Trump es el nuevo Partido Republicano, pero eso implica gobernar con disidentes
El republicano Donald Trump ganó la presidencia, y su partido, que para algunos seguidores está desconectado con lo que representa el empresario, está en camino a controlar ambas Cámaras del Congreso. Con una campaña para derrocarlo desde su propio partido, gobernar en los próximos años no será tarea fácil.
Juliana Castellanos Guevara
Que Donald Trump ganara las elecciones no significa que el Partido Republicano haya ganado las elecciones. Aunque el expresidente tiene su base fiel de seguidores, que lo llevaron a ganar en 2016, y ahora en 2024, o le consiguieron en 2020 la mayor cantidad de votos jamás emitidos para un presidente en ejercicio, varios conservadores dijeron aceptar otro mandato de Trump solo por no tener a un demócrata en la Casa Blanca por los próximos cuatro años.
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Que Donald Trump ganara las elecciones no significa que el Partido Republicano haya ganado las elecciones. Aunque el expresidente tiene su base fiel de seguidores, que lo llevaron a ganar en 2016, y ahora en 2024, o le consiguieron en 2020 la mayor cantidad de votos jamás emitidos para un presidente en ejercicio, varios conservadores dijeron aceptar otro mandato de Trump solo por no tener a un demócrata en la Casa Blanca por los próximos cuatro años.
Otros, incluidos más de 200 republicanos de alto perfil, se negaron públicamente a apoyar al candidato. Antes de perder el partido que les recuerda a Ronald Reagan o John McCain, prefirieron hacer campaña a favor de Kamala Harris en estados claves como Pensilvania. Creían que si Trump perdía, podrían recuperar ese “Gran Viejo Partido”, conocido como GOP (por su sigla en inglés).
Los llamados republicanos “nunca Trump” aparecieron en 2016 para impedir su nominación, mostraron las primeras divisiones internas que existían en el partido frente al empresario. En 2019 fundaron el Proyecto Lincoln, un comité de acción política que buscaba evitar la reelección de Trump en las elecciones presidenciales de 2020 y derrotar a sus seguidores en el Senado de Estados Unidos. Trump perdió ese año, pero su popularidad como líder del partido siguió creciendo.
Este año, expresidentes republicanos, principales colaboradores que trabajaron cuando Trump fue presidente, abogados de la Casa Blanca durante administraciones republicanas como la de Reagan, altos oficiales militares retirados y prominentes figuras de su partido como los senadores Mitt Romney y John McCain declararon que no apoyarán a Trump.
“Por supuesto, tenemos muchos desacuerdos ideológicos con la vicepresidenta Harris y el gobernador Walz. Eso es de esperar”, decía la carta firmada por 200 líderes republicanos en apoyo a los demócratas. Pero “otros cuatro años de liderazgo caótico de Donald Trump, esta vez centrados en promover los peligrosos objetivos del Proyecto 2025, dañarán a la gente común y corriente, y debilitarán nuestras sagradas instituciones”, agregaron.
“Creo que hay mucha gente que está muy frustrada con la dirección del partido y algunos de ellos se están rindiendo”, dijo a “The Guardian” el exgobernador de Maryland Larry Hogan, que se postuló para un escaño en el Senado por los republicanos, pero creía en que podía ser parte de un partido pos-Trump.
Según un estudio realizado por 538/ABC News, el número de republicanos considerados moderados en el Congreso y el Senado de Estados Unidos experimentó un marcado descenso entre 2017 a 2020, época de la administración Trump. Solo 161 de los 293 republicanos electos permanecieron en el cargo. Un total de 64 se retiraron, 11 anunciaron su retiro, 22 renunciaron, 29 perdieron las elecciones generales, cuatro perdieron en las elecciones primarias y dos fallecieron.
La solución para Michael Steele, expresidente del Comité Nacional Republicano, es “hacer estallar este partido loco y lograr que recupere el sentido común”. En palabras de Stuart Stevens, exestratega republicano, asesor del Proyecto Lincoln y autor del best-seller “Todo fue mentira: cómo el Partido Republicano se convirtió en Donald Trump”, hay que “quemarlo todo y empezar de nuevo”, afirmó hace cuatro años a CNN.
Sin embargo, Reed Galen, cofundador del Proyecto Lincoln y director de “Join the Union” (una coalición de grupos prodemocracia), consideró que la titánica tarea que proponen algunos republicanos depende de la voluntad política de estos mismos y “no sé, basándome en su historial, si están dispuestos a hacerlo. Creo que van a tratar de averiguar cómo sobrevivir el tiempo suficiente para que tal vez el asunto se apague por sí solo”, comentó para “The Guardian”.
“Si el ‘establishment’ (grupo de poder) quiere recuperar su partido, entonces tendrá que hacer un trabajo bastante serio para destruir las partes del mismo que son antidemocráticas y fundamentalmente peligrosas para el país”, explicó para el medio inglés.
El libro de Stevens es un relato desde adentro de “la hipocresía absoluta de las afirmaciones republicanas como encarnar los ‘valores familiares’ o el falso compromiso con la responsabilidad fiscal desde los años 1980″, resumió Julian E. Zelizer para “The New York Times”. Stevens muestra que Trump es, de hecho, el resultado natural de cinco décadas de hipocresía y autoengaño. “Cuando un partido no defiende nada es natural que lo acaparen las voces más fuertes y enojadas de la sala”, explicó Zelizer.
Según Alejandro Bohórquez-Keeney, docente de relaciones internacionales de la Universidad Externado de Colombia, desmarcar a Trump del partido es poco probable.
“Muchos de los republicanos conservadores o de clase alta no se sienten identificados con Trump, pero es que los partidos estadounidenses como tal no tienen una ideología”, señaló el docente. “Trump es el nuevo Partido Republicano de base populista y lo será hasta que otro líder duro llegue”, puntualizó.
A pesar de los múltiples procesos legales que tiene el expresidente en su contra, Trump es conocido por tener un buen manejo del público y dominio mediático que otros candidatos no pueden igualar.
De acuerdo con Rafael Piñeros, profesor de ´relaciones internacionales de la Universidad Externado de Colombia, tampoco hay perfiles jóvenes que renueven el conservadurismo, que sea relativamente moderado, entre los republicanos.
“El secreto peor guardado del mundo es que J. D. Vance (vicepresidente electo) o Ted Cruz (senador por Texas) quieren desesperadamente que Trump pierda, porque quieren su oportunidad”, dijo Galen. “Pero incluso si perdiera, no pueden separarse de él por completo. Pueden intentarlo, pero la verdad es que no estamos hablando solo del Partido Republicano, sino del cuerpo político estadounidense. Este es un programa de una década, al menos, para lograr que esto vuelva a un estado saludable”, agregó para “The Guardian”.
Donald Trump superó el umbral de 270 electores y será el nuevo presidente. Además, los republicanos retomaron el control del Senado. Podrían ayudar a Trump a nombrar a jueces conservadores y otro personal gubernamental. A punto de ser mayoría también en la Cámara Baja, para Trump será más fácil la aprobación de la ambiciosa agenda de 100 días que ya adelantó.
Repensarse un partido pos-Trump no sucederá, al menos por los próximos cuatro años; sin embargo, gobernar con una campaña para derrocarlo desde su propio partido no será tarea fácil.
Desde varias facciones republicanas, como la plataforma de los votantes republicanos contra Trump, aceptaron el triunfo como una muestra de que el sistema democrático sí funciona en Estados Unidos. Aunque encomendaron a los estadounidenses, sin importar por quién hayan votado, defender la Constitución y el Estado de derecho. Desde el Proyecto Lincoln, fundado por exestrategas republicanos, dijeron que, aunque no cuestionarán la legitimidad de los resultados, “confrontaremos sus políticas y su inevitable abuso de poder. Lo desafiaremos ferozmente por su falta de carácter moral y de decencia”.
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