Cumbre de las Américas: una oportunidad perdida para la comunidad afro
Hablar de democracia en el encuentro regional que se inaugura oficialmente hoy requería una discusión sobre la representación de las comunidades históricamente ignoradas. No está en la agenda.
Camilo Gómez Forero
Resulta contraproducente decir que el problema de la desigualdad en América se debe al pasado colonialista del continente. Con dicha formulación, damos por sentado que el “pasado” ha sido algo que quedó atrás, cuando en realidad el colonialismo no puede estar más presente entre nosotros. La gran razón de esta desigualdad en el vecindario, o una de las principales razones por lo menos, ha sido una constante en los últimos 200 años: la representación política que es herencia de ese colonialismo y cuyos modelos continúan vigentes.
“Somos el pueblo más diverso, pero a la vez el más discriminatorio”, señaló Margarette May Macaulay, abogada jamaiquina y comisionada de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) para los derechos de las personas afrodescendientes y contra la discriminación racial.
Le sugerimos: “Esto es un trauma colectivo, no es solo Texas”, Ani Kalayjian
Los gobiernos, las alianzas, los foros, incluso, han estado conformados por cuerpos que no reflejan la verdadera composición de la sociedad. Y en el caso de la comunidad afro, así como de las mujeres, comunidad LGBT y otros grupos poblacionales, este problema ha sido mucho más notorio. Tomemos por ejemplo a Estados Unidos, que cuenta con poco más de 41 millones de personas afros en su población total, según el censo de 2020. Eso es un equivalente al 12,4 % de la población. Pero cuando revisamos la composición del Congreso nos encontramos con una gran disparidad: solo hay tres senadores afros entre 100, el equivalente al 3 %. Todos hombres, además. Si seguimos bajando, la tendencia es la misma.
“Colombia ha sido gobernada por la misma clase dirigente desde que se fundó, siguen estando en el poder los mismos, donde una senadora sueña con dividir un departamento entre blancos e indígenas, porque a unos los considera personas y a otros no; donde un medio de comunicación titula: ‘Protestas entre ciudadanos e indígenas’”, dijo Sandra Milena Arizabaleta, representante legal de la fundación afrodescendiente por las diversidades sociales y sexuales Somos Identidad, quien participó de un panel de la organización Race and Equality.
Brasil, el país de la región con la tasa poblacional de negros y mulatos más alta (54,9 %), tiene una representación ínfima en la Cámara de Diputados: apenas el 4,09 % son negros y el 20,27 % son mulatos. La subrepresentación es enorme por donde miremos. ¿En qué afecta esto? Si las comunidades no están representadas, es poco probable que sus problemas sean abordados y se formulen soluciones para estos. En Estados Unidos, solo hasta que hubo dos senadores negros se pudo avanzar en un proyecto de justicia para los agricultores afros. Darles su lugar es un gran desafío para la democracia.
“Me pregunto: ¿dónde están los afros? Cuando ves a un hombre blanco y rubio diciendo ‘yo soy el presidente’ en un país con una mayoría de color o con más mujeres, te preguntas por qué están estas personas en el poder. Ellos no pueden entender los verdaderos problemas de tales comunidades”, dice Macaulay.
Uno de los principales puntos en la agenda de la novena edición de la Cumbre de las Américas, que se desarrolla esta semana en Los Ángeles, fue precisamente la democracia. “Hay que protegerla”, concuerdan los invitados. El primer día hubo los pronunciamientos que todo el mundo anticipaba. El secretario general de la Organización de Estados Americanos, Luis Almagro, instó a todo el continente a trabajar por eliminar la pobreza, la discriminación y la violencia que castigan al vecindario. ¿Cómo hacerlo? De fondo, parece que nadie sabe la respuesta y que los discursos se quedan en el aire.
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Los problemas para esta comunidad, así como las herramientas para formular u ofrecer soluciones para fortalecer la democracia, se quedaron en los foros paralelos a la Cumbre, cuyos paneles estuvieron conformados por una gran diversidad de invitados e invitadas que reconocen los problemas esenciales, pues los han experimentado de primera mano. Lamentablemente, estas voces son cada vez menos tenidas en cuenta para la participación de los foros oficiales, como nos comentaron analistas en Los Ángeles. La burocracia para admitir a las organizaciones de la sociedad civil en la Cumbre aumentó en esta ocasión, a la vez que los espacios para la participación de estas se redujeron.
“Se requiere que más organizaciones sean parte de estos espacios. Hay que tener trabajo con la sociedad civil de manera articulada”, recalca Arizabaleta.
La Cumbre no solo puede articular más el trabajo con la sociedad civil, sino que también debería ser la plataforma para mostrar avances. Esta habría sido la oportunidad perfecta para que la vicepresidenta estadounidense, Kamala Harris, tomara la batuta frente a la discusión sobre los desafíos de la democracia hoy y hablara sobre las dificultades que enfrenta la población afro y sus barreras durante el proceso electoral, sacando a relucir su propia hazaña y el simbolismo que ella representa. Sin embargo, Harris se presentó el martes a hablar sobre los avances en las tareas de migración que se le han asignado, las mismas que le significaron un bajonazo en su popularidad.
A falta de dos días para que termine la Cumbre de las Américas, todo indica que no habrá compromisos serios sobre los problemas estructurales que nos condujeron a una crisis en la democracia en toda la región.
El calendario de 2022 nos indica que tres países tienen elecciones pendientes que serán claves para la comunidad afro: Colombia —donde una mujer afro podría convertirse en vicepresidenta—, Brasil —donde la comunidad afro es históricamente subrepresentada— y Estados Unidos —donde Stacey Abrams, una lideresa afro que ayudó a Joe Biden a ganar la Presidencia, se juega la gobernatura de Georgia, uno de los estados más importantes hoy—. Estos son precisamente los países en donde identificamos más subrepresentación de esta población. Por donde se le mire, esta fue una oportunidad perdida para poner el asunto en la mesa.
*Artículo posible por invitación de Race and Equality.
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Resulta contraproducente decir que el problema de la desigualdad en América se debe al pasado colonialista del continente. Con dicha formulación, damos por sentado que el “pasado” ha sido algo que quedó atrás, cuando en realidad el colonialismo no puede estar más presente entre nosotros. La gran razón de esta desigualdad en el vecindario, o una de las principales razones por lo menos, ha sido una constante en los últimos 200 años: la representación política que es herencia de ese colonialismo y cuyos modelos continúan vigentes.
“Somos el pueblo más diverso, pero a la vez el más discriminatorio”, señaló Margarette May Macaulay, abogada jamaiquina y comisionada de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) para los derechos de las personas afrodescendientes y contra la discriminación racial.
Le sugerimos: “Esto es un trauma colectivo, no es solo Texas”, Ani Kalayjian
Los gobiernos, las alianzas, los foros, incluso, han estado conformados por cuerpos que no reflejan la verdadera composición de la sociedad. Y en el caso de la comunidad afro, así como de las mujeres, comunidad LGBT y otros grupos poblacionales, este problema ha sido mucho más notorio. Tomemos por ejemplo a Estados Unidos, que cuenta con poco más de 41 millones de personas afros en su población total, según el censo de 2020. Eso es un equivalente al 12,4 % de la población. Pero cuando revisamos la composición del Congreso nos encontramos con una gran disparidad: solo hay tres senadores afros entre 100, el equivalente al 3 %. Todos hombres, además. Si seguimos bajando, la tendencia es la misma.
“Colombia ha sido gobernada por la misma clase dirigente desde que se fundó, siguen estando en el poder los mismos, donde una senadora sueña con dividir un departamento entre blancos e indígenas, porque a unos los considera personas y a otros no; donde un medio de comunicación titula: ‘Protestas entre ciudadanos e indígenas’”, dijo Sandra Milena Arizabaleta, representante legal de la fundación afrodescendiente por las diversidades sociales y sexuales Somos Identidad, quien participó de un panel de la organización Race and Equality.
Brasil, el país de la región con la tasa poblacional de negros y mulatos más alta (54,9 %), tiene una representación ínfima en la Cámara de Diputados: apenas el 4,09 % son negros y el 20,27 % son mulatos. La subrepresentación es enorme por donde miremos. ¿En qué afecta esto? Si las comunidades no están representadas, es poco probable que sus problemas sean abordados y se formulen soluciones para estos. En Estados Unidos, solo hasta que hubo dos senadores negros se pudo avanzar en un proyecto de justicia para los agricultores afros. Darles su lugar es un gran desafío para la democracia.
“Me pregunto: ¿dónde están los afros? Cuando ves a un hombre blanco y rubio diciendo ‘yo soy el presidente’ en un país con una mayoría de color o con más mujeres, te preguntas por qué están estas personas en el poder. Ellos no pueden entender los verdaderos problemas de tales comunidades”, dice Macaulay.
Uno de los principales puntos en la agenda de la novena edición de la Cumbre de las Américas, que se desarrolla esta semana en Los Ángeles, fue precisamente la democracia. “Hay que protegerla”, concuerdan los invitados. El primer día hubo los pronunciamientos que todo el mundo anticipaba. El secretario general de la Organización de Estados Americanos, Luis Almagro, instó a todo el continente a trabajar por eliminar la pobreza, la discriminación y la violencia que castigan al vecindario. ¿Cómo hacerlo? De fondo, parece que nadie sabe la respuesta y que los discursos se quedan en el aire.
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Los problemas para esta comunidad, así como las herramientas para formular u ofrecer soluciones para fortalecer la democracia, se quedaron en los foros paralelos a la Cumbre, cuyos paneles estuvieron conformados por una gran diversidad de invitados e invitadas que reconocen los problemas esenciales, pues los han experimentado de primera mano. Lamentablemente, estas voces son cada vez menos tenidas en cuenta para la participación de los foros oficiales, como nos comentaron analistas en Los Ángeles. La burocracia para admitir a las organizaciones de la sociedad civil en la Cumbre aumentó en esta ocasión, a la vez que los espacios para la participación de estas se redujeron.
“Se requiere que más organizaciones sean parte de estos espacios. Hay que tener trabajo con la sociedad civil de manera articulada”, recalca Arizabaleta.
La Cumbre no solo puede articular más el trabajo con la sociedad civil, sino que también debería ser la plataforma para mostrar avances. Esta habría sido la oportunidad perfecta para que la vicepresidenta estadounidense, Kamala Harris, tomara la batuta frente a la discusión sobre los desafíos de la democracia hoy y hablara sobre las dificultades que enfrenta la población afro y sus barreras durante el proceso electoral, sacando a relucir su propia hazaña y el simbolismo que ella representa. Sin embargo, Harris se presentó el martes a hablar sobre los avances en las tareas de migración que se le han asignado, las mismas que le significaron un bajonazo en su popularidad.
A falta de dos días para que termine la Cumbre de las Américas, todo indica que no habrá compromisos serios sobre los problemas estructurales que nos condujeron a una crisis en la democracia en toda la región.
El calendario de 2022 nos indica que tres países tienen elecciones pendientes que serán claves para la comunidad afro: Colombia —donde una mujer afro podría convertirse en vicepresidenta—, Brasil —donde la comunidad afro es históricamente subrepresentada— y Estados Unidos —donde Stacey Abrams, una lideresa afro que ayudó a Joe Biden a ganar la Presidencia, se juega la gobernatura de Georgia, uno de los estados más importantes hoy—. Estos son precisamente los países en donde identificamos más subrepresentación de esta población. Por donde se le mire, esta fue una oportunidad perdida para poner el asunto en la mesa.
*Artículo posible por invitación de Race and Equality.
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