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Hachiko nació en una granja de Odate, ciudad japonesa, en noviembre de 1923. El cachorro fue entregado en enero de 1924 a un profesor de la Universidad Imperial de Tokio, que vivía en Shibuya Ward, llamado Hidesaburo Ueno.
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Este animal era un perro de raza akita inu. En Japón, este can se considera un tesoro nacional, pues ha sido objeto de veneración, como símbolo de buena salud, prosperidad y buena fortuna.
Alrededor de su historia se han creado libros, películas y una serie de dibujos animados de ciencia ficción. Del mismo modo, se han realizado historias de otros sabuesos devotos, como Greyfriars Bobby. No obstante, ninguno de ellos ha tenido el impacto global que ha logrado Hachiko.
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El alcance de la historia ha sido tan profundo, que se construyó una estatua de bronce de él frente a la estación de Shibuya en Tokio, en el espacio en donde esperó en vano a su propietario durante una década. La estatua recibe cada año a miles de visitantes, quienes recuerdan la frase “Te esperaré, no importa cuánto tardes”.
A escolares japoneses se les enseña la historia de Hachiko, para poder brindar representación de devoción y fidelidad.
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La historia de Hachiko comenzó en enero de 1924, cuando fue entregado al profesor de la Universidad Imperial de Tokio, que vivía en Shibuya Ward, llamado Hidesaburo Ueno.
El profesor comenzó a llevarlo a la estación de Shibuya en su camino a la universidad. Sin embargo, un año después de tener al perro, este murió y la vida de Hachiko cambió de forma drástica.
Hachiko, sin saber lo que sucedió, continuó regresando todos los días a la estación de Shibuya para esperar a su dueño durante los siguientes nueve años, nueve meses y quince días.
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El perro murió el 8 de marzo de 1935 y su partida fue difundida en todos los medios de Japón. Durante el funeral del can se hicieron oraciones a cargo de monjes budistas, además de poemas, crónicas y cuentos sobre el animal.
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