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Ser mujer y vivir en zonas de escasos recursos en América Latina significa enfrentarse a múltiples barreras para acceder a la salud sexual y reproductiva. En Médicos Sin Fronteras (MSF) hemos conocido diferentes historias que dan cuenta de la cruda realidad que tienen que vivir algunas adolescentes y mujeres por la falta de acceso a métodos de planificación familiar. Jessica Valera, de 27 años, por ejemplo, fue atendida en nuestro proyecto en Bolívar, Venezuela. El primero de sus siete hijos lo tuvo a los 14 años. Ella pasa la mayor parte del tiempo sola con ellos, ya que su esposo trabaja en las minas y puede pasar hasta un mes sin ir a la casa. En una cita médica con MSF contó que anteriormente no había tenido acceso a métodos de planificación, y ahora que lo tiene se siente mucho más tranquila.
En la región, las diferencias entre el número de hijos de las mujeres son notables según su situación socioeconómica; para las mujeres migrantes de escasos recursos la situación se torna más compleja. Ely López es una mujer venezolana de 27 años, madre de cinco niños, que se vio obligada a migrar a Brasil. En nuestro puesto de atención de Roraima nos contó que tuvo dificultades económicas en Venezuela para acceder a métodos anticonceptivos, pues allí son caros.
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En Venezuela, más del 40 % de las jóvenes entre los 18 y los 24 años no tienen la posibilidad de planificar su reproducción y, si bien existen organizaciones que venden anticonceptivos, no existen planes que garanticen el acceso de estos métodos para quienes no tienen la posibilidad de pagarlos. De hecho, el informe Estado de la Población Mundial (2019), del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), indica que Venezuela tiene una alta tasa de fecundidad adolescente, con 95 nacimientos por cada 1.000 adolescentes, entre 15 y 19 años. Lo anterior contrasta con la tasa de 44 por cada 1.000 del promedio mundial.
Un problema regional
En otros países en los que trabajamos, como Perú y Colombia, también hemos conocido de cerca experiencias de mujeres que han tenido un sinfín de dificultades para acceder a métodos anticonceptivos. En Colombia, por ejemplo, nuestro equipo del departamento del Chocó conoció la historia de una mujer indígena de la etnia emberá katío: se trata de Rosa Queragama, quien a sus 35 años tiene 9 hijos. Ella relató que para planificar, el principal obstáculo es trasladarse hasta el puesto de salud de la cabecera municipal. Además, explicó que las indígenas son castigadas si planifican solas, puesto que solo lo pueden hacer con el permiso de sus maridos o de las autoridades indígenas.
En 2021, según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) de Colombia, se registraron 111.548 nacimientos en niñas y adolescentes entre los 10 y 19 años. De estas, 4.732 fueron de niñas entre los 10 y 14 años. Para este grupo etario, esta cifra supone un incremento del 10 % con respecto al 2020, cuando se registraron 4.301 nacimientos.
En el caso de Perú, el equipo de MSF ha atendido pacientes que han visto truncados sus proyectos de vida por la falta de planificación oportuna. Jesi, de 23 años, tiene dos hijos y es venezolana. Mientras los equipos de MSF le proporcionaban un método anticonceptivo inyectable en el puesto de atención de Tumbes, relató que en su paso por Ecuador tuvo dificultades para acceder a métodos anticonceptivos. Solo pudieron proporcionarle preservativos, porque todavía no estaban colocando inyecciones, implantes ni tampoco otorgaban pastillas anticonceptivas.
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En Perú, de acuerdo con el Ministerio de Salud, 12,6 de cada 100 adolescentes mujeres ya son madres o están embarazadas, mientras que en la Amazonia la proporción es 40 de cada 100. De este total, el embarazo en adolescentes registra el 10 % en zona urbana y 22.7 % en zona rural.
Desde un punto de vista regional, un estudio publicado en The Lancet señala que, en el caso de mujeres adolescentes de 15 a 17 años, las indígenas de zonas rurales y sin acceso a educación formal presentan una menor prevalencia de uso de anticonceptivos, en comparación con el mismo grupo etario en otras zonas del mismo país.
En América Latina encontramos serios problemas de financiación para acceder a los servicios de salud sexual y reproductiva. Por lo general, los anticonceptivos se pagan del bolsillo de las mujeres y recientemente las farmacias han aumentado los precios, así como los de otros medicamentos. Tampoco hay que ignorar que existe un problema de escasez. En el caso de anticonceptivos orales e inyectables, ya había una falta intermitente de ellos desde antes de la pandemia, tanto que en algunos países las mujeres tuvieron que suspenderlos o cambiar de método. Es más, según la Organización Mundial de la Salud, el 64 % de los países de América Latina y el Caribe declararon interrupciones en los servicios de planificación familiar y anticoncepción en 2021.
¿Qué debe cambiar? Primero, los países de la región necesitan asegurar la prevención de embarazos no deseados, incrementando y simplificando el acceso a servicios eficientes de planificación familiar, con énfasis en la población adolescente, migrante, en situación de pobreza o ruralidad, y en las mujeres que viven en zonas con altos índices de violencia y conflicto armado. En segundo lugar, las mujeres migrantes deben tener acceso a atención médica, protección y asistencia humanitaria, independientemente de su estatus legal o del país en el que se encuentren. Para terminar, es necesario trabajar en garantizar el acceso a la educación en salud sexual y reproductiva, métodos de planificación, maternidad saludable y prevención contra la violencia sexual. Tomemos nota y alcemos la voz para que el Día de la Mujer también se traduzca en cambios en esos territorios desde donde ellas han demandado visibilidad.
*Especialista de incidencia de MSF en Latinoamérica.
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