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En el principio José Arcadio Buendía, sus hombres, con mujeres y niños, atravesaron la sierra buscando una salida al mar. En el principio José Arcadio Buendía y su esposa, Úrsula Iguarán, crearon Macondo. En el principio el mundo era tan reciente que las cosas carecían de nombre. En el principio la ropa era solo ropa, pero con el tiempo las texturas, las máquinas de coser y los materiales se convierten en una herramienta que acompaña la narración de la novela Cien años de soledad.
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En 1989 durante una entrevista con Patricia Castaño, de la HJCK, en La Habana, Cuba, Gabriel García Márquez se refirió a las razones por las que no quería que su libro fuera llevado al cine.
“¿Por qué no he permitido que Cien años de soledad se haga en cine? Para mí es muy claro. La novela deja un margen de creación al lector, que no deja el cine. La imagen es demasiado impositiva, la imagen es de una definición total. En la imagen uno sabe cómo es la cara del personaje, en la literatura por mucho que se describa, el lector tiene la posibilidad de llenar un margen que queda”.
Aunque él nunca estuvo de acuerdo en llevar su novela al cine, su familia dio el aval para crear una serie producida por Dynamo. El gran reto para la producción de Netflix, que tendrá dos temporadas y que la primera estrenó su primera parte este miércoles, fue traducir el universo de Macondo, que no existe, a la realidad, volverlo tangible.
La producción tuvo que situar a Macondo en un lugar real de Colombia y también crear el vestuario para los personajes. Catherine Rodríguez, diseñadora de vestuario, quien trabajó en el diseño de vestuario en películas como El abrazo de la serpiente (2015), Pájaros de verano (2018) y Memoria (2021), estuvo al frente de esa misión. Aunque Macondo no aparece en el mapa, la historia sí habla de una Colombia real, la de siglo XIX.
“Para mí la moda es importante, pero no como hecho estético, sino como documento. Me parece que la moda cuenta los momentos de la humanidad de muchas formas. O sea, el vestuario es narrativo siempre. Eso me motiva a ser diseñadora de vestuario. Las personas cuentan historias con lo que se ponen”, dijo Rodríguez.
La diseñadora de vestuario cuenta que tuvo que entender el contexto y la época en la que se desarrolla la novela, que comienza a mediados del siglo XIX. Aunque encontraron daguerrotipos de ese período, estos retrataban a la clase alta, lo que dejaba por fuera a las clases populares y a las personas de la costa Caribe, justamente los habitantes de Macondo. La Comisión Corográfica fue clave para la investigación y el desarrollo del vestuario, así como las ilustraciones de los viajeros.
Los referentes
La Comisión Corográfica, dirigida por Agustín Codazzi, es el resultado de un proyecto que, mediante acuarelas, relata y mapea las costumbres colombianas del siglo XIX. Las láminas fueron realizadas por los pintores Carmelo Fernández, Manuel María Paz y Henry Price, quienes registraron los oficios, paisajes y costumbres de los colombianos de la naciente Nueva Granada.
“Las láminas de la Comisión Corográfica es un proyecto del siglo XIX, que buscaba cartografiar las vidas en las distintas regiones del país. Se hizo en un momento crucial, el de una república recién creada, la Nueva Granada, que, como las nacientes repúblicas latinoamericanas de entonces, necesitaba ‘oficializar’ una identidad reconocible por otros y eso empezaba por reconocerse a sí misma”, dijo William Cruz Bermeo, investigador de la moda y el vestir, de la Universidad Pontificia Bolivariana, en Medellín Colombia.
Así las cosas, las acuarelas son un documento visual determinante en la historia del vestido en Colombia gracias a que los pintores mostraron las diferencias vestimentarias entre clases sociales, razas, sexos y oficios; “dejando en evidencia el importante papel del vestido en la construcción de una semiótica social, constituida por signos externos —o sea, la ropa— legibles por todos y que ayudaban a ubicar a cada neogranadino en el lugar que ocupaba dentro de la estructura social”, explicó Cruz.
Rodríguez reitera que el proceso creativo para el vestuario de una producción audiovisual tiene una parte importante de investigación. “No podemos desconocer que es una época que existía en Colombia y que estas personas habitaban una parte específica del Caribe colombiano. Para mí siempre es importante situar a los personajes dentro del espacio en el que se van a desarrollar, la forma en la que yo trabajo no es que me los invento, sino que ellos tienen un contexto y hay que contarlos a partir de ahí”.
La Biblioteca Nacional de Colombia, la Biblioteca Luis Ángel Arango, el Archivo General de la Nación y el libro Diario ilustrado de viajes por Colombia, de José María Gutiérrez de Alba, también fueron fuentes de información para ir ajustando el vestuario de cada personaje.
“Encontramos, por ejemplo, que muchos españoles venían con trozos de tela gigantes, que se heredaban. Además, mucha ropa se heredó en Colombia y en el mundo durante mucho tiempo, porque la tela que se hacía era lienzo de la tierra, una especie de algodón burdo, y eran oficios muy artesanales. Las personas hacían su camisa y su pantalón para usos específicos”.
La creación del vestuario
Luego de la robusta investigación, que les permitió entender la Colombia de 1850, Rodríguez y su equipo trabajaron en la conceptualización para encontrar referencias puntuales para cada personaje de Macondo. Después, se realizó la búsqueda de telas y otras materialidades.
La Escuela Arturo Tejada Cano hizo su aporte a la construcción del vestuario con el prototipado y el patronaje de las piezas con el acompañamiento de la profesora Luz Marina Rubiano. Vale la pena mencionar que el patronaje es la base de la prenda y para este caso, la construcción tenía que ir al detalle al ser vestuario de época.
“Hace tres años estaba en segundo semestre de diseño de moda cuando la productora buscó la ayuda de la Escuela Arturo Tejada Cano para hacer el patronaje y muestras para la serie, ahí la escuela me invitó a participar. Hicimos el patronaje, cosimos y logramos sacar el proyecto adelante”, recuerda Nicolás Galvis, diseñador de moda.
Galvis agrega que, tras la experiencia, que describe como “dura”, la productora lo invitó para que hiciera parte de la producción, como contratistas para fabricarles la línea de sastrería de la serie. “Estoy trabajando con Netflix y ha sido una historia enriquecedora y bonita. Cien años de soledad es una de las mejores obras de la literatura, verla en pantalla y, saber que uno puso un granito de arena, es muy emotivo”.
El equipo también visitó Augusta Auctions, una casa de subastas en Estados Unidos, que cuenta con colecciones privadas, para conocer la manera en la que se hacían las prendas en esa época y los accesorios que las acompañaban.
“Otra fuente importante de información fue el Instituto Caro y Cuervo, una entidad de educación superior cuya misión es salvaguardar el patrimonio lingüístico y literario de Colombia. Actualmente, custodia algunas de las piezas coleccionadas por el Museo del Siglo XIX que reflejan la vida doméstica entre 1830 y 1930. Esta colección abarca más de 600 prendas originales”, relata el equipo de Netflix en un documento.
El vestuario, clave para acompañar la narración
La obra literaria, una de las insignias del realismo mágico, cuenta con personajes como Melquíades, García Márquez describe su atuendo cuando llega a Macondo: “Usaba un sombrero grande y negro, como las alas extendidas de un cuervo, y un chaleco de terciopelo patinado por el verdín de los siglos”.
Para el caso puntual de este personaje, Rodríguez recuerda que está inspirado en los gitanos. “Desde el descubrimiento de América hay reportes de gitanos en Latinoamérica, buscamos fotografías, documentos e imágenes con esas comunidades. Personajes como los gitanos se componen también de una investigación importante en la que nos hicimos preguntas: ¿De dónde vienen esas personas? ¿Y cómo construir su vestuario con los elementos reales adaptados al personaje que nosotros necesitamos?”.
Tras finalizar la primera parte de esta temporada, se habían creado cerca de 34.000 prendas de vestir y zapatos, en el que trabajaron sesenta personas y más de 30 talleres en Leticia, Puerto Carreño, Granada, Sandoná, Sincelejo, Timbío, Medellín, Pasto y Bogotá.
“Construimos el vestuario 100 % en Colombia. Por ejemplo, la zapatería se hizo en Bogotá. Hay elementos específicos que se hicieron en diferentes regiones del país. Los capisayos de palmas que los personajes utilizan en el éxodo los hicieron mujeres artesanas en el Vichada y en el Amazonas”, dijo Rodríguez.
En una parte de la serie, Úrsula se va de Macondo y al regresar, su vestimenta cambia, dándole a la paleta de color un papel importante. “Ella, al regresar, incorpora verdes y morados. También vemos nuevos personajes del gran Caribe, influencias sirio-libanesas, comunidad Wayuú. Aparece gente de otras latitudes en Macondo, ahí vemos un pequeño cambio en la moda”, adelanta la diseñadora.
La narración sobre la moda y las ropas de García Márquez en la novela
Edward Salazar, investigador de moda, resalta que una de las características más interesantes de la novela es el vocabulario material que acompaña la narración. “García Márquez detalla materiales como el organdí, el lino, el terciopelo, los paños, la seda, los zapatos de charol y los bordados, un lenguaje que aparece en la novela junto a la descripción de vestidos de novia, vestidos de reina y ropa para funerales”.
Relatos que permiten entender el universo de Macondo en el que coexiste la modernidad y tradición. Por ejemplo, “ropa negra y prendas pesadas que contrastan con el calor el pueblo o prendas más ligeras y florales cuando se habla de la sensualidad y la juventud”. Le permite al lector entender el impacto que tuvo la moda de otras partes de Colombia y de Europa en la historia.
Sobre Amaranta Úrusula, Edward Salazar recuerda que García Márquez escribe: “estaba dotada de un raro instinto para anticiparse a la moda. Cuando recibía por correo los figurines más recientes, apenas le servían para comprobar que no se había equivocado en les modelos que inventaba, y que cosía en la rudimentaria máquina de manivela de Amaranta. Estaba suscrita a cuanta revista de modas, información artística y música popular se publicaba en Europa, y apenas les echaba una ojeada para darse cuenta de que las cosas iban en el mundo como ella las imaginaba”.
Así las cosas, esas narraciones establecen el universo de García Márquez desde lo moderno y la tradición en un lugar “donde las mujeres, la máquina de coser y en general, el mundo de las texturas y materiales, enriquecen el lenguaje visual y sensorial de la novela”, agrega Salazar.
Vale la pena mencionar que actualmente los historiadores del vestuario y diseñadores de vestuario escénico, quienes también están buscando dignificar su arte, reconocen que la reconstrucción de época está atravesada por la sensibilidad estética del momento, “por lo cual más que ‘precisión histórica’, lo que ahora buscan, es darle al espectador una percepción objetiva del estilo. Esto significa que el vestuario proyecta un ‘realismo’, si ser necesariamente la copia exacta de una pintura o un documento histórico. Y esto sucede, porque cada director, cada diseñador de vestuario deja también su impronta estilística en lo que dirige y diseña”, explica Cruz Bermeo.
Por eso, es tan necesario en una producción audiovisual de época que los encargados del departamento del vestuario se comprometan con las fuentes y con la historiografía. “Cuando veo cómo ha sido el proceso de investigación del vestuario de Cien años de soledad, su compromiso con fuentes históricas fotográficas, gráficas y textuales, auguro una percepción del estilo bastante objetiva, porque está hábilmente documentada e interpretada por su diseñadora de vestuario”, puntualiza Cruz.
A partir de este miércoles, los lectores y suscriptores de la plataforma podrán ver la adaptación de la obra más importante de Gabriel García Márquez, pero también detallar el trabajo estilístico que logrará representar un siglo de historia, culturas, gentes, colores y texturas de una Colombia, de Macondo.
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