El impacto de la economía en la industria local de la moda
La industria de la moda colombiana tiene la capacidad de adaptarse a los tiempos. En momentos retadores, los empresarios buscan la manera de seguir a flote y responden a las nuevas dinámicas de consumo, como lo hicieron en la pandemia y lo hacen ahora con las nuevas generaciones.
Lucety Carreño Rojas
La longitud de la falda tiene una relación con la situación económica. Esa fue la teoría que planteó el economista George Taylor en 1920. Según el índice Hemline o el índice del dobladillo, como se le conoce, si las faldas son cortas son un reflejo de la bonanza, pero si están largas muestran una desaceleración económica.
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La longitud de la falda tiene una relación con la situación económica. Esa fue la teoría que planteó el economista George Taylor en 1920. Según el índice Hemline o el índice del dobladillo, como se le conoce, si las faldas son cortas son un reflejo de la bonanza, pero si están largas muestran una desaceleración económica.
Más de un siglo después el enunciado sigue teniendo tanto adeptos como detractores. Para William Cruz Bermeo, investigador de la moda y el vestir de la Universidad Pontificia Bolivariana, esta hipótesis es falsa, pues al revisar los diferentes períodos de la historia dice que no existe una correlación entre el estado de la economía mundial y el largo de las faldas.
Si bien hay períodos históricos en los que la teoría podría funcionar, como en la crisis económica de la década de los 30, hay otros en los que el argumento se cae. “Si empezamos a deshuesar la historia nos damos cuenta de que no es real. Por ejemplo, en los años 50 del siglo XX, que fueron una época de prosperidad económica, las faldas también se alargaron, que fue justamente con el boom de Christian Dior. Si tomas ejemplos concretos, aplica, pero cuando revisas toda la historia de la moda te das cuenta de que no”.
Sin embargo, sí hay una relación entre la situación económica y las formas en las que se mueve la industria de la moda, especialmente en las prácticas de consumo. “En los años 80, que fueron un período de mucha prosperidad económica, se presentó una aceleración del consumo”, dice Cruz, lo que produjo un consumo demostrativo que reflejó esa bonanza, mientras que en los años 20 la crisis generó un consumidor más austero.
La moda nos permite leer la situación económica que atraviesa el mundo. Las creaciones de los diseñadores y las tendencias son un reflejo de los cambios y transformaciones sociales, políticas y culturales. Por ejemplo, en la pandemia las condiciones de aislamiento obligaron a las personas a permanecer en sus casas, por lo que se dejó de lado la ropa formal para darles protagonismo a la ropa cómoda y las pijamas, lo que aumentó considerablemente las ventas de las empresas dedicadas a esas categorías.
En este momento hay una cierta desaceleración económica y la inflación y las tasas de interés siguen altas, lo que de alguna manera cambia la forma y las intenciones de compra de los consumidores. Durante la edición 35 de Colombiamoda, que se realizó entre el 23 y 25 de julio, en Medellín, hablamos con expertos y marcas sobre el impacto que ha tenido la situación macroecómica en la industria de la moda colombiana.
Si la pandemia dejó a un consumidor preocupado por su bienestar y tendencias como el lujo silencioso, el presente nos habla de un consumidor austero, como el de los años 20, y más inteligente en sus compras. Maite Cantero, coordinadora de Investigación de Inexmoda, menciona que las tendencias “nos están hablando precisamente de prendas atemporales, que se retoman o que se sacan del clóset, pero también de los fenómenos de segunda mano, trueque, el clóset de la amiga, todas estas cosas que están pasando para también proteger el bolsillo de los colombianos”.
En cuanto a la sostenibilidad, hay mucha tela por cortar. Las tendencias muestran que hay una conciencia por consumir menos y mejor, pero la crisis también hace que los consumidores quieran disfrutar de la vida y, de paso, de la ropa. “Hay una disonancia entre lo que pienso y lo que hago, porque sigue primando el precio. La gente se pregunta: compro el vestido de $700.000 de algodón orgánico o sigo esperando las rebajas del fast fashion, que es a lo que puedo ‘acceder’. La gente sigue pensando en volumen, en tener mucho, en seguir comprando constantemente. En términos de sostenibilidad, sí hay una conciencia, especialmente de las generaciones más jóvenes, pero no se manifiesta en la acción de compra”, comentó Diana Gómez, diseñadora y académica de la moda.
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En esta edición de la feria también llamó la atención la participación de la plataforma GoTrendier, pues en un evento que se destaca por mostrar las nuevas colecciones de los diseñadores, se abrió espacio para ofrecer otras alternativas de consumo. “Quisimos darle visibilidad de la importancia de pensar en la moda no solamente como nos han explicado que era comprar, usar las cosas tres o cuatro veces y tirarlas, sino que además podemos reutilizarlas cambiándolas de manos para cumplir el ciclo de las prendas, porque no hay prenda más sostenible que la que ya existe”, dijo Ana Jiménez, country mánager de la plataforma, que lleva casi ocho años en el país y en el que hay más de tres millones de colombianos vendiendo sus prendas.
En la feria también sonó mucho la palabra remanufactura, que consiste en utilizar un producto usado y modificarlo, y que se ejemplificó con la pasarela “Tierra de nómadas”, de Alejandro Crocker, en la que el diseñador creó las piezas con prendas existentes. “Los consumidores quieren que las marcas sean responsables. Es una muestra de lo que está pasando económicamente, pero también socialmente, con la preocupación de lo que sobra, de lo que queda de la ropa”, explicó Cantero.
Otro caso que da cuenta del momento que estamos viviendo es el de las colaboraciones entre marcas y diseñadores, como “Guajira”, la que Andrés Otálora presentó junto a Arkitect en un particular desfile en el Túnel de Oriente, que les permite a las personas conseguir productos de valor agregado a precios asequibles.
Las colecciones de grandes diseñadores tienen, por lo general, importantes inversiones textiles que se ven en los materiales, bordados y tamaños que requieren mucha tela. La alianza entre esas marcas obliga a que los diseñadores mantengan su ADN, pero que ajusten sus estructuras para poder llevarlas al mercado masivo. “Tenemos la propuesta interesante que traen los diseñadores y la expresión cultural que trae la moda, pero ajustada al presupuesto. No hay menos ropa, pero sí está con una calidad un poco más ajustada a lo masivo, más asequible, para que todos podamos comprar, que esa es la idea muchas veces de la industria de la moda”, afirmó Catalina Moncada, editora de moda.
El cambio generacional es otro factor que se evidencia en las pasarelas y las propuestas de las marcas locales. Con las redes sociales y las formas de pensar de las nuevas generaciones hay una exploración de la identidad y un consumidor más consciente de que, como lo menciona Cantero, son “curadores de arte” que está buscando piezas, pero de una forma muy inteligente, “ya sea como básicos fondos de clóset o las piezas icónicas, que son como tesoros que encuentran en segunda mano o de marcas con un ADN diferenciado que de alguna manera están proponiendo una estética distinta y que les permiten a ellos expresar su identidad. El consumidor colombiano se está divirtiendo cada vez más con la moda, y siento que eso lo estamos viendo, por ejemplo, en los looks que proponen las personas que vienen a una feria como Colombiamoda,
Pero también lo estamos viendo en las discotecas, en la calle, se están divirtiendo tanto hombres como mujeres”, explicó Cantero.
Desde la edición 2023 de Colombiamoda el estilo urbano se abrió paso, y en este punto se debe mencionar el impacto de la música urbana, especialmente el reguetón y sus estéticas, que representan a la ciudad y un estilo de prendas bien hechas que seducen a los locales y compradores internacionales, en los que se destacaron Pilatos, QST, Agybo y Y/OUT, marcas que refuerzan la idea de que en Colombia se hace música y también moda urbana y cómoda.
Así las cosas, en este momento en la moda colombiana se ve el cambio de generación y el posicionamiento de las tendencias urbanas, genderless, oversize y la sostenibilidad. Colombiamoda, que cumplió sus 35 ediciones y es un faro para los diseñadores, está adaptada al tiempo que estamos viviendo.
“Uno no podría esperar que la feria de hoy fuera la misma de 1990. En 1990 el panorama económico y las lógicas de producción eran distintas, las textileras nacionales todavía tenían fuerza y podían trabajar de la mano con la mayoría de diseñadores”, comenta Cruz.
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Ahora, la feria busca destacar las propuestas mencionadas porque sirven como factores diferenciales para la exportaciones, pero también estrategias para que las marcas permanezcan en el mercado pese a las situaciones macroeconómicas complejas.
Vale la pena mencionar que el gasto de los hogares en moda en junio de 2024 se ubicó en $2,56 billones, lo que representó un incremento en términos nominales del 0,3 % y una disminución en términos reales del 2,2 %, de acuerdo con el Observatorio de Moda de Inexmoda, Raddar y Sectorial. Las cifras evidencian que las prendas de vestir están aumentando de precio a causa de la inflación y las tasas de interés, pero la industria no pasa por su mejor momento en producción, exportaciones y ventas.
John Durán, director creativo de Arial 12, menciona el incremento de precios que se está presentando. “No depende de nosotros como productores, estamos sujetos a las tasas de cambio que afectan la materia prima, la mano de obra y que son parte del valor final del producto”.
El empresario también cuenta que la feria fue una buena experiencia para su marca, que lleva 10 años en el mercado. “Este año fuimos parte del programa de Non Stop. de las seis empresas seleccionadas para presentarnos como nuevos talentos en la pasarela. Siento que ese escenario creó mucha expectativa, tanto como en visitantes como en compradores, lo que nos ha permitido crear vínculos comerciales”.
De cara al futuro, y en lo que coinciden los expertos, es que tenemos dos caminos en la industria de la moda colombiana. Por un lado, el interés por ser más conscientes se tiene que trasladar al Estado con políticas que permitan tener una trazabilidad de los procesos. “La sostenibilidad va a ser igual a buen precio y calidad. Estará intrínseca dentro de las producciones de las compañías”, aseguró Cantero.
Por el otro, el auge de la moda urbana y las nuevas estéticas permiten proyectar otra identidad de lo que es la moda colombiana. De manera que cohabitan los boleros, el jean levantacola, las fajas y, ahora, la ropa urbana y las propuestas disruptivas y con valor agregado como la de A New Cross con Tous, Guzo, Ivory Atelier y Sixxta.
La moda es más que ropa. La moda es arte, cultura, música y gastronomía. La moda también es un reflejo del país: empresarios y diseñadores resilientes, creativos y recursivos que se reinventan a pesar de los contextos económicos. Que no muestran los cambios con los largos de las faldas, pero sí con su capacidad de adaptarse a los cambios y a las nuevas dinámicas de consumo.
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