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Masticando hojas de coca y con látigos en la mano, Castillo recorría los senderos de un caserío en la región de Cajamarca, antes de ser candidato presidencial. Pertenecía a las rondas campesinas, una suerte de policía comunitaria muy respetada por los lugareños, que carece de reconocimiento oficial. Nació en Puña, un pueblo del distrito de Chota, en la región norteña de Cajamarca, donde es maestro de una escuela rural desde hace 24 años.
Fue allí donde conoció a su esposa Lilia Paredes, quien hasta hace unos días empacaba las maletas en su casa ubicada en el corazón rural de los Andes para mudarse a Lima, y posiblemente vivir en la Casa de Pizarro, el Palacio de Gobierno y la sede principal del poder ejecutivo peruano.
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Pero hoy Pedro Castillo anunció en su discurso unos planes diferentes para su familia (y su Gobierno): “No gobernaré desde la Casa de Pizarro porque creo que tenemos que romper con los símbolos coloniales para acabar con las ataduras de la dominación que se han mantenido vigentes por tantos años. Cederemos el palacio al nuevo Ministerio de las Culturas para que sea usado como un museo que muestre nuestra historia desde sus orígenes hasta la actualidad”, dijo el mandatario.
Una posición que Lilia Paredes comparte desde hace días: “somos gente de provincia y casi siempre el provinciano tiene que pasar años para tener una propiedad capitalina (...) Si me dicen que viva en otro lugar, también sería igual, nosotros no somos reyes para vivir en un palacio, nosotros vamos a trabajar”, dijo la también profesora rural de 48 años a Los Angeles Times.
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Castillo y Paredes tienen tres hijos: Arnol, de 16 años, Alondra, de seis, y Jennifer, de 23. “Alondrita seguirá estudiando en una escuela pública, pero me gustaría que sea en una de monjitas”, dijo Paredes al mismo diario estadounidense. “Llevaremos lo necesario, lo que es más útil para nosotros en la ciudad”, refiriéndose a los libros y materiales de estudio de sus hijos.
Antes de emprender su viaje a la capital, la futura primera dama y su familia asistieron a un culto en la iglesia del Nazareno que está ubicada a pocos metros de su casa, informó Los Angeles Times. Al finalizar la ceremonia, Lilia Paredes pidió la palabra: “todos nos conocen, nunca nos vamos a olvidar de dónde somos y dónde tenemos que volver porque los cargos no son para siempre”.