Bajo la lujosa cúpula de un hotel parisino, los dos holandeses, que ya llevan más de tres décadas jugando a ser los "enfants terribles" de la moda, presentaron una colección primavera verano lo más tradicional posible, con música clásica y unos vestidos de faldas ahuecadas, lacitos rosa en la cintura y mucha pedrería o lentejuelas.