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Durante los últimos años se ha explotado la posibilidad de utilizar el almidón de maíz como sustituto de diferentes materiales. Al ser un material de origen vegetal y que no necesita de un tratamiento que impacte fuertemente el ambiente, este se ha convertido en una muy buena opción biodegradable para diferentes usos.
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En la industria de las mascotas ha encontrado dos usos particulares. El primero, siendo sustituto del plástico, es el de bolsas a base de maíz para recoger las heces de las mascotas en espacios públicos. Esto constituye una opción para quienes buscan reducir el impacto ambiental de tener un animal de compañía.
Según la ley 746 de 2002, los propietarios de perros deben hacerse cargo de recoger sus desechos fecales. Sin embargo, dada la situación ambiental a nivel global, y la legislación reciente en Colombia, debe darse una tendencia hacia la reducción de los plásticos de un solo uso.
Las bolsas de almidón de maíz tienen un proceso de producción simple y que requiere de pocos materiales diferentes al principal. “Luego de moler el maíz, el próximo paso es convertirlo en una película y finalmente darle el diseño que uno quiera para que salga la bolsa”, explica Martha Acosta, fundadora de Sowing, productora de bolsas para recoger desechos animales.
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Por otra parte, existen empresas que están utilizando el maíz para producir arenas ecológicas para gatos. En este caso el proceso es en esencia el mismo. Una vez se recoge el fruto del cultivo, se seca y se procesa en una planta. Después de esto queda listo para ser empacado.
“Es una arena totalmente ecológica y que además puede depositarse en el sanitario. El precio oscila entre $6.500 y $7.200 por kilo, dependiendo de la cantidad que la gente compre”, asegura Alexander Montoya, cofundador de la marca Maíz Cat, empresa que se dedica a la producción y venta de arena ecológica para gatos.
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Tanto la arena como las bolas tienen la opción de ser depositadas de una manera más amigable con el medio ambiente con respecto al producto que sustituyen. No obstante, es importante que las instituciones del Estado desarrollen políticas encaminadas a modificar los procesos de deposición de basuras y tratamiento de aguas residuales. De esta manera, las acciones individuales tendrían el potencial de generar un impacto más significativo.
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