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Aterricé en Cancún el pasado 10 de julio con deseos de pasar un extraordinario fin de semana en esa perla del Caribe y grabar videos del viaje para mi página informativa de Facebook Caribe Noticias 24/7.
Cuando me presenté ante el puesto de control de la autoridad migratoria mexicana, el agente revisó mis documentos, me pidió la reserva del hotel donde me hospedaría –que le mostré en un PDF– y me preguntó cuántos dólares llevaba conmigo (1.100 USD). Incluso, me pidió mi celular, a lo cual accedí sin ningún problema. Allí permanecí mostrando papel por papel que me solicitaba el agente del Instituto Nacional de Migración (INM), hasta que, sin darme explicación alguna, me informó que sería conducido a las oficinas de la entidad para una segunda entrevista.
Lea: A nadie le importa el trato a viajeros rechazados en el aeropuerto de Cancún
A esas oficinas llegaban de cuando en cuando más viajeros de distintas nacionalidades, aunque en su mayoría brasileros. En estas oficinas es donde el INM realiza una segunda entrevista a los viajeros que a su juicio no cumplen las características de turistas, como fue mi caso. Allí, me llamó la atención que un agente estadounidense acompaña a los agentes mexicanos de migración a hacer esas entrevistas y juntos acorralan a los viajeros, incluso con palabras despectivas, hasta que finalmente deciden si les permiten el ingreso o no a territorio mexicano. La presencia de ese agente estadounidense la documentó este mismo diario en esta historia, en la que lo referenció como funcionario de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP, por sus siglas en inglés). El INM no ha podido explicar la presencia de dicho agente en el aeropuerto de Cancún.
Después de permanecer durante cinco horas en ese lugar, nos reunieron a un grupo de viajeros rechazados y nos llevaron a lo que el INM llama la ‘sala de tránsito’: una bodega del aeropuerto totalmente iluminada, donde encontré a unas 50 personas, entre ellas 12 niños: siete brasileros, cuatro peruanos y una niña colombiana cargada por su padre de rostro desencajado.
Cuando llegamos el lugar estaba sucio, había basura por todos lados y era evidente que la bodega no recibía aseo hacía tiempo, sin contar el mal olor que había en el ambiente. El papá de la niña colombiana se logró desesperar y cuando volvieron a abrir la puerta que permanece cerrada bajo llave las 24 horas se salió forzosamente con su hija en brazos, quien no supera los cuatro años de edad. El joven papá expresó su rechazo por el lugar y el trato que estaba recibiendo, y se negaba a volver a entrar a esa bodega sucia y desagradable.
Rápidamente llegaron los agentes de migración y lo amenazaron con capturarlo y deportarlo, además de separarlo de su hija, lo que puso aún más nervioso al angustiado padre. Yo, al ver lo que pasaba y luego de varios minutos lo persuadí para que volviera a entrar pues tenía miedo de que las amenazas de los agentes se cumplieran; soy también papá y entendía su frustración, pero temía que fuera a perder a su hija. “Es increíble que mi niña y yo pasemos por esto, lo que iba a ser nuestro viaje soñado se ha vuelto una pesadilla porque los agentes del INM basados en un concepto sin revelar nos calificaron como turistas no confiables”, me dijo aquel papá entre lágrimas y frustración.
Cuando uno está en esa bodega, encerrado bajo llave por los agentes migratorios mexicanos, busca la forma de que el tiempo pase rápido, pero no es fácil porque estando ahí con las luces encendidas las 24 horas no se sabe si es de día o es de noche.
Caminé con las manos en los bolsillos mirando a cada persona que estaba ahí conmigo y me descompuso ver a una familia completa de brasileros, abrazados y desconsolados que aún no se explicaban por qué les estaba pasando eso. Vi a un hombre mayor, enfermo de diabetes, y sus hijas golpeaban la puerta para que los agentes del INM les abrieran y les permitieran suministrarle la medicina, pues antes de ingresar a esa bodega los viajeros son obligados a dejar todas sus pertenencias afuera, en el pasillo.
Me llamó la atención un hombre barbado, con semblante atribulado, me acerqué y luego de cruzar un par de palabras, Filip Zalewski –como es su nombre– me contó que ya ajustaba más de tres meses encerrado, viviendo en esa bodega.
De origen polaco, había llegado a México el 10 de septiembre de 2020 y adquirió el estatus de residente permanente. En abril pasado salió hacia Panamá a atender un viaje de negocios y cuando regresó a Cancún, el 21 de abril de 2022, agentes del INM impidieron su ingreso, lo condujeron a las oficinas de la entidad y luego vino a parar a esta bodega donde lo encontré.
En este video inédito, Zalewski relata cómo han sido sus condiciones de vida durante más de tres meses sin ver la luz del sol ni respirar aire fresco:
Hoy, Filip Zalewski ocupa los titulares de la prensa y la televisión mexicana luego de que la revista Proceso contara su historia. Allí, el medio documentó cómo con el argumento de que existe una alerta migratoria en su contra se le impidió el ingreso y, como él se niega a ser devuelto al país del que llegó, ha tenido que esperar más de 90 días en esa bodega mientras se resuelve su situación jurídica, que ya está en los tribunales.
Por su parte, el INM se pronunció públicamente sobre el caso y sostuvo que el hombre es requerido con una ficha roja de Interpol por probables delitos de delincuencia organizada y lavado de dinero. La entidad aseguró que Zalewski interpuso dos amparos para evitar su deportación o expulsión de México.
Pasé 30 horas detenido en esa bodega del aeropuerto de Cancún, pese a tener todos los papeles en regla y cumplir con todos los requisitos para entrar a México. La decisión fue de completa discrecionalidad del INM, pese a que en febrero de este año ese país y Colombia diseñaron un formulario en línea para disminuir el número de colombianos rechazados en aeropuertos de México.
No son solo colombianos. Durante 2021, cerca de 30.000 extranjeros fueron rechazados solo en el aeropuerto de Cancún, el segundo que más rechaza viajeros después del aeropuerto de Ciudad de México, con 40.000 casos el año pasado, según datos del propio INM. En total, durante 2021 México obligó a devolverse a 72.895 personas, lo que equivale a 200 expulsiones diarias. La cifra de 2021 es cuatro veces mayor que la de 2020 (16.286) y más del doble que la de 2019 (31.008). Si bien muchas de esas personas, quizá la mayoría, tenían como destino final Estados Unidos, muchos otros, que íbamos de turismo a la Riviera Maya, caemos por prejuicio y perdemos el dinero de los tiquetes, los planes turísticos, el hotel y las vacaciones.
*Periodista de Caribe Noticias 24/7