¿Dinero mal gastado? Lo que le costó a Estados Unidos la guerra en Afganistán
El presidente Joe Biden anunciará este miércoles el retiro de las tropas estadounidenses de Afganistán. Los números indican que esta “guerra interminable” no fue buena para el país.
El próximo 11 de septiembre, cuando se cumplan 20 años de los ataques de Al Qaeda a las Torres Gemelas en Nueva York y al Pentágono en Washington D. C., las tropas estadounidenses se habrán ido de Afganistán. Esto marcará el final de una guerra que, para miles de personas, parecía no tener fin.
El presidente Joe Biden, el cuarto mandatario en supervisar el conflicto en territorio afgano, dará un discurso el miércoles en el que entregará detalles sobre el retiro de tropas estadounidenses de Afganistán. Sin duda, la decisión del mandatario es trascendental.
Por un lado, esta decisión presentará un cambio en la política exterior estadounidense, que ha estado marcada por la guerra en Afganistán por dos décadas. También pone fin al conflicto entre estadounidenses y afganos en ese territorio -aunque hay que remarcar que la violencia en este país de Medio Oriente no terminará pronto-.
Pero la decisión de Biden es particularmente bien recibida por millones de estadounidenses porque pondrá fin al derroche de dinero del gobierno en este conflicto. Entre 2001 y 2017, el gobierno estadounidense habría gastado 822 mil millones de dólares en la guerra, sin contar los gatos en Pakistán, donde Washington tenía su base de operaciones relacionadas con el conflicto en Afganistán. Esto equivale a cerca de 45 mil millones de dólares al año. ¿Valió la pena? No, según los números.
Estados Unidos tiene poco resultados para mostrar. Los talibanes, con quienes se enfrentó, tienen el control de una gran parte del país, así que se incumplió el objetivo del expresidente George W. Bush de “interrumpir las operaciones terroristas de los talibanes”. Cada vez son más fuertes, lo cual representa un problema para las negociaciones de paz entre estos y el gobierno afgano establecido en Kabul.
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La mayor parte del dinero se ha gastado en operaciones de contrainsurgencia y en las necesidades de las tropas estadounidenses, como alimentos, ropa, atención médica, sueldos especiales y transporte.
También se gastaron 87 mil millones para entrenar a las fuerzas militares afganas, pero estas son incapaces de mantenerse a sí mismas en los próximos años. Otros 24 mil millones fueron destinados al desarrollo económico del país, pero los afganos, en su mayoría, viven todavía en la pobreza y no cuentan con una economía sana. Al igual que con las fuerzas militares, las esperanzas de la autosuficiencia de Afganistán son mínimas, y los países extranjeros se resisten a negociar con el gobierno debido a la corrupción.
Precisamente sobre la corrupción hay que destacar otro punto: Estados Unidos gastó 30 mil millones en programas de reconstrucción en Afganistán, pero según la oficina del Inspector General Especial para la Reconstrucción de Afganistán, el dinero se desperdició en programas mal concebidos o marcados por la corrupción.
“Los dólares estadounidenses se destinaron a la construcción de hospitales que no trataban a pacientes, a escuelas que no enseñaban a ningún estudiante (ya veces nunca existieron) y a bases militares que los afganos encontraron inútiles y luego cerradas”, señala The New York Times.
La guerra contra el narcotráfico en Afganistán, que representó una inversión de 10 mil millones de dólares, también fracasó, pues el cultivo de opio se estableció como una de las mayores fuentes de ingresos para los talibanes y para el país en general.
Por todo esto resulta inconcebible que Estados Unidos haya llegado incluso a pedir préstamos para continuar la guerra en Afganistán: Washington pagará más de 600.000 millones en intereses en préstamos hasta 2023. Y, finalmente, hay que tener en cuenta los gastos a futuro: el país deberá atender a los veteranos que lucharon en las guerras hasta 2059, por lo menos. No se sabe cuál será el costo de los servicios médicos y por discapacidad en estas cuatro décadas posteriores, pero se estima que ascienda a un par de billones de dólares.
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“Al igual que en Vietnam, el costo de la guerra de Afganistán para los veteranos, no solo en muertes o lesiones visibles, sino en bienestar mental, ajuste social y participación económica, es significativo y creciente. Las muertes de veteranos por suicidio superan a los miembros del servicio muertos en combate. A pesar de que Afganistán se reduce, la tasa de suicidios entre los veteranos más jóvenes está aumentando sustancialmente. Incluso los miembros del servicio que no ven el combate en absoluto todavía están expuestos a los productos químicos de los pozos de combustión que conducen a discapacidades a largo plazo”, explica Adam Wunische, investigador del Quincy Institute en la revista New Republic.
Nuestro veredicto: Estados Unidos ha gastado 6,4 billones de dólares en guerras en Oriente Medio y Asia desde los ataques del 11 de septiembre de 2001 que le han dejado pocos buenos resultados, y en el caso de Afganistán casi nulos. Para los estadounidenses, era hora de que la guerra en suelo afgano terminara, pues el país no consiguió buenos resultados y no se cumplieron con los objetivos fijados.
Sobre el anuncio de Biden, hay que estar pendiente de lo que diga sobre las tropas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte que están en suelo afgano. Estas llegaron por solicitud de Estados Unidos, después de todo, y su presencia allí tras el retiro de tropas estadounidenses no se justificaría. Sin embargo, hay que tener en cuenta que el retiro no está exento de peligros, pues los talibanes pueden fortalecerse y ganar el control de Kabul, marcando el comienzo de una pesadilla aún mayor para las mujeres y niños afganos.
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El próximo 11 de septiembre, cuando se cumplan 20 años de los ataques de Al Qaeda a las Torres Gemelas en Nueva York y al Pentágono en Washington D. C., las tropas estadounidenses se habrán ido de Afganistán. Esto marcará el final de una guerra que, para miles de personas, parecía no tener fin.
El presidente Joe Biden, el cuarto mandatario en supervisar el conflicto en territorio afgano, dará un discurso el miércoles en el que entregará detalles sobre el retiro de tropas estadounidenses de Afganistán. Sin duda, la decisión del mandatario es trascendental.
Por un lado, esta decisión presentará un cambio en la política exterior estadounidense, que ha estado marcada por la guerra en Afganistán por dos décadas. También pone fin al conflicto entre estadounidenses y afganos en ese territorio -aunque hay que remarcar que la violencia en este país de Medio Oriente no terminará pronto-.
Pero la decisión de Biden es particularmente bien recibida por millones de estadounidenses porque pondrá fin al derroche de dinero del gobierno en este conflicto. Entre 2001 y 2017, el gobierno estadounidense habría gastado 822 mil millones de dólares en la guerra, sin contar los gatos en Pakistán, donde Washington tenía su base de operaciones relacionadas con el conflicto en Afganistán. Esto equivale a cerca de 45 mil millones de dólares al año. ¿Valió la pena? No, según los números.
Estados Unidos tiene poco resultados para mostrar. Los talibanes, con quienes se enfrentó, tienen el control de una gran parte del país, así que se incumplió el objetivo del expresidente George W. Bush de “interrumpir las operaciones terroristas de los talibanes”. Cada vez son más fuertes, lo cual representa un problema para las negociaciones de paz entre estos y el gobierno afgano establecido en Kabul.
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La mayor parte del dinero se ha gastado en operaciones de contrainsurgencia y en las necesidades de las tropas estadounidenses, como alimentos, ropa, atención médica, sueldos especiales y transporte.
También se gastaron 87 mil millones para entrenar a las fuerzas militares afganas, pero estas son incapaces de mantenerse a sí mismas en los próximos años. Otros 24 mil millones fueron destinados al desarrollo económico del país, pero los afganos, en su mayoría, viven todavía en la pobreza y no cuentan con una economía sana. Al igual que con las fuerzas militares, las esperanzas de la autosuficiencia de Afganistán son mínimas, y los países extranjeros se resisten a negociar con el gobierno debido a la corrupción.
Precisamente sobre la corrupción hay que destacar otro punto: Estados Unidos gastó 30 mil millones en programas de reconstrucción en Afganistán, pero según la oficina del Inspector General Especial para la Reconstrucción de Afganistán, el dinero se desperdició en programas mal concebidos o marcados por la corrupción.
“Los dólares estadounidenses se destinaron a la construcción de hospitales que no trataban a pacientes, a escuelas que no enseñaban a ningún estudiante (ya veces nunca existieron) y a bases militares que los afganos encontraron inútiles y luego cerradas”, señala The New York Times.
La guerra contra el narcotráfico en Afganistán, que representó una inversión de 10 mil millones de dólares, también fracasó, pues el cultivo de opio se estableció como una de las mayores fuentes de ingresos para los talibanes y para el país en general.
Por todo esto resulta inconcebible que Estados Unidos haya llegado incluso a pedir préstamos para continuar la guerra en Afganistán: Washington pagará más de 600.000 millones en intereses en préstamos hasta 2023. Y, finalmente, hay que tener en cuenta los gastos a futuro: el país deberá atender a los veteranos que lucharon en las guerras hasta 2059, por lo menos. No se sabe cuál será el costo de los servicios médicos y por discapacidad en estas cuatro décadas posteriores, pero se estima que ascienda a un par de billones de dólares.
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“Al igual que en Vietnam, el costo de la guerra de Afganistán para los veteranos, no solo en muertes o lesiones visibles, sino en bienestar mental, ajuste social y participación económica, es significativo y creciente. Las muertes de veteranos por suicidio superan a los miembros del servicio muertos en combate. A pesar de que Afganistán se reduce, la tasa de suicidios entre los veteranos más jóvenes está aumentando sustancialmente. Incluso los miembros del servicio que no ven el combate en absoluto todavía están expuestos a los productos químicos de los pozos de combustión que conducen a discapacidades a largo plazo”, explica Adam Wunische, investigador del Quincy Institute en la revista New Republic.
Nuestro veredicto: Estados Unidos ha gastado 6,4 billones de dólares en guerras en Oriente Medio y Asia desde los ataques del 11 de septiembre de 2001 que le han dejado pocos buenos resultados, y en el caso de Afganistán casi nulos. Para los estadounidenses, era hora de que la guerra en suelo afgano terminara, pues el país no consiguió buenos resultados y no se cumplieron con los objetivos fijados.
Sobre el anuncio de Biden, hay que estar pendiente de lo que diga sobre las tropas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte que están en suelo afgano. Estas llegaron por solicitud de Estados Unidos, después de todo, y su presencia allí tras el retiro de tropas estadounidenses no se justificaría. Sin embargo, hay que tener en cuenta que el retiro no está exento de peligros, pues los talibanes pueden fortalecerse y ganar el control de Kabul, marcando el comienzo de una pesadilla aún mayor para las mujeres y niños afganos.
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