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Piper supo que estaba embarazada poco después de que la justicia de Arizona reinstalara una ley de 1864 contra el aborto. Hubiera preferido disponer de tiempo para pensar, pero con la amenaza de una prohibición casi total, era un lujo que no podía darse.
“Las leyes en Arizona son muy inciertas en este momento”, comentó Piper, seudónimo que usó por lo espinoso del tema en Estados Unidos.
Tuve que “tomar una decisión, pensar en lo que era mejor para mí”, agregó en la clínica Camelback Family Planning de Phoenix, tras tomar las píldoras para interrumpir su inesperado embarazo (su novio le dijo que tenía una vasectomía).
Arizona enfrenta ahora las consecuencias de la decisión de la Corte Suprema de Estados Unidos que en 2022 eliminó la garantía federal del derecho al aborto: el 9 de abril, un fallo judicial reinstaló una ley de 1864, cuando Arizona ni siquiera era un estado.
La ley prohíbe totalmente el aborto en el territorio, excepto cuando la vida de la madre peligra. La Cámara baja del estado aprobó derogar la prohibición gracias al apoyo de tres diputados republicanos, pero la iniciativa depende del Senado, también de mayoría conservadora.
La senadora demócrata Eva Burch cree que una prohibición tan severa en un estado donde el acceso al aborto ya es difícil “crea un ambiente realmente hostil e inhóspito para las mujeres”.
“Tenemos leyes muy estrictas, sin ajustes razonables”, dijo la política de 44 años, que narró en el Senado su difícil experiencia al enterarse de que su embarazo era inviable.
Varias mujeres con las cuales AFP conversó explicaron cómo la ventana actual de 15 semanas puede ser “aterradora” considerando la alta demanda en las siete clínicas que funcionan en Arizona.
Una paciente que viajó desde Texas, donde el procedimiento es limitado, lamentó que aumenten las restricciones. “Forzar a una mujer a tener un bebé es una experiencia traumática, no entienden lo que significa”, dijo.
Peso electoral
El aborto es un tema clave en la campaña rumbo a las presidenciales de noviembre, y Arizona un estado crucial para la reñida revancha entre Joe Biden y Donald Trump.
Con una mayoría a favor del derecho a la interrupción del embarazo, los demócratas buscan capitalizar en votos la frustración que produjo el fallo.
Los republicanos, mientras tanto, hilan fino para no verse perjudicados por la impopular prohibición, para la cual Trump sentó las bases al nombrar tres jueces conservadores en la Corte Suprema del país cuando fue presidente.
Para la doctora Gabrielle Goodrick, al frente de Camelback Family Planning, la sentencia “draconiana, perturbadora” tiene el potencial de movilizar a la ciudadanía.
“Estas leyes son tan extremas que creo que empujarán a la gente a votar, y a elegir el derecho al aborto” en las presidenciales y el referendo de noviembre que busca amparar el aborto en la Constitución regional.
Si la prohibición entra en vigencia el 8 de junio, Goodrick dice que respetará la ley a pesar de que la fiscal General, Kris Mayes, prometió no hacerla cumplir.
“Eso está bien mientras ella sea fiscal general, pero como Mayes ha dicho, no será fiscal para siempre y el estatuto de limitaciones es de siete años”, lo cual los deja en riesgo si los republicanos asumen el estado en unos años, comentó.
“Desesperante”
Camelback Family Planning recibe entre 20 y 30 pacientes por día.
La enorme clínica se levanta discreta al margen de una transitada avenida de Phoenix. Con paredes de vidrio espejadas, de afuera parece un frío recinto comercial.
Pero adentro, el ritmo en la acogedora y colorida recepción es frenético, con tímidas pacientes entrando y saliendo e incesantes llamadas por información y citas.
“Trato de ser lo más dulce posible porque, independientemente de como te sientas sobre el aborto, es una decisión difícil”, dice Gelsey Normand, quien ha vivido en la clínica el “desesperante” vaivén de los derechos reproductivos en Estados Unidos en los últimos años.
A veces un pequeño grupo antiaborto distribuye panfletos en la entrada del estacionamiento, en un intento de disuadir a las pacientes.
“Dios tiene un plan y un propósito para todos los bebés que él crea”, dijo Lynn Dyer, de 88 años, quien lleva cinco décadas en el movimiento antiaborto.
En la acera contraria, un grupo de voluntarias con chalecos y sombrillas multicolores reciben y escoltan a las pacientes hacia la clínica.
Una mujer de 65 años cuenta que comenzó como voluntaria en 1973, durante la conmoción inicial que causó la legalización del aborto en Estados Unidos.
“No lo volví a hacer hasta 2017, con Trump”, dijo. “Pensé que nos habíamos encargado de esto”.
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