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Por estos días, Tony Camacho, el perro del estadio, anda con orejeras. Los celadores del estadio bogotano lo tienen resguardado del ruido de las barras en el campeonato suramericano Sub-20. Pero él, el criollo más consentido del país, no ve la hora de salir corriendo detrás del balón de fútbol. Tal y como lo hizo en agosto pasado, cuando desaforadamente quería agarrar el balón en la mitad del partido Millonarios-Cali. Fue tanta la corredera que Tony inundó las redes sociales con comentarios sobre su simpatía. No se dejó atrapar de ningún corredor, y el desorden que armó le costó una multa de cinco millones de pesos al equipo capitalino.
Tony llegó al estadio en julio del año pasado. Un martes, que no había programado ningún partido, un campesino se acercó al Campín y les dijo a los celadores que amaba a su perro pero que lo tenía que dejar. La pandemia lo había dejado empobrecido y no tenía cómo alimentar a un ejemplar de una raza tan grande.
En ese momento, el perro se encontraba desnutrido y pesaba menos de lo esperado. “Al ver que no se encontraba en las mejores condiciones, aceptamos cuidarlo entre quienes trabajamos en el escenario: guardas y personas de mantenimiento”, dice Dayro Quitian
Entonces comenzó un lento proceso de recuperación, que estuvo animado por el prestigio que comenzó a tener Tony entre los hinchas de Santa Fe y de Millonarios. “Es tan amoroso que es capaz de unir a las barras. Por Tony, con Tony, asi se hubiera dicho que cuando llegó era de Millos”, dice Jair Peláez, quien hace parte de una de las barras de Santa Fe.
Tony es cariñoso, se lleva bien con todo el mundo, y le fascina jugar con una pelota de tennis que tiene en la cancha. Recientemente quise adoptarlo, pero Blanca Durán, la directora del Instituto Distrital de Recreación y Deporte (IDRD), me dijo que no, que está acostumbrado a correr entre arco y arco, acompañado de los celadores que dicen que es su compañía.
Como Tony, a los espacios de recreación bogotanos –parques, canchas— llegan perros y gatos a vivir. Algunos de ellos han sido abandonados, situación que empeoró con el empobrecimiento que causó la pandemia. Y esto, con el agravante que, en los días de encierro, muchos de estos animales dejaron de recibir la comida que caritativamente les daban los vecinos que caminaban por ahí.
Ante esa realidad el IDRD comenzó a recoger voluntariamente recursos y a apoyar a los administradores de los parques que decidían cuidar a perros y gatos. Pero en algún momento –y siempre en cooperación con el Instituto de Protección Animal— creció tanto el número de animales abandonados, que se decidió contratar dos veterinarias. Ellas, Adriana Triviño y Cris Acuña, son las encargadas de pasarles revista a 73 animales, de los cuales 40 son viejos, y de proveerles atención veterinaria.
Fue Cris quien le puso a Tony un cuello isabelino mientras se cura de una alergia. “Se nota que hizo caminatas extensas, pero también que tuvo un hogar porque es dulce y cariñoso y en los partidos se comporta”, dice, mientras hace un par de llamadas para atender una visita a los patos que también cuida el Instituto en el Parque de los Novios.
Tony Camacho es un afortunado. El perro del Campín recibe un beso de Blanca Durán antes de salir corriendo detrás de una pelota verde. Con esa sí puede jugar antes de que lleguen los hinchas y comiencen a sonar los gritos de gol de la Sub 20.
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