Proteger los derechos de los animales y consumir carne: ¿una contradicción?
El debate sobre la prohibición de la tauromaquia y el maltrato animal se encuentra siempre con la misma respuesta: la ganadería es peor y todavía está permitida. ¿Es necesario dejar de consumir carne para ser coherente con el respeto de los animales?
Sebastián Muñoz López
En medio del segundo debate desarrollado en el Senado para prohibir las corridas de toros en Colombia, el presidente de la institución, Roy Barreras, realizó una confesión: “me declaro culpable de un hecho, del que casi todos ustedes también lo son (...) Soy carnívoro. ¿Realmente deberíamos todos los seres humanos ser veganos para salvar al planeta? Yo no lo soy”.
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En medio del segundo debate desarrollado en el Senado para prohibir las corridas de toros en Colombia, el presidente de la institución, Roy Barreras, realizó una confesión: “me declaro culpable de un hecho, del que casi todos ustedes también lo son (...) Soy carnívoro. ¿Realmente deberíamos todos los seres humanos ser veganos para salvar al planeta? Yo no lo soy”.
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Activistas a favor de los derechos de los animales afirman que la prohibición de la tauromaquia recae en una contradicción: los seres humanos comemos pollos, conejos y vacas. Sin embargo, surge un rechazo con la muerte de los toros. ¿Por qué hay respeto por unos animales y no por otros?
“Pero eso no significa que el hecho de tener la culpa de matar animales para comer le sume la culpa de matar animales para divertirme. Yo creo que tenemos que evolucionar y defender la vida de las demás especies”, añadió Roy Barreras en su intervención, mostrando su apoyo para prohibir la tauromaquia.
Otro ejemplo ocurrió con la zoóloga y doctora en Ciencia Animal, Temple Grandin, quien se ha convertido en un símbolo del bienestar de los animales en todo el mundo. A través de su conocimiento, ella ha diseñado y reformado instalaciones de manipulación de bovinos para las compañías de carne más importantes del mundo, con el objetivo de disminuir su sufrimiento y darles a las vacas, cerdos, pollos, entre otras especies, una muerte mucho menos dolorosa en medio de la producción de carne.
En 2015, un grupo de activistas se manifestó en frente de una conferencia realizada por Grandin, para reclamar por la injusticia que, según ellos, experimentan animales en los mataderos diseñados por ella. “No hay manera de matar de forma respetuosa y amable a alguien que no quiere morir”, se lee en la descripción del video.
Sí al consumo de carne, no a la tauromaquia
Carlos Andrés Muñoz, abogado, filósofo y magíster en bioética, asegura que la respuesta sobre los derechos de los animales puede variar dependiendo del ámbito desde el que se observe. “Si lo vemos a partir de teorías éticas muy puntuales, la tauromaquia y el consumo de carne podrían considerarse lo mismo. En ambos escenarios estamos acabando con la vida de un animal, por satisfacer una necesidad humana. En un caso la alimentación, en el otro, la diversión, o la cultura”, afirma.
A nivel jurídico, la respuesta cambia. “La Corte Constitucional afirma que no es lo mismo matar a un animal por el simple hecho de diversión, que hacerlo por otro tipo de justificaciones”.
La Corte determinó en la sentencia C-666 del 2010 que los animales no tienen derechos a nivel jurídico. “Uno puede tener su postura ética y afirmar que los animales tienen derechos. Pero yo no puedo presentar eso como un argumento en un estrado judicial. Lo puedo hacer en un espacio académico o activista, para decir que merecen tener derechos”, comenta el abogado y filósofo.
No obstante, la inclusión de los animales en el Código Penal y las sanciones que acarrea maltratarlos prueban que sí existen protecciones constitucionales e iniciativas para su cuidado. “Si sus protecciones no están enfrentadas con un derecho constitucional humano, como la tradición alimenticia, o el derecho al trabajo, su protección puede primar”, afirma Muñoz.
Fabio Fang, magíster en filosofía y docente de la Universidad del Rosario, considera que las críticas no deberían centrarse en atacar a las personas y sus contradicciones, porque ellas terminan alejándose del movimiento animalista. Por ello, considera que es mejor enfocarse en criticar al sistema de opresión, en este caso, el carnismo. “El carnismo se parece al sexismo, al racismo y a otros sistemas de opresión. Este nos dice que es normal, necesario y natural comer animales”.
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El docente asegura que un ejemplo de este estilo de vida puede percibirse en una gran cantidad de personas, que se indignan con el maltrato animal, rescatan mascotas y realizan varias acciones a su favor. Pero, siguen alimentándose de otros animales que también sufrieron violencia. “En este punto, entra una disonancia cognitiva: cuando le dices a las personas que están siendo contradictorias, ellos no aceptan las consecuencias de esa contradicción, que sería el cambiar su estilo de vida y no comer carne”, apunta.
Del mismo modo, Gabriel Chica, abogado, politólogo y activista por los derechos de los animales, defiende la idea de que no se deberían ignorar los progresos que significan el querer acabar con la tauromaquia. “A nivel ético deberíamos apostarle a las dos cosas a la vez: eliminar el consumo de carne y la tauromaquia. Pero creo que es una falsa contradicción, porque, a veces, se llega al otro extremo. Es decir, como no se va a terminar el consumo de carne, pues tampoco acabemos con la tauromaquia. Por supuesto que no es contradictorio, porque podemos avanzar en algunos aspectos, mientras se trabaja culturalmente en otras transiciones”, comenta Chica.
El activista afirma que en la actualidad se propende por prohibir prácticas que se consideran innecesarias. No obstante, según él, la cultura todavía nos fuerza a creer que el comer carne puede ser esencial, ya sea por tradición, libertad o nutrición.
Para Diego Duarte, magíster en estudios políticos y profesor de debate y argumentación de la Universidad del Rosario, las personas pueden adoptar dos posturas en medio de la discusión. La primera considera que “los animales son sujetos de derecho del mismo valor moral que los humanos”. En este caso, sí habría una contradicción entre comer carne y querer prohibir la tauromaquia, las peleas de gallos, entre otras formas de violencia animal.
La segunda se basa en respetar a los seres vivos, sin necesariamente considerarlos iguales a los humanos. “Si el estándar es el tratamiento digno de seres vivos, independientemente de si tienen la misma equivalencia moral que los seres humanos, yo creo que se puede comer carne y estar en contra de estas prácticas, que son espectáculos, en donde puede que haya un maltrato injustificado”, afirma.
Duarte considera que el punto de conciliación entre los movimientos animalistas y las personas que no quieren dejar el consumo de carne recae en aceptar que la sociedad está atravesando por una transición. Por ello, los movimientos sociales deberían aceptar aliados que no estén al cien por ciento comprometidos con los principios morales de las personas que son animalistas.
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“Ser vegano es hacer las paces con que la gran mayoría de amigos, vecinos, familiares, son personas que siguen participando en un sistema que oprime a los animales y los mata de forma masiva, con mucho sufrimiento”, afirma Fabio Fang.
La confusa línea que demarca el maltrato animal
En Colombia, el maltrato animal está regulado principalmente por dos leyes: la Ley 84 de 1989 y la Ley 1774 de 2016. En la primera, se realiza un listado de los elementos que son considerados como maltrato animal. Entre ellos, se incluye todo aquello que les causa “punzadas, cortadas, quemaduras, envenenamiento”, etcétera. “Si pensamos que un animal será convertido en carne, evidentemente habrá cortadas y punzadas. Pero este artículo tiene unas excepciones: las prácticas necesarias para la supervivencia del ser humano, los hechos culturales y religiosos, entre otros”, afirma Chica.
Con respecto al punto anterior, Carlos Andrés Muñoz afirma que el avance de la ciencia ha permitido debilitar el argumento de la supervivencia humana, porque en la actualidad se puede vivir con una dieta sin proteína animal.
A lo anterior, se suma el argumento del derecho al trabajo, pues varias personas viven gracias a los mataderos y a los almacenes que mueven el negocio de la carne. “El trabajo también está presente en la tauromaquia, pero de una forma mucho menor y más controlable”, comenta Muñoz.
Además, la tauromaquia es un espectáculo público. Por otro lado, matar un animal para el consumo humano suele hacerse de forma oculta. “En el derecho penal, todo lo que se hace en vía pública puede ser un agravante. No es lo mismo que usted haga un homicidio a puerta cerrada, a que lo haga en vía pública, con sevicia”, afirma el experto. “Las teorías jurídicas hacen que ambas prácticas sean totalmente distintas. En la tauromaquia siempre habrá sufrimiento del animal. Por otro lado, a medida que se tecnifica la ciencia, el sufrimiento animal para el consumo de carne podría disminuirse”, concluye Muñoz.
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Los expertos coinciden en que las personas en la actualidad tienen una mayor sensibilidad frente a los animales. Pero, todavía quedan discusiones pendientes, para poder conciliar posturas contradictorias, como el consumo de carne y los derechos (por ahora inexistentes) de los animales.
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