“Ella me presta sus ojos y su cuerpo para guiarme de una manera incondicional”
Andrés Jaramillo es un músico bogotano que perdió la visión hace años. Sin embargo, gracias a su perrita guia Arya, él puede movilizarse con tranquilidad por la ciudad. Su historia demuestra por qué los perros lazarillos son tan importantes para la población con discapacidad visual.
Laura Tatiana Vargas Lizarazo
Después de una larga, pero fructífera jornada laboral, Andrés está listo para irse a descansar. El trayecto a su casa es corto, a unos 20 minutos por mucho. Su paso es firme, seguro y continuo, como el de cualquier otra persona que sabe para donde va. A su lado, como una fiel sombra, camina Arya, su perra, su guía y sus ojos.
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Después de una larga, pero fructífera jornada laboral, Andrés está listo para irse a descansar. El trayecto a su casa es corto, a unos 20 minutos por mucho. Su paso es firme, seguro y continuo, como el de cualquier otra persona que sabe para donde va. A su lado, como una fiel sombra, camina Arya, su perra, su guía y sus ojos.
Andrés Jaramillo es un músico bogotano que perdió la visión hace 14 años a causa de una patología llamada glaucoma ocular, una enfermedad que daña el nervio ubicado en la parte de atrás del ojo, conocido como nervio óptico. Desde ese momento, él tuvo que enfrentarse a un mundo que, según dice, solo está hecho para los que pueden ver.
“Yo quedé ciego una semana después de que naciera mi tercera hija. Fue un cambio muy grande. Mi vida siempre la divido en dos: AC, antes de ser ciego y DC, después de ser ciego. Siento que es importante nombrar las dos porque hacen parten de mi riqueza como persona, como ser humano. Antes de perder la vista tuve la oportunidad de vivir la vida, conocerla, saber la combinación de los colores, ver el cielo, ver a mis hijas”, cuenta Andrés.
Encarar solo a una sociedad que no está preparada para relacionarse y apoyar a las personas con discapacidad no es fácil. Y es que según un informe publicado en 2018 por Naciones Unidas, las personas con discapacidad se encuentran en una situación de desventaja en la mayoría de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Sin embargo, Andrés pudo superarlo, él continuó trabajando para sacar adelante, casi desde cero, su proyecto de vida: la música. En la actualidad, y desde hace once años, es docente y trabaja con niños, niñas y adolescentes que cuentan con algún tipo de discapacidad. Además, es el fundador y líder de la orquesta “Sentir Colombiano”, un proyecto artístico que ha sido reconocido por generar procesos de inclusión en el área cultural.
“Descubrí que siendo ciego también se puede vivir. Es bonito porque uno utiliza los otros sentidos. Estoy más pendiente de lo que huelo, de lo que saboreo, de lo que toco, de lo que escucho. Doy gracias a la vida porque he tenido la facilidad de tener contacto con la gente a través de ese lenguaje del alma que es la música”.
Aunque Andrés pudo superar las primeras dificultades de la discapacidad visual, no tardó en darse cuenta de los problemas comunes que afrontan las personas que tienen su misma condición: la movilidad, especialmente, la urbana. Cabe resaltar que según cifras del Centro de Rehabilitación para Adultos Ciegos (CRAC), Colombia tiene cerca de 2 millones de personas con discapacidad visual.
“Este mundo está hecho para los que ven. En la calle hay bolardos, huecos, postes y muchas otras cosas. Los ciegos tenemos que estar más pendientes de lo que nos rodea. No es fácil estar tú acostumbrado toda la vida a ver algo a seis metros de distancia y luego estar reducido a un bastón”.
Un día, después de estar casi un año movilizándose con dificultad por la ciudad, Andrés escuchó una frase que cambiaría su vida: perros guía. Estos animales, también conocidos como lazarillos, son mascotas que gracias a su inteligencia y capacidad se convierten en los ojos de las personas que no pueden ver. Un trabajo único, lindo y admirable, aunque en ocasiones también criticado.
“Una persona del sitio donde yo me estaba rehabilitando habló de perros guía. Y yo, ¿perros guía?, ¿qué es eso?, ¿cómo funciona? Me encarreté y de una vez fui corriendo a que me ayudaran a inscribirme. Ahí me cambió la vida, realmente me cambió”.
Andres se contactó con Juan Carlos Guerrero, director de la Asociación de Perros de Asistencia de Colombia (APAC), una organización integrada por varias fundaciones que entregan semestralmente algunos perros guía a la población con discapacidad visual. Guerrero le dijo a Andrés que para solicitar el servicio debía cumplir con ciertos requisitos como ser mayor de edad, tener ingresos mínimos para cubrir las necesidades básicas del perro, contar con buena movilidad, poder desplazarse por sí mismo y haber cumplido con una rehabilitación completa en actividades de la vida diaria.
Andrés no lo dudo ni un segundo. Tras conocer las condiciones, comenzó el proceso para solicitar un perro de asistencia y en menos de un año se lo aprobaron. La primera perrita que tuvo fue Atenea, una labradora retriver que se jubiló por un problema de salud luego de acompañarlo por casi dos años. Inmediatamente después llegó Gema, otra labradora que no solo reemplazó sus ojos por 12 años, sino que también fue su amiga y compañera de vida.
“A Atenea la recuerdo todavía con mucho amor y cariño. Era súper dócil, yo le decía con la traílla ´muévete´ y ella lo hacía enseguida. Ella empezó a brindarme esa seguridad que yo había perdido, pude volver a sentir el viento en la cara y esa autonomía de movilizarme. Después llegó Gema, una perra fuerte, temperamental, muy segura de sí misma. Al inicio me costó adaptarme, pero pude hacerlo. Gema ha estado presente en muchos momentos de mi vida. La amo con toda mi alma, es una perra modelo, un ejemplo. Yo jamás tuve un accidente con ella, una caída, nada. Caminamos juntos por muchos años”.
Después de varios años de servicio, Gema finalmente se jubiló. Ella permanece aún bajo el cuidado de Andrés, pero ahora como su animal de compañía. Cabe recordar que la vida util de trabajo de estos animales puede ir entre los ocho y los diez años. Desde hace algunos meses es Arya, una pastora alemana, quien guía a Andrés cada vez que sale a la calle. Él la describe como una perra muy fuerte que no se asusta con nada y siempre va para adelante.
“Ella me presta sus ojos y su cuerpo para guiarme de una manera incondicional. No le importa la hora, yo me levanto a las 3:00 a.m. y ella ya está en la puerta esperándome. Es la extensión de mi cuerpo, yo tomo el arnés y listo, salimos. Si no está pendiente al direccionamiento que yo le pueda brindar, entonces su trabajo consiste en evadir obstáculos, huecos, postes, paredes, etc. Ellos también aprenden caminos. Ary sabe cuál es el recorrido de la casa al trabajo, o de la casa a la panadería, o al parque. Donde tenga que trabajar, trabaja y lo hace muy bien. Andar con un bastón es como andar en un Renault 4, mientras que andar con un perro guía es como andar en un Ferrari”.
Aunque no hay cifras oficiales, Andrés asegura que en Bogotá hay más de 100 perros guía. Los labradores y los golden retriver son las razas más utilizadas para esta labor. Como cualquier otro animal de compañía, los perros lazarillos requieren de unos cuidados y necesidades específicas. “No existe domingo para tu dormir hasta las 10:00 a.m. porque son un relojito y tienen que salir a hacer sus necesidades, tienen que comer y hacer ejercicio. El perrito llega entrenado. Pero uno tiene que hacer el acoplamiento. No lo dejamos hacer lo que él quiera, que se suba a la mesa, que se coma los sobrados, que haga una cosa y la otra. Coge esas costumbres y adiós entrenamiento. Ellos deben tener también su disciplina”.
Pese a la admirable labor que realizan estos caninos: mejorar la calidad de vida de las personas ciegas o con discapacidad, Andrés cuenta que aún falta mucha comprensión y tolerancia de parte de la ciudadanía, especialmente en espacios públicos de la ciudad como los medios de transporte.
“Estos días leía un artículo donde decían que Colombia es el país que más tiene leyes y decretos de protección en cuanto a las ayudas vivas, pero al mismo tiempo es uno de los países donde más se sufre por este aspecto. Una dificultad ahorita es el transporte público (SITP), a los buses les pusieron unas registradoras que dificultan el paso de los perros. Se enredan, se lastiman. Una vez yo le dije a un conductor que por favor abriera la puerta de atrás para que mi perrita pudiera entrar y me dijo ´no estoy autorizado´. A veces también es complicado que los taxistas lo lleven a uno por tener un perro. Ignoran que hay decretos y leyes que nos protegen. Este no es un animal de compañía, yo no lo tengo para mostrarlo. Lo tengo porque son mis ojos, una extensión de mi cuerpo que necesito para movilizarme”.
La normatividad colombiana en torno a la posibilidad que tienen las personas con discapacidad visual de acceder a estas ayudas vivas está establecida en los Artículos 4 y 9 del Decreto 1660 de 2003. El Decreto 1538 de 2005 señala que se debe permitir el acceso de perros guía, y demás ayudas necesarias para quienes presenten dificultad o limitación para su movilidad y desplazamiento. Por su parte, el Código de Policía, indica en el Artículo 124 numeral 2, que no se puede impedir el ingreso de perros guía a lugares públicos y/o en el transporte masivo, pues constituyen una “extensión” del propietario.
Sin embargo, todavía quedan bastantes retos por superar, pues, según Andres, aún son escasas las organizaciones dedicadas a entrenarlos. Cabe destacar que según el Instituto Nacional para Ciegos, INCI, solo en Bogotá, alrededor de 300 mil personas tienen discapacidad visual. De ellos, al menos 120 mil son hombres y 170 mil mujeres.
Durante la preparación, el perro guía va aprendiendo, entre otros, a caminar por las aceras, a parar en cada uno de los bordes del andén, a adaptarse a la persona. “Yo dejo que ella trabaje, pero también estoy atento a lo que pasa a mi alrededor. Ella no puede tener toda la responsabilidad. Hay que escuchar, estar pendiente de que la perra vaya concentrada, porque ella puede ver una cosa y se puede descontrolar”.
Andrés alista el arnés y se lo pone a Arya, quien permanece quieta y muy juiciosa durante todo el procedimiento. Con una mano agarra la correa y con la otra toma el asa, que tiene en su parte delantera un letrero con la frase “Perro guía. No tocar”. Andrés le da la indicación a Arya y juntos empiezan a andar.
Cuando camina con Ayra, Andres dice que se siente seguro y protegido. Su caso es solo uno de los muchos que demuestran diariamente por qué estos animales son tan importantes para la poblacion con discapacidad visual.
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