Dignidad laboral para migrantes, la estrategia para que trabajar no dependa de la suerte
El Espectador presenció los talleres que la ONG hace para que los migrantes y las minorías que quieran acceder a trabajos puedan acceder a ellos de forma digna.
Tomás Tarazona Ramírez
El alivio de Maryuris pasó de ser una pequeña sensación en su interior hasta una sinapsis que ordenaba cada una de las facciones de su rostro. Los músculos de su cara, en rebeldía con la timidez que sentía, crearon un gesto de felicidad. El capítulo “pesado” de su vida ya había concluido; por primera vez en sus 19 años, Maryuris, que salió de Barquisimeto por falta de oportunidades, había logrado asentarse y obtener un trabajo digno en Colombia.
👀De contexto: Oportunidad a ser diferente, el esfuerzo de Mercy Corps para la inclusión laboral
Poco antes de llegar al episodio de su vida en que todo empezó a mejorar, Maryuris tuvo que recordar cómo fue que Mercy Corps, la ONG de ayuda humanitaria que funciona en siete departamentos de Colombia, llegó a su vida. Mientras estuvo Venezuela, la “situación estaba dura”: mucho trabajo por poco sueldo, salarios insuficientes y un pregrado de contaduría que estaba más cerca del comienzo que del final. Desafiando los problemas, decidió quedarse unos meses más en Barquisimeto, pues su familia salió a Valledupar buscando una mejor vida, tanto en el mundo de las finanzas como en el universo laboral.
Pero el tiempo, como a muchos otros venezolanos que lucharon por quedarse en su país, terminó haciéndola ceder. Era oficial: salir de Venezuela a los 18 años se convirtió en una prioridad para aspirar a cumplir sus sueños. Quizá tener su propio negocio, poder manejar una camioneta grande y tener tiempo de hacer deporte y compartir con su pareja.
Cuando Maryuris llegó a Valledupar, la ciudad con más informalidad en Colombia, según registra el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), la “cosa siguió fuerte”. Era una adolescente, sin títulos homologados, sin experiencia laboral certificada, y sin un título universitario, enfrentándose a un ecosistema ajeno: el mundo del trabajo en Colombia, el destino de más de dos millones de ciudadanos de Venezuela.
“Yo trabajé un tiempo en Bogotá”, recuerda intentando olvidar ese tramo de su vida. “Pero me discriminaban por ser venezolana. Tenía trabajos mal pagos”, porque, según cuenta, sus empleadores pensaban que por ser migrante en Colombia estaba destinada a las labores más pesadas y mal remuneradas. Entre ellas hacer turnos de 15 horas diarias y no poder descansar ningún día de la semana.
“Pero me llegó la oportunidad”, dice, y su rostro una vez más se volvió cálido. Como los gestos de una persona que sabe que ya superó tiempos recios de su vida.
Tras meses de labores mal pagas, sin prestaciones sociales, y en ocasiones violando los límites de horas trabajadas, Maryuris conoció Mercy Corps. Aunque al comienzo no sabía muy bien cómo funcionaba esa organización dedicada a auxiliar población migrante y minorías en Colombia, se dio un chance de ingresar uno de sus programas.
Ante la falta de oportunidades laborales a indígenas, migrantes y otras minorías colombianas, la ONG decidió hacer una estrategia dedicada a mejorar la calidad laboral de las personas, que en muchas ocasiones eran casi inexistentes. Desde 2015 trabajando en programas sanitarios, legales e incluso de inclusión social, Mercy Corps instaló la estrategia SERES en Cesar y Antioquia, una forma de intentar concientizar a los empleadores, que mueven la máquina laboral en Colombia, de contratar personas ignorando los prejuicios.
Mercy Corps, que ya tiene en funcionamiento el programa “#AvanzandoElFuturo”, dedicado a atender necesidades médicas y de salud de migrantes, y “#JovenPro”, un esquema que facilita el acceso a trabajo a jóvenes y adolescentes venezolanos diseñó SERES, cuya función es concientizar sobre condiciones de trabajo dignas y estables.
***
Johana Angulo reconoce que en la línea del tiempo de su empresa hay un antes y un después. Con una mirada seria, manos quietas y frases bien pensadas, sabe que haber ingresado a la estrategia SERES tuvo un cambio en su vida y con toda seguridad, en la vida de los otros.
Cuando creó Giraldo Ramírez Comercializadora junto con su esposo, los objetivos de la empresa consistían ofrecer trabajos de ingeniería civil a todo aquel que deseara sus servicios. Fue después de años de funcionamiento que Johana entendió la importancia de que su empresa aportara “un pequeño grano de arena” a la inclusión social de Valledupar.
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Al comienzo la empresa buscaba trabajadores “con experiencia, de edad neutra” que sirvieran a los objetivos de la empresa, cuenta Johana, que reconoce que aunque desde la dirección de Giraldo Ramírez Comercializadora no había sesgos o prejuicios, “no se tenía en cuenta al personal extranjero ni se tocaba el tema de contratación a los jóvenes”.
La estrategia empezó a funcionar en Valledupar a través de talleres y capacitaciones y Johana hizo parte de algunas de las clases en las que Mercy Corps, junto con los socios Opción Legal, que asesora migrantes y minorías en el mundo de las leyes, y Caribe Afirmativo, que lucha por la inclusión de género en la sociedad, para entender por qué era importante que migrantes como Maryuris pudieran hacer parte de empresas como la que ella manejaba.
Los talleres, que oscilan entre fortalecer la comunicación y el trabajo de equipo hasta concientizar la situación de vulnerabilidad que hay en ciertos sectores sociales, hizo a Johana declinarse por contratar a Maryuris. Una sola decisión causó un efecto dominó que le dio oportunidades, estabilidad y la posibilidad de soñar a su nueva empleada.
Desde que se instaló la estrategia, SERES ha ayudado a conseguir más de 37 empleos en Cesar gracias a las capacitaciones a empresarios. Incluso, las charlas relacionadas con inclusión laboral ayudaron a que Mercy Corps y sus funcionarios elaboraran una política interna para TCC, la entidad encargada de hacer transportes dentro de Colombia.
Maryuris, fiel creyente de que las oportunidades, cuando llegan a la vida deben aprovecharse, considera que encontró un lugar cálido de trabajo. Su carrera de contaduría, que tuvo que dejar en Venezuela, le ayudó para empezar a llevar inventarios y los libros comerciales de la empresa.
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Para Johana, que considera que ha tenido una gran influencia en la vida de Maryuris, aún falta mucho por hacer. La estrategia SERES no solo pretende brindar los talleres, busca que el proyecto avance hacia el futuro y sean los mismos empleadores quienes en los próximos meses o años tomen la iniciativa de ser inclusivos con la población. Johana, por su parte, quiere que a medida que crezca su empresa y se alcancen objetivos, se hagan nuevas contrataciones que abarquen a toda la población. [...] Ser lo más incluyentes posibles”. Eso sí, siempre teniendo una relación con sus empleados de “respeto, sinceridad y confianza” para poder darles todas las oportunidades posibles.
Desde Mercy Corps se hizo un gran esfuerzo en las capacitaciones para hacer entender que la relación entre jefe y empleados sea más responsable, ya que cada persona tiene problemas y necesidades específicas, que si bien no deben ser solucionadas por las empresas, sí deben ser tenidas en cuenta al momento de comunicarse
***
Erika Romero, especialista de Empleabilidad y Emprendimiento en Mercy Corps, explica que la estrategia SERES busca cambiar el orden de las cosas en ciudades como Valledupar y otros municipios de Antioquia, pues según ella, “no hay oportunidad a ser diferente”.
La informalidad y falta de empleos en Valledupar tiene mucho que ver con un “tema de discriminación social que viene históricamente. Es un territorio con mucho patriarcado y que discrimina a la población que no es de allá. No se dice directamente, pero se hace entender, se reconocen y se ven” los prejuicios y el estigma, dice Romero.
Cuando terminó el ciclo de talleres de Mercy Corps, Johana explicó que su experiencia significó una “puerta abierta a nuevos conocimientos” pues con unas cuantas horas de capacitación, y concientización, la empresa dejó de ver a sus empleados como subordinados y los convirtieron en tener una relación cercana entre jefe y empleado con objetivos comunes.
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“El proceso fue muy enriquecedor. […] Nos abrió la mente a la realidad que vive Colombia, al problema de la inclusión” que hace falta en el país, dice Johana.
Y es que los estudios de ONG y universidades colombianas han demostrado que tanto la población venezolana en el país, como otras minorías, entre ellas la comunidad LGTBIQ+, son objeto de discriminación a la hora de acceder o permanecer en un trabajo.
Por ejemplo, una investigación realizada por la ONU junto a la Universidad del Norte, en Barranquilla, concluyó que por donde se observe, la situación laboral de los venezolanos presenta una desventaja frente a los colombianos. Casi el 90 % de las personas que salieron de Venezuela para probar un nuevo rumbo laboral en las ciudades principales de Colombia se encuentran en situación de informalidad.
Como en el caso de Maryuris, que recuerda que su hermano, pocos años mayor que ella, solo le asignaban los trabajos de “fuerza bruta”. “Cuando llegamos”, recuerda, “él solo conseguía descargar bultos de cemento y descargar la mercancía de los camiones de carga que llegaban a Valledupar.
El estudio, que fue dirigido por la ACNUR, Organización Internacional del Trabajo y ONU Migración, identificó que “hay un número importante de migrantes venezolanos que cuentan con formación previa” en Colombia. Sin embargo, explica el informe, muchos presentan dificultades para convalidar estudios y certificar sus títulos y competencias”.
Este inconveniente, sumado a “los prejuicios y la desconfianza hacia los venezolanos […] siguen afectando la inclusión laboral, que se evidencia en exigencia de referencias o recomendaciones para poder contratarlos”.
Para Erika Romero, encargada de dirigir varias de las capacitaciones de la estrategia SERES, hay una clara distinción en la forma en cómo se ve y contrata a la población migrante y las minorías con respecto a otras personas. “Un trabajo digno va más allá de seguridad social. Que un empleado esté bien significa más que estar afiliado a una empresa de salud; es que sienta seguridad emocional”, explica.
***
Durante los minutos en que Maryuris revivió su pasado inmediato fue testigo de varias emociones. Felicidad, por un lado, al saber que tuvo la fortuna de poder acceder a Mercy Corps, no solo a la estrategia SERES, sino a otros programas que fomentan que en el futuro pueda tener su propia empresa, emprender en el mercado e incluso llegar a ser jefa de otras personas con menos oportunidades. Sin embargo, uno de sus recuerdos la ataba a la tristeza. Quizá a un sentimiento de confusión. Justo antes de terminar la historia de cómo una venezolana logró, a diferencia de tantos miles, asentarse y encontrar un puesto de trabajo con condiciones dignas y amigables, recordó el destino de varios de sus compañeros en Venezuela.
Imaginándose el mapa de Latinoamérica, Maryuris sacó del baúl de sus recuerdos la historia de tantos de sus amigos, allegados y seres queridos que, sin opciones como la que ella pudo encontrar, terminaron “unos en Brasil, otros en Ecuador y hasta en Chile”.
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Su consigna, a pesar de los retos y de considerar que le tocó “crecer rápido” para trabajar y mantenerse, siempre sigue siendo la misma. “Lo que es de Dios es de Dios”, y en el camino de Maryuris, los designios de Dios se presentaron a través de Mercy Corps para ayudar a que su vida, en lugar de estar enfocada en el día a día, pudiese convertirse en un proyecto a largo plazo que poco a poco va cumpliendo.
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El alivio de Maryuris pasó de ser una pequeña sensación en su interior hasta una sinapsis que ordenaba cada una de las facciones de su rostro. Los músculos de su cara, en rebeldía con la timidez que sentía, crearon un gesto de felicidad. El capítulo “pesado” de su vida ya había concluido; por primera vez en sus 19 años, Maryuris, que salió de Barquisimeto por falta de oportunidades, había logrado asentarse y obtener un trabajo digno en Colombia.
👀De contexto: Oportunidad a ser diferente, el esfuerzo de Mercy Corps para la inclusión laboral
Poco antes de llegar al episodio de su vida en que todo empezó a mejorar, Maryuris tuvo que recordar cómo fue que Mercy Corps, la ONG de ayuda humanitaria que funciona en siete departamentos de Colombia, llegó a su vida. Mientras estuvo Venezuela, la “situación estaba dura”: mucho trabajo por poco sueldo, salarios insuficientes y un pregrado de contaduría que estaba más cerca del comienzo que del final. Desafiando los problemas, decidió quedarse unos meses más en Barquisimeto, pues su familia salió a Valledupar buscando una mejor vida, tanto en el mundo de las finanzas como en el universo laboral.
Pero el tiempo, como a muchos otros venezolanos que lucharon por quedarse en su país, terminó haciéndola ceder. Era oficial: salir de Venezuela a los 18 años se convirtió en una prioridad para aspirar a cumplir sus sueños. Quizá tener su propio negocio, poder manejar una camioneta grande y tener tiempo de hacer deporte y compartir con su pareja.
Cuando Maryuris llegó a Valledupar, la ciudad con más informalidad en Colombia, según registra el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), la “cosa siguió fuerte”. Era una adolescente, sin títulos homologados, sin experiencia laboral certificada, y sin un título universitario, enfrentándose a un ecosistema ajeno: el mundo del trabajo en Colombia, el destino de más de dos millones de ciudadanos de Venezuela.
“Yo trabajé un tiempo en Bogotá”, recuerda intentando olvidar ese tramo de su vida. “Pero me discriminaban por ser venezolana. Tenía trabajos mal pagos”, porque, según cuenta, sus empleadores pensaban que por ser migrante en Colombia estaba destinada a las labores más pesadas y mal remuneradas. Entre ellas hacer turnos de 15 horas diarias y no poder descansar ningún día de la semana.
“Pero me llegó la oportunidad”, dice, y su rostro una vez más se volvió cálido. Como los gestos de una persona que sabe que ya superó tiempos recios de su vida.
Tras meses de labores mal pagas, sin prestaciones sociales, y en ocasiones violando los límites de horas trabajadas, Maryuris conoció Mercy Corps. Aunque al comienzo no sabía muy bien cómo funcionaba esa organización dedicada a auxiliar población migrante y minorías en Colombia, se dio un chance de ingresar uno de sus programas.
Ante la falta de oportunidades laborales a indígenas, migrantes y otras minorías colombianas, la ONG decidió hacer una estrategia dedicada a mejorar la calidad laboral de las personas, que en muchas ocasiones eran casi inexistentes. Desde 2015 trabajando en programas sanitarios, legales e incluso de inclusión social, Mercy Corps instaló la estrategia SERES en Cesar y Antioquia, una forma de intentar concientizar a los empleadores, que mueven la máquina laboral en Colombia, de contratar personas ignorando los prejuicios.
Mercy Corps, que ya tiene en funcionamiento el programa “#AvanzandoElFuturo”, dedicado a atender necesidades médicas y de salud de migrantes, y “#JovenPro”, un esquema que facilita el acceso a trabajo a jóvenes y adolescentes venezolanos diseñó SERES, cuya función es concientizar sobre condiciones de trabajo dignas y estables.
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Johana Angulo reconoce que en la línea del tiempo de su empresa hay un antes y un después. Con una mirada seria, manos quietas y frases bien pensadas, sabe que haber ingresado a la estrategia SERES tuvo un cambio en su vida y con toda seguridad, en la vida de los otros.
Cuando creó Giraldo Ramírez Comercializadora junto con su esposo, los objetivos de la empresa consistían ofrecer trabajos de ingeniería civil a todo aquel que deseara sus servicios. Fue después de años de funcionamiento que Johana entendió la importancia de que su empresa aportara “un pequeño grano de arena” a la inclusión social de Valledupar.
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Al comienzo la empresa buscaba trabajadores “con experiencia, de edad neutra” que sirvieran a los objetivos de la empresa, cuenta Johana, que reconoce que aunque desde la dirección de Giraldo Ramírez Comercializadora no había sesgos o prejuicios, “no se tenía en cuenta al personal extranjero ni se tocaba el tema de contratación a los jóvenes”.
La estrategia empezó a funcionar en Valledupar a través de talleres y capacitaciones y Johana hizo parte de algunas de las clases en las que Mercy Corps, junto con los socios Opción Legal, que asesora migrantes y minorías en el mundo de las leyes, y Caribe Afirmativo, que lucha por la inclusión de género en la sociedad, para entender por qué era importante que migrantes como Maryuris pudieran hacer parte de empresas como la que ella manejaba.
Los talleres, que oscilan entre fortalecer la comunicación y el trabajo de equipo hasta concientizar la situación de vulnerabilidad que hay en ciertos sectores sociales, hizo a Johana declinarse por contratar a Maryuris. Una sola decisión causó un efecto dominó que le dio oportunidades, estabilidad y la posibilidad de soñar a su nueva empleada.
Desde que se instaló la estrategia, SERES ha ayudado a conseguir más de 37 empleos en Cesar gracias a las capacitaciones a empresarios. Incluso, las charlas relacionadas con inclusión laboral ayudaron a que Mercy Corps y sus funcionarios elaboraran una política interna para TCC, la entidad encargada de hacer transportes dentro de Colombia.
Maryuris, fiel creyente de que las oportunidades, cuando llegan a la vida deben aprovecharse, considera que encontró un lugar cálido de trabajo. Su carrera de contaduría, que tuvo que dejar en Venezuela, le ayudó para empezar a llevar inventarios y los libros comerciales de la empresa.
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Para Johana, que considera que ha tenido una gran influencia en la vida de Maryuris, aún falta mucho por hacer. La estrategia SERES no solo pretende brindar los talleres, busca que el proyecto avance hacia el futuro y sean los mismos empleadores quienes en los próximos meses o años tomen la iniciativa de ser inclusivos con la población. Johana, por su parte, quiere que a medida que crezca su empresa y se alcancen objetivos, se hagan nuevas contrataciones que abarquen a toda la población. [...] Ser lo más incluyentes posibles”. Eso sí, siempre teniendo una relación con sus empleados de “respeto, sinceridad y confianza” para poder darles todas las oportunidades posibles.
Desde Mercy Corps se hizo un gran esfuerzo en las capacitaciones para hacer entender que la relación entre jefe y empleados sea más responsable, ya que cada persona tiene problemas y necesidades específicas, que si bien no deben ser solucionadas por las empresas, sí deben ser tenidas en cuenta al momento de comunicarse
***
Erika Romero, especialista de Empleabilidad y Emprendimiento en Mercy Corps, explica que la estrategia SERES busca cambiar el orden de las cosas en ciudades como Valledupar y otros municipios de Antioquia, pues según ella, “no hay oportunidad a ser diferente”.
La informalidad y falta de empleos en Valledupar tiene mucho que ver con un “tema de discriminación social que viene históricamente. Es un territorio con mucho patriarcado y que discrimina a la población que no es de allá. No se dice directamente, pero se hace entender, se reconocen y se ven” los prejuicios y el estigma, dice Romero.
Cuando terminó el ciclo de talleres de Mercy Corps, Johana explicó que su experiencia significó una “puerta abierta a nuevos conocimientos” pues con unas cuantas horas de capacitación, y concientización, la empresa dejó de ver a sus empleados como subordinados y los convirtieron en tener una relación cercana entre jefe y empleado con objetivos comunes.
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“El proceso fue muy enriquecedor. […] Nos abrió la mente a la realidad que vive Colombia, al problema de la inclusión” que hace falta en el país, dice Johana.
Y es que los estudios de ONG y universidades colombianas han demostrado que tanto la población venezolana en el país, como otras minorías, entre ellas la comunidad LGTBIQ+, son objeto de discriminación a la hora de acceder o permanecer en un trabajo.
Por ejemplo, una investigación realizada por la ONU junto a la Universidad del Norte, en Barranquilla, concluyó que por donde se observe, la situación laboral de los venezolanos presenta una desventaja frente a los colombianos. Casi el 90 % de las personas que salieron de Venezuela para probar un nuevo rumbo laboral en las ciudades principales de Colombia se encuentran en situación de informalidad.
Como en el caso de Maryuris, que recuerda que su hermano, pocos años mayor que ella, solo le asignaban los trabajos de “fuerza bruta”. “Cuando llegamos”, recuerda, “él solo conseguía descargar bultos de cemento y descargar la mercancía de los camiones de carga que llegaban a Valledupar.
El estudio, que fue dirigido por la ACNUR, Organización Internacional del Trabajo y ONU Migración, identificó que “hay un número importante de migrantes venezolanos que cuentan con formación previa” en Colombia. Sin embargo, explica el informe, muchos presentan dificultades para convalidar estudios y certificar sus títulos y competencias”.
Este inconveniente, sumado a “los prejuicios y la desconfianza hacia los venezolanos […] siguen afectando la inclusión laboral, que se evidencia en exigencia de referencias o recomendaciones para poder contratarlos”.
Para Erika Romero, encargada de dirigir varias de las capacitaciones de la estrategia SERES, hay una clara distinción en la forma en cómo se ve y contrata a la población migrante y las minorías con respecto a otras personas. “Un trabajo digno va más allá de seguridad social. Que un empleado esté bien significa más que estar afiliado a una empresa de salud; es que sienta seguridad emocional”, explica.
***
Durante los minutos en que Maryuris revivió su pasado inmediato fue testigo de varias emociones. Felicidad, por un lado, al saber que tuvo la fortuna de poder acceder a Mercy Corps, no solo a la estrategia SERES, sino a otros programas que fomentan que en el futuro pueda tener su propia empresa, emprender en el mercado e incluso llegar a ser jefa de otras personas con menos oportunidades. Sin embargo, uno de sus recuerdos la ataba a la tristeza. Quizá a un sentimiento de confusión. Justo antes de terminar la historia de cómo una venezolana logró, a diferencia de tantos miles, asentarse y encontrar un puesto de trabajo con condiciones dignas y amigables, recordó el destino de varios de sus compañeros en Venezuela.
Imaginándose el mapa de Latinoamérica, Maryuris sacó del baúl de sus recuerdos la historia de tantos de sus amigos, allegados y seres queridos que, sin opciones como la que ella pudo encontrar, terminaron “unos en Brasil, otros en Ecuador y hasta en Chile”.
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Su consigna, a pesar de los retos y de considerar que le tocó “crecer rápido” para trabajar y mantenerse, siempre sigue siendo la misma. “Lo que es de Dios es de Dios”, y en el camino de Maryuris, los designios de Dios se presentaron a través de Mercy Corps para ayudar a que su vida, en lugar de estar enfocada en el día a día, pudiese convertirse en un proyecto a largo plazo que poco a poco va cumpliendo.
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