Coronación de Carlos III: sus retos como sucesor de la reina Isabel II
Carlos III y su esposa, la reina consorte Camila, serán investidos como reyes del Reino Unido en una celebración sin precedentes en la historia británica moderna. ¿Cuáles son el panorama y los desafíos que enfrenta el monarca de 74 años?
Hugo Santiago Caro
El rey Carlos III pasó los 74 años de su vida formándose para ser ungido como monarca. Menos de una semana después de la muerte de su madre, la reina Isabel II, fue proclamado su sucesor. Asumió en un momento convulso para la familia real, uno de los elementos más simbólicos del Reino Unido, pues en menos de tres años dos miembros del primer círculo familiar —su hermano, el príncipe Andrés, y su hijo Harry— abandonaron sus deberes con la corona y se retiraron de la vida pública.
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El rey Carlos III pasó los 74 años de su vida formándose para ser ungido como monarca. Menos de una semana después de la muerte de su madre, la reina Isabel II, fue proclamado su sucesor. Asumió en un momento convulso para la familia real, uno de los elementos más simbólicos del Reino Unido, pues en menos de tres años dos miembros del primer círculo familiar —su hermano, el príncipe Andrés, y su hijo Harry— abandonaron sus deberes con la corona y se retiraron de la vida pública.
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El primero, por sus vínculos con Jeffrey Epstein, ya fallecido y entonces condenado (en 2019) depredador sexual; y el segundo, por lo tormentosa que resultó su relación con la familia por presiones y comportamientos racistas frente a su relación, y a la postre matrimonio, con Meghan Markle. Pese a estar acostumbrados a figurar en primera plana de todos los tabloides y medios británicos y del mundo, puede que la monarquía no viviera horas tan bajas desde el divorcio de Carlos y la princesa Diana, en 1992.
Sin embargo, en la madrugada de este sábado es posible que tengan una nueva oportunidad para impulsar su imagen ante los más de 67 millones de habitantes del Reino Unido, cuando Carlos tenga su ceremonia de coronación en la Abadía de Westminster, la primera de este estilo en 70 años.
“La función en cuanto a imagen, como golpe publicitario, ha hecho a la monarquía vulnerable a todo tipo de polémicas y a la naturaleza misma de los medios de opinión, que es el rumor, el escándalo. Allí hay una paradoja muy interesante. ¿Puede esta coronación romper con el escepticismo hacia la corona? En algún sentido lo hará”, afirma Óscar Guardiola, profesor de la Universidad de Londres y columnista de este diario, y agrega: “Es una reafirmación, sean cuales sean las preguntas y los cuestionamientos frente a la monarquía. Por eso la ceremonia es, sobre todo, de carácter religioso. Es decir, su objetivo es crear una creencia y reafirmarla”.
Aunque cada primer ministro, embajador y funcionario es emisario y representante de la corona antes que el país, Carlos carece de poder político relevante. Sin embargo, la idea del reino que lidera, el último remanente de un arcaico fantasma de lo que fue el Imperio británico, está ampliamente ligado al imaginario de nación que representa a Inglaterra y al Reino Unido. Es por esto que, aunque la nación pasa por un momento económico complicado, en el que la inflación no ha bajado del 10 % este año, la coronación de Carlos está proyectada para ser una de las fiestas comunitarias más grandes de la historia moderna británica.
“Evidentemente, habrá un elemento tradicional muy importante, porque la coronación en la abadía de Westminster es una tradición de casi 1.000 años, pero habrá también toques muy modernos como la inclusión de personas de todas partes del Reino Unido, grupos comunitarios de varios tipos y emisarios de varias religiones. Un acento en la inclusión en un país moderno, con su mirada en el futuro, tanto como en el pasado”, cuenta a El Espectador George Hodgson, embajador de Reino Unido para Colombia.
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La gran pompa y el entusiasmo de la coronación parecen responder a uno de los principales retos internos del nuevo rey: conectar con un país en el que, según el censo de 2011, el 67 % de la población tiene hoy en día menos de 77 años. Es decir, son en su mayoría gente joven que vivieron gran parte de su existencia, por no decir toda, bajo la figura de Isabel II. Al verla envejecer, durante 70 años de reinado, vieron también añejarse el concepto de monarquía, y Carlos parece saberlo, pues a medida que sus responsabilidades con la corona fueron aumentando, con su madre aún en vida, una de sus tareas ha sido mantener el vínculo con las nuevas generaciones que han nacido en el Reino Unido.
“Carlos siempre ha tenido un interés muy fuerte en la juventud del país. Tiene lo que se llama el Prince’s Trust, programas para darles a los jóvenes oportunidades para desarrollarse en sus carreras, su educación, su formación y capacitación profesional”, cuenta Hodgson.
Sin embargo, es en este grupo poblacional donde reside la mayor fuente de escepticismo frente a la relevancia del rey y su familia. En efecto, Guardiola señala que la identificación o apoyo a la monarquía es mayor entre la gente de más edad, pero menor entre los más jóvenes.
El escrutinio es implacable y los cuestionamientos son mayores a los que existían en 1953, cuando coronaron a Isabel. La monarquía, aunque constitucional, no deja de ser un sistema aristocrático completamente cerrado, un derecho divino, de linaje, pero está sustentada en el erario. Es aquí donde reposa una de las grandes incomodidades de los movimientos antimonárquicos, pues los casi 100 millones de libras esterlinas que costará la coronación saldrán de fondos públicos. “Pasaría en cualquier país con un presidente o una figura parecida, una inauguración o lo que sea. En nuestro caso, tenemos un rey, tenemos un proceso de una tradición de coronaciones y es un evento positivo que merece una inversión pública”, defiende Hodgson.
Conectar es sinónimo de enlazar, y mantener los lazos de la corona con los 54 países que conforman la Mancomunidad de naciones es otra de las tareas pendientes de Carlos, incluidos los 15 que lo reconocen como jefe de Estado, tanto como las repúblicas y monarquías independientes adscritas a la soberanía monárquica.
Uno de los hechos más dicientes sobre la Mancomunidad es que Humza Yousaf, el recién posesionado primer ministro de Escocia, haya decidido atender la invitación a la coronación sabiendo que el mismo día en su país se llevará a cabo un mitin independentista convocado por su partido, el Partido Nacionalista Escocés, de mayorías en el Parlamento y uno de los movimientos independentistas más fuertes desde finales del siglo XX.
“La presencia del primer ministro escocés es paradójica, porque al mismo tiempo que reafirma la unión, es la presencia de alguien cuyo partido aboga por la independencia. Esa contradicción es real, existe y va a ser una de las pruebas más difíciles, tanto para el actual monarca como para este y los siguientes primeros ministros del Reino Unido: mantener la estabilidad de la Mancomunidad. Barbados ya votó por su conversión republicana y es muy probable que Jamaica siga esa misma dirección. Se podría decir que, en efecto, hay una suerte de ola republicana en las islas y antiguas posesiones británicas”, afirma Guardiola. Y agrega: “Recuérdese también el muy difícil viaje del príncipe de Gales, William, y su esposa Kate por el Caribe en 2022, cuando se le solicitó de manera directa que el reino empezase un ejercicio autocrítico acerca de su involucramiento tanto en la trata de esclavos como en la arquitectura imperial”.
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Se podría decir que la figura del trono, del rey o, en el pasado, la reina, ejerce un papel diplomático de peso similar al del papa. Son cabezas de Estado, aunque no tengan poder político de decisión realmente relevante. En palabras de Guardiola: “Es una suerte de centro de gravedad, aunque no dirige de manera propia las relaciones diplomáticas. Tiene también mucho que ver con el peso y la imagen de la monarquía británica en el exterior”.
Por esto no es extraño que, aunque Joe Biden (de raíces irlandesas), presidente de Estados Unidos, no asista, sí acuda su esposa, Jill, en su representación y, según rumores de prensa, una nieta de ambos. “Con ello, digamos, reafirma una doble relación de distancia y fascinación que la Corona británica ejerce entre el público estadounidense”, afirma Guardiola.
Así como semanalmente el primer ministro de turno escucha la opinión del rey de turno, y cada embajador británico tiene una audiencia antes de partir a su territorio designado, en ocho meses de reinado Carlos ha tenido la oportunidad de reunirse con Volodímir Zelenski, presidente de Ucrania, y compartir con él ideas sobre la guerra que este país cursa con Rusia, así como hacer una visita de Estado a Alemania, en donde, además de guardar luto, puso sobre la mesa temas como las relaciones económicas entre ambos países y el cambio climático, uno de los grandes temas en su agenda.
En resumen, Carlos está en la tarea de hacer que su voz como líder mundial siga siendo escuchada antes de que la corona entre en el letargo que implica la vejez que ya vivió con su madre, la reina Isabel. No es lo mismo tomar decisiones y opinar siendo príncipe de Gales, que siendo rey y soberano del Reino Unido.
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