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En los Juegos Olímpicos, las mascotas suelen representar la fauna local, la diversidad, la identidad y la cultura de la ciudad y del país anfitrión. Además, transmiten los valores de los deportistas como el compañerismo, el respeto y la disciplina. De igual forma, son importantes para los diversos productos licenciados que se generan en torno a las justas olímpicas.
La primera mascota de unos Juegos Olímpicos tuvo lugar en las justas de Múnich 1972. Se trataba de Waldi, un perro salchicha que es animal muy común en Baviera, y que es conocido por su resistencia, tenacidad y agilidad.
En Montreal 1976, el animal insignia fue Amik, un castor que representaba la paciencia y el trabajo duro, dos cualidades muy presentes en los atletas.
Moscú 1980 es recordado por Misha, un tierno oso, muy común de la fauna de Rusia, que se convirtió en una de las mascotas más adorables en unos Juegos Olímpicos.
Y si tenemos que hablar de creatividad e innovación, resaltan las olimpiadas de Sídney 2000. Aquí, por primera vez, se presentaron tres mascotas: una cucaburra, un ornitorrinco y un equidna, los cuales hacen parte de la fauna de Australia.
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