China y EE. UU.: entre globos espías y ovnis, lo más claro es la creciente tensión
Estados Unidos informó sobre el hallazgo de tres nuevos objetos voladores, que derribó con rapidez. La forma en que lo hizo y el contexto geopolítico y diplomático llaman la atención. Analistas explican.
En poco más de una semana, Estados Unidos derribó cuatro objetos extraños que volaban por el espacio aéreo norteamericano. Sobre el primero hay varios datos, según la información oficial: era un globo más grande que un bus, detectado sobrevolando el estado de Montana (norte del país), sobre lo que se informó el 2 de febrero. Dos días más tarde, el artefacto, señalado rápidamente de ser un balón espía chino, fue derribado, prácticamente cuando ya había cruzado el territorio de lado a lado, en Carolina del Sur, sobre el Atlántico.
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En poco más de una semana, Estados Unidos derribó cuatro objetos extraños que volaban por el espacio aéreo norteamericano. Sobre el primero hay varios datos, según la información oficial: era un globo más grande que un bus, detectado sobrevolando el estado de Montana (norte del país), sobre lo que se informó el 2 de febrero. Dos días más tarde, el artefacto, señalado rápidamente de ser un balón espía chino, fue derribado, prácticamente cuando ya había cruzado el territorio de lado a lado, en Carolina del Sur, sobre el Atlántico.
China, por su parte, se apresuró a decir que el globo era de origen civil y que había perdido su curso. Tras el derribo, Pekín calificó de desproporcionada la acción tomada por los estadounidenses, que, sin embargo, tardó varias horas en determinarse. En los tres incidentes posteriores (con objetos derribados en Alaska, Yukón [Canadá] y Michigan) la historia fue un poco distinta, no solo porque Estados Unidos admite no tener claros ni el origen ni el propósito de los “objetos” voladores detectados (y usa “objetos” porque no es claro de qué se trata), sino porque fueron derribados con mayor prontitud.
Las noticias sobre los objetos divisados han llamado la atención quizá tanto como la forma en que se ha manejado la información. Mientras que el domingo el general de la Fuerza Aérea estadounidense Glen D. Van Herck dijo que no “descartaba nada” en referencia a que incluso está sobre la mesa que se trate de objetos de origen extraterrestre, el lunes la secretaria de prensa de la Casa Blanca, Karine Jean-Pierre, dijo que no había nada que indicara que estos incidentes tuvieran que ver con actividad extraterrestre o alienígena.
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Desde el Consejo de Seguridad Nacional del gobierno de Estados Unidos tampoco han dado muchas más respuestas. John Kirby, su portavoz, dijo que, aunque no hay razones para pensar que los otros tres objetos estaban llevando a cabo labores de vigilancia —algo que sí se indicó sobre el primer globo, que, según dijeron funcionarios estadounidenses, llevaba equipos de vigilancia e interceptación de comunicaciones—, tampoco había que descartarlo. La razón para los derribamientos, según se dijo, estaba relacionada con el peligro que suponían para la aviación comercial, pues al menos el de Alaska se encontraban a unos 12.000 metros de altura.
Una de las pocas respuestas que parecen esclarecedoras la dio Melissa Dalton, subsecretaria de Defensa para Defensa Nacional y Asuntos Hemisféricos: “Hemos estado examinando más de cerca nuestro espacio aéreo a estas altitudes, incluyendo la mejora de nuestros radares, lo que puede explicar, al menos en parte, el aumento de los objetos que hemos detectado en la última semana”. Así lo dijo en una rueda de
Florent Frasson-Quenoz, doctor en Seguridad Internacional y docente del ISIT, París II Panthéon-Assas, explica que “estos objetos, los ‘fenómenos aéreos no identificados’, como los llama la administración estadounidense, son comunes. Mucho más de lo que se suele pensar. Más de 350 reportes el año pasado. La mayoría están ligados a actividades estatales propias o de espionaje, como ha sido el caso recientemente”.
Para Víctor Mijares, profesor del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de los Andes, en todo caso, este tipo de asuntos, que “se tratarían normalmente en un consejo de Defensa, está extrañamente saliendo a la luz pública, con toda la incertidumbre y ambigüedad del caso”. No hay que olvidar, además, que en la mitad de esta historia también hubo reportes de Estados Unidos sobre otro globo sobrevolando América Latina, probablemente el mismo “objeto” sobre el que informó la Fuerza Aérea Colombiana, que habría seguido su curso sin ser derribado por ningún país.
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Lo que parece más claro en medio de todo este panorama son algunas causas y efectos de carácter político o geopolítico en el entramado. Por un lado, es necesario recordar que la tardanza en derribar el primer objeto (el globo), justificada en las preocupaciones que había sobre la seguridad de la población en tierra, le valió críticas al presidente Joe Biden por parte de los republicanos. “Sin lugar a duda la presión generada por los medios de comunicación y por una mayoría de legisladores explica en parte esta decisión”, dice Frasson-Quenoz.
“Sin embargo —agrega—, el presidente de Estados Unidos también manda un mensaje de intransigencia a Rusia, tanto como a Irán, Corea del Norte, así como la República Popular de China (RPC)”. Mijares, por otro lado, resalta el hecho de que el origen de los objetos no ha sido confirmado; sin embargo, también señala que todo el episodio podría ser aprovechado por quienes dejan en evidencia o tratan de demostrar (sea China o facciones del gobierno de China, por ejemplo) que hay “flancos expuestos en los espacios soberanos de una superpotencia como Estados Unidos”.
El experto también señala que puede haber un interés en “calentar” la relación con China. Es preciso decir que, tras el hallazgo del primer globo, la visita a Pekín de Antony Blinken, jefe de la diplomacia estadounidense, fue cancelada. Según Mijares, se estaría mandando el mensaje de que Estados Unidos “no va a tolerar ningún tipo de acción de esta naturaleza”, o, en otras palabras, se trata de “levantar el tono para mantener en alerta la relación con China”, en momentos en que las relaciones internacionales ya están tensas por Ucrania y, en este caso, sobre todo, por Taiwán.
Frasson-Quenoz explica que “la observación aérea del territorio de otros (como es el caso con las imágenes satelitales) es una actividad que los Estados llevan a cabo de manera diaria. El tratado “open skies”, por ejemplo, regula esta actividad entre los 32 Estados firmantes. Queda claro entonces que la decisión de derribar estos objetos constituye una declaración de la continua determinación de los Estados Unidos y de sus aliados (Canadá) de seguir poniendo presión”.
Pekín, por su parte, acusó este lunes a Estados Unidos de ser el que en el último año ha violado la soberanía de los cielos chinos con globos por lo menos 10 veces, algo que Washington, por supuesto, niega. No hay olvidar tampoco que la semana pasada el gobierno estadounidense afirmó que el globo chino forma parte de un amplio programa de espionaje del gigante asiático que lleva varios años.
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Algunos analistas han llegado a sugerir que el espionaje de China contra Estados Unidos tendría que ver con una evaluación de las capacidades militares de Washington en el contexto de tensiones escaladas alrededor de Taiwán, que cuenta con el apoyo estadounidense. Para Frasson-Quenoz, “la respuesta oficial del gobierno de la RPC deja abierta la posibilidad de que efectivamente los objetos derivados sí eran de su propiedad, porque no lo negaron y porque acusaron a Estados Unidos de hacer lo mismo en su territorio”.
Sea como sea, el analista señala “que se trata de un juego diplomático militar que solo aumenta las probabilidades de un error y de una escalada. Hace unas semanas los expertos de la ONU adelantaron el reloj de la extinción. Entonces solo se puede mirar con preocupación lo que está pasando, sin olvidar que se tratan de provocaciones menores en comparación de lo que podría pasar con Taiwán”.
Mijares, por su parte, también tiene claro que la estrategia escogida por Estados Unidos es al menos llamativa desde el punto de vista económico, pues el costo de una hora de vuelo de un jet F-22, como el utilizado en los derribamientos, puede rondar los US$85.000, mientras que cada misil puede estar cerca de los US$400.000. Aunque no sabemos exactamente qué son los otros tres objetos, sí se sabe que el globo chino, aunque logra volar muy alto, es relativamente básico y económico. “Estados Unidos no se va a quebrar por eso, pero es poco eficiente desde lo económico”, subraya el analista.
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