Claudia Sheinbaum, la científica que quiere ser presidenta de México
La candidata del oficialismo recoge las banderas del actual presidente, Andrés Manuel López Obrador, y es la favorita de las encuestas.
Sobria e impasible, Claudia Sheinbaum, una científica brillante a la cual su rival llama “dama de hielo”, busca convertirse en la primera presidenta de un México machista, de tragedias y pasiones.
Tanto en su militancia estudiantil en los años 1980, como en su primer cargo público como secretaria de Medio Ambiente de Ciudad de México (2000-2006), proyectaba seriedad y enfoque. De rostro imperturbable, rara vez sonreía.
Hace falta revisar viejas imágenes familiares para verla divertida en sus juegos infantiles, o ya adolescente sonriendo coquetamente para la cámara.
La campaña, sin embargo, reveló a una mujer afectuosa y risueña que repartió besos y abrazos entre miles de simpatizantes, y defendió apasionadamente a la “cuarta transformación”, proyecto del saliente mandatario Andrés Manuel López Obrador.
“Este 2 de junio vamos a hacer historia. Seguirá avanzando la transformación”, proclamó el miércoles en el Zócalo, principal plaza pública de México, durante su multitudinario cierre de campaña.
Pero en 1987 era una reservada estudiante de la maestría de ingeniería energética de la UNAM. “Ni ella ni yo éramos de socializar con todo mundo”, recuerda Guillermo Robles, uno de sus compañeros.
Luego Sheinbaum cursó un doctorado en ingeniería ambiental, para el cual investigó cuatro años en Estados Unidos, y fue parte del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de la ONU (IPCC) que ganó un Premio Nobel de la Paz en 2007.
El magnetismo de esa joven de ascendencia judía radicaba en sus convicciones de izquierda que la hicieron militante del Consejo Estudiantil Universitario (CEU), opina Robles.
Aquel colectivo frenó una intentona de privatización de la universidad y fue cantera de personalidades del gobierno de López Obrador, su padrino político.
Aunque Sheinbaum “no era de las principales” líderes, según Robles, su compromiso no melló ni estando embarazada de su hija Mariana, hoy de 36 años.
Esa convicción tiene vena familiar. Su madre, Annie Pardo, reputada bióloga, fue expulsada como profesora universitaria por denunciar la matanza de estudiantes de 1968 en la plaza Tlatelolco.
“Tomar decisiones”
Temple y discreción marcan la actuación de Sheinbaum, cuyos abuelos llegaron a México desde Bulgaria y Lituania huyendo de la Segunda Guerra Mundial.
Como alcaldesa de un distrito de Ciudad de México, afrontó el derrumbe de un colegio durante el terremoto de 2017 que mató a 26 personas, incluidos 19 niños.
Metódicamente, insistió en que irregularidades detectadas en la construcción no eran imputables a la alcaldía.
También manejó con aplomo dos momentos álgidos como alcaldesa de la capital (2018-2023): la pandemia y el desplome de una línea del metro que dejó 26 muertos.
El uso de métodos científicos y tecnología reflejó la impronta de Sheinbaum en la gestión del covid que, no obstante, dejó una elevada mortalidad.
“Tiene una capacidad de análisis impresionante, de leer datos y encontrar soluciones”, comenta Tatiana Clouthier, exministra de Economía de López Obrador, hoy su vocera de campaña.
Tras el colapso de la línea del metro en 2021, defendió a su equipo y optó por una polémica negociación con la constructora de la obra -propiedad del magnate Carlos Slim- para indemnizar víctimas y evitar juicios.
“Gobernar es tomar decisiones. Hay que tomar la decisión y asumir las presiones que se pueden generar”, argumenta en el documental Sheinbaum, quien lidera ampliamente la intención de voto para las elecciones de este domingo.
Una de esas determinaciones será dejar definitivamente “atrás el neoliberalismo” y mejorar la economía de los trabajadores. “Un país no puede avanzar cuando solo se favorece a los más prósperos”, aseveró en el Zócalo.
“Dama de hielo”
En campaña, una cámara la captó reclamando airadamente un trato injusto del partido mientras disputaba la candidatura presidencial con el excanciller Marcelo Ebrard, cuyos ataques no lograron exasperarla.
Esa frialdad también le juega en contra. Nunca miró ni llamó por su nombre a su principal oponente, la centroderechista Xóchitl Gálvez, durante tres debates en que ésta la atacó duramente.
“Sigues siendo fría, sin corazón, yo te llamaría la dama de hielo”, le espetó Gálvez, enrostrándole no tener el “carisma” de López Obrador. En contraste, Sheinbaum se ha mostrado graciosa y distendida en videos de TikTok.
También compartió en noviembre de 2023 la noticia de su casamiento en segundas nupcias con Jesús Tarriba, su amor de la universidad con quien se reencontró vía Facebook en 2016.
Es atenta con las mujeres de su equipo de campaña y partidaria de los liderazgos horizontales.
“A pesar de ser científica tiene una cuestión de luchadora social que hace una combinación de mente con corazón muy buena”, apunta Clouthier.
Robles, su colega investigador por más de una década, resalta que nunca “se le subieron los humos”.
“Sí tiene amor por México, no es ambición como muchos políticos. Claudia no es ni tantito parecida a los políticos tradicionales”, asegura.
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Sobria e impasible, Claudia Sheinbaum, una científica brillante a la cual su rival llama “dama de hielo”, busca convertirse en la primera presidenta de un México machista, de tragedias y pasiones.
Tanto en su militancia estudiantil en los años 1980, como en su primer cargo público como secretaria de Medio Ambiente de Ciudad de México (2000-2006), proyectaba seriedad y enfoque. De rostro imperturbable, rara vez sonreía.
Hace falta revisar viejas imágenes familiares para verla divertida en sus juegos infantiles, o ya adolescente sonriendo coquetamente para la cámara.
La campaña, sin embargo, reveló a una mujer afectuosa y risueña que repartió besos y abrazos entre miles de simpatizantes, y defendió apasionadamente a la “cuarta transformación”, proyecto del saliente mandatario Andrés Manuel López Obrador.
“Este 2 de junio vamos a hacer historia. Seguirá avanzando la transformación”, proclamó el miércoles en el Zócalo, principal plaza pública de México, durante su multitudinario cierre de campaña.
Pero en 1987 era una reservada estudiante de la maestría de ingeniería energética de la UNAM. “Ni ella ni yo éramos de socializar con todo mundo”, recuerda Guillermo Robles, uno de sus compañeros.
Luego Sheinbaum cursó un doctorado en ingeniería ambiental, para el cual investigó cuatro años en Estados Unidos, y fue parte del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de la ONU (IPCC) que ganó un Premio Nobel de la Paz en 2007.
El magnetismo de esa joven de ascendencia judía radicaba en sus convicciones de izquierda que la hicieron militante del Consejo Estudiantil Universitario (CEU), opina Robles.
Aquel colectivo frenó una intentona de privatización de la universidad y fue cantera de personalidades del gobierno de López Obrador, su padrino político.
Aunque Sheinbaum “no era de las principales” líderes, según Robles, su compromiso no melló ni estando embarazada de su hija Mariana, hoy de 36 años.
Esa convicción tiene vena familiar. Su madre, Annie Pardo, reputada bióloga, fue expulsada como profesora universitaria por denunciar la matanza de estudiantes de 1968 en la plaza Tlatelolco.
“Tomar decisiones”
Temple y discreción marcan la actuación de Sheinbaum, cuyos abuelos llegaron a México desde Bulgaria y Lituania huyendo de la Segunda Guerra Mundial.
Como alcaldesa de un distrito de Ciudad de México, afrontó el derrumbe de un colegio durante el terremoto de 2017 que mató a 26 personas, incluidos 19 niños.
Metódicamente, insistió en que irregularidades detectadas en la construcción no eran imputables a la alcaldía.
También manejó con aplomo dos momentos álgidos como alcaldesa de la capital (2018-2023): la pandemia y el desplome de una línea del metro que dejó 26 muertos.
El uso de métodos científicos y tecnología reflejó la impronta de Sheinbaum en la gestión del covid que, no obstante, dejó una elevada mortalidad.
“Tiene una capacidad de análisis impresionante, de leer datos y encontrar soluciones”, comenta Tatiana Clouthier, exministra de Economía de López Obrador, hoy su vocera de campaña.
Tras el colapso de la línea del metro en 2021, defendió a su equipo y optó por una polémica negociación con la constructora de la obra -propiedad del magnate Carlos Slim- para indemnizar víctimas y evitar juicios.
“Gobernar es tomar decisiones. Hay que tomar la decisión y asumir las presiones que se pueden generar”, argumenta en el documental Sheinbaum, quien lidera ampliamente la intención de voto para las elecciones de este domingo.
Una de esas determinaciones será dejar definitivamente “atrás el neoliberalismo” y mejorar la economía de los trabajadores. “Un país no puede avanzar cuando solo se favorece a los más prósperos”, aseveró en el Zócalo.
“Dama de hielo”
En campaña, una cámara la captó reclamando airadamente un trato injusto del partido mientras disputaba la candidatura presidencial con el excanciller Marcelo Ebrard, cuyos ataques no lograron exasperarla.
Esa frialdad también le juega en contra. Nunca miró ni llamó por su nombre a su principal oponente, la centroderechista Xóchitl Gálvez, durante tres debates en que ésta la atacó duramente.
“Sigues siendo fría, sin corazón, yo te llamaría la dama de hielo”, le espetó Gálvez, enrostrándole no tener el “carisma” de López Obrador. En contraste, Sheinbaum se ha mostrado graciosa y distendida en videos de TikTok.
También compartió en noviembre de 2023 la noticia de su casamiento en segundas nupcias con Jesús Tarriba, su amor de la universidad con quien se reencontró vía Facebook en 2016.
Es atenta con las mujeres de su equipo de campaña y partidaria de los liderazgos horizontales.
“A pesar de ser científica tiene una cuestión de luchadora social que hace una combinación de mente con corazón muy buena”, apunta Clouthier.
Robles, su colega investigador por más de una década, resalta que nunca “se le subieron los humos”.
“Sí tiene amor por México, no es ambición como muchos políticos. Claudia no es ni tantito parecida a los políticos tradicionales”, asegura.
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