(Análisis) Elecciones locales en Ecuador: fragmentación y crisis de legitimidad
En medio del desencanto con la política, hubo ganancia de varios candidatos con resultados apretados, atomización de las fuerzas políticas más representativas y fragmentación de las tendencias ideológicas.
César Ulloa/Latinoamérica21*
Los comicios en Ecuador que se llevaron a cabo el domingo 5 de febrero y que comprendían las elecciones regionales, locales, las de los consejeros del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social (CPCCS), el referéndum para reformar algunos puntos de la Constitución y una consulta popular para determinar si se cantonizaba una parroquia abonan más al fenómeno que vive América Latina en la última década.
En otras palabras, hubo ganancia de varios candidatos con resultados apretados, atomización de las fuerzas políticas más representativas y fragmentación de las tendencias ideológicas. El desencanto por la política no fue un hecho nuevo, sin embargo, se expresó en altos porcentajes de votos nulos, blancos y ausentismo. En algunos casos, la suma de estos supera la votación de las autoridades electas. La campaña electoral fue corta, pues duró un mes y se caracterizó por el sensacionalismo, la política llevada al TikTok y el mensaje viralizado por las redes sociales para disputarse la atención de los indecisos.
Pese a la diversidad cultural y regional de cada provincia en la Sierra, la Costa y la Amazonía, las demandas ciudadanas giraron alrededor de los mismos problemas: combate a la inseguridad, el desempleo y la falta de atención médica y de medicinas en el sistema de salud pública, así como en los centros municipales que brindan este servicio. Estas elecciones configuraron un escenario electoral con miras al 2025, pues las prefecturas y las alcaldías se convierten desde ahora en tarimas de apoyo a las candidaturas que se quieren hacer con la Presidencia y la Asamblea Nacional.
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Fragmentación y crisis de legitimidad
Las elecciones locales de Ecuador se caracterizaron por la fragmentación y la crisis de legitimidad. Las principales ciudades (debido al tamaño de su población, economía y representación política), es decir, Quito y Cuenca en la Sierra y Guayaquil en la Costa, tuvieron un excesivo número de candidaturas, y las que se alzaron con la victoria para las alcaldías no llegaron a superar el 40 % de los votos. En la capital de la república, el candidato del correísmo, Pabel Muñoz, ganó con el 25 % de entre 12 competidores; el alcalde de Cuenca (por la Izquierda Democrática), Christian Zamora, ganó con el 18 % de entre 9 candidatos, mientras que en Guayaquil, el embanderado de la Revolución Ciudadana, Aquiles Álvarez, triunfó con el 39 % de entre 11 contendores.
Las exiguas ganancias en las ciudades de Quito y Cuenca de las autoridades electas suponen retos de gran envergadura, pues la conformación del Concejo Municipal de la capital comprenderá cinco fuerzas políticas. En este sentido, el nuevo alcalde no cuenta con ningún tipo de mayoría, lo que le exige negociar con los concejales para gozar de gobernabilidad en términos de legislación y fiscalización, así como en cuanto a la aprobación del presupuesto y la priorización de las inversiones. Por segunda ocasión y de manera continua, esta administración municipal inicia con fragmentación y con un 75 % de los votantes que no escogieron a la autoridad electa. Es la segunda vez que el correísmo (en 16 años) gana las elecciones, pero no supera su techo electoral.
En Ecuador son obligatorias las elecciones y se sanciona a quienes no sufragan. En el caso de Quito, el ausentismo fue notable (17,32 %), más aún el voto nulo (13,77 %), mientras que el voto en blanco fue de 3,22 %. En suma, estos tres rubros superaron la votación por la candidatura ganadora, que apenas le sacó una ventaja de 2,98 % al segundo y 3,21 % al tercero. Al igual que las elecciones anteriores, dos candidatos que vienen de la matriz del correísmo quedaron de primero y segundo, fenómeno que también se produjo en otras ciudades, en las que se atomizaron por dentro los partidos.
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El mapa electoral en Ecuador, en lo que se refiere a las prefecturas, puso en el tablero un país con un clivaje histórico, en donde la derecha, representada por el Partido Social Cristiano (PSC), comparte el liderazgo en la Costa con el correísmo. El primero se alzó con tres prefecturas, mientras que el segundo, con una y la más importante, Guayas. Para el caso de la Sierra, el movimiento indígena Pachakutik ganó en las provincias del centro desde donde se gestan las movilizaciones nacionales, y el resto del país se quedó en las organizaciones políticas locales. En general, el correísmo ganó 9 prefecturas y 61 alcaldías; el PSC ganó tres prefecturas y 32 alcaldías; Pachakutik, 6 prefecturas y 11 alcaldías. Estas tres fuerzas políticas aceitan sus maquinarias electorales para las elecciones generales del 2025.
Referendo con sabor a no
Un capítulo aparte merecen los resultados del referendo que auspició el Gobierno, pues Guillermo Lasso apostó su exiguo capital político en la consulta popular, ya que no puso candidatos para las autoridades locales. Esta estrategia fue postergada por el presidente, dado que estaba prevista al inicio de su mandato, no obstante, la medición del tiempo y el principio de oportunidad le fallaron. En las ocho preguntas, la respuesta fue un no a la extradición de delincuentes, reducción de asambleístas, nuevas reglas para los partidos y disminución de la competencia de designación de autoridades por parte del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, entre los temas más importantes.
Este resultado complejiza aún más la gobernabilidad, debido a su descenso permanente de aceptación y credibilidad, menor al 20 %, además de enfrentar denuncias de corrupción por parte de un medio de comunicación. Si bien el primer mandatario ha cambiado a sus principales colaboradores (ministros y asesores), esta señal parece insuficiente, puesto que el movimiento indígena amenaza con una nueva paralización nacional en la que su única demanda es la renuncia de Lasso.
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El Gobierno convocó al diálogo después de su derrota en las urnas, pero las fuerzas políticas representadas en la Asamblea Nacional han rechazado la invitación y han acelerado el proceso de un posible juicio político al mandatario. Lasso respira con dificultad, al tiempo que la sociedad civil sigue expresando el rechazo a la política porque la representación está muy venida a menos por el descrédito en los políticos, quienes apenas han recibido un 5 % de calificación positiva, según las encuestas. Se vienen días convulsos en medio de una crisis de inseguridad y desempleo.
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Los comicios en Ecuador que se llevaron a cabo el domingo 5 de febrero y que comprendían las elecciones regionales, locales, las de los consejeros del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social (CPCCS), el referéndum para reformar algunos puntos de la Constitución y una consulta popular para determinar si se cantonizaba una parroquia abonan más al fenómeno que vive América Latina en la última década.
En otras palabras, hubo ganancia de varios candidatos con resultados apretados, atomización de las fuerzas políticas más representativas y fragmentación de las tendencias ideológicas. El desencanto por la política no fue un hecho nuevo, sin embargo, se expresó en altos porcentajes de votos nulos, blancos y ausentismo. En algunos casos, la suma de estos supera la votación de las autoridades electas. La campaña electoral fue corta, pues duró un mes y se caracterizó por el sensacionalismo, la política llevada al TikTok y el mensaje viralizado por las redes sociales para disputarse la atención de los indecisos.
Pese a la diversidad cultural y regional de cada provincia en la Sierra, la Costa y la Amazonía, las demandas ciudadanas giraron alrededor de los mismos problemas: combate a la inseguridad, el desempleo y la falta de atención médica y de medicinas en el sistema de salud pública, así como en los centros municipales que brindan este servicio. Estas elecciones configuraron un escenario electoral con miras al 2025, pues las prefecturas y las alcaldías se convierten desde ahora en tarimas de apoyo a las candidaturas que se quieren hacer con la Presidencia y la Asamblea Nacional.
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Fragmentación y crisis de legitimidad
Las elecciones locales de Ecuador se caracterizaron por la fragmentación y la crisis de legitimidad. Las principales ciudades (debido al tamaño de su población, economía y representación política), es decir, Quito y Cuenca en la Sierra y Guayaquil en la Costa, tuvieron un excesivo número de candidaturas, y las que se alzaron con la victoria para las alcaldías no llegaron a superar el 40 % de los votos. En la capital de la república, el candidato del correísmo, Pabel Muñoz, ganó con el 25 % de entre 12 competidores; el alcalde de Cuenca (por la Izquierda Democrática), Christian Zamora, ganó con el 18 % de entre 9 candidatos, mientras que en Guayaquil, el embanderado de la Revolución Ciudadana, Aquiles Álvarez, triunfó con el 39 % de entre 11 contendores.
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En Ecuador son obligatorias las elecciones y se sanciona a quienes no sufragan. En el caso de Quito, el ausentismo fue notable (17,32 %), más aún el voto nulo (13,77 %), mientras que el voto en blanco fue de 3,22 %. En suma, estos tres rubros superaron la votación por la candidatura ganadora, que apenas le sacó una ventaja de 2,98 % al segundo y 3,21 % al tercero. Al igual que las elecciones anteriores, dos candidatos que vienen de la matriz del correísmo quedaron de primero y segundo, fenómeno que también se produjo en otras ciudades, en las que se atomizaron por dentro los partidos.
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Referendo con sabor a no
Un capítulo aparte merecen los resultados del referendo que auspició el Gobierno, pues Guillermo Lasso apostó su exiguo capital político en la consulta popular, ya que no puso candidatos para las autoridades locales. Esta estrategia fue postergada por el presidente, dado que estaba prevista al inicio de su mandato, no obstante, la medición del tiempo y el principio de oportunidad le fallaron. En las ocho preguntas, la respuesta fue un no a la extradición de delincuentes, reducción de asambleístas, nuevas reglas para los partidos y disminución de la competencia de designación de autoridades por parte del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, entre los temas más importantes.
Este resultado complejiza aún más la gobernabilidad, debido a su descenso permanente de aceptación y credibilidad, menor al 20 %, además de enfrentar denuncias de corrupción por parte de un medio de comunicación. Si bien el primer mandatario ha cambiado a sus principales colaboradores (ministros y asesores), esta señal parece insuficiente, puesto que el movimiento indígena amenaza con una nueva paralización nacional en la que su única demanda es la renuncia de Lasso.
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El Gobierno convocó al diálogo después de su derrota en las urnas, pero las fuerzas políticas representadas en la Asamblea Nacional han rechazado la invitación y han acelerado el proceso de un posible juicio político al mandatario. Lasso respira con dificultad, al tiempo que la sociedad civil sigue expresando el rechazo a la política porque la representación está muy venida a menos por el descrédito en los políticos, quienes apenas han recibido un 5 % de calificación positiva, según las encuestas. Se vienen días convulsos en medio de una crisis de inseguridad y desempleo.
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