Así se han instalado los migrantes de todo el mundo que llegan a vivir a Nueva York
Los albergues para inmigrantes de Nueva York han creado un nuevo tipo de barrio de inmigrantes: pueblos que aparecen de la noche a la mañana donde la plaza central es un estacionamiento o el vestíbulo de un hotel.
Andy Newman - The New York Times
Los recién llegados a Nueva York procedían de todo el mundo. Se repartieron por todos los rincones de esta ciudad: a más de 200 albergues en hoteles readaptados, antiguas cárceles y escuelas o enormes dormitorios en tiendas de campaña con catres tan juntos que se tocan.
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Los recién llegados a Nueva York procedían de todo el mundo. Se repartieron por todos los rincones de esta ciudad: a más de 200 albergues en hoteles readaptados, antiguas cárceles y escuelas o enormes dormitorios en tiendas de campaña con catres tan juntos que se tocan.
Los albergues para inmigrantes de Nueva York han creado un nuevo tipo de barrio de inmigrantes: pueblos que aparecen de la noche a la mañana donde la plaza central es un estacionamiento o el vestíbulo de un hotel.
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Desde siempre, Nueva York ha sido un imán para los nuevos estadounidenses. Más de un tercio de sus residentes (más de 3 millones de personas) son inmigrantes. Antes de que la pandemia interrumpiera los patrones migratorios, el censo contabilizaba que cada año había en la ciudad unas 60.000 personas nacidas en el extranjero que un año antes vivían en otro país.
La diferencia con respecto a los 116.000 migrantes que empezaron a llegar el año pasado es la cantidad de personas que llegaron a la vez y cuántas entraron de inmediato en el sistema de albergues para personas sin hogar de la ciudad, que casi se encuentra al límite de su capacidad.
En tiempos normales, los inmigrantes gravitan hacia los barrios donde sus compatriotas han establecido redes sociales y, poco a poco, son absorbidos por la ciudad. El nuevo contingente llegó en tropel, como resultado del agravamiento de la violencia y la pobreza en los países afectados por la pandemia. Muchos no tienen una comunidad a la cual recurrir y la están creando de cero en los refugios.
Centro de Manhattan
Un verano en crisis
Viernes por la noche en Times Square: dos niños están sentados en la acera. Un mar incesante de piernas pasaba a su lado: espectadores de teatro y turistas, vendedores ambulantes que gritaban, oficinistas. Los niños, Ángel Martínez y Anthony Osuna, primos de 8 años, ni los miraban. Llevaban ocho meses sin verse. Sus familias lloraron cuando se reunieron cerca de un gran hotel centenario convertido en refugio. Los niños pasaron a lo suyo: dibujaron en un libro para colorear, como hacían en Puerto La Cruz, Venezuela. En su nuevo hogar, el Row NYC, viejos amigos y familiares renuevan sus lazos y desconocidos de distintos países se convierten en vecinos.
La crisis migratoria de Nueva York es una muestra de la crisis mundial, agravada por una combinación de políticas migratorias nacionales y políticas locales. La ciudad ya recibía más inmigrantes el verano pasado. Entonces, los gobernadores republicanos empezaron a enviar autobuses de inmigrantes que habían cruzado la frontera sur a ciudades gobernadas por demócratas para ejercer presión sobre la inmigración ante la Casa Blanca. El alcalde Eric Adams prometió que Nueva York haría todo lo posible por ayudarlos.
En la ciudad de Nueva York, el sistema de albergues para personas sin hogar debe proporcionar una cama a todo el que la pida. Se generó un ciclo que se retroalimenta: se corrió la voz de que aquí había refugio garantizado y vino más gente.
En julio, Adams dijo que ya no había más espacio. Los migrantes se quedaron a dormir en las banquetas afuera de un centro de acogida en el centro de Manhattan. Más tarde, se informó que la ciudad tenía cientos de camas disponibles en su sistema principal de acogida, que se ha mantenido en gran medida separado del sistema de acogida creado para los inmigrantes.
Casi todos los planes de la ciudad para abrir un nuevo refugio importante han sido recibidos con protestas en Staten Island, en Brooklyn, en la residencia del alcalde de Manhattan, Gracie Mansion.
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Floral Park, Queens
Protesta por la ciudad de tiendas de campaña
Un complejo de tiendas de campaña para 1000 hombres en el estacionamiento del Centro Psiquiátrico Creedmoor de Floral Park suscitó la oposición de los residentes que no querían que los hombres se alojaran cerca de una escuela y una Asociación de Jóvenes Cristianos (YMCA, por su sigla en inglés). Harjeet Singh Sandhu, un muralista que lleva más de 25 años viviendo cerca de Creedmoor, encabezó una protesta de unas 500 personas.
“No queremos una ciudad de tiendas de campaña aquí”, afirmó Singh, quien emigró de la India en los años ochenta. “Vendrá toda esa gente. No sabemos si son delincuentes”.
Los manifestantes de Creedmoor corearon el himno nacional de Estados Unidos y cerraron la calle. Cuando los migrantes llegaron a las tiendas de campaña, los manifestantes les gritaron que se fueran a su casa.
Manuel Castro, comisionado de la Oficina de Asuntos Migratorios de la Alcaldía, dijo que los manifestantes deberían enojarse con el gobierno federal. La ciudad ha solicitado más asistencia. “Esto no puede recaer solo en manos de la ciudad y el estado de Nueva York”, manifestó.
Isla Ellis
A la sombra de la estatua
Muchos líderes políticos y activistas han dicho que los migrantes son solicitantes de asilo. Pero esa designación no se otorga tan fácilmente. Project Rousseau, una organización sin fines de lucro que ofrece asistencia jurídica a los migrantes, los ayuda a llenar la a menudo desalentadora solicitud de asilo.
Hace poco, la organización llevó a un grupo, del que formaban parte Arezo Mohammadi y su hijo, Mohammad, migrantes de Afganistán, a la Isla Ellis.
Mohammadi comenzó a llorar cuando el ferri pasó junto a la Estatua de la Libertad. “Es muy grande, puedes verla, es increíble”, dijo Mohammadi a su hermana en Kabul, Afganistán.
Los aspirantes al asilo llenaron sus solicitudes con cuidado, repasando tres, cuatro o cinco veces cada línea. Los abogados de Project Rousseau dijeron que cualquier irregularidad puede ser contraproducente.
La ciudad presiona cada vez más a los inmigrantes y les ofrece más ayuda para encontrar alojamiento, de modo que puedan salir de los albergues y dejar lugar a los recién llegados. Casi la mitad de los 116.000 que han entrado en los centros de acogida de la ciudad se han marchado.
Aqdas Shahnoory, de 17 años, y su familia huyeron del régimen talibán en Afganistán. En la isla Ellis, pronunció un discurso en darí, una variante afgana del persa: “Debemos recordar que los migrantes no son solo números o estadísticas, son personas con sueños”.
Williamsbridge, el Bronx
Una tarjeta de presentación desde la frontera
Alrededor de tres cuartas partes de los migrantes en la ciudad provienen de Sudamérica, pero hay otro grupo creciente de África occidental. Algunos africanos se saltan el sistema municipal y acuden primero a centros de acogida comunitarios.
Un imán senegalés, Omar Niass, dirige un refugio improvisado en el Bronx. Los migrantes lo encuentran porque se corre la voz sobre su ubicación. Uno llegó con una fotografía en su teléfono de la tarjeta de presentación del imán.
Al menos 50 hombres duermen dentro y fuera de la casa, que también sirve de mezquita con una sala de culto en el sótano.
Según el imán, cada día llegan a la casa una docena de personas. Su teléfono suena sin cesar. A menudo es la Patrulla Fronteriza. “Me llaman: ‘¿Sabes que este tipo tiene tu dirección?’ Yo digo: ‘Sí’. ¿Qué puedo decir: ‘No’?”.
Muchas veces, el imán Omar está exhausto, pero nunca deja de ayudar. Así ha sido desde el año 2020. “Cualquier cosa que la gente necesite, no dices que estás cansado. Hay que seguir adelante. Aunque estés enfermo, si un ser humano te necesita, te levantas. Te levantas para ir a hacer lo que se necesita”.
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Sunset Park, Brooklyn
Oraciones y verbos irregulares
El barrio de Sunset Park, en Brooklyn, ya era un refugio para inmigrantes, en su mayoría procedentes de China y México.
Mientras caía la noche una tarde reciente, Elnazir Sidding, un nuevo inmigrante de Sudán, se sentó en una banca del parque que da nombre al barrio, a estudiar inglés y a repetir verbos irregulares: “Awake, awoke, awoken. Be, was, been. Become, became, become”.
En las escaleras de un centro recreativo dentro del parque que se utilizaba como refugio, Ahmed Haiballa, de Mauritania, sacó su tapete para rezar el Maghrib, la oración de la tarde.
Llegó una entrega de alimentos halal y el tapete se convirtió en una mesa donde Haiballa cenó pollo (desde entonces, el refugio del centro recreativo, tan frecuentado, ya cerró).
A medida que el verano cede paso al otoño, los migrantes continúan llegando a la ciudad. En todo caso, el ritmo se ha acelerado en las últimas semanas, a medida que más personas, incluidas más familias con niños, han cruzado la frontera. El alcalde y la gobernadora de Nueva York están presionando para poner límites a la garantía de acogida de la ciudad ordenada por los tribunales.
“Nunca se contempló que la ciudad tuviera un derecho u obligación ilimitado y universal de albergar literalmente a todo el mundo”, declaró el mes pasado la gobernadora Kathy Hochul.
Ángel Martinez y Anthony Osuna, primos de 8 años de Puerto la Cruz, Venezuela quienes no se habían visto en 8 meses, colorean juntos en una ajetreada tarde de viernes en Times Square en Manhattan, el 11 de agosto de 2023. (Todd Heisler/The New York Times)
La bandera estadounidense en la ventana de un autobús que transporta a los inmigrantes recién llegados a los refugios de toda la ciudad después de haber sido procesados en el Hotel Roosevelt de Manhattan, el 3 de agosto de 2023.
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