Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Dar la “milla extra” o eso de “ponerse la camiseta” es la única forma de triunfar, porque implica hacer más y mejor de lo que se espera de usted. Al menos eso es lo que dicen expertos en crecimiento personal y es el discurso que usan muchas empresas para motivar a sus subordinados, haciéndoles pensar que así llegarán a su trabajo o salario soñado.
Pero, ¿qué pasa al realizar el sobre esfuerzo cuando se tiene una muy mala remuneración, se interrumpen tardes de domingo familiares y toda su vida se convierte en su trabajo? Angie Vargas, psicóloga Clínica de la Universidad Nacional de Colombia, apunta a una única respuesta: se ve comprometida la salud mental.
A esto se ven sometidos cientos de profesionales. Entre ellos, los médicos veterinarios, quienes se enfrentan a clientes mal humorados, problemas familiares ajenos, roles que no les corresponden y horarios laborales eternos, de acuerdo con lo que contó Henry Cortés, médico veterinario, integrante de Acovez, asociación que representa a zootecnistas y veterinarios; junto con Angélica Ruales, veterinaria y magíster en medicina interna.
Aunque hay quienes desprestigian esta profesión, los veterinarios deben estudiar 5 años, pagar cerca de 14 millones semestrales o más, invertir en posgrados y tratar a pacientes que no hablan para expresar lo que les pasa. También, lidian con la muerte todos los días, asimismo con el dolor que sienten los dueños de los peludos y con emociones a flor de piel.
Por ende, es más común que surjan altercados entre quienes tratan al animal y sus cuidadores, pues muchos no están dispuestos a pagar honorarios justos, además de que creen que curar a un animal es sencillo o rápido. “El tutor de la mascota piensa que el problema del animal se arregla con una pócima mágica. No recuerdan que cada medicamento y procedimiento afecta diferente a cada individuo”, contó Cortés.
Lo que se acrecienta, porque en la academia no se enseñan herramientas para tener conversaciones difíciles. Si a eso se le suma que una persona prefiera trabajar con animales y dejar interacciones con humanos en un segundo plano, dar una mala noticia o informar sobre el precio del tratamiento, resulta más complejo, según lo que han contado varios profesionales del gremio a la psicóloga.
El complejo del héroe complica todo
Justo en la transición de la adolescencia a la adultez se toma una decisión que puede marcar el resto de la existencia de un ser humano en la sociedad: escoger una carrera profesional. Por eso “es común encontrar quienes no saben qué hacer y se sienten presionados por encontrar su camino”, dijo Vargas.
Además, porque la selección de cada persona suele basarse en su intuición y en los imaginarios que se tienen sobre determinadas carreras. Entonces, no es raro que un veterinario haya soñado con hacer, alguna vez en su vida, lo mismo que se ve en National Geographic, lo que refleja la parte linda de la profesión y la ilusión de hacer algo bonito por el mundo.
Sin embargo, no se tienen en cuenta factores que solo se reconocen cuando se pasa de la teoría a la práctica. Y aunque el totazo con la realidad es fuerte, antes del gran impacto, los profesionales recién graduados suelen sentir que pueden con todo, para cumplir con el ideal que tienen en su mente y que nunca fue aterrizado a lo largo de sus estudios universitarios.
De ahí sale el complejo de héroe. “Sobre todo el veterinario clínico cree que puede solucionarlo todo. Que está formado para ayudar a todos los animales. Son personas que tal vez no tienen vacaciones, que trabajan 12 horas, están en un encuentro familiar un domingo y salen a la mitad para hacer una cirugía”, dijo Cortés y agregó: “Sí, vamos a salvar a muchos animales, pero hay que salvarnos a nosotros primero”.
En ese punto de estrés y bajo tanta carga laboral se ponen las emociones en segunda categoría y no parecen tan importantes para algunas empresas. A pesar de que sí es relevante poner el tema de salud mental sobre la mesa, hablar sobre síntomas de agotamiento, sobre cómo poner límites y cuándo pedir ayuda, para que el profesional pueda decir fácilmente: “me siento cansado”, sin verlo como sinónimo de debilidad o poco profesionalismo.
Una industria que debe cambiar
“Ustedes son lo último en la escala alimenticia”, fue lo que escuchó Ruales al salir a sus prácticas profesionales como médica Veterinaria en 2009. Ahí comprendió que, como si se tratara de un negocio piramidal, la industria de la que hacía parte tenía una fuerte jerarquía.
Y la desilusión fue aún mayor cuando se dio cuenta que esto implicaba que solo por ser aprendiz debía lavar cobijas de perro. Incluso, la clínica para la que trabajaba esperaba que ella limpiara popo de mascotas, sacara perros y cumpliera con otras labores que la alejaban por kilómetros de ayudar a animales, al menos directamente. Ahora, el panorama no ha cambiado mucho, para quienes están en la misma posición que ocupó la veterinaria hace 15 años.
“Para mí fue como si nos dijeran que ser veterinario era limpiar cochinada y eso me molestó, no porque me haga menos, sino porque vine a aprender”, contó. Al graduarse, la situación no cambio mucho, porque necesitaba experiencia, aceptó un salario de 36 mil pesos por turnos de hasta 72 horas.
“Mi mamá un día me dijo que me quedara en la casa haciendo oficio, porque en ese entonces se le pagaba a la señora del servicio 46 mil pesos. Me ofreció quedarme haciendo aseo en la casa y recibir un pago de 50 mil, para ganar más. Le dije que no, porque necesitaba aprender”, confesó la veterinaria.
No obstante, este tipo de dinámicas en la industria no la sufrió solo Ruales. En 2019, una colega de Cortés hizo su tesis sobre el síndrome del agotamiento. Los resultados de la investigación publicada por Catalina Gálvez Loaiza, especialista en administración de salud pública, arrojaron que el mayor causante de esto en los profesionales de salud de animales era la mala administración de las clínicas, por no delimitar los cargos, porque hay lugares en que quien opera, también barre y trapea.
Como consecuencia, todos los involucrados pierden. Los veterinarios ya que sacrifican su entorno social y paz mental; los dueños de mascotas, porque su animal está siendo atendido por una persona agotada que no puede dar lo mejor de sí; las clínicas entierran el potencial de su personal en toneladas de trabajo, evitando prosperidad para la empresa; y las universidades no preparan a sus estudiantes para la cruda realidad o para que salgan a refutar la lógica del “aguante”.
Si usted como veterinario siente que ya no puede más, tal vez sea hora de hacer un alto en el camino. Vea si puede modificar algo del entorno en el que ya está inmerso o analice si definitivamente le toca renunciar al camino que le quita tranquilidad, para redireccionarlo a uno que lo haga “trabajar para vivir y no vivir para trabajar”.
🐾 ¿Quiere estar al día y conocer las últimas noticias sobre el mundo animal? Lo invitamos a verlas en La Red Zoocial. 🐶🐱