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El miércoles, los carteles a favor y en contra del aborto volvieron a desfilar por la plaza que queda frente al edificio de la Corte Suprema en Washington D. C., como lo han hecho frecuentemente desde hace casi medio siglo. En el interior del recinto, los magistrados se disponían a escuchar por primera vez los argumentos orales de Dobbs vs. Jackson Women’s Health Organization (la Organización de la Salud de la Mujer en Jackson, Mississippi), un caso que se ha convertido en la mayor amenaza para los derechos de las mujeres en el país y que podría desmembrar por completo el icónico fallo de Roe vs. Wade. ¿Qué tan seria es dicha amenaza de la que hablamos?
Bueno, el caso de Dobbs, cuyo fallo conoceremos hasta junio de 2022, marca sin duda el peor momento para el aborto en Estados Unidos, desde que se convirtió en un derecho constitucional en 1973. Pero para entender la magnitud de lo que está ocurriendo, y de lo que probablemente ocurra en un futuro inmediato, es necesario devolvernos al origen de la discusión.
Para quienes no estén familiarizados con Roe vs. Wade, este caso condujo a uno de los fallos más trascendentales en la historia moderna de EE. UU., pues permitió la legalidad del aborto en el país. Para el tribunal que examinó el caso, las mujeres tienen la libertad para elegir o no abortar y el gobierno no puede dictar leyes restrictivas, pues están amparadas por el derecho a la privacidad enmarcado en la Decimocuarta Enmienda de la Constitución. Con esta decisión, ellas esperaban que se abrieran nuevas rutas para tener acceso al aborto de manera segura, legal y gratuita.
Sin embargo, a partir del fallo, los estados más conservadores comenzaron a imponer cada vez más restricciones al aborto en los estados donde el Partido Republicano gobernaba, empoderados en la década de 1980 con el surgimiento de la derecha religiosa que apoyaba la presidencia de Ronald Reagan.
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Los republicanos han sido muy recursivos: reconocen que no pueden prohibir los abortos en el primer trimestre de embarazo debido al fallo de Roe vs. Wade, pero sí imponer barreras para impedir los abortos al instalar procesos burocráticos innecesarios o solicitar permisos costosos de funcionamiento que llevarían a las clínicas abortistas a la insolvencia, entre otras cosas.
También adoptaron formas de intimidación extremistas. En la década de 1990, los grupos antiaborto comenzaron a organizar bloqueos frente a las clínicas que permitían abortos y les lanzaban sangre a las embarazadas que buscaban, amparadas por la Constitución, la interrupción voluntaria de sus embarazos. Poco a poco se volvieron más violentos y ejecutaron ataques contra los médicos que hacían estos procesos. Desde 1977, han sido asesinados 11 médicos, además de recepcionistas y guardias de seguridad en las clínicas abortistas.
“Primero comenzaron a poner bombas en clínicas y asesinar a médicos. Formaron la base de la derecha alternativa (Alternative Right) con la que ahora vivimos, la de los nacionalistas blancos”, le dijo la escritora Laura Briggs a The Guardian.
No se puede entender entonces el debate del aborto sin comprender Roe vs. Wade. El caso ha estado en el centro tanto del extremismo como de la polarización política en Estados Unidos. Y como explica Mary Ziegler, profesora de derecho en la Universidad Estatal de Florida, hay mucho interés en que se mantenga dicha política polarizada. “Es una forma de recaudar dinero y de que la gente acuda a las urnas”, explica. A los conservadores les conviene mantener esta guerra sobre el aborto.
¿Qué pasa con Dobbs?
En 2018, el estado de Mississippi adoptó una ley que prohíbe las operaciones de aborto después de las primeras 15 semanas de embarazo, marcando un claro desafío a Roe vs. Wade. Incluso, la Corte de Apelaciones del Quinto Circuito de EE. UU., la más conservadora del país, bloqueó dicha ley señalando que violaba el precedente que dictó la Corte en 1973. Sin embargo, el estado de Mississippi apeló ante la Corte Suprema. Fue así como Dobbs llegó al máximo tribunal.
Lo que hay que entender sobre este caso es que los demandantes, encabezados por el oficial de salud estatal de Mississippi, Thomas E. Dobbs, no buscan con su demanda a la única clínica abortista del estado (la de Jackson) que la Corte revoque Roe vs. Wade. Lo que quiere Dobbs y compañía es desmembrar el fallo y dejarlo inútil. Para eso buscan que la Corte conteste una pregunta: ¿son todas las prohibiciones previas a la viabilidad del feto, como la que adoptó Mississippi, inconstitucionales?
Si la Corte Suprema contesta a través de su fallo que no, y afirma que la ley de Mississippi no impone una carga indebida a las mujeres que buscan un aborto, el tribunal permitirá que cada estado formule sus propias leyes frente a la interrupción del embarazo. Y esto es muy grave para las mujeres. No propiamente por la ley de las 15 semanas en Mississippi.
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Estados como Texas han formulado recientemente leyes que castigan a todos aquellos que tienen una conexión con una persona que busca someterse a un aborto voluntario. Tanto el médico que realizó el proceso, el familiar o amigo que ayudó a pagar o incluso el taxista que llevó a la mujer hasta la clínica enfrentan multas de miles de dólares por “cooperar” con un aborto. Las mujeres, entretanto, enfrentan penas de prisión si llegan a realizarse un aborto. Por los menos 26 estados de línea conservadora han trabajado en leyes hostiles frente al aborto, similares a las de Texas, para que entren en funcionamiento en caso de que la Corte falle a favor de Dobbs.
En junio del otro año, apenas la Corte dicte su fallo, los estados conservadores están preparados para actuar. No pasará un día sin que adopten medidas que restrinjan por completo los abortos en sus estados. Se trazaría entonces una nueva línea sobre el mapa en la que quedarían separados los estados donde un aborto es posible y donde no.
¿Qué puede pasar? La Corte Suprema cuenta con una mayoría conservadora de 6 a 3. En este caso hay tres escenarios posibles: que anulen por completo Roe vs. Wade (lo cual es poco probable debido al pasado del tribunal y a que causaría un terremoto político en la nación), que fallen en contra de Dobbs (también poco probable, dada la tendencia conservadora de la Corte) o que se permita que cada estado formule sus propias leyes sobre el aborto. Este es el escenario más probable. Para las mujeres esto se traduce en un aumento de las intimidaciones de los republicanos al aborto, de la clandestinidad y con ella los problemas de salud. En la década de 1970, antes del fallo de Roe vs. Wade, era común ver mujeres desangrándose en las salas de urgencias tras realizarse abortos sin acompañamiento. La era del aborto inseguro y criminalizado estaría solo a unos meses de volver.
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