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Cristhian Mancera Mejía, nacido en Cali, pero con nacionalidad estadounidense, es parte del Partido Republicano desde 2018. Luego de una visita que hizo recientemente a Bogotá, en entrevista habla sobre la crisis de gestión migratoria en Estados Unidos y cómo esta puede definir los comicios de los cuales resultará un nuevo ocupante de la Casa Blanca. Durante la conversación, el concejal del Distrito 11 del Condado de Miami Dade menciona algunas de las posturas que hay en la comunidad latina frente a la inmigración de latinoamericanos y explica por qué, aunque puede que el republicano no sea el candidato preferido por todos, algunos se inclinarían a apoyarlo.
Las cifras que maneja su despacho, que son las que se encuentran en la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos (CBP), muestran que 159.536 colombianos fueron encontrados en el borde durante el año fiscal 2023, además de que casi 840.000 venezolanos han cruzado de manera irregular entre 2021 y 2024. Ante la problemática, Mancera Mejía cree que ninguna de las dos campañas, ni la de Kamala Harris ni la de Donald Trump, ofrecen respuestas efectivas para aliviar la situación de los migrantes en Estados Unidos, y comenta que están obligados a enfrentar la creciente demanda de los ciudadanos por encontrar otras formas de gestión. Si bien le preocupa la presencia de grupos delincuenciales en algunos estados, como es el caso del Tren de Aragua en Nueva York, se sabe que este grupo apenas ha registrado 24 miembros (aunque pueden ser más) dentro de la base de datos de la Policía, que ha identificado a 14.000 miembros de 496 bandas criminales, según se lee en “The New York Times”.
Estamos a pocos días de las elecciones y el tema migratorio ha sido transversal en la contienda: ¿qué tan definitivo puede ser esto en el resultado final?
Es algo neurálgico para las poblaciones que no están en las costas. En Nueva York, por ejemplo, ha habido una concentración de migrantes irregulares, quienes se han quedado en hoteles en los que la noche cuesta US$300. Eso sale del bolsillo de los contribuyentes, y va a tener un efecto político no solo en el estado, sino a nivel nacional, en la elección de un nuevo presidente. Es un talón de Aquiles. Lo que ha hecho el gobierno es retrotraer unas acciones ejecutivas que impuso el expresidente Donald Trump, que fueron diabolizadas en su momento, pero que sirvieron para frenar el flujo migratorio. Se hizo mucha bulla con el tema de la construcción del muro, pero eso viene desde Bill Clinton, cuando se dio el presupuesto inicial en su administración. Se continuó con George Bush y Barack Obama. No era nada distinto. Ahora, la ironía es que la vicepresidenta Kamala Harris dijo que estaría dispuesta a apostar por ello para frenar el flujo migratorio. Es decir, el tema es definitivo, porque tiene un impacto económico y social, pero también en la seguridad. Además, por consecuencia de malas decisiones, ha surgido la xenofobia, pues no se ha preparado a la ciudadanía para recibir un incremento en la población. Se ha cometido un error: por perseguir a un candidato específico, se han dedicado a tomar una postura equívoca frente al tema migratorio.
Se lo pregunto porque hemos visto que latinos republicanos respaldan las medidas más punitivas de Donald Trump, que incluyen deportaciones y la terminación de la construcción del muro en la frontera. ¿Cómo se puede explicar este fenómeno?
Cuando Barack Obama subió al poder contó con las dos Cámaras legislativas a su favor, y gastó todo su capital político en aprobar una ley de seguro, que, aunque era una prioridad, también debió apostarle al tema migratorio. No lo hizo, y esa promesa se quedó sin cumplir. Cuando perdieron las mayorías en el Congreso se escuchó hablar de lograr una solución partidista, buscando siempre a los republicanos, porque saben que ellos exigen asegurar la frontera. Como eso no se logra, no se ponen de acuerdo y al final no se consolida una reforma migratoria. No hay voluntad política para ello. Con Trump se paró el tema y con Biden no se solucionó. Se han agarrado de órdenes ejecutivas que no resuelven el problema de fondo y solo dan un alivio a un grupo en específico. Sin un acuerdo los perjudicados son los latinos, que están cansados de las promesas vacías. Ante el caos, no quieren seguir en lo mismo y le apostarán a la “mano dura” de Trump. Ellos, igual, son ciudadanos americanos y no quieren que lo negativo de Colombia, México y Venezuela se exporte a Estados Unidos, pues precisamente huyeron de esos escenarios. De ahí que muchos se estén preguntando para qué sirvió todo el esfuerzo de legalizarse y pagar impuestos si se está dejando entrar gente sin control. No es que consideren que Trump sea la mejor opción, pero sí lo ven como la alternativa para frenar temas claves.
Se ha hablado de que Estados Unidos, involucrado en Ucrania y Oriente Medio, ha olvidado a Latinoamérica, que es a la vez el principal foco de su migración. ¿Por qué cree que se ha tomado esta postura, aun cuando, por ejemplo, en la Declaración de Los Ángeles, en la Cumbre de las Américas de 2022, se firmó que el manejo de este fenómeno debe tener una perspectiva regional?
No es que esté relegado. Tiene más que ver con el tipo de liderazgo, que está pensando en otros temas y le parece bueno dejar entrar gente a diestra y siniestra. Así también se maneja la política exterior con los países del sur. Usted recordará el tema de movilidad segura, reunificación familiar y “parole” humanitario. Todo eso ha sido un desastre. Con ese último entraron medio millón de haitianos, venezolanos y cubanos. Eso generó una falta de conexión entre la realidad de Estados Unidos y la de Latinoamérica, donde tampoco tenemos liderazgos. El problema en países como Colombia es que no tenemos interlocutores que entiendan el problema migratorio. Si fuéramos más proactivos, utilizaríamos todo ese talento fugado para que nos ayude a parar el flujo nefasto de la migración irregular que sale de aquí. La Cancillería, no solo la de este gobierno, sino la de los demás, no ha emprendido programas de pedagogía para explicar qué significa migrar, qué hay que hacer y cómo son los países destino, en este caso Estados Unidos. De hecho, antes de los noticieros regionales debería haber una propaganda que diga: “Estos son los pasos, tenga cuidado con esto”. Es decir, no hay diálogo porque la mayoría de las personas no entienden el tema. Al contrario, se escucha hablar a políticos que ven a los migrantes como individuos que están cruzando y no se ve el drama humano, tampoco los gastos que eso incurre tanto en el país receptor como en el expulsor.
Usted mencionó el “parole” humanitario, que terminará para venezolanos, haitianos, cubanos y nicaragüenses, según anunció hace poco el presidente Biden. ¿Qué otras opciones les quedan a quienes siguen migrando? ¿Fue la decisión correcta terminar con esta medida?
Ese instrumento es un fracaso, porque no se puede estar importando ciudadanos de países con los cuales no hay ningún tipo de relación, como con Cuba y Venezuela. Eso, a la hora de la deportación, es un problema. ¿Quién termina pagando los platos rotos?: Colombia, a quien le envían dinero para solventar los gastos asociados a la migración irregular, pero eso no alcanza para atender la problemática tan grande que hay. Esos son Estados fallidos, que generan una crisis regional en términos migratorios y socioeconómicos. El fracaso del “parole” se explica con que entraron medio millón de personas, y en Estados Unidos se empezaron a preguntar hasta cuándo se va a permitir el ingreso. Insisto en el impacto en las poblaciones pequeñas, no solo en aquella que llega, sino en las comunidades que viven allá desde hace años y han pagado impuestos.
Esa medida se diseñó para ayudar a unos, pero terminó importando, en su mayoría, personas que no llegaron a Estados Unidos a hacer las cosas bien, sino a delinquir. En el caso de Venezuela, nos llegó prácticamente todo el Tren de Aragua a Nueva York. Eso genera que un estadounidense llame a su congresista y le diga: “¿Qué están haciendo? ¿Por qué permiten que se siga implementando?”. El “parole” se canceló por el caos, porque políticamente no era conveniente y porque hay una reticencia alrededor suyo. Le diría que, si tiene lo necesario, piense antes de migrar, porque no es igual hacerlo hoy a haberlo hecho hace 20 o 30 años atrás. Es difícil llegar, adaptarse, aprender el idioma y conseguir trabajo. Ha llegado tanta gente, que se han incrementado los costos de los arriendos, que pasaron de US$900 a US$3.000, y esa es una dificultad para quien llega.
¿Qué opciones les quedan a ellos?
Que logren regularizarse a través de las formas legales: que una empresa los contrate, que tengan un talento extraordinario, que se casen y cambien de estatus, o que se acojan a una posibilidad de asilo y que un juez de migración evalúe su caso.
En este contexto, ¿cómo se inserta Colombia en el espinoso tema electoral estadounidense?
El canciller Luis Gilberto Murillo y el presidente Gustavo Petro deben ir preparando una estrategia para trabajar con una presidencia republicana de Donald Trump; también para lo que puede representar una administración de Kamala Harris, porque no saben a qué puede atenerse. Lo único cierto es que Washington tiene un “lobby” y una agenda enormes de empresarios y políticos de origen judío, por lo que el discurso antijudío y antitodo lo que tiene que ver con ese conflicto en Oriente Medio, que no le compete a Colombia, puede ponernos en dificultades con el Congreso de Estados Unidos, que está lleno de representantes de esas comunidades.
Eso es lo primero: blindar las relaciones diplomáticas de Colombia y Estados Unidos, de tal manera que no involucre temas de la agenda ideológica del mandatario de turno. Entiendo el desagrado desde el punto de vista humano, pero no es un conflicto de Colombia, y hay que ser estratégicos en ese aspecto, porque a largo plazo nos va a perjudicar. La agenda tiene que volver a lo que era antes de Iván Duque, porque a partir de ahí se empezó a destruir la agenda bipartidista hacia el país. Eso es equívoco. Hay que fortalecer la relación, porque en Estados Unidos hay más de dos millones de colombianos, una diáspora enorme, entre los cuales hay colomboamericanos de primera, segunda y tercera generaciones, y es importante tener una estrategia como Estado para proteger las relaciones y tener en ambos partidos, Demócrata y Republicano, amigos. Precisamente, ha habido una reducción en el gasto de apoyo hacia Colombia, que este año fue del 10 %, por políticas equívocas de los gobiernos anteriores.
¿Cuál de los dos candidatos, Kamala Harris o Donald Trump, le conviene más a Colombia en este momento?
Si volvemos a la agenda bipartidista, los dos, independientemente de lo que pase, nos van a seguir apoyando. Creo que no hay una intención de ninguno de los partidos de dejar al país solo. Eso no es conveniente estratégica y geopolíticamente. Colombia es de suma importancia en la región, por lo que no se puede abandonar. Sin embargo, la visión de lo que hablamos aquí va a cambiar radicalmente, dependiendo del presidente que llegue a la Casa Blanca.
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