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En 1960 Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir llegaron a La Habana para ver de cerca qué era lo que realmente pasaba en la Cuba de Fidel Castro y el Che Guevara. Sartre registra su encuentro con aquel joven que en 1952 iniciara con Alberto Granado, su amigo de infancia, un viaje sin regreso por América Latina: “En aquel despacho no entra la noche. En aquellos hombres en plena vigilia, al mejor de ellos, dormir no les parece una necesidad natural sino una rutina de la cual se han librado más o menos. No sé cuándo descansan Guevara y sus compañeros. Supongo que depende: el rendimiento decide; si baja, se detienen”. “El mayor escándalo de la revolución cubana no es haber expropiado fincas y tierras, sino haber llevado muchachos al poder (....) Puesto que era necesaria una revolución, las circunstancias designaron a la juventud para hacerla. Solo la juventud experimentaba suficiente cólera y angustia para emprenderla y tenía suficiente pureza para llevarla a cabo”, diría el escritor.
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En sus años dorados, la hazaña del Cuartel Moncada y la Sierra Maestra, el Che y Fidel pasan a ser una leyenda en una América Latina en busca de sí misma. En el transcurso de los años, Cuba sería analizada con idealismo, temor y escepticismo. Las 190 millas que la separan de Estados Unidos pasarían a ser codificadas como una nueva línea imaginaria, ahora símbolo de resistencia.
La Cuba de Fidel sobrevivió a la muerte del Che, el gran ideólogo de la revolución, a la crisis de los misiles, los innumerables planes de atentados contra el comandante, el bloqueo institucionalizado por Estados Unidos, la caída del muro de Berlín, la disolución de la URSS, el período especial (cuando ya no tenían ayuda económica de Rusia), la muerte de Hugo Chávez (quien estableció con la isla un intercambio de barriles de petróleo por profesionales de la salud y de la educación) y a algo impensable: a la muerte de Fidel Castro, pasando el mando a las manos de Raúl Castro, como una de las transiciones más serenas de la historia.
En varios momentos de nuestro tiempo, Cuba parecía ser atemporal y a veces ajena a los cambios de época. La sensación era que la fuerza de la isla residía en el pueblo cubano formado de generación en generación, con la cartilla de la revolución protagonizada por el Che y Fidel, bajo la bendición, hasta cierto punto casual, de la Unión Soviética y sus aliados.
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No obstante, había denuncias de represión y mano dura contra los disidentes y opositores, bien vigilados y rastreados por cuadros del partido. Historias contadas y recontadas recreaban los clásicos paredones de Fidel Castro.
Al otro lado de la isla, la imagen de los balseros venciendo las inclemencias del clima y del mar para tocar el suelo norteamericano, el drama familiar del niño balsero Elián González, la huida de Alina, la hija ilegítima de Fidel y el compromiso histórico de los cubanos de Miami en derrocar a Castro y su revolución, de frente o sutilmente.
En la otra cara de la moneda, miles de estudiantes y atletas cubanos, becados en diferentes países, demostraban con orgullo la formación académica y deportiva que habían recibido en la Cuba de Fidel Castro y se destacaban entre los jóvenes de países latinoamericanos cuyo PIB era incomparable al de Cuba.
Unos volvían tan pronto terminaban sus estancias, otros intentaban sacar a Cuba de sus vidas burocráticas por medio de un nuevo pasaporte o por lo menos residencia en los países anfitriones, pero pocas veces podían sacarla de sus memorias, así como las medidas de represalia tomadas casi inmediatamente por el gobierno cubano.
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A partir del plan especial, a mediados de los años 90, los víveres registrados en las libretas ya no eran suficientes para asegurar a la población cubana una alimentación balanceada y los remedios más sencillos y productos de higiene desaparecían. En el seno del sistema socialista había un dinámico mercado paralelo y una contradictoria carrera diaria para acercar a los turistas y lograr unos contados dólares.
La información acerca de la isla y del mundo llegaba a los cubanos por medio del canal estatal, cuyo protagonista era Fidel Castro y su poder de oratoria de horas sin fin. Las noches caribeñas eran alentadas por las telenovelas latinoamericanas, por el canal ruso o por algún canal extranjero en algún hogar que había logrado burlar la intensa fiscalización. Durante décadas, México fue el vecino solidario, pues fue allá que todo había comenzado en la noche en que Fidel encontró al Che para siempre.
Este año, 2021, es el segundo en que el mundo afronta el fuerte impacto de la pandemia de COVID-19, que ha desnudado las fortalezas y debilidades de los actores que configuran este dicotómico y asimétrico sistema internacional. En varios lugares del mundo, el pueblo volvió a las calles para transformarlas en el espacio democrático para sus demandas históricas y recientes, lo que podrá propiciar un nuevo mapa político y la aparición de líderes en este contexto político bastante desgastado y cauto de innovación. Cuba no pasaría ilesa. Se produjo la protesta más grande de los últimos años; de inmediato veinte pueblos cubanos se unieron a esas manifestaciones bajos las consignas: “libertad”, “abajo la dictadura” y “patria y vida”.
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Esas manifestaciones, aparentemente espontáneas, se iniciaron en San Antonio de los Baños, cerca de La Habana. Así como en otros puntos cardinales, fueron convocadas y dirigidas por redes sociales, con un fuerte apoyo de “influencers” y artistas. El 5 de julio las etiquetas SOSCuba y la solicitud de intervención humanitaria rápidamente pasaron a ser tendencia, lo que con certeza agradó al secretario de la OEA, Luis Almagro, y a Estados Unidos. El 17 de julio el gobierno de Cuba organizó una manifestación cuyo propósito era una reafirmación revolucionaria, que contó con la presencia del actual mandatario Díaz-Canel y del expresidente Raúl Castro.
En su discurso, Díaz-Canel reiteró que “al lado del pueblo, con el pueblo y por el pueblo sigue estando la revolución” y llamó la atención para un falaz bombardeo mediático que muestra un pueblo levantado contra su gobierno y un gobierno que lo reprime.
No obstante, en una entrevista concedida a BBC Mundo, Érika Guevara-Rosas, directora para las Américas de Amnistía Internacional, informó que al menos 247 personas han sido detenidas o están desaparecidas. Según Érika, han estado recibiendo informes sobre el uso excesivo de la fuerza, detenciones arbitrarias y los cortes de internet que se produjeron casi que de inmediato cuando empezaron estas protestas espontáneas que se propagaron rápidamente por 58 localidades de todo el país, también tuvieron su efecto de no poder contar con los testimonios y contactos que teníamos para poder ir verificando información. En las primeras horas del domingo, los detenidos eran personas que estaban en las manifestaciones pacíficas multitudinarias que se dieron en varios puntos, pero ya después, hacia la noche del domingo y el día de ayer, las detenciones han sido selectivas a periodistas independientes.
Que Cuba va a decir que todo esto es orquestado por Estados Unidos, ¡seguro que sí! Que todo lo que está pasando en Cuba será utilizado por los sectores conservadores de Estados Unidos y los cubanos de Miami es evidente. Cuba está otra vez ante un desafío enorme. Independientemente de su matiz ideológico: ¿es justo quitarle al pueblo cubano el derecho a vivir sin el bloqueo? Es inadmisible no solo el embargo comercial sino también el impedimento que Cuba tiene para realizar encuentros sociales, culturales y científicos con personas y comunidades de otros países.
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La etiqueta SOSCuba podría ser vista desde distintos márgenes: salvar a Cuba de sí misma y de su soberbio opositor histórico. El pueblo cubano merece y tiene el derecho a vivir sin bloqueo y a su autodeterminación, a empezar una nueva era que diste de las directrices y estrategias puestas en marcha en la lógica de la guerra fría, cuando el enfrentamiento ideológico capitalismo por socialismo permeaba las relaciones internacionales. El presidente Joe Biden hizo un solidario y superficial saludo al pueblo cubano, lo que denota que no seguirá los pasos del expresidente Barack Obama, quien calificó el embargo como una “política fallida”, intentó transformar a Cuba en una esquina de la distensión y gradualmente flexibilizar el embargo comercial que ha asfixiado a la isla por más de sesenta años, estableciendo 23 acuerdos de cooperación.
Ojalá el mandatario de EE. UU. tomara algunas de las medidas recomendadas por el equipo de Oxfam como retomar el camino trazado por la directiva presidencial pública de octubre de 2016 para “la normalización de las relaciones con Cuba”. Retirar a Cuba de la lista de países patrocinadores del terrorismo y suspender la aplicación del Título III de la Ley Helms-Burton, derogar el Memorando Presidencial de Seguridad Nacional sobre el fortalecimiento de la política de Estados Unidos hacia Cuba, emitido en 2017, revertir las limitaciones a las remesas y los viajes impuestas por la administración Trump y reabrir los servicios diplomáticos.
*Profesora de la Universidad Externado de Colombia.