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Existe una alta probabilidad de superar, en la próxima década, el aumento medio de la temperatura global de 1,5 grados centígrados, incumpliendo así el objetivo fijado en el Acuerdo de París. De mantenernos en esta línea, el mundo llegaría a un punto de no retorno que nos llevaría a complejos cambios en los procesos físicos, químicos y biológicos en todo el planeta, lo cual provocaría una alta imprevisibilidad sobre el clima, especialmente sobre los patrones de lluvia. Estas fueron las conclusiones de la sexta edición del Informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de Naciones Unidas.
El documento presenta un panorama extremadamente preocupante de los efectos del calentamiento global, revelando como nunca antes los riesgos y desafíos que los cambios climáticos suponen para el planeta. El informe remarca la necesidad de adoptar medidas más radicales para reducir la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera, ya sea reduciendo las emisiones o capturando el dióxido de carbono y el metano.
El informe sugiere una ambiciosa reducción de las emisiones netas de gases de efecto invernadero a nivel mundial. El recorte propuesto del 7 % anual ayudaría a mantener el calentamiento global dentro de los 1,5 grados centígrados para 2050. El informe reafirma que la actividad humana en la era industrial (siglo XVIII) ha sido preponderante en el calentamiento global, con 1,07 grados centígrados.
Sin embargo, algunos procesos ya iniciados no se revertirán tan pronto. El aumento del nivel de los océanos, debido al deshielo de las regiones polares, continuaría incluso durante este siglo, aunque atenuado y cambiando de rumbo, dando esperanzas a las próximas generaciones.
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En las últimas décadas y, sobre todo, en los últimos años, los riesgos climáticos que hasta hace poco eran “posibilidades” empezaron a ser “realidades”. La ocurrencia de eventos extremos está llamando más la atención al provocar, no sólo pérdidas económicas de billones de dólares, sino también miles de muertes, tanto en los países más pobres como en las naciones consideradas desarrolladas.
Las sequías prolongadas afectan a los países latinoamericanos y africanos, y las inundaciones se convierten en una constante en toda Asia. Las olas de calor excesivas han afectado a Canadá, Estados Unidos y Grecia. Alemania y Japón, por su parte, se han visto sorprendidos por impactantes tormentas torrenciales que han dejado muerte y destrucción a su paso.
Los incendios forestales han azotado a gran parte de Norteamérica, mientras que los huracanes golpean con mayor frecuencia y fuerza a las naciones caribeñas y centroamericanas, y a la costa oeste de Estados Unidos. Hace unas semanas, varias ciudades brasileñas fueron azotadas por un intenso frío polar, con temperaturas cercanas a cero en las regiones agrícolas tropicales.
Los países desarrollados son los principales responsables del calentamiento global
La crisis climática que estamos viviendo es el resultado de un proceso de industrialización y urbanización global a largo plazo. Las naciones más ricas fueron las que más contribuyeron al calentamiento global al aumentar sus emisiones de gases de efecto invernadero junto con el crecimiento de sus industrias y ciudades.
Decir esto no es excluir a las naciones más pobres de la responsabilidad de tomar medidas para combatir el cambio climático, sino más bien mostrar que las medidas globales deben considerar una paradoja: los países y pueblos que menos han contribuido a las emisiones acumuladas de gases de efecto invernadero son los que corren más riesgo de sufrir los efectos del cambio climático.
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Sin duda, estas regiones y países disponen de menos recursos para financiar los cambios necesarios y, además, carecen de infraestructuras sociales básicas en cantidad y calidad suficientes para que el grueso de su población pueda estar más segura ante los fenómenos meteorológicos extremos.
¿Qué pasa con América Latina y el Caribe en esta coyuntura?
América Latina y el Caribe se encuentran entre las regiones más amenazadas por la emergencia climática. Los países de la región, densamente poblados y todavía con considerables déficits urbanos y sociales ya están sintiendo el agravamiento de los efectos relacionados con los fenómenos extremos.
El informe profundiza la preocupación dado que la región puede sufrir cambios que hagan inviables actividades económicas claves como la agricultura familiar o el turismo, además del riesgo para la vida misma. De hecho, el número de refugiados climáticos viene aumentando en la región.
Si bien previo a la pandemia la situación de los países de la región ya estaba resultando difícil, la pandemia empeoró la situación social de millones de personas. Las estimaciones de la Organización del Trabajo (OIT) indican que el número de parados y desempleados desde México hasta la Patagonia puede alcanzar los 50 millones. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe calcula un avance significativo de la pobreza, que ha llegado a 209 millones, de los cuales 78 millones viven en la pobreza extrema, o sea con menos de 2 dólares al día.
La crisis climática se suma de esta manera a la realidad latinoamericana y caribeña. Y al igual que lo observado en relación al covid-19, también se ve afectada por el negacionismo de una parte de la población e inclusive presidentes como en el caso de Brasil, un país clave para pensar en los desafíos climáticos globales, tanto por su rol de gran productor agrícola mundial como por los biomas que se encuentran en su territorio.
El elevado desempleo y la necesidad de recuperación económica conllevan el riesgo de reforzar las medidas de estímulo económico a corto plazo, utilizando el capital social productivo ya instalado y que se basa en gran medida en el carbono. Así, se corre el riesgo de que la llamada recuperación pospandémica amplíe las inversiones en nuevas estructuras productivas y en las ya existentes que siguen siendo muy contaminantes y emiten gases de efecto invernadero.
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Esto podría llevarnos tanto a nuevas tragedias, como a un posible “bloqueo climático”, como señala Mariana Mazzucato, profesora de la Universidad de Sussex. Según ella, los fenómenos climáticos extremos serán mucho más intensos y las próximas generaciones tendrán que vivir con periodos de bloqueo forzados por los problemas climáticos: contaminación atmosférica, tormentas, sequías y olas de calor excesivas.
Parece que, al igual que en una pandemia, necesitamos aplanar la curva del cambio climático para evitar un colapso del sistema y planificar una nueva normalidad para garantizar la vida y supervivencia de las futuras generaciones.
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*Robson Dias da Silva es economista y profesor de la Universidad Federal Rural de Río de Janeiro (UFRRJ). Doctor en Desarrollo Económico por la Universidad Estatal de Campinas (UNICAMP). Fue profesor visitante en el Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Columbia.
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