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Más del 80 % de la población en Colombia cree que no tiene posibilidades de ahorrar alguna parte de sus ingresos, según la más reciente encuesta Pulso Social del DANE. Apenas un 8,8 % dice que sí puede, mientras que el 10 % restante asegura que no tiene ingresos. En un país en el que más del 40 % de la población ocupada gana menos del salario mínimo, el dato con seguridad no es sorprendente.
Ni qué decir de la población que desde Venezuela llegó a Colombia en busca de refugio y que se encuentra en condiciones vulnerables. Para hacerse una idea, al menos 1,37 millones de migrantes (de un total de casi 2,5 millones que hay en el país) tienen necesidades alimentarias, según datos citados por el “Análisis de Necesidades de Refugiados y Migrantes (RMNA)”, realizado por la Plataforma Regional de Coordinación Interagencial para Refugiados y Migrantes de Venezuela.
El informe, de hecho, muestra que el 60 % de esa población migrante radicada en Colombia tuvo que gastar sus ahorros ante la situación de inseguridad alimentaria, agravada por factores como la inflación, que afecta a todos los habitantes del país. Sin olvidar que, según datos recabados por el DANE, la mitad de los migrantes de Venezuela ganan aquí menos del salario mínimo, aunque la mayoría (68 %) trabaja más horas que sus pares colombianos.
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Ahorrar en esas condiciones es difícil, pero no imposible. Ese es el mensaje en el que dos lideresas migrantes, Guadalupe Colina y Yuleidis Fuenmayor, insistieron durante el evento “El reto de ahorrar: ¿cómo convertirlo en un hábito?”, llevado a cabo este jueves por El Espectador, con el apoyo de la organización Mercy Corps.
“Uno de venezolano llega con una mano atrás y otra adelante, pero sí se puede ahorrar. Somos ejemplo para las personas que no saben cómo o qué hacer, cómo distribuir su tiempo y dinero. Quizá sacar $1.000 o $500 para ahorrar… Sí se puede, somos el reflejo de eso”, dice Colina, una venezolana proveniente de Maracaibo y radicada desde hace siete años en Colombia. El año pasado se graduó como bachiller y ahora estudia un técnico en albañilería y diseño gráfico en Cartagena.
Fuenmayor, una periodista que llegó a Colombia hace cuatro años, también desde Maracaibo, se refiere a la experiencia de las personas que viven con “el diario” y que se enfrentan a la pregunta de “ahorro o almuerzo”. Ahí es donde la metodología que estas mujeres aplican se vuelve fundamental. Ambas forman parte de grupos de ahorro que han contado con el acompañamiento de Mercy Corps, y en los que se asumen compromisos de ahorro colectivo e individual.
“El ahorro es autónomo. Tú ves si esta semana puedes ahorrar o no. Por ejemplo, si esta semana no pudiste sacar porque tenías que comer, pero la próxima semana sí puedes porque vendiste todos los caramelos o tuviste un mejor empleo, pues ese día que no ahorraste lo pudiste compensar”, explica Fuenmayor, hoy lideresa comunitaria en Bello, Antioquia. Agrega que tener un propósito es clave: “Pensar en el ‘premio’, así se motiva la gente”.
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Esperanza Loaiza, gerente regional de Mercy Corps en Bolívar, explica que los grupos de ahorro son una opción que se les presentan a grupos de personas que llevan un tiempo trabajando en temas en común en espacios propiciados por la organización en donde reciben diferentes tipos de orientación (económica, social, entre otras). “En ese proceso vemos los lazos de confianza que se crean (…) luego les contamos de la metodología de ahorro y esas personas voluntariamente acceden a conformar el grupo”, añade.
Las contribuciones mínimas tanto individuales como colectivas pueden ser distintas entre un grupo y otro, así como los propósitos: es posible trazar proyectos en conjunto o metas individuales en un plazo determinado (ahorrar para viajar a visitar a la familia a final de año, por ejemplo) o incluso acceder a préstamos a bajas tasas. Dentro del grupo, cada persona cumple un rol distinto: llevar la contabilidad, verificar esas cuentas, custodiar el dinero (tarea que es compartida), entre otras.
Los tamaños de los grupos y las dinámicas también pueden variar. Fuenmayor cuenta, por ejemplo, que el éxito de su grupo, conformado por cerca de 20 personas, motivó a que se crearan otros dos, con nuevos participantes, para enfocar mejor los objetivos de cada uno y evitar que el conjunto ya existente creciera demasiado. Y aunque se reúnen en un lugar y con una periodicidad ya acordada, también es posible organizar otro tipo de actividades: juegos, encuentros al aire libre, por mencionar algunas.
Yuleidis Fuenmayor cuenta, además, que aunque la corporación que lidera y con la que se conformó el grupo de ahorro inicialmente reunía a mujeres migrantes, con el tiempo fue acogiendo a mujeres colombianas en situaciones vulnerables, por ejemplo víctimas de desplazamiento. Hoy habla de familias “mixtas”, en las que las parejas son de origen venezolano, pero sus hijos son ya colombianos.
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Colina, por su parte, habla de las amistadas que se han creado y fortalecido en su grupo de ahorro en Cartagena, que además es apoyado por la organización Caribe Afirmativo. Al igual que en el otro caso, con el tiempo se fueron uniendo poblaciones migrantes y colombianas, un encuentro en el que la confianza ha sido fundamental, así como el apoyo mutuo para no desfallecer. “No todo el mundo se atreve, pues con el dinero no todos son amigos”, afirma.
“La confianza es lo que más nos limita a la hora de tomar la decisión (…), pero cuando siento que soy parte de algo, que soy importante y puedo aportar a un proceso, empiezo a romper la barrera de la desconfianza”, comenta Loaiza. Jesús Pérez, oficial sénior de transferencias monetarias del programa de asistencia VenEsperanza, de Mercy Corps, también menciona algunas creencias infundadas que en muchas ocasiones pueden frenar el camino hacia el ahorro.
Explica, por ejemplo, que el destino del ahorro no necesariamente es comprar o invertir en algo, sino, por ejemplo, “aprovisionarse para solventar una emergencia”. Por otro lado, señala el problema de la frustración: “Muchas personas dicen que no saben ahorrar o que ahorran y se terminan gastando el dinero, y por eso no vuelven a ahorrar. Pero tener un ahorro y gastarlo no es malo, por ejemplo si permitió atender una emergencia o una situación determinada”.
Y agrega un punto clave: el ahorro es más efectivo si es un propósito familiar, razón por la cual es necesario incluir este rubro en el presupuesto del hogar. “A veces pensamos que el ahorro es lo que sobra, pero no lo es, es parte del presupuesto familiar. Además, no solo es guardar en una alcancía, sino optimizar el consumo de energía o de agua. Por eso es un tema de familia, no solo responsabilidad del padre o la madre”.
Finalmente, aconseja tener presente que no todos los métodos les funcionan a todas las personas, por lo que es recomendable encontrar el que más se ajuste. Esperanza Loaiza, por otro lado, sugiere “dar el paso”, es decir, empezar a ahorrar, así sea el monto más pequeño. Señala que una buena forma de incursionar en los grupos de ahorro es con la familia, los amigos o los compañeros de trabajo más cercanos. Básicamente, las personas en las que confíe. Lo importante es empezar.
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