![Un hombre pasa frente a una casa de cambio en México.](https://www.elespectador.com/resizer/v2/6JMGOTWSXVHFBFBZKUKFDEWQTM.jpg?auth=a1d16437d281d1c7ea27f62deeda2dcd881de5c08babff515093ee27c8569864&width=920&height=613&smart=true&quality=60)
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Colombia se ha salvado momentáneamente de entrar en una guerra comercial con Donald Trump, pero los vecinos de Estados Unidos siguen preocupados por sus amenazas. Según la portavoz de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, el presidente estadounidense planea cumplir con su promesa de imponer tarifas del 25 % a las importaciones de México y Canadá.
“Hemos visto un nivel histórico de cooperación por parte de México. Pero, repito, por lo que sigo haciendo, y eso fue anoche cuando hablé directamente con el presidente, el 1 de febrero sigue en pie”, dijo Leavitt el martes.
Canadá y México en conjunto abarcan cerca del 30 % de las importaciones estadounidenses, lo que convierte la amenaza de aranceles en un riesgo significativo para la economía de los tres países. Expertos como Matthew Martin, de Oxford Economics, alertan que las tarifas podrían elevar la inflación en EE. UU. hasta en 0.5 puntos porcentuales y frenar el crecimiento en un 0.7 %.
Efectos de los aranceles en Norteamérica
Además, sectores clave como el automotriz y el energético serían los más afectados, con posibles aumentos de precios de hasta US$3.000 en vehículos y un alza de 20 a 50 centavos por galón en gasolina en regiones dependientes del crudo canadiense.
La administración Trump, sin embargo, minimiza estas preocupaciones. Kevin Hassett, director del Consejo Económico Nacional, argumenta que las críticas no consideran la totalidad de las políticas económicas de Trump, como la desregulación y los recortes de impuestos. A pesar de esto, el potencial impacto en los hogares estadounidenses ha generado incertidumbre en los mercados.
Cualquier represalia podría intensificar un conflicto comercial que, según el Peterson Institute for International Economics, podría costar $200 mil millones al PIB de EE. UU. y hundir a México en una recesión. Este escenario, paradójicamente, podría agravar el problema migratorio que Trump busca combatir, al incrementar los incentivos para que más mexicanos crucen la frontera de manera irregular.
¿Puede imponer aranceles?
Joe Brusuelas, de la firma RSM, considera que Trump podría estar usando esta amenaza como una estrategia política para fortalecer su imagen ante su base electoral. Goldman Sachs estima que existe apenas un 20% de probabilidades de que las tarifas se implementen, señalando que el presidente ya ha utilizado tácticas similares sin llegar a ejecutarlas, como en 2019.
La ministra canadiense de Asuntos Exteriores, Melanie Joly, anunció el lunes su intención de proponer una respuesta “coordinada” a las amenazas de aranceles a México, Reino Unido y la Unión Europea, antes de una visita a Washington destinada a aliviar las tensiones.
Joly aseguró a la prensa en Ottawa que ya estaba en contacto con su homólogo mexicano y añadió que hablaría con funcionarios europeos esta semana.
La cuestión de los derechos de aduana estará “en el centro” de las discusiones, dijo la jefa de la diplomacia canadiense, al precisar que buscaba una “coordinación”.
Según ella, las conversaciones entre Londres y las capitales del bloque europeo se refieren a “las diferentes respuestas posibles a los derechos de aduana”.
100 % “made in USA”
Algunos empresarios estadounidenses aprendieron a lidiar con la globalización y no esperan milagros de los eventuales aranceles de Trump.
“Hace 25 años que escucho que la industria volverá a Estados Unidos”, pero en lugar de una marea “se trata de granitos de arena y nada más”, resumió Stephen Liquori.
Desde hace 40 años está al frente de Goodwear, que fabrica camisetas o shorts en Massachusetts a partir de algodón 100 % producido en Estados Unidos. Con 70 años, vio cómo la industria textil dejaba poco a poco el país.
Tras la adhesión de China a la OMC en 2001 y la supresión de las cuotas de exportación, cientos de miles de empleos textiles desaparecieron en el país.
En 1999/2000 “teníamos siete fábricas” estadounidenses “que nos abastecían, porque nuestro volumen era muy alto”, recuerda Liquori. “Todas cerraron” y eso obligó a encontrar proveedores a través de la Red de Productores Textiles Estadounidenses (AAPN), explica.
Goodwear encontró su nicho, de productos de calidad “a precios razonables (...) que duran 10, 20 años, o más”, señala su fundador.
“Mientras hagamos las cosas correctamente, tendremos clientes”, afirma.
De imponerse aranceles por parte del gobierno de Donald Trump, los consumidores podrían tener que pagar más caros sus productos, aunque Goodwear seguirá lejos de los precios en las grandes tiendas.
Trump “no va a calmar la inflación rápidamente”, advierte el empresario. “De hecho, va a añadirle presión” a los precios “desafortunadamente”, sentencia.
La preocupación es la misma para Shuyler Mowe, al frente de Nicks Handmade Shoes, con sede en Spokane (estado de Washington, noroeste), una fábrica de calzado de trabajo de alta calidad, a mano y con cuero estadounidense, principalmente destinado a los bomberos.
“Tal vez a corto plazo” los derechos de aduana “podrían ayudarnos”, pero “la preocupación es que si impulsa la inflación, habrá que pagar más” salarios y aumentar los costos de producción, resume.
Sobre la ambición de Trump de devolver la producción a Estados Unidos, el joven ejecutivo advierte que no hay que esperar demasiado en el corto plazo.
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