Algodón: la industria que sueña con volver a ser el “oro blanco”
El gremio algodonero lanzó un plan en el que se establecen estrategias para aumentar los cultivos y generar una recuperación del sector con miras a 2025. Expertos hablan de los caminos, ventajas y oportunidades que debería seguir la industria para crear una planta que tenga calidad para el consumo interno y un plus para el externo.
Lucety Carreño Rojas
La industria del algodón colombiano es centenaria. Los primeros cultivos se crearon entre 1920 y 1930 y estuvieron alineados con el auge textil, lo que generó un encadenamiento entre esa industria y la agrícola. Sin embargo, se trata de un sector que ha pasado más tiempo en crisis que estable por diversos factores, que van desde los costos de producción hasta la apertura económica que se dio en el gobierno de César Gaviria. Este año la Confederación Colombiana del Algodón (Conalgodón) lanzó un plan a 2025 en el que se establecen estrategias para aumentar los cultivos y generar una recuperación. ¿Qué pasó con esta industria? ¿Cuál es el camino para alcanzar esos objetivos? Comencemos.
“Las grandes textileras, como Fabricato y Coltejer, incentivaron los cultivos de algodón. Incluso, abrieron empresas de hilatura en lugares de abastecimiento de algodón. El boom de este cultivo estuvo conectado con la exportación textil, especialmente del denim”, explicó Lorenzo Velásquez, director de Transformación y Conocimiento de Inexmoda.
En 1930 se lanzaron estrategias para mejorar la calidad y proteger la producción. “Hoy se cree que los frutos de esas estrategias se empezaron a recoger en la década de 1950. De hecho, ese período coincide con los años dorados de la industria textil colombiana. Para entonces era claro que abastecer internamente la demanda doméstica de materia prima para los textiles era clave en la fortaleza de esa industria”, explicó William Cruz Bermeo, docente de la Facultad de Diseño de Vestuario de la Universidad Pontificia Bolivariana.
En términos de moda, de acuerdo con Cruz, las telas de algodón estaban entre las más apetecidas, especialmente por la calidad de estampados que se lograban con esa base textil. Además, las telas de algodón son las predilectas de los colombianos para la ropa de hogar.
Lea: El aguacate crece en suelos colombianos y madura en los mercados del mundo.
El algodón, conocido en sus mejores años como el “oro blanco”, fue un producto muy importante para el país durante las décadas del 70, 80 y 90 del siglo pasado; de hecho, fue el segundo renglón de exportación agrícola después del café. Se llegaron a cultivar 350.000 hectáreas y a producir 250.000 toneladas de algodón, la mayor parte se exportaba a países de Centro y Suramérica, como Perú y Ecuador, según las cifras de Conalgodón.
En la década de 1970, la producción de la industria estaba enfocada en un consumo pequeño y local. “Las familias colombianas no compraban ropa tan rápido, pues las prendas se legaban y las telas duraban. La crisis empezó cuando se despertó el interés por lo foráneo”, dijo Carolina Agudelo, diseñadora textil.
A la par de los años gloriosos, las crisis se incrementaron. Los titulares de este diario entre 1970 y 1979 sobre la industria del algodón hablaban de “pérdidas”, “emergencia en el sector”, “quiebra algodonera”, “las pérdidas del oro blanco”, “convalecencia” y “declive”. Se repetían una y otra vez y se mezclaban con peticiones de los gremios y con la creación de institutos, proyectos y programas por parte del Gobierno para apoyar a “un pilar de la economía nacional”. En 1980 la industria tuvo una leve recuperación, pero en 1981 regresó la crisis y los gremios decían que tardarían veinte años en recuperarse. En 1987 cultivar algodón ya se consideraba una “misión intrépida” y se empezó a importar por los altos costos de los insumos y problemas con el desmote, entre otros factores. En 1985, la erupción del volcán nevado del Ruiz cubrió de lodo los blanquísimos y tupidos cultivos de algodón de Armero, en Tolima. Según cálculos de Conalgodón, con el desastre del 85 se perdieron unas 3.000 hectáreas, más de la mitad de aquellas que desde la década de los 70 se empezaron a contar en el municipio. La época dorada del oro blanco había terminado y en 1990 la industria era casi inexistente.
El declive
La caída de una industria que se creía muy fuerte, especialmente para el consumo interno, tuvo varias causas. Según César Pardo Villalba, presidente ejecutivo de Conalgodón, el principal problema consistió en los altos costos de producción y la baja productividad. Producir una libra de algodón costaba más de 120 centavos de dólar, hoy ese costo está entre 75 y 80 centavos.
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Las variaciones en el precio internacional, según Velásquez, afectaron los cultivos de algodón, así como la sobreproducción de India, Brasil y Pakistán, que comenzaron a ser competidores importantes.
Velásquez también afirmó que la apertura económica les dio un “gran golpe” a los cultivos de algodón, porque los hizo menos competitivos. Según él, además, el Gobierno tiene parte de la responsabilidad al resistirse a perder el programa de preferencias arancelarias que tenía con Estados Unidos, lo que afectó a la industria textil y a su cadena de suministro.
En esa línea, Agudelo aseguró que las industrias y el país no estaban preparados para esa competencia. “Estábamos lejos de la tipología de producto que llegó y no entendíamos el diseño que ya jugaba un papel importante en las industrias y los tejidos productivos de esos países. Se acabaron muchas fábricas y fue una de las razones para que el algodón se extinguiera como producción masiva”. El cambio de siglo trajo inmediatez y cambió la manera en la que se conocía la industria textil de la década del 70.
A esos problemas se sumó el cierre de las empresas de hilatura y el aumento de las importaciones de la fibra a bajo costo. “La violencia en Colombia también hizo mella en la producción. Todos esos factores fueron un caldo de cultivo para explicar por qué en casi treinta años se dejaron de sembrar más de 290.000 hectáreas. Es como si se hubiera acabado la industria del algodón”, afirmó Velásquez.
Lea también: ¿Qué implicaría un arancel de 40 % a las importaciones textiles?
¿Cómo está la industria algodonera nacional?
De acuerdo con cifras de Conalgodón, entre 2005 y 2015 se estableció un Conpes algodonero para mejorar la competitividad y aumentar la productividad, y se creó un sistema de precios mínimos de garantía. En 2005 se sembraron 74.000 hectáreas, pero diez años después el cultivo había disminuido a 31.000. En 2016, el área cayó a 17.000 hectáreas y en 2017 a 9.000. En 2019 se recuperó (18.000), pero volvió a caer entre 2020 y 2021, los años más duros de la pandemia. El año pasado la siembra de algodón llegó a 8.200 hectáreas, una de las cifras más bajas en su historia.
La recuperación llegó este año, cuando se sembraron 14.100 hectáreas, pues se presentó un aumento del 72 % con respecto a 2021. De acuerdo con las proyecciones de Conalgodón, se espera que en los próximos tres años la superficie algodonera pase a 23.600, 28.350 y 36.100, respectivamente.
En términos de fibra se pasaría de una producción de 14.194 toneladas en 2022 a 45.500 en 2025. En cuanto a demanda, este año la industria nacional procesará cerca de 39.000 toneladas y se planea que en los próximos tres años regresen a cifras de 2005; es decir, 90.000.
Las estrategias para lograr esas cifras
César Pardo aseguró que le “ven futuro al algodón porque se volvió un cultivo competitivo”, pues el precio con el que se está cotizando esta materia prima en la Bolsa de Nueva York genera rendimiento y aumenta la productividad. Además, no están requiriendo auxilios para apoyos al precio y consideran que deben seguir en esa línea para volver a ser un cultivo importante en el país.
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Así las cosas, Pardo espera que el mercado interno aumente, pero tiene claro que se seguirán requiriendo importaciones para la industria textil, pues no puede suplir la totalidad de lo que se necesita.
Otra de las ventajas de esta industria es que el algodón funciona con agricultura por contrato; es decir, no tiene problemas para comercializarlo porque al sembrarlo se hace un contrato a futuro con la industria textil mediante la comercializadora Diagonal, lo que también sirve de garantía para obtener créditos.
Al ser una materia prima, el precio del algodón tiene una alta volatilidad, lo que afecta la permanencia de agricultores en los cultivos. Para contrarrestar este efecto, Conalgodón trabaja en un seguro de precios que permita asegurarle al agricultor, por lo menos, la inversión que hizo en el cultivo. En cuanto al alza del dólar, por un lado, les favorece porque aumenta el valor de la tonelada, pero, por el otro, también sube los costos de la producción y los insumos.
De acuerdo con el gremio, para lograr las cifras que plantean a 2025 necesitan continuar con las semillas transgénicas, porque aumentan la productividad y controlan las plagas; además, apoyo del Ministerio de Agricultura y Finagro para el financiamiento de los costos de la siembra; financiamiento a la comercialización para que los contratos se paguen de contado y actualización de la maquinaria, especialmente de las cosechadoras, pues están obsoletas. El gremio tiene el compromiso de crear una cartilla que actualice los procedimientos de asistencia técnica.
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¿Cuál será el futuro de esta industria?
Aunque el gremio parece tener clara su estrategia, los expertos entrevistados plantean preguntas: ¿qué tipo de algodón? ¿Algodón para quiénes? ¿Cuál será su propuesta diferencial para volver a competir en el mercado internacional? ¿Tendrían la capacidad de responder a la demanda y al consumidor que pide algodones orgánicos?
Así las cosas, más allá de quién va a comprar la fibra, se debe tener claro quién la va a hilar, tejer, confeccionar y vender, porque si se hace afuera pierde el valor de lo “hecho en Colombia”.
Además, con la crisis de los contenedores, la industria algodonera tiene grandes oportunidades de volver a suplir las necesidades locales, pero debe ofrecer un producto de calidad. “Hoy están compitiendo las cadenas de suministro. Es importante para la industria textil tener integración vertical, porque hoy el mundo demanda productos sostenibles y con mayor trazabilidad. Hay espacio para los algodones nativos y orgánicos colombianos que puedan abastecer el apetito de moda sostenible”, aseguró Velásquez.
Como producto de exportación, particularmente en calidad prémium, hay un gran potencial de mercado, “porque ahora la demanda de algodones orgánicos va en aumento ante la creciente ola de consumo consciente. De hecho, cabe ahí una apuesta de las textileras con un producto diferenciado desde su materia prima y lo mismo para los confeccionistas”, dijo Cruz.
Lea: En 2023 se espera un comercio de US$2.000 millones entre Colombia y Venezuela.
La industria mundial trabaja en estrategias y prácticas para proteger el planeta, como el algodón orgánico, porque para nadie es un secreto que el cultivo de algodón consume mucha agua y desgasta la tierra, por lo que hay que pensar en programas para regenerarla.
“Colombia es un país que tiene todo para entrar en ese juego de ser un actor importante en la producción de fibras alternativas, como el cáñamo y la piña. Por eso, será importante que el Ministerio de Agricultura y cada eslabón de la cadena textil trabajen de la mano”, aseguró Agudelo.
La diseñadora cree pertinente crear un acuerdo nacional para la industria en la que esté involucrada toda la cadena, así como tener claro que las soluciones del sector textil y moda colombiano no están solo en pedir que se suban, bajen o congelen los aranceles, sino en aportar para que haya suficientes empresas con la capacidad de convertir el algodón en hilos, telas y prendas.
En conclusión, las oportunidades están, pero se necesitan líderes. Toda la cadena debe sentir que se está trabajando por un bien común y no por los intereses de unos pocos empresarios del sector o políticos.
Los expertos consultados ven con buenos ojos las proyecciones de Conalgodón, esperan que se logre producir una fibra colombiana con una propuesta diferencial y que haya una vinculación entre los textiles y el agro que genere eficiencia y productividad. Además, la propuesta del gremio llega en un momento clave, pues el presidente Gustavo Petro tiene entre sus objetivos la reindustrialización, en la que podría incluir una industria centenaria como el algodón colombiano.
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La industria del algodón colombiano es centenaria. Los primeros cultivos se crearon entre 1920 y 1930 y estuvieron alineados con el auge textil, lo que generó un encadenamiento entre esa industria y la agrícola. Sin embargo, se trata de un sector que ha pasado más tiempo en crisis que estable por diversos factores, que van desde los costos de producción hasta la apertura económica que se dio en el gobierno de César Gaviria. Este año la Confederación Colombiana del Algodón (Conalgodón) lanzó un plan a 2025 en el que se establecen estrategias para aumentar los cultivos y generar una recuperación. ¿Qué pasó con esta industria? ¿Cuál es el camino para alcanzar esos objetivos? Comencemos.
“Las grandes textileras, como Fabricato y Coltejer, incentivaron los cultivos de algodón. Incluso, abrieron empresas de hilatura en lugares de abastecimiento de algodón. El boom de este cultivo estuvo conectado con la exportación textil, especialmente del denim”, explicó Lorenzo Velásquez, director de Transformación y Conocimiento de Inexmoda.
En 1930 se lanzaron estrategias para mejorar la calidad y proteger la producción. “Hoy se cree que los frutos de esas estrategias se empezaron a recoger en la década de 1950. De hecho, ese período coincide con los años dorados de la industria textil colombiana. Para entonces era claro que abastecer internamente la demanda doméstica de materia prima para los textiles era clave en la fortaleza de esa industria”, explicó William Cruz Bermeo, docente de la Facultad de Diseño de Vestuario de la Universidad Pontificia Bolivariana.
En términos de moda, de acuerdo con Cruz, las telas de algodón estaban entre las más apetecidas, especialmente por la calidad de estampados que se lograban con esa base textil. Además, las telas de algodón son las predilectas de los colombianos para la ropa de hogar.
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El algodón, conocido en sus mejores años como el “oro blanco”, fue un producto muy importante para el país durante las décadas del 70, 80 y 90 del siglo pasado; de hecho, fue el segundo renglón de exportación agrícola después del café. Se llegaron a cultivar 350.000 hectáreas y a producir 250.000 toneladas de algodón, la mayor parte se exportaba a países de Centro y Suramérica, como Perú y Ecuador, según las cifras de Conalgodón.
En la década de 1970, la producción de la industria estaba enfocada en un consumo pequeño y local. “Las familias colombianas no compraban ropa tan rápido, pues las prendas se legaban y las telas duraban. La crisis empezó cuando se despertó el interés por lo foráneo”, dijo Carolina Agudelo, diseñadora textil.
A la par de los años gloriosos, las crisis se incrementaron. Los titulares de este diario entre 1970 y 1979 sobre la industria del algodón hablaban de “pérdidas”, “emergencia en el sector”, “quiebra algodonera”, “las pérdidas del oro blanco”, “convalecencia” y “declive”. Se repetían una y otra vez y se mezclaban con peticiones de los gremios y con la creación de institutos, proyectos y programas por parte del Gobierno para apoyar a “un pilar de la economía nacional”. En 1980 la industria tuvo una leve recuperación, pero en 1981 regresó la crisis y los gremios decían que tardarían veinte años en recuperarse. En 1987 cultivar algodón ya se consideraba una “misión intrépida” y se empezó a importar por los altos costos de los insumos y problemas con el desmote, entre otros factores. En 1985, la erupción del volcán nevado del Ruiz cubrió de lodo los blanquísimos y tupidos cultivos de algodón de Armero, en Tolima. Según cálculos de Conalgodón, con el desastre del 85 se perdieron unas 3.000 hectáreas, más de la mitad de aquellas que desde la década de los 70 se empezaron a contar en el municipio. La época dorada del oro blanco había terminado y en 1990 la industria era casi inexistente.
El declive
La caída de una industria que se creía muy fuerte, especialmente para el consumo interno, tuvo varias causas. Según César Pardo Villalba, presidente ejecutivo de Conalgodón, el principal problema consistió en los altos costos de producción y la baja productividad. Producir una libra de algodón costaba más de 120 centavos de dólar, hoy ese costo está entre 75 y 80 centavos.
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Las variaciones en el precio internacional, según Velásquez, afectaron los cultivos de algodón, así como la sobreproducción de India, Brasil y Pakistán, que comenzaron a ser competidores importantes.
Velásquez también afirmó que la apertura económica les dio un “gran golpe” a los cultivos de algodón, porque los hizo menos competitivos. Según él, además, el Gobierno tiene parte de la responsabilidad al resistirse a perder el programa de preferencias arancelarias que tenía con Estados Unidos, lo que afectó a la industria textil y a su cadena de suministro.
En esa línea, Agudelo aseguró que las industrias y el país no estaban preparados para esa competencia. “Estábamos lejos de la tipología de producto que llegó y no entendíamos el diseño que ya jugaba un papel importante en las industrias y los tejidos productivos de esos países. Se acabaron muchas fábricas y fue una de las razones para que el algodón se extinguiera como producción masiva”. El cambio de siglo trajo inmediatez y cambió la manera en la que se conocía la industria textil de la década del 70.
A esos problemas se sumó el cierre de las empresas de hilatura y el aumento de las importaciones de la fibra a bajo costo. “La violencia en Colombia también hizo mella en la producción. Todos esos factores fueron un caldo de cultivo para explicar por qué en casi treinta años se dejaron de sembrar más de 290.000 hectáreas. Es como si se hubiera acabado la industria del algodón”, afirmó Velásquez.
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¿Cómo está la industria algodonera nacional?
De acuerdo con cifras de Conalgodón, entre 2005 y 2015 se estableció un Conpes algodonero para mejorar la competitividad y aumentar la productividad, y se creó un sistema de precios mínimos de garantía. En 2005 se sembraron 74.000 hectáreas, pero diez años después el cultivo había disminuido a 31.000. En 2016, el área cayó a 17.000 hectáreas y en 2017 a 9.000. En 2019 se recuperó (18.000), pero volvió a caer entre 2020 y 2021, los años más duros de la pandemia. El año pasado la siembra de algodón llegó a 8.200 hectáreas, una de las cifras más bajas en su historia.
La recuperación llegó este año, cuando se sembraron 14.100 hectáreas, pues se presentó un aumento del 72 % con respecto a 2021. De acuerdo con las proyecciones de Conalgodón, se espera que en los próximos tres años la superficie algodonera pase a 23.600, 28.350 y 36.100, respectivamente.
En términos de fibra se pasaría de una producción de 14.194 toneladas en 2022 a 45.500 en 2025. En cuanto a demanda, este año la industria nacional procesará cerca de 39.000 toneladas y se planea que en los próximos tres años regresen a cifras de 2005; es decir, 90.000.
Las estrategias para lograr esas cifras
César Pardo aseguró que le “ven futuro al algodón porque se volvió un cultivo competitivo”, pues el precio con el que se está cotizando esta materia prima en la Bolsa de Nueva York genera rendimiento y aumenta la productividad. Además, no están requiriendo auxilios para apoyos al precio y consideran que deben seguir en esa línea para volver a ser un cultivo importante en el país.
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Así las cosas, Pardo espera que el mercado interno aumente, pero tiene claro que se seguirán requiriendo importaciones para la industria textil, pues no puede suplir la totalidad de lo que se necesita.
Otra de las ventajas de esta industria es que el algodón funciona con agricultura por contrato; es decir, no tiene problemas para comercializarlo porque al sembrarlo se hace un contrato a futuro con la industria textil mediante la comercializadora Diagonal, lo que también sirve de garantía para obtener créditos.
Al ser una materia prima, el precio del algodón tiene una alta volatilidad, lo que afecta la permanencia de agricultores en los cultivos. Para contrarrestar este efecto, Conalgodón trabaja en un seguro de precios que permita asegurarle al agricultor, por lo menos, la inversión que hizo en el cultivo. En cuanto al alza del dólar, por un lado, les favorece porque aumenta el valor de la tonelada, pero, por el otro, también sube los costos de la producción y los insumos.
De acuerdo con el gremio, para lograr las cifras que plantean a 2025 necesitan continuar con las semillas transgénicas, porque aumentan la productividad y controlan las plagas; además, apoyo del Ministerio de Agricultura y Finagro para el financiamiento de los costos de la siembra; financiamiento a la comercialización para que los contratos se paguen de contado y actualización de la maquinaria, especialmente de las cosechadoras, pues están obsoletas. El gremio tiene el compromiso de crear una cartilla que actualice los procedimientos de asistencia técnica.
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¿Cuál será el futuro de esta industria?
Aunque el gremio parece tener clara su estrategia, los expertos entrevistados plantean preguntas: ¿qué tipo de algodón? ¿Algodón para quiénes? ¿Cuál será su propuesta diferencial para volver a competir en el mercado internacional? ¿Tendrían la capacidad de responder a la demanda y al consumidor que pide algodones orgánicos?
Así las cosas, más allá de quién va a comprar la fibra, se debe tener claro quién la va a hilar, tejer, confeccionar y vender, porque si se hace afuera pierde el valor de lo “hecho en Colombia”.
Además, con la crisis de los contenedores, la industria algodonera tiene grandes oportunidades de volver a suplir las necesidades locales, pero debe ofrecer un producto de calidad. “Hoy están compitiendo las cadenas de suministro. Es importante para la industria textil tener integración vertical, porque hoy el mundo demanda productos sostenibles y con mayor trazabilidad. Hay espacio para los algodones nativos y orgánicos colombianos que puedan abastecer el apetito de moda sostenible”, aseguró Velásquez.
Como producto de exportación, particularmente en calidad prémium, hay un gran potencial de mercado, “porque ahora la demanda de algodones orgánicos va en aumento ante la creciente ola de consumo consciente. De hecho, cabe ahí una apuesta de las textileras con un producto diferenciado desde su materia prima y lo mismo para los confeccionistas”, dijo Cruz.
Lea: En 2023 se espera un comercio de US$2.000 millones entre Colombia y Venezuela.
La industria mundial trabaja en estrategias y prácticas para proteger el planeta, como el algodón orgánico, porque para nadie es un secreto que el cultivo de algodón consume mucha agua y desgasta la tierra, por lo que hay que pensar en programas para regenerarla.
“Colombia es un país que tiene todo para entrar en ese juego de ser un actor importante en la producción de fibras alternativas, como el cáñamo y la piña. Por eso, será importante que el Ministerio de Agricultura y cada eslabón de la cadena textil trabajen de la mano”, aseguró Agudelo.
La diseñadora cree pertinente crear un acuerdo nacional para la industria en la que esté involucrada toda la cadena, así como tener claro que las soluciones del sector textil y moda colombiano no están solo en pedir que se suban, bajen o congelen los aranceles, sino en aportar para que haya suficientes empresas con la capacidad de convertir el algodón en hilos, telas y prendas.
En conclusión, las oportunidades están, pero se necesitan líderes. Toda la cadena debe sentir que se está trabajando por un bien común y no por los intereses de unos pocos empresarios del sector o políticos.
Los expertos consultados ven con buenos ojos las proyecciones de Conalgodón, esperan que se logre producir una fibra colombiana con una propuesta diferencial y que haya una vinculación entre los textiles y el agro que genere eficiencia y productividad. Además, la propuesta del gremio llega en un momento clave, pues el presidente Gustavo Petro tiene entre sus objetivos la reindustrialización, en la que podría incluir una industria centenaria como el algodón colombiano.
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