro, ahí es donde la Iglesia dice no, no hay necesidad de cambiar el concepto de familia humana, pues no solo se desnaturaliza y humaniza al animal, sino que también se desnaturaliza el concepto de familia.
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Para la Iglesia católica los animales no hacen parte de la familia, sino que desempeñan un papel de compañía, apoyo o emocional. Teniendo esto presente, ¿cómo puede reconocerse al animal dentro de un núcleo familiar?
¿Cómo se le reconoce? Como lo que es, una criatura que Dios le confía al ser humano para su cuidado. Es decir, para el cuidado del animal y para compañía del hombre. El término que utiliza la Iglesia es que los animales son criaturas o seres creados por Dios y a los que nosotros les debemos aprecio y cuidado. Algo importante que la Iglesia recalca es que hay que cuidar a los animales, no hay que maltratarlos, ni hacerlos sufrir. Hay muchos que como no conocen bien el libro Los animales en el plan de Dios o el concepto de la Iglesia, entonces dicen que la Iglesia rechaza a los animales, pero no (...) No estamos de acuerdo con ese concepto de familia multiespecie porque los animales no son miembros de una familia, son criaturas de Dios, dejados por Dios para que el hombre y la mujer los cuiden y para que ellos también sean apoyo, compañía y ayuda.
¿Pero se pueden considerar como familia?
La Iglesia dice primero son criaturas de Dios y segundo son animales de compañía (...) El animal, situado en el plan de Dios, es criatura, pero también es compañía, apoyo, pero nunca familia. El animal está integrado en la familia, pero no es un integrante de la familia. Es como una cuestión filosófica...
A los animales antes se les consideraba como cosas y hoy ya se habla de ellos como seres sintientes, ¿cree que este concepto pueda cambiar de nuevo en el futuro?
Los animales siempre han estado en la historia de la humanidad. El modo en cómo se han acercado y cómo lo han entendido las legislaciones ha sido diferente. Como te decía, antes eran una cosa, pero hoy en día hablamos de ellos como un bien sintiente. Entonces ha habido allí un desarrollo, pero es un desarrollo que no es un salto cualitativo. O sea, un desarrollo tiene que ser dentro del mismo horizonte de interpretación. Yo no puedo saltar cualitativamente porque no sería un desarrollo. El animal es un bien, pero antes se creía que ese bien era una cosa. Ahora se dice que es un bien, pero es un bien sintiente, es un sujeto de derechos no humanos. Pero siempre en el mismo horizonte de interpretación. Si yo digo que el animal es miembro de la familia y lo humanizo, le doy un rol, ahí estoy teniendo un salto cualitativo, porque lo pasé del nivel de animal al nivel humano. O sea, ahí ya hay una interpretación discontinua. Entonces sí es muy cierto eso del desarrollo, el desarrollo de la doctrina, pero siempre debe ir en el mismo sentido, en el mismo horizonte de interpretación.
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¿Y qué pasa cuando sale una sentencia, ley o pronunciamiento que habla sobre la familia multiespecie y que, de paso, reconoce a un perro como miembro de esta?
Si sale una sentencia o una ley, pues nosotros, que estamos en un contexto social y civil, nos acogemos a eso, pero también discernimos y somos críticos. ¿Por qué? Pongamos un caso bastante fuerte, por ejemplo, el tema de la eutanasia. Todas las sentencias sobre la eutanasia, sobre el final de la vida, todas esas sentencias son del ámbito jurídico y legal, pero no todo lo que está en la jurisprudencia es moralmente bueno. Entonces, ¿por eso qué pasa? Que hay sentencias o hay leyes que van en contra de la moral cristiana.
Si sale una ley o una sentencia de que existen las familias multiespecie, la Iglesia pasa a tener un papel de formación y de acompañamiento al cristiano, porque las leyes están dadas para las personas, y resulta que las personas tienen principios. La gente se acerca a la Iglesia y así como alguien dice: “Padre, ¿será que es lícito aplicarle la eutanasia a mi abuelito?”. Y yo, como sacerdote, le digo: “No es lícito, mejor dele afecto, cuidados médicos y cuídelo en lugar de acabar con la vida”. Así mismo la persona que venga y me diga: “Padre, con la sentencia y la ley de las familias multiespecie, entonces, de repente, tengo ahora que darle estos servicios y cuidados y tal cosa”. Yo le digo: “Mira, lo que la Iglesia te dice es que debes cuidar y evitar el sufrimiento, pero de ahí nada más”.
Entonces, eso es lo que se llama también incluso la objeción de conciencia. Mi conciencia me dice que el animal, por más para la Corte o el Congreso me lo pongan como un miembro de familia, me dice que no, porque es una conciencia formada por unos principios.
Entonces, eso existe en todas las leyes. Incluso en la moral hay una palabra que se llama epiqueya, que significa que puedo suspender una acción que considere injusta, que es lo que pasa en todas las objeciones de conciencia. Yo digo el servicio militar, de los médicos que tienen que practicar abortos y eutanasias y otras objeciones de conciencia, pero en este caso la ley no puede obligarme a que yo considere al animal como un miembro de familia porque no puede hacerlo (…) Aquí no se está hablando de que vaya a salir una ley en la que diga de ahora en adelante todos los animales son miembros de la familia. No, porque es que eso depende mucho del entorno familiar y del rol que le hayan dado en la familia al animal. Porque si una familia dice: “Yo amo a mi animal, pero no lo considero un miembro”, pues ahí no aplica esa ley. No puede aplicar esa ley porque el Estado no me puede obligar a mí a que cambie un concepto que corresponde a la formación de mi conciencia.
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¿Tiene algo más que agregar?
Nosotros no cuestionamos la decisión de adoptar a un animal de compañía, sino que lo que cuestionamos es que sustituya a la persona humana. La invitación que hace la Iglesia es a cuidar a los animales, evitarles sufrimientos, no humanizarlos ni desnaturalizarlos; a integrarlos en la familia, pero no como miembros, sino como compañía y apoyo.
*Nota del editor: este texto se ajustó, el Padre Raúl Ortiz nunca dijo la palabra dolor, sino olor.
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