Cómo un argentino y un británico se hicieron amigos en la guerra de las Malvinas
Unidos por el horror de una guerra que nadie anticipó y el gran interés por el rugby, dos jóvenes de nacionalidades distintas y de bandos contrarios se hicieron amigos en la guerra de las Malvinas.
“¿Alguien habla inglés?”. Con esta pregunta, hecha a gritos por un carcelero galés en el crucero británico Canberra, empezó la amistad entre Irfon Higgins y su prisionero argentino Giorgio Podestá en la guerra de las Malvinas. Cuarenta años después, Irfon, en Gales, y Giorgio, en Argentina, contaron a EFE detalles de su amistad.
Con un “¡¡Hola Giorgio!!” y una gran sonrisa, Irfon reacciona al ver aparecer por la pantalla de su ordenador, a través de Skype, a su amigo argentino, aquel que al final del conflicto le había ayudado a controlar a unos conscriptos argentinos que, cansados, hambrientos y con frío, tenían que ducharse.
Los dos habían llegado al Atlántico Sur después de que el Reino Unido de Margaret Thatcher y la Argentina del general Leopoldo Galtieri iniciaran un conflicto armado por la posesión de las islas, cuya soberanía reclamaba Buenos Aires desde 1833.
Giorgio había hecho el servicio militar un año antes, en el Grupo de Artillería Anti-Aéreo 101, de la localidad bonaerense de Ciudadela, pero tras la ocupación militar, fue llamado a las armas. El 29 de abril de 1982 pisaba suelo malvinense.
El Canberra: en dónde nació la amistad
Irfon, de los Royal Marines, iba a bordo del Canberra, el crucero que funcionó a modo de hospital y que, al término de la crisis en junio de 1982, llevó a los prisioneros de guerra, entre ellos Giorgio, hasta Puerto Madryn, al sureste de Argentina.
“Necesitaban ducharse, así que llevábamos de a diez (chicos argentinos a la ducha). Era muy difícil por la barrera del idioma. Yo le dije al grupo: ¿Alguien habla inglés?, y este joven con (mucho) pelo dijo: ‘Yo hablo un poquito de inglés’, y así empezamos a hablar”, contó Irfon sobre el momento en que Giorgio se convirtió en su traductor y en un gran amigo gracias a su mutua pasión por el rugby.
“En 45 días no me había visto desnudo, no reconocía mi cuerpo”, relató Giorgio sobre el día que entró por primera vez en la ducha del Canberra después de mes y medio sin poder bañarse.
Apasionado por contar los detalles de una sorpresiva aventura, Giorgio, ahora de 60 años, explicó cómo cayó en manos de los británicos después de días de combates. Cuando los británicos ya controlaban las islas y ondeaba la “Union Jack” en la capital, Puerto Stanley, “entramos en el Canberra y nos dijeron que nos quitásemos los cinturones, los cordones (de las botas) y todos los metales de nuestros bolsillos, y los pusimos en un recipiente”, relató.
Con 18 o 20 años de edad, los soldados argentinos estaban hambrientos y agotados por la falta de sueño. No obstante, los británicos los alimentaron y por primera vez, en meses, pudieron dormir bien, según recuenta Giorgio.
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Recuerdos en la Casa
En la casa de Irfon en Ammanford, rodeada de las verdes colinas galesas, hay en distintos rincones recuerdos de las Malvinas, con fotos en blanco y negro de él con Giorgio al despedirse, cuando terminó la guerra, así como el cartel de “bienvenido” en galés que Giorgio escribió para recibir a su amigo en 2018 en Buenos Aires.
Tampoco falta una calabaza para el mate, con la figura de las dos islas Malvinas (Soledad y Gran Malvina), regalo de Giorgio, e instantáneas que muestran camas con los heridos en la guerra, entre ellos algunos soldados argentinos, atendidos en el Canberra.
Durante su estancia en aguas de las islas, el crucero, que ha sido ya desguazado, fue una embarcación muy vulnerable a los ataques de la aviación argentina al no llevar armamento, según Irfon, lo que obligaba a los británicos a tapar todas y cada una de las ventanas con cualquier cosa que encontraban para evitar el reflejo de la luz.
Unidos por el horror de una guerra que nadie anticipó y el gran interés por el rugby -uno por el equipo del “Puerro” (Gales) y el otro por “Los Pumas” (Argentina)-, los dos amigos y sus respectivas familias mantienen actualmente el contacto a pesar de la distancia.
Conocer a Irfon fue “volver a la vida, después de 45 días de escuchar llantos y bombas. Ha sido una amistad que nació en el Canberra y que dura para siempre (...) Hemos visto crecer a nuestras familias y en 2018 nos volvimos a encontrar”, dijo Giorgio sobre el viaje del galés a Argentina para visitarlo.
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El desconocimiento sobre las Malvinas
La guerra había empezado después de que la junta militar argentina, sumida en una crisis económica, decidiera ocupar por la fuerza las islas el 2 de abril de 1982. La entonces primera ministra británica, Margaret Thatcher, dio la orden de enviar una fuerza militar para recuperarlas. En los combates perdieron la vida 649 argentinos y 255 británicos.
En diálogo con Efe después de su conversación virtual con Giorgio, Irfon reconoció que al principio no sabía dónde estaban las Malvinas y pensaba que eran escocesas porque Falkland (como llaman los británicos a esas islas) es una localidad de Escocia.
“Yo era miembro de la banda (de música) de la Royal Marine, recibí una llamada y tuvimos que volver al cuartel. Allí hablamos de las Falklands, nadie sabía dónde estaban”, admitió Irfon, que se vio obligado a adelantar su boda con su esposa Janet, antes de zarpar el 9 de abril de 1982.
“Nos íbamos a casar el 21 de mayo y (...) antes de zarpar tratamos de conseguir una licencia especial..., así que fuimos al registro civil de Plymouth y lo arreglaron para casarnos”, recordó el marine, cuya boda se celebró dos días antes de emprender el viaje al Atlántico sur.
Al cumplirse el 2 de abril, los 40 años del conflicto, Irfon (que cumplirá en mayo 67 años) y Giorgio esperan verse pronto, una vez superada la crisis del coronavirus, junto con sus respectivas esposas, Janet y Zulma.
“¡Vamos a ir a verlos otra vez!”, se despiden los Podestá antes de desconectar Skype, después de que los cuatro se comprometan a estar en contacto “más frecuente” por este medio.
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“¿Alguien habla inglés?”. Con esta pregunta, hecha a gritos por un carcelero galés en el crucero británico Canberra, empezó la amistad entre Irfon Higgins y su prisionero argentino Giorgio Podestá en la guerra de las Malvinas. Cuarenta años después, Irfon, en Gales, y Giorgio, en Argentina, contaron a EFE detalles de su amistad.
Con un “¡¡Hola Giorgio!!” y una gran sonrisa, Irfon reacciona al ver aparecer por la pantalla de su ordenador, a través de Skype, a su amigo argentino, aquel que al final del conflicto le había ayudado a controlar a unos conscriptos argentinos que, cansados, hambrientos y con frío, tenían que ducharse.
Los dos habían llegado al Atlántico Sur después de que el Reino Unido de Margaret Thatcher y la Argentina del general Leopoldo Galtieri iniciaran un conflicto armado por la posesión de las islas, cuya soberanía reclamaba Buenos Aires desde 1833.
Giorgio había hecho el servicio militar un año antes, en el Grupo de Artillería Anti-Aéreo 101, de la localidad bonaerense de Ciudadela, pero tras la ocupación militar, fue llamado a las armas. El 29 de abril de 1982 pisaba suelo malvinense.
El Canberra: en dónde nació la amistad
Irfon, de los Royal Marines, iba a bordo del Canberra, el crucero que funcionó a modo de hospital y que, al término de la crisis en junio de 1982, llevó a los prisioneros de guerra, entre ellos Giorgio, hasta Puerto Madryn, al sureste de Argentina.
“Necesitaban ducharse, así que llevábamos de a diez (chicos argentinos a la ducha). Era muy difícil por la barrera del idioma. Yo le dije al grupo: ¿Alguien habla inglés?, y este joven con (mucho) pelo dijo: ‘Yo hablo un poquito de inglés’, y así empezamos a hablar”, contó Irfon sobre el momento en que Giorgio se convirtió en su traductor y en un gran amigo gracias a su mutua pasión por el rugby.
“En 45 días no me había visto desnudo, no reconocía mi cuerpo”, relató Giorgio sobre el día que entró por primera vez en la ducha del Canberra después de mes y medio sin poder bañarse.
Apasionado por contar los detalles de una sorpresiva aventura, Giorgio, ahora de 60 años, explicó cómo cayó en manos de los británicos después de días de combates. Cuando los británicos ya controlaban las islas y ondeaba la “Union Jack” en la capital, Puerto Stanley, “entramos en el Canberra y nos dijeron que nos quitásemos los cinturones, los cordones (de las botas) y todos los metales de nuestros bolsillos, y los pusimos en un recipiente”, relató.
Con 18 o 20 años de edad, los soldados argentinos estaban hambrientos y agotados por la falta de sueño. No obstante, los británicos los alimentaron y por primera vez, en meses, pudieron dormir bien, según recuenta Giorgio.
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Recuerdos en la Casa
En la casa de Irfon en Ammanford, rodeada de las verdes colinas galesas, hay en distintos rincones recuerdos de las Malvinas, con fotos en blanco y negro de él con Giorgio al despedirse, cuando terminó la guerra, así como el cartel de “bienvenido” en galés que Giorgio escribió para recibir a su amigo en 2018 en Buenos Aires.
Tampoco falta una calabaza para el mate, con la figura de las dos islas Malvinas (Soledad y Gran Malvina), regalo de Giorgio, e instantáneas que muestran camas con los heridos en la guerra, entre ellos algunos soldados argentinos, atendidos en el Canberra.
Durante su estancia en aguas de las islas, el crucero, que ha sido ya desguazado, fue una embarcación muy vulnerable a los ataques de la aviación argentina al no llevar armamento, según Irfon, lo que obligaba a los británicos a tapar todas y cada una de las ventanas con cualquier cosa que encontraban para evitar el reflejo de la luz.
Unidos por el horror de una guerra que nadie anticipó y el gran interés por el rugby -uno por el equipo del “Puerro” (Gales) y el otro por “Los Pumas” (Argentina)-, los dos amigos y sus respectivas familias mantienen actualmente el contacto a pesar de la distancia.
Conocer a Irfon fue “volver a la vida, después de 45 días de escuchar llantos y bombas. Ha sido una amistad que nació en el Canberra y que dura para siempre (...) Hemos visto crecer a nuestras familias y en 2018 nos volvimos a encontrar”, dijo Giorgio sobre el viaje del galés a Argentina para visitarlo.
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El desconocimiento sobre las Malvinas
La guerra había empezado después de que la junta militar argentina, sumida en una crisis económica, decidiera ocupar por la fuerza las islas el 2 de abril de 1982. La entonces primera ministra británica, Margaret Thatcher, dio la orden de enviar una fuerza militar para recuperarlas. En los combates perdieron la vida 649 argentinos y 255 británicos.
En diálogo con Efe después de su conversación virtual con Giorgio, Irfon reconoció que al principio no sabía dónde estaban las Malvinas y pensaba que eran escocesas porque Falkland (como llaman los británicos a esas islas) es una localidad de Escocia.
“Yo era miembro de la banda (de música) de la Royal Marine, recibí una llamada y tuvimos que volver al cuartel. Allí hablamos de las Falklands, nadie sabía dónde estaban”, admitió Irfon, que se vio obligado a adelantar su boda con su esposa Janet, antes de zarpar el 9 de abril de 1982.
“Nos íbamos a casar el 21 de mayo y (...) antes de zarpar tratamos de conseguir una licencia especial..., así que fuimos al registro civil de Plymouth y lo arreglaron para casarnos”, recordó el marine, cuya boda se celebró dos días antes de emprender el viaje al Atlántico sur.
Al cumplirse el 2 de abril, los 40 años del conflicto, Irfon (que cumplirá en mayo 67 años) y Giorgio esperan verse pronto, una vez superada la crisis del coronavirus, junto con sus respectivas esposas, Janet y Zulma.
“¡Vamos a ir a verlos otra vez!”, se despiden los Podestá antes de desconectar Skype, después de que los cuatro se comprometan a estar en contacto “más frecuente” por este medio.
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