Crisis de opioides en EE. UU., sin tregua a la vista
Muchos de los casos de sobredosis ocurren por consumo involuntario. El gobierno parece seguir aplicando las mismas fórmulas.
José David Escobar Franco
Una vez más, las muertes por sobredosis en Estados Unidos llegan a cifras récord. En 2021 se registraron 107.622 fallecimientos en todo el país, un aumento de casi el 15 % frente al año anterior, de acuerdo con el Centro Nacional de Estadísticas de Salud de Estados Unidos.
El aumento de casos, coinciden en señalar medios de comunicación, expertos en salud y agencias gubernamentales, se debe a una tendencia que ha irrumpido en el mercado callejero de drogas: la mezcla de drogas con fentanilo, un opioide sintético empleado frecuentemente como anestesia que puede resultar 50 veces más poderoso que la heroína. Este coctel de drogas brinda un estímulo potente, pero a menudo letal.Según un informe de la Administración de Control de Drogas, solo en 2022 han ocurrido siete casos de “sobredosis en masa”; de 58 personas que la sufrieron, la mitad murieron. Ninguna de ellas sabía que estaba consumiendo fentanilo.
El diario The New York Times, basado en fuentes de la policía estadounidense, reportó que la tendencia se debe a que, por cuenta de la pandemia de covid-19, los traficantes de droga sufrieron los mismos problemas de alteración de las cadenas de suministro y alza de precios de otros productores. Por eso, algunos recurrieron al fentanilo como sustituto para abultar la mercancía.
Desde 2021, usuarios en redes sociales e instituciones de salud pública han alertado sobre la mezcla de fentanilo en la cocaína. Estas últimas recomiendan aplicar pruebas de testeo para detectar si en la sustancia hay fentanilo y, muchas, ofrecen acceso sin prescripción a la naloxona, un medicamento capaz de revertir una sobredosis de opioides. Y es que este fenómeno se enmarca en otro más grande.
Una epidemia de opioides
Los opioides deterioran la función química del cerebro que controla la respiración y generan altos riesgos de dependencia. Aunque su uso contra el dolor se empleaba normalmente en pacientes moribundos, la farmacéutica Purdue Pharma introdujo al mercado en 1996 el medicamento OxyContin -cuyo componente es el opiáceo oxicodona-, publicitado como un analgésico apto para tratar dolores cotidianos. Según destapó en 2019 el Washington Post, en una investigación de las bases de datos de la DEA, 76.000 millones de opioides circularon en Estados Unidos entre 2006 y 2012, lo que causó lo que se denominó como la crisis o epidemia de opioides.
La adicción a estas sustancias, además, se dio mediante la compra legal bajo prescripción médica. El 27 de octubre de 2017, el entonces presidente Donald Trump decretó una emergencia nacional de salud pública y se refirió a la crisis como la peor en la historia del país. En septiembre de 2021, un tribunal encontró a Purdue Pharma responsable de buena parte de la crisis y la condenó a indemnizar a más de 3.000 familias que demandaron.Sin embargo, como demuestran los casos de sobredosis en masa, la epidemia de opioides también se expresa en el mercado ilegal. En varios distritos penales se ha buscado condenar a los vendedores de droga por homicidio, pero puede que esto no sirva.
“Tratamos la adicción a las drogas con más drogas”
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Quienes critican la propuesta de criminalizar por homicidio a los vendedores de drogas con fentanilo consideran que eso puede llevar a que menos personas busquen ayuda del Estado para tratar la adicción, esto por miedo a posibles retaliaciones.
Para el psicólogo estadounidense Rick Barnett, especialista en adicciones, el gobierno no ha acertado en una solución que disminuya el consumo de drogas. “Las estrategias de atención consisten en dar a los pacientes suboxone o metadona, que son dos opioides que antagonizan el fentanilo -afirma Barnett con preocupación-. No hay interés en abordar los problemas de salud mental que llevan a la adicción”. Para él, en Estados Unidos aún hay reticencia a hablar de depresión, ansiedad y traumas que persisten en la sociedad.
En esto coincide la psicóloga sirio-estadounidense Ani Kalayjian, quien dice que “si las autoridades de salud se ocuparan más seriamente de la salud mental, habría más estrategias de prevención del consumo”. Ambos profesionales señalan que el tratamiento de la adicción a los opioides es en exceso costoso para el sistema de salud estadounidense.
En efecto, según economistas de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos, la crisis de opioides cuesta alrededor de US$1 trillón. La mayoría de estos costos se deben a la pérdida de vidas y la reducción en la calidad de vida y otros, secundarios, se atribuyen a la atención médica, la justicia penal y la pérdida de productividad.
La administración Biden anunció en abril la implementación de una estrategia nacional de control de drogas para abordar la crisis. El objetivo es ampliar el acceso a naloxona y otros recursos médicos y a un aumento del presupuesto de los organismos de control, así como mayor vigilancia fronteriza antinarcóticos.
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Una vez más, las muertes por sobredosis en Estados Unidos llegan a cifras récord. En 2021 se registraron 107.622 fallecimientos en todo el país, un aumento de casi el 15 % frente al año anterior, de acuerdo con el Centro Nacional de Estadísticas de Salud de Estados Unidos.
El aumento de casos, coinciden en señalar medios de comunicación, expertos en salud y agencias gubernamentales, se debe a una tendencia que ha irrumpido en el mercado callejero de drogas: la mezcla de drogas con fentanilo, un opioide sintético empleado frecuentemente como anestesia que puede resultar 50 veces más poderoso que la heroína. Este coctel de drogas brinda un estímulo potente, pero a menudo letal.Según un informe de la Administración de Control de Drogas, solo en 2022 han ocurrido siete casos de “sobredosis en masa”; de 58 personas que la sufrieron, la mitad murieron. Ninguna de ellas sabía que estaba consumiendo fentanilo.
El diario The New York Times, basado en fuentes de la policía estadounidense, reportó que la tendencia se debe a que, por cuenta de la pandemia de covid-19, los traficantes de droga sufrieron los mismos problemas de alteración de las cadenas de suministro y alza de precios de otros productores. Por eso, algunos recurrieron al fentanilo como sustituto para abultar la mercancía.
Desde 2021, usuarios en redes sociales e instituciones de salud pública han alertado sobre la mezcla de fentanilo en la cocaína. Estas últimas recomiendan aplicar pruebas de testeo para detectar si en la sustancia hay fentanilo y, muchas, ofrecen acceso sin prescripción a la naloxona, un medicamento capaz de revertir una sobredosis de opioides. Y es que este fenómeno se enmarca en otro más grande.
Una epidemia de opioides
Los opioides deterioran la función química del cerebro que controla la respiración y generan altos riesgos de dependencia. Aunque su uso contra el dolor se empleaba normalmente en pacientes moribundos, la farmacéutica Purdue Pharma introdujo al mercado en 1996 el medicamento OxyContin -cuyo componente es el opiáceo oxicodona-, publicitado como un analgésico apto para tratar dolores cotidianos. Según destapó en 2019 el Washington Post, en una investigación de las bases de datos de la DEA, 76.000 millones de opioides circularon en Estados Unidos entre 2006 y 2012, lo que causó lo que se denominó como la crisis o epidemia de opioides.
La adicción a estas sustancias, además, se dio mediante la compra legal bajo prescripción médica. El 27 de octubre de 2017, el entonces presidente Donald Trump decretó una emergencia nacional de salud pública y se refirió a la crisis como la peor en la historia del país. En septiembre de 2021, un tribunal encontró a Purdue Pharma responsable de buena parte de la crisis y la condenó a indemnizar a más de 3.000 familias que demandaron.Sin embargo, como demuestran los casos de sobredosis en masa, la epidemia de opioides también se expresa en el mercado ilegal. En varios distritos penales se ha buscado condenar a los vendedores de droga por homicidio, pero puede que esto no sirva.
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Para el psicólogo estadounidense Rick Barnett, especialista en adicciones, el gobierno no ha acertado en una solución que disminuya el consumo de drogas. “Las estrategias de atención consisten en dar a los pacientes suboxone o metadona, que son dos opioides que antagonizan el fentanilo -afirma Barnett con preocupación-. No hay interés en abordar los problemas de salud mental que llevan a la adicción”. Para él, en Estados Unidos aún hay reticencia a hablar de depresión, ansiedad y traumas que persisten en la sociedad.
En esto coincide la psicóloga sirio-estadounidense Ani Kalayjian, quien dice que “si las autoridades de salud se ocuparan más seriamente de la salud mental, habría más estrategias de prevención del consumo”. Ambos profesionales señalan que el tratamiento de la adicción a los opioides es en exceso costoso para el sistema de salud estadounidense.
En efecto, según economistas de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos, la crisis de opioides cuesta alrededor de US$1 trillón. La mayoría de estos costos se deben a la pérdida de vidas y la reducción en la calidad de vida y otros, secundarios, se atribuyen a la atención médica, la justicia penal y la pérdida de productividad.
La administración Biden anunció en abril la implementación de una estrategia nacional de control de drogas para abordar la crisis. El objetivo es ampliar el acceso a naloxona y otros recursos médicos y a un aumento del presupuesto de los organismos de control, así como mayor vigilancia fronteriza antinarcóticos.
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