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Colombia y Venezuela siempre han resuelto sus diferencias por medio del diálogo, en algunas ocasiones de forma directa en otras fue necesario recurrir a los espacios multilaterales, pero a pesar de la complejidad de los temas y de la pugnacidad de algunos actores de ambos lados, siempre prevaleció la hermandad.
Después de las grandes crisis en la relación bilateral hemos vivido momentos de importante desarrollo. En el caso de la crisis de la Corbeta Caldas, cuando estuvimos más cerca de una guerra, logramos recomponer la relación dando lugar al importante comercio binacional. Asimismo, después de la convulsa relación entre Álvaro Uribe y Hugo Chávez, con la llegada de Juan Manuel Santos la agenda se centró en el acuerdo de paz con las Farc, para el cual la participación de Venezuela fue determinante.
Hoy Colombia y Venezuela prácticamente no comparten espacios multilaterales. Venezuela se retiró de la CAN en 2006, quizás el espacio más importante en el que convergían los dos países, las diferencias frente al tratado de libre comercio entre Colombia con los Estados Unidos llevaron a Chávez a tomar la decisión de retirarse. La representación de venezolana en la OEA la tiene el gobierno interino de Juan Guaidó. Asimismo, el régimen venezolano está suspendido de Mercosur por violación de derechos humanos, Colombia se retiró de Unasur y la Celac es prácticamente inoperante. Sin espacios multilaterales el único camino es el diálogo directo.
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Con la designación y aceptación de embajadores se inicia el proceso de restablecimiento de relaciones bilaterales. Armando Benedetti, el nuevo embajador de Colombia en Venezuela, y Félix Plasencia, el nuevo embajador de Venezuela en Colombia, tienen la responsabilidad de construir una nueva agenda bilateral. Hasta el momento el diálogo se ha concentrado en la retoma de la relación, la reapertura de la frontera entre Norte de Santander y Táchira, el comercio bilateral y el retorno de la empresa Monómeros al gobierno de Nicolás Maduro.
Al gobierno venezolano le urge el reconocimiento de Colombia, tiene afán de concretar un encuentro presidencial, busca un escenario en el cual decir que derrotó al imperio norteamericano, a la “oligarquía” colombiana y a los “traidores” de la oposición. Necesita esa victoria discursiva para enviar el mensaje a la comunidad internacional de la consolidación del régimen. Del otro lado el presidente Petro debe ser prudente, el relacionamiento con la izquierda autoritaria del continente (Venezuela, Nicaragua y Cuba) mina el liderazgo regional al que aspira.
El primer encuentro bilateral fue con el presidente de Chile, Gabriel Boric, tradicionalmente dicho encuentro se reserva para el jefe de Estado del país más relevante para el nuevo gobierno. Quizás Maduro aspiraba a repetir la escena de Santos y Chávez en 2010, cuando después de años de malas relaciones y mutuas acusaciones se pasó la página y el presidente Santos declaró a Chávez, su “nuevo mejor amigo”. El mensaje fue claro, el presidente Petro está más cerca de la izquierda democrática.
El segundo encuentro del presidente Petro fue con el presidente del gobierno español Pedro Sánchez, en un claro acercamiento a la izquierda europea con la que guarda una fuerte relación intelectual. El tercer encuentro se dio con Pedro Castillo, un espaldarazo al presidente peruano a quien el Congreso de su país no le permitió asistir a la posesión del presidente colombiano, y en el marco de la cumbre de la CAN, enviando un mensaje de la recuperación de las instancias multilaterales clásicas y promoviendo el regreso de Chile y Venezuela y sumar a Argentina.
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No obstante, la ausencia de Colombia en la OEA en el caso de Nicaragua compromete seriamente la cara internacional del gobierno y afecta sus aspiraciones de liderazgo en la región. Lo cual termina complejizando la relación con Venezuela, si bien la recomposición de la relación bilateral es una prioridad, el presidente Petro debe ser muy cuidadoso de no ser instrumentalizado por el gobierno de Venezuela, un segundo traspié con la izquierda autoritaria tendría un alto costo.
La foto y la puesta en escena del encuentro presidencial será la primera negociación que deberán hacer los embajadores. El encuentro se tiene que dar en Venezuela, es poco probable que Nicolás Maduro pueda venir a Colombia en los próximos años sin causar protestas o movilizaciones de los migrantes venezolanos. La Revolución Bolivariana siempre dada a la grandilocuencia e histrionismo tratará de sacar provecho.
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Pero el encuentro presidencial debe ser un punto de partida para fijar los temas de la agenda de la relación bilateral: la normalización de la frontera entre Norte de Santander y Táchira; la estructuración de la relación comercial con seguridad jurídica; la recuperación de la presencia consular, priorizando el registro de niños y niñas que han nacido en los últimos años y no han podido obtener su nacionalidad; restructuración de la infraestructura institucional entre Colombia y Venezuela: comisiones de frontera y comisión de conciliación; buscar el regreso de Venezuela a la CAN post-tratados de libre comercio con los EE. UU.; negociación con los actores armados colombo-venezolanos iniciando con el ELN; y una política integral para la movilidad humana, quizás el tema más relevante pero del que no se quiere hablar, entre otros temas que requieren una revisión en el corto plazo.
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