Así es como unos paseadores de perros ganan más de 100.000 dólares al año
Es una época lucrativa para ser paseador de perros, sobre todo para los emprendedores del mundo de las mascotas que atienden a gente adinerada.
Alyson Krueger | The New York Times
Bethany Lane, de 35 años, vestía unas mallas negras y una chamarra acolchada cuando el pasado viernes por la tarde paseaba por la calle Bleecker de Manhattan con una manada de tres perros de raza goldendoodle y una bernedoodle llamada Tinkerbelle. Entraron en la tienda Whalebone por unos premios, antes de trotar por el parque del río Hudson y tomarse fotos con varios turistas.
Al cabo de una hora, Lane los llevó a una majestuosa residencia adosada propiedad de una pareja de profesionistas de alrededor de 40 años a los que les ha ido muy bien en el sector inmobiliario. “Mi trabajo consiste en hacer felices a los perros cuando sus dueños están ocupados”, explica. “Me enamoro de estos perros. Son como mis bebés”.
Lane empezó a pasear perros hace 11 años, después de graduarse de la Universidad de Rutgers y mudarse a Nueva York para hacer carrera en la salud pública. “Tenía que pagar el alquiler y los préstamos estudiantiles, así que entré en Craigslist”, cuenta. “Vi que alguien me pagaría por pasear perros. Como soy amante de los animales y estoy obsesionada con los perros, era perfecto”.
Cuando el negocio despegó, fundó Whistle & Wag en 2014 como un servicio de lujo de cuidado de mascotas en el West Village. En un momento dado, trabajaba 12 horas al día y pudo pagar sus préstamos estudiantiles y contratar a otros paseadores de perros.
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Ahora, casi tres años después del inicio de la pandemia, no puede mantener el ritmo de la demanda. Tras subir sus tarifas (a un cliente le cobró 35 dólares por paseo) y aceptar a docenas de clientes nuevos, piensa que pudo haber ganado seis cifras el año pasado (no quiso ser más concreta).
Tiene tanta confianza en el negocio que el verano pasado se compró una casa de fin de semana en Tuckerton, Nueva Jersey. “Es una casa de tres habitaciones, pero tiene un patio muy bonito y está en la bahía”, explica Lane, que renta un apartamento de dos habitaciones en el barrio de Williamsburg, en Brooklyn, con su pareja de toda la vida. “Puedo ir al restaurante que quiera, cuando quiera. Puedo irme de vacaciones. Soy muy afortunada”.
“Si le hubiera dicho a mi yo más joven que iba a ganarme la vida cuidando perros”, añade, “nunca lo habría creído”.
Es una época lucrativa para ser paseador de perros, sobre todo para los emprendedores del mundo de las mascotas que atienden a gente adinerada. Aunque las búsquedas en Rover y otros sitios de empleo dan como resultado paseadores de perros principiantes en Manhattan que apenas cobran 14 dólares por un paseo de 30 minutos, los paseadores de perros experimentados con clientes adinerados cobran casi el triple y ganan 100.000 dólares o más al año.
Al fin y al cabo, es un mercado boyante para los cuidadores de mascotas. Según la Sociedad Estadounidense para la Prevención de la Crueldad contra los Animales, más de 23 millones de hogares estadounidenses (casi 1 de cada 5 en todo el país) adquirieron un perro o un gato durante la pandemia. Con muchos estadounidenses de vuelta a la oficina, alguien tiene que pasear a todos esos cachorros pandémicos.
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“Antes de la pandemia, solía recibir una o dos llamadas al mes de un posible cliente nuevo”, afirma Lane. “Ahora recibo varias llamadas a la semana. Son muchos cachorros”.
Tradicionalmente, el paseo de perros atraía a quienes buscaban un trabajo estable, pero también flexibilidad para desarrollar otras pasiones. Era un trabajo atractivo para actores, músicos, escritores, estudiantes, jubilados, así como padres y madres que se quedaban en casa y para quienes se planteaban qué querían hacer.
El aumento de propietarios de mascotas, combinado con el auge de su cuidado, ha convertido el paseo de perros en un negocio, no solo de paseos normales, sino también de servicios más exclusivos para perros de ciudad, como caminatas por la naturaleza, excursiones de un día a granjas, campamentos de adiestramiento y spas caninos.
Michael Josephs, de 34 años, quien trabajó como maestro para niños con necesidades especiales en Brooklyn y solía entrenar a Willy, su Labrador mestizo, en el parque Prospect después de la escuela, es uno de los que buscan capitalizar el momento. “Luego de tres meses podía ir en mi bicicleta al parque y el perro corría atrás de mí”, dijo. “La gente veía nuestra relación y me preguntaba si podía entrenar a su perro”, explicó.
En 2019, Josephs decidió renunciar a su trabajo de maestro para crear Parkside Pups, donde cobra 20 dólares por una caminata grupal de 30 minutos. En un mes tiene alrededor de ocho clientes, trabaja unas cinco horas al día y gana 30.000 dólares al año.
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El negocio se paralizó durante los confinamientos por la pandemia de 2020, pero desde entonces se ha recuperado. “En 2022, nos ha ido muy bien”, dijo Josephs, que vive en Middletown, Nueva Jersey. “Antes veíamos sobre todo clientes en el centro de Brooklyn o en los alrededores del parque Prospect. Ahora vemos perros en barrios donde antes no se veían muchos perros, como Ditmas Park y Windsor Terrace”.
Ahora, Parkside Pups ofrece entrenamiento a cachorros (60 dólares por una hora), cuidado de mascotas (65 dólares al día) y visitas rápidas de 15 minutos a cachorros (12 dólares) y tuvo ingresos por más de 100,000 dólares el año pasado.
La esposa de Josephs, Clarissa Soto, lo ayuda en el negocio, y la pareja está pensando en ampliarlo a una guardería canina cerca del parque Prospect y a un campamento nocturno en el oeste de Connecticut. “Lo más importante para nosotros es que ahora tenemos seguridad económica para nuestro hijo”, afirma Soto, que dio a luz el año pasado. “Tenemos un fondo de ahorro creado para él, tenemos un fondo para la universidad”.
También tienen más ingresos disponibles. “Acabamos de pasar seis días de vacaciones con nuestras familias en Disney World”, explica Josephs. “Fuimos a Miami. Estuvimos en Canandaigua para una boda y nos quedamos un par de días. Podemos gastar con holgura”.
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Bethany Lane, de 35 años, vestía unas mallas negras y una chamarra acolchada cuando el pasado viernes por la tarde paseaba por la calle Bleecker de Manhattan con una manada de tres perros de raza goldendoodle y una bernedoodle llamada Tinkerbelle. Entraron en la tienda Whalebone por unos premios, antes de trotar por el parque del río Hudson y tomarse fotos con varios turistas.
Al cabo de una hora, Lane los llevó a una majestuosa residencia adosada propiedad de una pareja de profesionistas de alrededor de 40 años a los que les ha ido muy bien en el sector inmobiliario. “Mi trabajo consiste en hacer felices a los perros cuando sus dueños están ocupados”, explica. “Me enamoro de estos perros. Son como mis bebés”.
Lane empezó a pasear perros hace 11 años, después de graduarse de la Universidad de Rutgers y mudarse a Nueva York para hacer carrera en la salud pública. “Tenía que pagar el alquiler y los préstamos estudiantiles, así que entré en Craigslist”, cuenta. “Vi que alguien me pagaría por pasear perros. Como soy amante de los animales y estoy obsesionada con los perros, era perfecto”.
Cuando el negocio despegó, fundó Whistle & Wag en 2014 como un servicio de lujo de cuidado de mascotas en el West Village. En un momento dado, trabajaba 12 horas al día y pudo pagar sus préstamos estudiantiles y contratar a otros paseadores de perros.
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Ahora, casi tres años después del inicio de la pandemia, no puede mantener el ritmo de la demanda. Tras subir sus tarifas (a un cliente le cobró 35 dólares por paseo) y aceptar a docenas de clientes nuevos, piensa que pudo haber ganado seis cifras el año pasado (no quiso ser más concreta).
Tiene tanta confianza en el negocio que el verano pasado se compró una casa de fin de semana en Tuckerton, Nueva Jersey. “Es una casa de tres habitaciones, pero tiene un patio muy bonito y está en la bahía”, explica Lane, que renta un apartamento de dos habitaciones en el barrio de Williamsburg, en Brooklyn, con su pareja de toda la vida. “Puedo ir al restaurante que quiera, cuando quiera. Puedo irme de vacaciones. Soy muy afortunada”.
“Si le hubiera dicho a mi yo más joven que iba a ganarme la vida cuidando perros”, añade, “nunca lo habría creído”.
Es una época lucrativa para ser paseador de perros, sobre todo para los emprendedores del mundo de las mascotas que atienden a gente adinerada. Aunque las búsquedas en Rover y otros sitios de empleo dan como resultado paseadores de perros principiantes en Manhattan que apenas cobran 14 dólares por un paseo de 30 minutos, los paseadores de perros experimentados con clientes adinerados cobran casi el triple y ganan 100.000 dólares o más al año.
Al fin y al cabo, es un mercado boyante para los cuidadores de mascotas. Según la Sociedad Estadounidense para la Prevención de la Crueldad contra los Animales, más de 23 millones de hogares estadounidenses (casi 1 de cada 5 en todo el país) adquirieron un perro o un gato durante la pandemia. Con muchos estadounidenses de vuelta a la oficina, alguien tiene que pasear a todos esos cachorros pandémicos.
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“Antes de la pandemia, solía recibir una o dos llamadas al mes de un posible cliente nuevo”, afirma Lane. “Ahora recibo varias llamadas a la semana. Son muchos cachorros”.
Tradicionalmente, el paseo de perros atraía a quienes buscaban un trabajo estable, pero también flexibilidad para desarrollar otras pasiones. Era un trabajo atractivo para actores, músicos, escritores, estudiantes, jubilados, así como padres y madres que se quedaban en casa y para quienes se planteaban qué querían hacer.
El aumento de propietarios de mascotas, combinado con el auge de su cuidado, ha convertido el paseo de perros en un negocio, no solo de paseos normales, sino también de servicios más exclusivos para perros de ciudad, como caminatas por la naturaleza, excursiones de un día a granjas, campamentos de adiestramiento y spas caninos.
Michael Josephs, de 34 años, quien trabajó como maestro para niños con necesidades especiales en Brooklyn y solía entrenar a Willy, su Labrador mestizo, en el parque Prospect después de la escuela, es uno de los que buscan capitalizar el momento. “Luego de tres meses podía ir en mi bicicleta al parque y el perro corría atrás de mí”, dijo. “La gente veía nuestra relación y me preguntaba si podía entrenar a su perro”, explicó.
En 2019, Josephs decidió renunciar a su trabajo de maestro para crear Parkside Pups, donde cobra 20 dólares por una caminata grupal de 30 minutos. En un mes tiene alrededor de ocho clientes, trabaja unas cinco horas al día y gana 30.000 dólares al año.
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El negocio se paralizó durante los confinamientos por la pandemia de 2020, pero desde entonces se ha recuperado. “En 2022, nos ha ido muy bien”, dijo Josephs, que vive en Middletown, Nueva Jersey. “Antes veíamos sobre todo clientes en el centro de Brooklyn o en los alrededores del parque Prospect. Ahora vemos perros en barrios donde antes no se veían muchos perros, como Ditmas Park y Windsor Terrace”.
Ahora, Parkside Pups ofrece entrenamiento a cachorros (60 dólares por una hora), cuidado de mascotas (65 dólares al día) y visitas rápidas de 15 minutos a cachorros (12 dólares) y tuvo ingresos por más de 100,000 dólares el año pasado.
La esposa de Josephs, Clarissa Soto, lo ayuda en el negocio, y la pareja está pensando en ampliarlo a una guardería canina cerca del parque Prospect y a un campamento nocturno en el oeste de Connecticut. “Lo más importante para nosotros es que ahora tenemos seguridad económica para nuestro hijo”, afirma Soto, que dio a luz el año pasado. “Tenemos un fondo de ahorro creado para él, tenemos un fondo para la universidad”.
También tienen más ingresos disponibles. “Acabamos de pasar seis días de vacaciones con nuestras familias en Disney World”, explica Josephs. “Fuimos a Miami. Estuvimos en Canandaigua para una boda y nos quedamos un par de días. Podemos gastar con holgura”.
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