Cruzar la frontera a Estados Unidos: hay que hablar de los “coyotes”
De los “coyotes” no se habla tanto como de las personas que son traficadas. Según las autoridades, con el paso del tiempo han ido sofisticando los métodos que emplean para evitar ser detectados. Segunda entrega de un reportaje en la frontera entre Estados Unidos y México.
María Alejandra Medina
“Si el propietario del rancho llama y dice: ‘Me encontré un cuerpo’, llega la agencia policiaca, recupera el cuerpo con los jueces, y nosotros damos el apoyo para la identificación, que es un método muy único, somos los únicos que lo aplicamos, con macrofotografía”, explica Elizabeth Gámez, jefa del programa del Migrante Desaparecido, de la Patrulla Fronteriza, en el sector del Valle del Río Grande, Texas.
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“Si el propietario del rancho llama y dice: ‘Me encontré un cuerpo’, llega la agencia policiaca, recupera el cuerpo con los jueces, y nosotros damos el apoyo para la identificación, que es un método muy único, somos los únicos que lo aplicamos, con macrofotografía”, explica Elizabeth Gámez, jefa del programa del Migrante Desaparecido, de la Patrulla Fronteriza, en el sector del Valle del Río Grande, Texas.
Estamos en un punto cerca de la ciudad de McAllen. Aquí las condiciones ambientales son distintas a las de otros cruces fronterizos, como el desierto de Sonora. En Texas, todo es más verde y húmedo. Estamos cerca del río. Por lo mismo, los riesgos a los que se puede enfrentar alguien que trata de cruzar la frontera con México son varios: mosquitos que perforan la ropa, hormigas de fuego, felinos salvajes o víboras como la cascabel que encontramos muerta en medio de la carretera.
El río, conocido como Bravo en México y Grande en Estados Unidos, es más caudaloso en unos sectores que en otros. Las balsas inflables que usan los “coyotes” que trafican migrantes, como las que es posible ver pinchadas en la orilla, pueden quedar atrapadas por las corrientes. Si logran cruzar, la espesura del monte también supone un reto. La tupida vegetación, que supera en altura a una persona promedio, puede dejar sin aire a quien pretenda caminar el par de kilómetros que hay hasta la carretera más cercana. Y pese a la humedad en el ambiente, el problema común es el mismo que en el desierto: la deshidratación.
Por eso no es infrecuente encontrar cuerpos sin vida. “Levantamos las huellas, tenemos a expertos que se dedican a analizarlas y coordinamos con los consulados. Si tenemos una idea de quién es la persona, si es de Guatemala, El Salvador o México, tenemos esas relaciones ya establecidas (para la identificación)”, explica Gámez, quien cuenta además que tienen los medios para cotejar con distintas bases de datos en busca de un nombre.
📌 Lea aquí la primera entrega de este especial: Nombrar y reunificar: el compromiso de los forenses con los migrantes fallecidos
En 2024, en esta jurisdicción, que tiene más de 400 kilómetros de frontera con México, han atendido 25 de este tipo de casos. El año pasado fueron 18, y la explicación que da Gámez para el incremento es que su método de identificación se aplica también a casos de homicidios en los que los cuerpos presentan algún grado de descomposición que dificulta la identificación.
En este valle, según cifras citadas por The Guardian, unos 3.000 migrantes han muerto desde 1998. “Necesitamos ser especialmente conscientes de cómo varias políticas sirven al mismo propósito... disuadir la migración haciéndola más mortal”, le dijo Norma Herrera, organizadora comunitaria del grupo de defensa Equal Voice Network, en el Valle del Río Grande, al medio británico.
La Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP) tiene sus propias cifras de muertes, producto de los casos que de alguna u otra forma están relacionados con la institución: muertes bajo custodia, muertes que no ocurrieron bajo custodia, pero sí en situaciones de su competencia (como alguien que cayó tratando de saltar el muro), o muertes de personas cuyos restos fueron encontrados por los agentes, entre otras situaciones.
Para el año fiscal 2022 (las cifras más recientes disponibles), los miembros de CBP llevaron a cabo más de 2,7 millones de “acciones de cumplimiento de la ley” en todo Estados Unidos, un aumento del 41,4 % con respecto a lo visto el año anterior. En esto, se reportaron 171 muertes relacionadas con la CBP en 2022, lo que es un 13,2 % más que lo registrado en 2021. Casi 51 fueron bajo custodia de las autoridades, hechos que son investigados por la Oficina de Responsabilidad Profesional de la CBP.
El año pasado resonó una en particular: la de Anadith Danay Reyes Álvarez, una niña panameña de ocho años que falleció bajo custodia de las autoridades fronterizas en Texas. El pediatra que hizo el informe del caso acusó a la Patrulla Fronteriza de no facilitar la atención médica que la niña, anémica, necesitaba. Estas fallas “no deben verse como anomalías raras, sino más bien como debilidades sistémicas que, si no se remedian, probablemente resulten en daños futuros a los niños bajo custodia de la CBP”, escribió el profesional, citado por la BBC.
Poco se habla del “coyote”
Mucha gente muere cruzando la frontera, y nunca es el “coyote”. Esa es una frase que se les escucha a distintas autoridades, policiales o gubernamentales, con cierta frecuencia. Sin embargo, no se habla tanto de ellos como de los migrantes que son traficados y puestos en mayor riesgo por “técnicas” que utilizan los mismos “coyotes”.
Las autoridades migratorias insisten en que el “coyote” (o más bien la organización criminal que hay detrás) decide todo: cuándo cruzas y por dónde. A esto también le achacan los cambios que con el pasar del tiempo se pueden ver en los flujos migratorios por una u otra zona de la frontera.
“Siempre se trata de encontrar al ‘coyote’, pero muchas veces cuando la gente cruza el ‘coyote’ ha huido a México otra vez”, explicó Rod Kise, portavoz de Aduanas y Protección Fronteriza en el Valle del Río Grande, Texas, cuando hablamos con él a principios de mayo. “Si es mayor de edad, se le toman sus biométricos, su identificación. Si tiene delitos aquí o en su propio país lo cambian a otra agencia, que se llama ICE, lo judicializan o se determina qué se va a hacer con ellos”, agrega. Si es menor de edad, añade, es devuelto a México.
Gloria Chávez, la mujer con el más alto cargo en la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos, es la jefa de esa institución en el Valle del Río Grande. Sobre los “coyotes”, en un español digno de su ascendencia mexicana, dice con mucha seguridad: “Ya sabemos quiénes son, en qué zonas operan, cuándo entran y qué tipo de comodidad (mercancía) cruzan: ya sean narcóticos, familias, adultos o niños no acompañados”.
Agrega que, “como se hace en cualquier agencia policiaca”, primero se recolecta la evidencia, “porque queremos al final un enjuiciamiento y que pasen tiempo detenidos. No se hace la detención inmediata: recolectamos lo que más podamos para poder impactar a la organización”.
Informa que, en este año fiscal, han procesado a “más de 38 diferentes contrabandistas o ‘coyotes’ que utilizan métodos en esta región para cruzar personas”. Además, han intervenido “más de 40 ‘casas de seguridad’”, como se les llama a los recintos en donde los migrantes, según las autoridades, son confinados una vez son cruzados de forma irregular, mientras son sometidos a condiciones insalubres e incluso víctimas de distintos delitos. Después, para transportarlos a un destino final, “los suben a los tráilers”, de los cuales, dice Chávez, se han confiscado 22 con personas en el interior.
Toda la coordinación, añade, se hace entre el lado de México y Estados Unidos, a través de “personas que ya están en el país ilegalmente, tratando el contrabando de personas, o personas que legalmente están aquí, residentes o americanos, dedicados a eso también”.
Según Insight Crime, aunque las autoridades suelen establecer una relación directa entre los carteles criminales y la trata y tráfico de personas, es mucho más compleja que eso. La mayoría de estas operaciones “son realizadas por pequeños grupos criminales conformados en general por clanes, que compran a los funcionarios locales corruptos o cooperan con ellos. En cada corredor hay grandes variaciones en cuanto al nivel de participación de las principales organizaciones criminales de México en la trata de personas. Dicha participación va desde el suministro de víctimas a las redes de trata de personas hasta el cobro de impuestos a esas redes mediante la extorsión, pero rara vez implica el control total de las operaciones”, resume sobre el informe “Trata de personas en la frontera México-Estados Unidos: ¿clanes familiares, ‘coyotes’ o carteles?”, publicado el año pasado.
El doctor Gregory Hess, el médico forense del condado de Pima, en Arizona, recuerda que fue en 2017 cuando comenzaron a un ver una nueva tendencia: las personas que cruzaban empezaron a vestir de camuflaje. Según la Patrulla Fronteriza, esta es apenas una de las “técnicas” que los “coyotes” utilizan para disminuir el riesgo de detección por parte de los agentes durante un cruce, lo que significa que, en caso de necesitar un rescate, las probabilidades de salvar la vida de la persona en riesgo también disminuyen.
De ese tipo de casos, por cierto, se ocupa el equipo de Búsqueda, Trauma y Rescate de la Patrulla Fronteriza, conocido sencillamente como Borstar. Los operativos pueden ser activados luego de que una persona llama al 911 pidiendo ayuda, u oprimiendo el botón de las balizas de rescate, equipos parecidos a una cabina telefónica y que funcionan con paneles solares. Solo en el sector de Tucson (ciudad de Arizona que forma parte del condado de Pima), de unos 234.000 kilómetros cuadrados, hay 34 de estos puntos. Son móviles y se van reubicando según los flujos migratorios.
Entre los métodos para cruzar sin ser detectado también puede estar cargar con agua en garrafas de color negro, de manera que los reflejos de la luz del Sol no pongan a la persona en evidencia, por ejemplo, bajo un patrullaje aéreo. También es usual encontrarse zapatones con suela de alfombra, como la que en un recorrido con la Patrulla Fronteriza vimos bajo un matorral. El objetivo es no dejar huellas sobre el suelo arenoso.
El doctor Hess no se atreve a decir si las personas usan esas suelas porque alguien los obliga o por decisión propia. Sin embargo, tiene claro que las personas que llegan a su oficina probablemente murieron tratando de evadir a las autoridades; es decir, no buscan ser solicitantes de asilo: personas que cruzan la frontera para entregarse a las autoridades con el fin de que puedan ser llevadas ante un juez para pedir ese estatus de protección.
No obstante, el doctor aclara que el hecho de que traten de evadir a las autoridades no es sinónimo de que sean criminales: son personas que probablemente necesitan cruzar hacia México por razones familiares o de trabajo. Sin un estatus regular de permanencia, escabullirse ha sido por mucho tiempo la única alternativa que ven.
“Me vine porque donde vivo ya no puedo vivir”, dice José, un migrante hondureño de 49 años que fue detenido en Texas mientras hacíamos este reportaje. En su país, en donde dejó a su esposa e hijos, tenía un carrito en el que “jalaba” pasajeros. Con eso se sostenía, pero se lo quemaron. Afirma también que fue extorsionado por las maras, que le cobraban vacunas mensualmente.
La travesía, de bus en bus, mal alimentado y con pocas horas de sueño, le tomó un mes. Es la primera vez que viene y asegura que nadie le cobró por cruzarlo. “No me siento mal porque no ando haciendo nada malo”.
Aunque fue detenido en un grupo de cinco personas, de distintas nacionalidades, mientras portaban una escalera (muy corta en comparación con la altura del muro fronterizo que se ve en este sector), sostiene que no los conoce y que vino solo. Su esperanza en el momento que hablamos era poder empezar una solicitud de asilo y “buscar una vida mejor” para su familia.
* Este especial es resultado de un viaje de una semana a la frontera entre Estados Unidos y México, posible por invitación de InquireFirst, una organización periodística sin fines de lucro en San Diego, California.
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