“Dudo que haya un ‘giro a la izquierda’”: Ignacio Labaqui sobre América Latina
El consejero académico del Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (Cadal) y analista político de Medley Advisors habló con El Espectador sobre la turbulencia política en la región: desde la “muerte cruzada” en Ecuador hasta las próximas e inciertas elecciones en Argentina. Para él, no hay un “giro a la izquierda”, sino un descontento con los partidos de gobierno que termina expresándose en las urnas.
María Alejandra Medina
Disuelta la Asamblea de Ecuador por parte del presidente Guillermo Lasso, salió Rafael Correa a decir que se trataba de un golpe de Estado. ¿Qué opina de eso?
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Disuelta la Asamblea de Ecuador por parte del presidente Guillermo Lasso, salió Rafael Correa a decir que se trataba de un golpe de Estado. ¿Qué opina de eso?
No creo que sea un golpe de Estado. Desde hace un tiempo se viene usando la expresión “golpe de Estado” con mucha liviandad. Cuando destituyen a un presidente, si a alguien no le gusta el resultado dice que eso fue un golpe de Estado. En Argentina, cuando hay un fallo judicial adverso al gobierno, el kirchnerismo asegura que fue un golpe de Estado judicial, se habla de un golpe de Estado blando, golpe de Estado mediático... Creo que va a llegar un día en el que alguien va a perder una elección y va a decir que le dieron un golpe de Estado electoral, es ridículo. Un golpe de Estado es cuando un poder del Estado usa una herramienta ilegal para destituir al presidente, por ejemplo.
En Ecuador hay tres causales que fija la Constitución, hecha por una asamblea dominada por el correísmo, dicho sea de paso, que incluyó el mecanismo de la “muerte cruzada”. Una de las causales que puede invocar el presidente para cerrar el Congreso es una grave crisis interna, lo cual es algo bastante difuso o vago: error del constituyente haber generado una herramienta constitucional con esa vaguedad.
No han faltado las comparaciones con lo sucedido en Perú. ¿Cuál es su análisis?
Allí estaban sometiendo al expresidente Castillo a un proceso de vacancia por inhabilidad moral, y ahí hay de nuevo vaguedad en la Constitución. Eso no tiene que ver con ser honesto o deshonesto, originalmente tiene que ver con enfermedad, declarar vacante la Presidencia porque alguien no está en condiciones mentales para ejercerla, pero se tergiversó el uso. Se usó para destituir a Martín Vizcarra y se estaba usando para Castillo. No estaba muy claro que estuvieran los votos para destituirlo y él optó por hacer lo mismo que hizo Fujimori 30 años atrás: dictar un Estado de excepción que no está contemplado en la Constitución y cerrar el Congreso. La diferencia es que Fujimori tenía un apoyo del 80 % de la población y Castillo un 80 % de rechazo. Castillo no tenía el apoyo de la Fuerza Armada.
En ambos casos (Perú y Ecuador) lo que se ve es un problema de presidentes débiles, que tienen asambleas legislativas muy fragmentadas y que llegan con poco poder a la Presidencia.
Otros casos que han llamado la atención son Chile (votaciones para la Constituyente) y Paraguay (votaciones presidenciales). Hay quienes dicen que en Chile nunca hubo el giro progresista que se quiso mostrar y en Paraguay ya gobernaba la derecha. ¿Cómo lo ve usted?
En Paraguay la única vez que el Partido Colorado perdió una elección a presidente en los últimos 70 años, teniendo en cuenta que durante la dictadura había elecciones, obviamente amañadas, fue en 2008. Tengo mis dudas de que haya esto del “giro a la izquierda”: han ganado candidatos de izquierda, pero desde 2018 lo que uno ve es que si es izquierda o derecha es secundario. Los partidos de gobierno pierden. Ese es el dato contundente. En ese período ha habido 16 elecciones, sacando de la cuenta a Venezuela y Nicaragua, porque no son países que tengan regímenes democráticos en este momento, y lo que veo es que todos los partidos de gobierno perdieron. Paraguay es la excepción a la regla.
Lo de Chile es un proceso diferente. Boric ganó bien la segunda vuelta presidencial, pero se desgastó muy rápidamente, tal vez por inexperiencia política, porque su coalición incluye a un partido muy viejo, el Partido Comunista, pero que ha estado muy pocas veces en el gobierno, y el Frente Amplio, que es una coalición de partidos nuevos. Se desgastó muy rápido también por no leer claramente la demanda de la sociedad chilena. El estallido de 2019 no tiene que ver necesariamente con cambiar la Constitución, sino más bien es una demanda de una mejor provisión de bienes y servicios públicos por parte del Estado. Ahí hubo una lectura errónea de mucha gente de la izquierda, no necesariamente de Boric, que lo rescato dentro de la izquierda chilena, porque para calmar las protestas de 2019 se firmó un acuerdo entre los partidos de centroderecha y centroizquierda tradicional, y el único legislador del Frente Amplio que firmó ese acuerdo, y lo hizo a título personal, fue Gabriel Boric.
También ha tenido un poco de mala suerte, porque le tocó asumir en un momento en que la inflación se aceleró, en parte por cosas que hizo el Frente Amplio, como lo fue apoyar los retiros anticipados de los fondos de pensiones. Eso, sumado a un enfriamiento de la economía, un deterioro de la seguridad y una pérdida de popularidad muy rápida.
En definitiva fue una elección más que probó que los partidos de gobierno están pasando por circunstancias muy difíciles en América Latina. Hay demandas ciudadanas muy urgentes y la luna de miel de los nuevos gobiernos es bastante efímera. Yo lo pondría en ese marco. Esto de “giro a la izquierda” o “giro a la derecha” yo creo que suena bien como marketing o para un titular de prensa, pero en realidad lo que hay son partidos de gobierno u oficialismo, como le diríamos aquí en Argentina, con una tarea bastante difícil.
Argentina se encamina también a una elección sin Macri, Alberto Fernández ni Cristina Fernández, y vemos a la extrema derecha liderando. ¿Qué decir de este contexto?
Que falta mucho. Es altamente probable que el Frente de Todos, el partido de gobierno, pierda. No encuentro casos en los que un país llegue a una elección con inflación del 100 % anual y el partido de gobierno gane, y he mirado al menos 150 elecciones latinoamericanas de los últimos 40 años. Hay una sola excepción, Brasil en el año 94, pero porque en los últimos cuatro meses antes de la elección el gobierno logró bajarla radicalmente. Fuera de eso, el resto es pura conjetura. Javier Milei aparece con mucha notoriedad, es parte de la tendencia regional de candidatos que usan el discurso antisistema, ustedes tuvieron a Rodolfo Hernández, discurso que se usa por derecha, como lo usó Bolsonaro; se usa por izquierda, como lo usó Chávez en 1998, cuando llegó al poder; lo usa también por izquierda Andrés Manuel López Obrador… La aparición de este tipo de candidatos es un síntoma de fuerte descontento social. Ahí está Milei. Las otras dos coaliciones, la de gobierno y la principal opositora, todavía no han definido a sus candidatos. El 24 de junio es el cierre para la inscripción de candidaturas para nuestras primarias. Hasta que no tengamos a los candidatos definidos será muy difícil decir algo.
¿Están las democracias de la región en riesgo?
Es un muy mal momento para la democracia y no lo digo yo porque sea mi idea, sino que si uno mira el reporte de democracia que hace el instituto sueco todos los años se ve que la democracia está en un muy mal momento a nivel global y América Latina no es la excepción. Uno, no me preocuparía tanto el hecho de que haya presidentes que no terminen el mandato por causa de juicio político o porque renuncian ante la perspectiva de un juicio político. Eso viene ocurriendo desde hace rato en la región. Me preocuparía si los presidentes no terminan el mandato por golpes militares, y eso ha sido la excepción antes que la regla en los últimos 40 años.
Me preocupa que hay un fuerte descontento ciudadano por el funcionamiento de la democracia. Eso se traduce en que aparezcan estos personajes, por izquierda o por derecha, con un discurso que enfatiza en una suerte de refundación. Chávez fue un ejemplo de eso, Bolsonaro también. Pero no hablo solo de “outsiders”, sino también políticos tradicionales, como Andrés Manuel López Obrador, que ha venido teniendo ataques sobre el Poder Judicial y también sobre el Instituto Nacional Electoral, que es el organismo que fue responsable de que México se democratizara, de que hubiera transparencia electoral luego de 70 años de gobiernos del PRI, en los que había bastante falta de transparencia electoral.
Hay otros motivos de preocupación, como regímenes que podemos llamarlos “autoritarismos competitivos”, es decir, autoritarismos donde hay elecciones y donde el terreno estaba muy inclinado para el partido de Gobierno, donde la oposición era constantemente hostigada y que han pasado a ser ya directamente autoritarismos puros y duros, como Nicaragua y Venezuela. No lo digo yo, lo dice la Comisión de Naciones Unidas de Derechos Humanos conducida por una figura de la izquierda latinoamericana como Michelle Bachelet, que denunciaba las severas violaciones a derechos humanos en Venezuela.
Tercer punto: el autoritarismo más viejo del continente sigue siendo autoritario, Cuba. Cuarto: hay democracias débiles que están pasando a engrosar la lista de autoritarismos competitivos, por ejemplo, el caso de El Salvador… A mucha gente de derecha le encanta la política de Nayib Bukele por su éxito en bajar la criminalidad, pero con métodos bastante cuestionables.
Y agregaría un par más: hay cierta ruptura del consenso regional sobre qué es la democracia. Está la honrosa excepción del presidente Boric, que no se calla frente a las violaciones de derechos humanos que ocurren en Venezuela y en Nicaragua, pero el resto de la izquierda latinoamericana es bastante cómplice de las cosas que ocurren en Nicaragua y Venezuela. Lula no dice mucho sobre lo que ocurre en Venezuela, gente que puertas adentro tiene credenciales democráticas impecables, como algunos dirigentes del Frente Amplio uruguayo, tampoco condenan las violaciones a los derechos humanos en Venezuela. Eso es algo problemático. La región está muy fragmentada, con descontento ciudadano, surgimiento de candidatos antisistema, que en última instancia terminan generándole un problema a la democracia. Los bolsonaros y los AMLO no resuelven nada. Más bien agravan todo. Y que en la región no haya nadie que se preocupe por el hecho de ver que la democracia se está debilitando creo que es un cambio fundamental, por ejemplo, respecto de lo de los 80 y los 90 del siglo pasado, cuando estaban teniendo lugar las transiciones democráticas, había más vocación regional de defender la democracia, independientemente el color político. Hoy eso no lo veo.