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Un grupo de presos rodea a otros internos que tienen una cabeza recién cortada en sus manos. La tiran y la patean; el cuerpo, que yace a varios metros, es apuñalado por otros reos que gritan con furia. En otro video, grabado con un celular desde el interior de la cárcel, un cuerpo sin vida y ensangrentado yace en el suelo, mientras otro preso grita: “¡Tenía que morir como una rata”! A unos metros se ven cuerpos amontonados a los que les pegan con machetes y palos, mientras en el fondo suenan disparos y explosiones. Se aprecian cuerpos desmembrados.
Estas escabrosas imágenes, que circularon el jueves, después de que 116 presos murieran en un sangriento motín en la Penitenciaría del Litoral, en Guayaquil, no sorprenden a los ecuatorianos, que han visto desde 2019 la saña y crueldad con las que pandillas y bandas criminales, principalmente Los Choneros y Los Lagartos, se enfrentan tras las rejas por el control de los centros de reclusión, pero también por el dominio del negocio del narcotráfico.
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La rivalidad se incrementó por la muerte de cuatro figuras claves de esos grupos delincuenciales; el primero alias Cubano, líder de la banda Los Cubanos, aliada de Los Lagartos, enemigas a muerte de Los Choneros. Cubano fue decapitado y quemado en junio de 2019 en la cárcel regional de Guayaquil.
Meses después fue Telmo Castro, líder de Los Choneros en esa misma prisión, el que encontró la muerte: fue encontrado desnudo en su celda, atado de pies y manos. tDicen que era el contacto del Cartel de Sinaloa en Ecuador; en diciembre su aliado, Jaime Mallorca, murió apuñalado en la prisión de Latacunga. Y el último, que desató la actual guerra en las prisiones ecuatorianas, fue Jorge Zambrano, alias Rasquiña, asesinado tras dejar la prisión en enero de 2020, luego de negociar su libertad con las autoridades a cambio de mantener el orden en las cárceles, según denunció el congresista José Serrano.
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Esos asesinatos anticipaban la guerra dentro de las cárceles, por lo que antes de que finalizara ese fatídico año, Lenín Moreno declaró la crisis carcelaria y movilizó a los militares a los centros penitenciarios. “Con el fin de desmantelar estructuras jerárquicas de liderazgo de estos grupos, numerosos líderes y miembros de las pandillas fueron transferidos a otras instalaciones. Sin embargo, esto condujo a la conformación de subtgrupos, que están poco vinculados a sus antiguas esttcturas y se enfrentan en guerras de poder por todo el país”, señaló una investigación de Insight Crime. A comienzos de 2021 Ecuador era testigo de la primera gran masacre penitenciaria: el 23F, un polvorín que estalló simultáneamente en cuatro prisiones, dejando un saldo de 79 muertos, muchos de ellos decapitados. En marzo, otro amotinamiento incluyó la retención de cinco guardias penitenciarios y en junio, la sofisticación de las pandillas mostró drones cargados con explosivos atacacando una prisión… Los Choneros y Los Lagartos, las dos bandas criminales más temidas del país, se fragmeron en otras sangrientas pandillas: Los Tiguerones, Los Lobos, Chone Killers y Aikqa, subgrupos nacidos en las entrañas de las prisiones y que fueron protagonistas del motín de esta semana.
La violencia no paró; en julio una disputa entre bandas dejó 22 muertos, 44 heridos, entre ellos policías, y cien reos fugados (64 recapturados) en la penitenciaría de Guayaquil y la cárcel de Latacunga. Medios locales informaron que, en la primera prisión, los internos mataron a puñaladas a ocho personas que trabajaban en una huerta; las víctimas no eran parte de ningún enfrentamiento, fueron asesinadas como mensaje para una de las bandas involucradas. Mientras que, en Guayaquil, el enfrentamiento se inició en el pabellón 9, ocupado por Los Choneros, desde donde se disparó con fusiles a los policías y se detonaron algunas granadas.
Estas masacres tienen como antesala los hechos violentos de 2020. El 3 de agosto de ese año hubo un enfrentamiento entre reclusos de la Penitenciaría del Litoral; los uniformados que llegaron al lugar fueron recibidos con disparos. Según datos de la Fiscalía, doce personas murieron —dos de ellas incineradas—, veinte internos y seis policías resultaron heridos. Las autoridades se tardaron dos horas en recuperar el control de la cárcel.
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Fredy Rivera, profesor de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) de Ecuador, dice que esto es novedoso. “Aparte de lo espantoso del crimen, es el mensaje simbólico de un modus operandi como existe en México y Colombia. En Ecuador no había decapitaciones”.
En 2020 hubo 103 asesinatos en las penitenciarías de Ecuador, según la Defensoría Nacional del Pueblo. De acuerdo con información oficial, desde 2014 se han presentado 75 amotinamientos y en ningún caso se sancionó a los responsables. Según el portal ecuatoriano Primicias, esta vez la masacre se desató por una fiesta de cumpleaños. Miembros de la pandilla Los Choneros le celebraban a uno de sus líderes detenidos y alardeaban de tener el poder en la prisión. La información llegó a otro pabellón, controlado por Los Lagartos, la banda rival, que de inmediato desataron el infierno: armados con palos, fusiles, pistolas y hasta motosierras se enfrentaron durante horas con otros internos, ante la mirada impotente de los guardias, que sólo dieron el reporte horas después.
Fuera de control
”Cómo le voy a decir a mi hija que a su papá le cortaron la cabeza…. esa es la peor muerte”, dijo Nancy entre lágrimas a otras mujeres que esperaban noticias de sus hijos al frente de la morgue de Guayaquil, el jueves en la tarde. Sin conocer aún el listado de fallecidos, porque la Policía no había logrado entrar a la prisión amotinada, muchas madres, hermanas, esposas e hijas esperaban lo peor.
“Dejó de contestar el teléfono y los chats, pero reconocí su cabeza en un video que me llegó… su cabeza estaba como dentro de una bolsa”, agrega Nancy, citada por los periódicos locales. “Solo le faltaban tres meses para salir de la cárcel”, se lamentaba. Apenas el jueves, dos días después del levantamiento, 400 policías lograron tomar el control de la Penitenciaría del Litoral en medio de la declaratoria de emergencia que hizo el presidente Guillermo Lasso, que faculta al gobierno a suspender los derechos civiles de los presos y usar la fuerza pública para restablecer la normalidad.
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Con una superpoblación carcelaria del 30 %, falta de guardias, corrupción y violencia, Ecuador sufre una crisis penitenciaria desde hace varios años. Se calcula que hay 39.000 presos, de los cuales 20.000 son pandilleros; la mayoría está recluida en el complejo penitenciario de Guayaquil, vigilados por 1.500 guardias (3.000 menos de los necesarios, según expertos). Estadísticas del Servicio Nacional de Atención Integral de Ecuador señalan que el 9 % de los detenidos son extranjeros. De estos, la mayoría son colombianos. Hasta julio pasado, en el país había 1.935 presos colombianos, 1.225 venezolanos, 135 de peruanos, 59 mexicanos y el resto de otros países.
Un sistema sin cabeza
Un agente policial le reveló al periódico El Universal, de Guayaquil, que, “en las cárceles y en las calles de Ecuador es igual: tú sabes que si atrapas a uno de la banda Los Choneros, ese está al servicio de Sinaloa; y si es uno de Los Lagartos, esos trabajan para los de Nueva Generación”.
Y aunque muchos analistas culpan al crimen internacional de lo que sucede, Insight Crime señala que esta es apenas la mecha que desató la explosión.
“Es probable que el narcotráfico haya actuado como catalizador de los sangrientos motines carcelarios, pero no es la causa directa. Situado en medio de Colombia y Perú —considerados los principales productores de cocaína a escala mundial—, Ecuador se ha consolidado como un canal importante para los narcóticos enviados a Europa. Al contrario de sus países vecinos, Ecuador no tiene mafias especializadas en el tráfico internacional de drogas, aunque tiene pandillas, que asumen la seguridad de los cargamentos, el cobro de deudas y el control del narcomenudeo en las calles”, revela el informe.
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Rivera anota que los presos también tienen nexos con organizaciones criminales de Colombia, el mayor productor mundial de cocaína. “Es importante reconocer que Ecuador y Colombia tienen una corresponsabilidad de lo que sucede a nivel bilateral. Aquí hay que asumir responsabilidades. Las dinámicas del crimen organizado se han agravado, y más aún después de la pandemia en ambos países, pero básicamente en las zonas de contacto que son fronterizas. Se necesita cooperación”, explica Fredy Rivera, de Flacso.
La del martes es la matanza penitenciaria más grave en América Latina, superando las masacres de 1992, en Brasil, cuando un motín en Carandú dejó 111 personas muertas y en Venezuela, en 1994, cuando 108 presos fallecieron en un incendio en la cárcel Sabaneta.
En julio el presidente Lasso planteaba la deportación de extranjeros privados de la libertad para disminuir el hacinamiento que bordea el 30%. Serían 3.532 personas privadas de la libertad las que serían enviadas a Colombia, Venezuela, Perú y México, principales países de origen de los reos.
Ecuador y Colombia firmaron en 1990 un convenio de repatriación, pero no se ha podido materializar por la sobrepoblación carcelaria en nuestro país, que llega al 20,65 %, según el Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario de Colombia.
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Jorge Núñez, investigador visitante del Instituto de Estudios Avanzados (IAS) en la U. de Princeton, explica que lo primero es parar el aislamiento extremo en el que están las personas, pues eso solo incrementa la violencia. “Hay que volver a las visitas y trabajar con los familiares, despoblar las cárceles porque hay muchísima gente por delitos absurdos como microtráfico de marihuana que incluso ya está regularizado; usted ya puede producir cannabis en Ecuador, pero la Policía sigue criminalizando el tráfico de marihuana. Hay entre 5.000 y 6.000 personas que podrían salir de inmediato porque son delitos que llamamos delitos de pobreza”, asegura.
¿Hay víctimas colombianas en el motín en Ecuador?
Ecuador es uno de los cinco países con más colombianos encarcelados en el mundo, según el registro colombiano. Los datos abiertos del Gobierno de Colombia indican que para el 1° de septiembre de 2021 se contabilizaban 11.489 connacionales recluidos en cárceles ecuatorianas.
Por delante de Ecuador en este listado solo se encuentran España, con 13.696 detenidos activos, Estados Unidos, con 15.674, y Venezuela, con 16.768. Cabe resaltar que hay 27.513 colombianos detenidos en la actualidad cuyo paradero es desconocido, por lo que las cifras en estos países podría ser incluso más alta. Ecuador maneja otras cifras. Según el Servicio Nacional de Atención Integral de Ecuador, el 9 % de los detenidos en cárceles son extranjeros, de los cuales 1.935 presos son colombianos, 1.225 son venezolanos, 135 peruanos y 59 mexicanos. En el centro penitenciario de Guayaquíl donde ocurrió el gran motín se encuentran 389 colombianos, por lo que las autoridades ya investigan si hay un connacional entre las víctimas fatales.
¿Por qué tanto connacional preso en Ecuador?
El narcotráfico ha sido la razón de este incremento de población carcelaria colombiana en Ecuador. Centenares de colombianos se convierten en mulas para transportar droga y son atrapados en el exterior. En aquel momento, como en el actual, Ecuador enfrentaba un gran hacinamiento. ¿Por qué no deportarlos a Colombia?
La vicepresidenta y canciller colombiana, Marta Lucía Ramírez, explicaba hace poco: “En la legislación colombiana, si hay una persona que no cometió un delito en Colombia, al regresar quedaría libre. Y no queremos que quede en la impunidad nadie que haya cometido un crimen”, registraba el medio “Primicias” de Ecuador.