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Biden, con el tiempo en contra

Es posible que el presidente solo tenga dos años, en lugar de cuatro, para aprobar sus actos legislativos. Se avecinan las elecciones de medio término en 2022 y la historia nos dice que el partido en el poder suele perder escaños. Panorama de sus primeros días en la Casa Blanca.

Lawrence Gumbiner*
29 de abril de 2021 - 02:00 a. m.
Joe Biden cumplirá sus primeros 100 días como presidente de EE. UU. el 30 de abril
Joe Biden cumplirá sus primeros 100 días como presidente de EE. UU. el 30 de abril
Foto: EFE - Stefani Reynolds / POOL
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Desde 1933, cuando el presidente Franklin Roosevelt anunció el balance de sus primeros 100 días para sacar a Estados Unidos de la Gran Depresión, el análisis de los primeros 100 días de un mandato presidencial ha sido el punto de referencia para evaluar el éxito o el fracaso temprano de una presidencia. Los primeros 100 días del mandato de Joe Biden han estado plagados de acción, cambio, conflicto, éxito y fracaso. ¿Cómo debemos considerar esta primera etapa de la presidencia de Biden y qué augura para el futuro?

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Cuando Joe Biden tomó juramento del cargo el 20 de enero, recién terminado el episodio de acusaciones de fraude electoral formuladas por el expresidente Trump, heredó un Estados Unidos polarizado, diferente a todo lo que habíamos visto en tiempos recientes. También enfrentó el desafío de sacar a EE. UU. de la pandemia e impulsar la economía. Por naturaleza, Biden es un conciliador, un negociador. Su trayectoria en el Senado, y como vicepresidente de Barack Obama, fue la de un político afable y simpático dispuesto a sentarse con sus oponentes y buscar una solución para satisfacer a ambas partes. Siempre fue considerado un moderado dentro del Partido Demócrata y no fue un partidario de expandir el tamaño del gobierno.

Pero el EE. UU. del 2021 es diferente al de cuando Biden dejó la vicepresidencia, y más diferente aún al de 1972-2008 cuando fue senador. Biden presidente ha venido a Washington pensando en grande. Ha lanzado su presidencia con ideas audaces que vienen con costos elevados. Hay tres razones para esto. Primero, la pandemia del Covid-19 y sus consecuencias económicas generaron apoyo público para que el gobierno federal desempeñara un papel más importante en la vida de las personas. El público estadounidense normalmente se ha mostrado escéptico a un gobierno grande, pero en las situaciones de crisis recurren a Washington en busca de respuestas y soluciones. En segundo lugar, el ala progresista del Partido Demócrata, que apoya una mayor intervención del gobierno en la sociedad, se ha vuelto más fuerte, más vocal y respaldó a Joe Biden con el entendimiento de que presentará las políticas que ellos apoyan. Finalmente, debido a las peculiaridades de la política estadounidense, es posible que el presidente Biden solo tenga dos años en lugar de cuatro para aprobar sus actos legislativos más importantes. En este momento, los demócratas tienen escasa mayoría en la Cámara de Representantes y el Senado.

En 2022, toda la Cámara y un tercio del Senado tendrán que someterse a nuevas elecciones. La historia nos dice que el partido en el poder suele perder escaños en las elecciones provisionales. Muchos analistas predicen que los republicanos recuperarán uno o ambos órganos del Congreso en 2022. Por esto, el presidente Biden y su equipo creen que deben actuar ahora para aprobar importantes leyes mientras pueden hacerlo frente a la oposición republicana.

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La primera prueba de fuego de este enfoque ambicioso fue la aprobación, el 11 de marzo, de un paquete de ayuda económica para afrontar el Covid de 1,9 billones de dólares. Ningún republicano votó a favor del proyecto de ley que estipula pagos a la mayoría de los estadounidenses para aliviar los efectos de la pandemia, junto con una caja de sorpresas de otros gastos para promover la agenda más progresista de Biden. El presidente dijo que trató de trabajar con los republicanos en vano. Los republicanos dijeron que nunca lo intentó. La verdad está sin duda en el medio. Pero la conclusión es que Biden no esperó a ver si se podía llegar a un acuerdo; tan pronto como se enfrentó a la oposición, utilizó su mayoría en el congreso para aprobar el proyecto de ley.

El siguiente paso es un enorme proyecto de infraestructura, para reparar carreteras y puentes y mejorar la infraestructura técnica de los EE. UU., que se estima que costará más de $2 billones. Mejorar la infraestructura es una necesidad importante. Pero la propuesta también contiene inversiones sociales que generan polémicas en el país. Muchos economistas también están preocupados. El gran aumento del gasto del gobierno de Estados Unidos eleva la deuda y genera riesgos de inflación. Y será necesario aumentar impuestos para pagar por los gastos. No obstante, por ahora, la Administración Biden no está preocupada. Este presidente busca la mayor expansión en la actividad del gobierno de los Estados Unidos desde el New Deal de Franklin Roosevelt y la Gran Sociedad de Lyndon Johnson.

A nivel internacional, el presidente ha realizado cambios rápidos y notables. Ha devuelto a Estados Unidos a la diplomacia multilateral, en contraste con el estilo bilateral y transaccional de su predecesor. Ha vuelto a traer a Estados Unidos al acuerdo climático de París, a la Organización Mundial de la Salud y al Consejo de Derechos Humanos de la ONU. También les aseguró a sus aliados en la OTAN y el Pacífico que considera que la acción coordinada es preferible a las sanciones y actividades unilaterales. Se han reanudado las negociaciones con Irán para volver a unirse al pacto nuclear acordado inicialmente con el presidente Obama. En particular, le ha avisado al ruso Vladimir Putin de que la cercana relación que disfrutaba con el presidente Trump ha terminado. Llamándolo "asesino", se enfrentó directamente al líder ruso y ya aumentó las tensiones entre las dos potencias.

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Sin embargo, la Administración Biden ha continuado con varias políticas de alto perfil de la administración Trump que fueron generalmente consideradas como exitosas. En el Medio Oriente, Estados Unidos apoyará el progreso logrado en la normalización entre Israel y varios vecinos árabes bajo los Acuerdos de Abraham. Se reanudará la ayuda a los palestinos, pero la negociación de una solución de dos estados entre Israel y los palestinos ya no domina la agenda en la región. En cuanto a China, aunque no ha sido tan belicoso públicamente ni tan apresurado en la implementación de las sanciones, Biden ha mostrado la intención de mantener una postura dura. De manera similar con Cuba y Venezuela, no hay indicios en el corto plazo de que la administración pretenda alterar las sanciones y la retórica pública.

América Latina no es una prioridad en la actualidad para los EE.UU. Los desafíos internos, las problemas más urgentes de China, Rusia, Irán y Afganistán, además del fuerte compromiso del presidente en las negociaciones climáticas internacionales, significa que hay poco espacio político para los problemas hemisféricos. Es poco probable que esto cambie a corto plazo, salvo que haya alguna crisis. La única excepción es América Central, donde la Casa Blanca participa activamente para detener un mayor flujo de migrantes. La devastación económica debido al Covid-19 y los huracanes recientes, sumado a la percepción de que es más fácil ingresar a los Estados Unidos, ha llevado a un número sin precedentes de migrantes a movilizarse hacia el norte. Esta profunda atención al tema está directamente relacionada con el hecho de que la inmigración es un problema de política doméstica candente, uno que catapultó a Donald Trump a la presidencia. Biden entiende que el control de los flujos de inmigración será un foco de atención significativo para esta presidencia, más aún si no es atendido debidamente.

Hasta ahora, la respuesta del público a Joe Biden y sus políticas ha sido positiva, si no sensacional. En esta etapa de su presidencia, sus índices de aprobación son similares a los que tuvo Bill Clinton y los dos presidentes Bush. Se encuentra por detrás de lo que estuvieron los populares Barack Obama y Ronald Reagan, pero disfruta de índices de aprobación significativamente mejores que los de Donald Trump. El público aprueba su liderazgo frente al Covid y la asistencia gubernamental, así como las propuestas de infraestructura. Sin embargo, todavía es temprano. El éxito futuro depende de que la economía continúe recuperándose y de que el país salga de la pandemia. La inmigración sigue siendo un tema divisivo que podría cambiar rápidamente la opinión pública sobre la presidencia de Biden. La polarización todavía está presente, aunque no tan pública ni ferviente como cuando Trump estaba en la presidencia. Las cuestiones de raza, desigualdad y acceso a las armas siguen siendo muy delicadas y podrían estallar en cualquier momento.

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Donald Trump ha estado inusualmente callado desde que dejó la presidencia y fue suspendido de Twitter. Si bien los medios de comunicación están sufriendo una caída en los índices de audiencia, el público está contento con el descanso de la polémica que caracterizó la presidencia de Trump. Es probable que eso no dure mucho, ya que el expresidente sigue siendo un potente recaudador de fondos para el Partido Republicano y aún tiene fuerte influencia sobre sus seguidores leales.

Si bien muchos ojos estarán puestos en la próxima carrera presidencial en 2024, los expertos seguirán de cerca las elecciones al Congreso de 2022, particularmente las primarias republicanas donde se elegirán a los candidatos que se enfrentarán a los Demócratas. Muchas de esas primarias enfrentarán a republicanos pro-Trump contra republicanos anti-Trump y serán la primeras pruebas del cuanto poder mantiene Donald Trump dentro de su propio partido.

*Exdiplomático estadounidense, consultor internacional y profesor de la U. Javeriana.

Por Lawrence Gumbiner*

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