Daniel Noboa, a ciegas por un Ecuador en caos

A diferencia de su padre, Daniel Noboa sí se alzó con la Presidencia de Ecuador. Si al primero no le sirvieron cinco intentos para lograrlo, a él le fue suficiente apenas uno, a pesar de tener un nombre casi desconocido en la política nacional y de que muchos le dijeron que era muy joven. Él, en su posesión, les respondió: “Creen que la juventud es sinónimo de ingenuidad, para mí es de fuerza”. Pero, aunque desde un principio optó por destacar su “visión renovada”, en medio de la crisis de violencia que vive el país, su falta de experiencia política despierta incertidumbre. Hablándoles a los ecuatorianos ha dicho que no negociará con terroristas, que no cederá ante ellos y que considerará a los jueces y fiscales que apoyen a los grupos terroristas como miembros de esas organizaciones. La preocupación de algunos está, sin embargo, en las capacidades que tenga para liderar dentro de un Estado que, además, está permeado por el crimen organizado.

A diferencia de su padre, Daniel Noboa sí se alzó con la Presidencia de Ecuador. Si al primero no le sirvieron cinco intentos para lograrlo, a él le fue suficiente apenas uno, a pesar de tener un nombre casi desconocido en la política nacional y de que muchos le dijeron que era muy joven. Él, en su posesión, les respondió: “Creen que la juventud es sinónimo de ingenuidad, para mí es de fuerza”. Pero, aunque desde un principio optó por destacar su “visión renovada”, en medio de la crisis de violencia que vive el país, su falta de experiencia política despierta incertidumbre. Hablándoles a los ecuatorianos ha dicho que no negociará con terroristas, que no cederá ante ellos y que considerará a los jueces y fiscales que apoyen a los grupos terroristas como miembros de esas organizaciones. La preocupación de algunos está, sin embargo, en las capacidades que tenga para liderar dentro de un Estado que, además, está permeado por el crimen organizado.

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“Él no estaba preparado para el poder”, dice el politólogo alemán Wolf Grabendorff. “Tengo la impresión, aunque puedo equivocarme, de que no tenía previsto ganar”. Hace tres años dejó Ecuador, donde, como profesor de la Universidad Andina Simón Bolívar y miembro de la Friedrich-Ebert-Stiftung, vivió casi por una década. El mayor problema con Noboa, o al menos el que le suscita preocupación ahora, es que no tiene casi respaldo: “Prácticamente solo puede contar con los militares y los policías, con algo de apoyo norteamericano, pero su gran debilidad es que realmente no tiene un apoyo de diferentes partes del sistema político” y, de fondo, la lucha de los carteles es contra el sistema político: “No buscan tener más posibilidades para ganar los transportes de droga, al contrario, están convencidos de que este gobierno es tan débil, que creen que podrán ganar en algo el apoyo de la población, demostrando que así no se puede continuar”.

Quizá, según Grabendorff, se necesite voluntad política no solo del presidente, sino también de las instituciones y de los diferentes distritos para crear una estrategia común en contra de la situación de guerra interna que atraviesa Ecuador, que va más allá del mismo Noboa. Sin embargo, duda que eso se dé en todas las capas: “Desde hace algunos años, en algunos niveles locales y regionales, hay una forma de matrimonio útil entre las bandas y algunos políticos. Dentro del Estado hay elementos criminales, no hay duda de eso”. Algo parecido menciona el internacionalista Ramiro Lapeña: “Noboa, sin experiencia, se encontró con una cúpula militar y policial en tela de juicio, sobre todo la policial. Lo primero que hizo fue cortar cabezas, para depurar aquellos mandos que no podían ejecutar su plan de seguridad, que, a propósito, no se ha hecho público y no sabemos en qué consiste. Además, los gobiernos de Lenín Moreno y Guillermo Lasso desinvirtieron en la seguridad; la inteligencia civil está en pañales, por ejemplo. Tienen analistas, pero no operativos. Es complicado”.

Lo que muestran los hechos de esta semana, al menos para él, es que el Estado va dos o tres pasos por detrás del crimen organizado. “Noboa debería afrontar una reforma profunda, esa que se viene hablando desde una época pasada, pero que se le pide que haga en un año, cuando se viene conversando de ella hace seis, además, sin experiencia. Es un terreno pantanoso. No sabes qué pisar. No sabes de quién fiarte. No sabes quiénes son los buenos y quiénes son los malos. Depurar le puede causar conflictos internos, y eso le deja las manos atadas. Está ciego”. Lapeña, desde el Valle de los Chillos, a 25 minutos de Quito, respira ahora algo de tranquilidad, pero vivió el caos del martes, cuando se cortó el transporte público y todos corrían nerviosos. Él, como algunos, trabajó desde casa, es profesor, y su hija tomó clases desde allí. Hoy tiene algo claro: la gente tiene miedo.

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Frente a ese temor hay un Noboa que ganó la Presidencia sin partido, sin cuadros. Fue legislador en 2021, pero una cosa es ser congresista y otra es ser mandatario, y la inexperiencia en el liderazgo público, pues viene más bien de una familia acaudalada por sus negocios bananeros y hoteleros, marcaría la dinámica de las decisiones que tome. Su falta de conocimiento, según el internacionalista, tiene que ver con no conocer los mecanismos del Estado y, con ello, la responsabilidad de velar por los derechos humanos y las convenciones internacionales firmadas por el país.

A él se le han unido los parlamentarios del Partido Social Cristiano y del correísta Revolución Ciudadana. Pero, al menos ante los ojos de Grabendorff, a él le pasa lo mismo que a Javier Milei en Argentina: tuvo un amplio respaldo para llegar a la Presidencia, pero no cuenta con un apoyo político similar en el sistema. “Eso es grave”, sobre todo si, como dice el politólogo, Noboa está mirando esta guerra interna como algo que va a definir su administración. “Ese apoyo es invisible, solo le han dicho que debe tener mano dura y reaccionar fuerte. Es decir, no hay un respaldo político claro, no hay una herramienta en contra de esas luchas que enfrenta el gobierno, por eso quiere hacer su referendo lo antes posible”. Se refiere a la consulta popular con la que el ecuatoriano trataría, precisamente, de preguntarles a los ciudadanos si están de acuerdo con una serie de medidas en aras de la seguridad, la justicia y el empleo.

Algunos no ven el panorama tan sombrío. Julián Saldaña, habitante de Durán, que se dedica al negocio del transporte y la logística, habla con algo de esperanza para este diario: “Las cosas van a dar un giro de 180°. El Estado arremeterá en estos 60 días para restablecer el orden”. Cree que lo sucedido es un termómetro del inconformismo por parte de los delincuentes, “pues están a puertas de una reestructuración carcelaria que no les conviene, por eso las revueltas”. Aún, según él, “se puede salvar la patria”. Patricia, habitante de Guayaquil, que prefiere no dar su apellido, tiene una sensación similar: “Hay una especie de unificación a nivel político. Después de que se disolvió la Asamblea Nacional, de que renunció el presidente y de que hubo períodos en los que no tuvimos quién estuviera en el Legislativo, en esta crisis son más las manifestaciones de apoyo al presidente y a su actuar”.

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