Caso Villavicencio: ¿tiene sentido comparar a Ecuador con Colombia de los años 80?
El asesinato del candidato presidencial Fernando Villavicencio ha llevado a que se compare la situación de Ecuador con los peores años de la violencia en Colombia; lo cual es comprensible, pero no fiable para examinar el panorama del país vecino. Otro caso ayuda a tener una mejor visión y examen.
Camilo Gómez Forero
“Lo que Colombia sufrió en los años 80 y lo que México padeció en los 90, Ecuador lo está sufriendo hoy. Nuestro país ha sido entregado al narcotráfico, y estas son las consecuencias”, dijo Otto Sonnenholzner, exvicepresidente ecuatoriano y candidato a la presidencia por la coalición Actuemos.
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“Lo que Colombia sufrió en los años 80 y lo que México padeció en los 90, Ecuador lo está sufriendo hoy. Nuestro país ha sido entregado al narcotráfico, y estas son las consecuencias”, dijo Otto Sonnenholzner, exvicepresidente ecuatoriano y candidato a la presidencia por la coalición Actuemos.
El asesinato del candidato Fernando Villavicencio en el norte de Quito ha llevado a que muchos, como Sonnenholzner, comparen la situación de Ecuador con los peores años de la violencia en Colombia, que se cobraron la vida de figuras políticas como Luis Carlos Galán, Bernardo Jaramillo y Carlos Pizarro Leongómez, todos candidatos a la presidencia de 1990.
Trazar una comparación entre el caso de Villavicencio y el de Galán particularmente se hace casi inevitable por las varias similitudes que hay: tanto Ecuador como Colombia estaban sacudidos por el narcotráfico en la antesala de las elecciones y ambos candidatos eran abanderados de la lucha anticorrupción, además de que ambos tuvieron una faceta de periodistas. Incluso, ambos asesinatos ocurrieron en agosto, con menos de diez días de diferencia entre ambas fechas. Pero ¿tiene sentido comparar el caso ecuatoriano con el colombiano?
“Las comparaciones son comprensibles. Es muy difícil no pensar en Galán, Jaramillo o Pizarro, pues es un candidato que asesinan. Pero tales comparaciones no son fiables, no son reveladoras y son ilusorias”, explica Mauricio Jaramillo, internacionalista y profesor de la Universidad del Rosario con maestría en Seguridad Internacional y Relaciones Internacionales del Instituto de Estudios Políticos de Toulouse.
Según Jaramillo, hay tres diferencias que hacen engañosa la comparación. El primero es la sistematicidad. En Ecuador, lo sistemático son las masacres en las calles. “Todavía no hay un patrón de violencia político tan marcado”, dice Jaramillo. Aunque en mayo atacaron a Luis Chonillo, alcalde de Durán, y hace solo unas semanas asesinaron a Agustín Intriago, alcalde de Manta, los niveles no son comparables con lo ocurrido en Colombia. Además, comenta el profesor, “todavía no sabemos si el asesinato de Villavicencio se dio como parte de una conspiración como en el caso colombiano”.
“Es un hecho inusual, pues siempre se había mencionado que Ecuador era la ‘isla de paz’ entre Colombia y Perú, pero ahora vemos cómo ha evolucionado la violencia”, dice Carolina Bazante, periodista ecuatoriana especializada en verificación y directora del proyecto Lupa Media.
Pero en materia de seguridad también hay otro factor. En la década de los 80, Colombia alcanzó una tasa de homicidios que rozaba las 90 muertes por cada 100.000 habitantes. Ecuador, de momento, maneja cifras de 25 muertes por cada 100.000 habitantes, según Insight Crime. Esto sin ignorar que sí hay un espiral de violencia en las calles con un alza innegable, pero las dimensiones importan. Jaramillo destaca que el caso ecuatoriano ha sido tan preocupante porque hasta hace años era considerado un país muy pacífico, como dijo Bazante.
En tercer lugar, está el contexto del narcotráfico. Ecuador va camino de convertirse en un centro de tránsito de la droga a un centro de distribución. “Colombia, en la década de los 80 era de todo: productora, había consumo, había exportación y tenía los grandes carteles. Ecuador va apenas en esa transición”.
A estas dinámicas habría que añadirle otros dos factores en el contexto político interno. La cuarta diferencia es que Colombia atravesaba un movimiento constituyente que concluyó con la votación de la Séptima Papeleta en 1990; en Ecuador, a pesar de las movilizaciones sociales antigubernamentales, no se ha abordado un proceso similar.
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La quinta diferencia, en la comparación de Villavicencio con Galán, es la posición del primero en las encuestas. Jaramillo resalta que el candidato del Movimiento Concertación no marchaba de segundo como indican los medios, sino que iba en el cuarto o quinto puesto en los sondeos; en cambio Galán era el amplio favorito en todas las encuestas.
¿Por qué es importante esta última precisión? Por lo que ocurrió en el caso colombiano. El favoritismo de Galán impulsó a su heredero político y jefe de debate, César Gaviria, fácilmente hacia la victoria. En el caso de Villavicencio, al haber otros competidores por encima, el resultado podría ser diferente. La ambientalista Andrea González, fórmula de Villavicencio, no recibe el mismo apoyo que Gaviria heredó de Galán. Eso si es elegida como la nueva aspirante por el Movimiento Concertación, que aún debate qué hacer para las elecciones.
“Hay mucha incertidumbre de a quién va a poner el partido de Villavicencio como su reemplazo y hay mucha expectativa porque este domingo será el debate presidencial. Lo que sí es claro es que Villavicencio saldrá en las papeletas porque ya están impresas. También hay mucha especulación sobre si el rédito político de Villavicencio lo va a canalizar su partido o si le beneficia a otro candidato”, dice Bazante.
Estas precisiones sobre las dimensiones de la violencia en Ecuador son necesarias para desmenuzar y entender más el fenómeno en ese país. Si bien hay similitudes, hay más diferencias entre el caso de Galán y el de Villavicencio. Pero también se ha hecho otra comparación del magnicidio en Ecuador con el asesinato del también candidato presidencial Luis Donaldo Colosio en 1994, quien buscó el poder en México y fue acribillado tras un evento político en Tijuana, Baja California.
“Esta comparación sí tiene más sentido. En el caso de México no había una sistematicidad de ataques contra candidatos como en Colombia. Creo que el único caso en América Latina donde se llegó a asesinar a tantos candidatos fue Colombia. En Perú también hubo mucha violencia de Sendero Luminoso contra políticos, pero ninguno tenía el nivel de Colombia, que estaba en un contexto de guerra. El de Villavicencio se parece entonces al caso de Colosio, incluso al de Jair Bolsonaro en Brasil, quien se salvó del ataque”, dice Jaramillo.
El caso mexicano es más interesante de ver en estas comparaciones, pues el magnicidio de Colosio, el primero cometido en México desde 1928, es considerado el que desató la espiral de violencia que hoy padece ese país. “El asesinato de Colosio fue un parteaguas negativo, un hito nefasto que llevó a México por un derrotero donde todo se vale”, le dijo hace unos años a la BBC el analista político Agustín Basave, expresidente del Partido de la Revolución Democrática (PRD).
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Apenas unos meses después del asesinato de Colosio, Francisco Ruiz Massieu, secretario general del PRI, también fue asesinado. Hablar de ese año hoy es sinónimo del origen de la gran crisis, a la que se sumó la aparición de grupos armados como el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). La desconfianza en las instituciones oficiales creció, a la vez que las fuerzas policiales se vieron infiltradas por bandas de narcotráfico. El país mutó a un estado criminal cuyo examen puede ser más valioso en estas comparativas con Ecuador. Ahora, entre semejanzas y diferencias en estos casos, ¿qué lecciones quedan?
Una grande es política. Jaramillo dice que “esto confirma la dificultad que tuvieron los gobiernos de izquierda de convertir la redistribución en seguridad. Fueron muy hábiles en reducir la concentración de la riqueza, pero el gran pasivo de los gobiernos en la región ha sido la seguridad. Tenemos las ciudades más inseguras del mundo donde no hay escenario de guerra”. Pero, por otro lado, no se podría alcanzar un buen nivel de seguridad si no se prioriza también la redistribución de la riqueza.
“Es muy difícil. Se ha pensado siempre que hay un dilema entre escoger los derechos humanos o la seguridad. Que hay que escoger qué se privilegia. Los países autoritarios han podido establecer seguridad, como China y Cuba, pero a un costo. El gran ejemplo son los europeos. Ellos han logrado a un nivel en el que, obviamente, hay delitos, pero no hay masacres, salvo cuando hay ‘lobos solitarios’. Lo que podemos ver en general es que en aquellos que lograron crecer económicamente, pues los buenos niveles de vida desincentivan la criminalidad”, dice Jaramillo, quien pide recordar el caso de lo que ocurrió con el Ecuador de Correa, quien entregó el país con índices de cuatro asesinatos por cada 100.000 habitantes.
En el plano electoral queda otra lección. Tanto en Ecuador con el asesinato de Villavicencio, como en Argentina, donde el mismo miércoles murió una niña de 11 años a quien robaron mientras iba al colegio, se dispararon los discursos de “mano dura”. ¿Será este magnicidio el impulso para que la corriente bukelista de “mano dura” cale más en la sociedad?
“Hay que ver qué tanto de lo que pasó va a castigar el correísmo. El que queda en mejor posición es Topic, quien tiene el discurso del outsider y de la ‘mano dura’. En cambio, a Luisa González (candidata del correísmo) se le daña el caminado porque su bandera era la nostalgia del correísmo y el crecimiento económico y no la seguridad. Ella no iba a ganar en segunda vuelta”, dice Jaramillo”.
Lo más claro en medio del caos en Ecuador es que la seguridad será un tema primordial, tal vez el más importante. Sin embargo, ningún candidato parece responder a este desafío con propiedad. “Yo me leí los ocho planes de gobierno y realmente todos han priorizado la seguridad, que es una de las banderas de candidatos como Jan Topic. Lo que pasa es que ninguno plantea cómo lo va a hacer. Nadie dice cómo. Además, hay que considerar que este es un gobierno de transición que termina en 2025. Lees cosas utópicas, como que quieren construir una cárcel en una montaña, como dice el candidato Bolívar Armijos. Nos hace pensar en qué nos espera con el gobierno que sea”, resalta Bazante.
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