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Fue el 21 de mayo cuando La Habana no pudo guardar más silencio. Ese día, luego de meses mordiéndose la lengua ante las arremetidas y amenazas de Donald Trump, el gobierno cubano le dedicó dos palabras al presidente estadounidense: “Controvertido y ridículo”. A eso se ha limitado el intercambio diplomático entre los dos países que restablecieron relaciones el 17 de diciembre de 2014 bajo el gobierno de Barack Obama.
Desde que llegó a la Casa Blanca, Trump repite cada cierto tiempo que va acabar con todas las concesiones que su antecesor hizo a la isla, pero apenas este viernes hará oficial su plan. Lo hará desde Miami, bastión del anticastrismo. Según dijo su secretario de Estado, Rex Tillerson, el mandatario quiere “permitir que la actividad comercial y de intercambio con Cuba continúe todo lo posible”, pero quiere asegurarse de que esa actividad “no proporciona apoyo financiero al gobierno cubano”, algo que, a su juicio, viola “la intención de la Ley Helms-Burton” de 1996, que obliga a EE. UU. a mantener las restricciones económicas hasta que la familia Castro abandone el poder, entre otras condiciones.
Esa ley buscaba “presionar al régimen para que cambiara, y esa presión se ha eliminado casi por completo ahora”, lamentó Tillerson en una audiencia ante el Comité de Relaciones Exteriores.
Uno de los cambios que baraja la Casa Blanca, según fuentes cercanas al proceso de deliberación, sería la prohibición a las empresas de EE. UU. de negociar con entidades vinculadas al ejército de Cuba.
El jefe de la diplomacia estadounidense sugirió, además, que EE. UU. podría condicionar el proceso de normalización a más avances en derechos humanos en Cuba, al considerar que, ahora mismo, Raúl Castro no tiene “incentivos” para mejorar en ese sentido. “Cuba debe, absolutamente, comenzar a hacer frente a sus retos en derechos humanos”, subrayó Tillerson.
Trump quisiera cambiar todo a como estaba antes de que Obama desmontara la política hacia la isla, por considerarla “históricamente fracasada”. ¿Llevar las relaciones a su estado anterior? Trump quiere, pero no puede. Según sus asesores, su intención era echar para atrás todo el paquete aprobado por Obama, pero se tropezó con que Cuba mezcla ingredientes políticos y empresariales. Y como buen hombre de negocios, tuvo que sopesar sus deseos. Voceros del Partido Republicano y hasta altos mandos militares retirados de EE. UU. le pidieron no darle la espalda a la isla. “Si no nos conectamos económica y políticamente con la isla, no hay duda de que China, Rusia y otros con intereses contrarios a los nuestros se apresurarán a llenar el vacío”, le dijeron en una carta al presidente.
Trump es impredecible y con él todo es posible, pero volver a la hostilidad sólo afectaría a los cubanos que siguen esperando cambios.
Una verdadera encrucijada, que parece más bien responder a darle gusto a un reducido grupo de republicanos anticastristas que a verdadera convicción. De hecho, según una encuesta publicada por Engage Cuba, el 64 % de los votantes republicanos apoyan mantener los cambios que efectuó Obama hacia Cuba, mientras que sólo el 22 % se opone. Esa cifra es similar a la del conjunto del país, ya que el 65 % de los votantes estadounidenses apoya continuar con la política de Obama, frente al 18 % que se opone.
Preguntados sobre el levantamiento del embargo comercial y financiero hacia Cuba —algo que depende del Congreso, controlado por los republicanos—, el 55 % de los votantes de ese partido lo apoyan, frente al 26 % que se opone. Respecto a ese tema, el 61 % se mostró a favor y el 19 % en contra, según el estudio elaborado por la empresa Morning Consult.
“Es raro en este ambiente político envenenado que haya un asunto que una a republicanos, demócratas e independientes. El apoyo arrollador del pueblo estadounidense para continuar la política de relación con Cuba debe servir como señal de alerta al presidente”, indicó el presidente de Engage Cuba, James Williams.
No en vano, más de un cuarto de millón de estadounidenses visitaron Cuba en los primeros cinco meses de 2017, lo que representa un crecimiento de 145 % frente a igual período de 2016, informó un portal cubano citando fuentes oficiales. “Al cierre de mayo, según información de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información, han visitado Cuba 284.565 estadounidenses, una cifra casi igual a la cantidad de visitantes del país norteño que vinieron durante todo 2016”, señaló el portal oficialista Cubadebate.
Ben Rhodes, exasesor de Obama en el deshielo con Cuba, aseguró que sería una torpeza dar marcha atrás a los avances con la isla y explicó que si se restringen los viajes “una vez al año por persona, eso va a dañar a los emprendedores y las aerolíneas se van a echar atrás”.
“Si hay más negocio, eso empoderará al pueblo cubano”, recalcó Rhodes, quien defendió la política del gobierno de Obama con Cuba y se remitió a las palabras del expresidente: “Los cubanos deben tomar el control de su propio futuro”.
Un futuro que el gobierno de Castro comienza a preparar. Aunque hubo un repunte en la industria turística y la pequeña empresa privada, la economía cubana decreció 0,9 %en el 2016, año en que su economía entró en recesión. A eso se suma que su principal socio, Venezuela, pasa por el peor momento económico y social en décadas.
Raúl Castro sabe que Cuba necesita cambios. Por eso, dos días antes del anuncio de Trump anunció elecciones municipales para el 22 de octubre. Entre los miembros de las asambleas municipales y provinciales (que salen de esas elecciones) se escoge más de la mitad de los diputados de la Asamblea Nacional (Parlamento unicameral), órgano que a su vez vota para designar al presidente del país. Estas serán las primeras elecciones sin el presidente Fidel Castro, fallecido el pasado noviembre a los 90 años, y, según expertos, marcan el comienzo de la salida del poder de Raúl Castro en 2018.