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Este lunes, el Servicio Geológico de Estados Unidos emitió una alerta de tsunami para las costas de Alaska luego de registrarse un sismo de 7,4 en la escala de Richter con epicentro a 91 kilómetros de la ciudad de Sand Point.
Si bien al final de la jornada no hubo un desastre de este tipo, las preocupaciones por el impacto de un tsunami en este estado son muy altas debido a los efectos del cambio climático. ¿Por qué? El Espectador le explica.
¿Por qué el calentamiento global debería preocupar a Alaska?
En mayo, un grupo de científicos le envió una carta al Departamento de Recursos Naturales de Alaska en la que les advertía a las autoridades del estado del potencial riesgo de un tsunami de grandes proporciones provocado por el retroceso de los glaciares.
Esto quiere decir que el derretimiento de los hielos, producto del calentamiento global, podría generar un deslizamiento de tierra que a su vez provoque un tsunami que impacte las costas de este estado. Especialmente las zonas que son frecuentadas por turistas y barcos pesqueros.
Aunque Alaska es un estado acostumbrado a que los tsunamis golpeen sus costas, el deshielo en los más grandes glaciares y de manera tan abrupta podría provocar la destrucción de ciudades enteras.
“Cuando el clima cambia, el paisaje necesita tiempo para adaptarse. Si un glaciar retrocede muy rápido, puede tomar por sorpresa las laderas circundantes; pueden fallar catastróficamente en lugar de ajustarse gradualmente”, le dijo el geólogo Bretwood Higman al diario T he Guardian.
¿Cuándo va a pasar?
Una cosa es saber qué pasará y otra mucho más compleja de descifrar es el cuándo pasará un evento. Sabemos que, según los expertos, un gran tsunami podría ocurrir dentro del periódo de las próximas dos décadas. Para analizar de cerca el peligro y seguir la pista del deshielo de los glaciares, los expertos instalan sensores en las pendientes más peligrosas para medir la aceleración del deslizamiento. Aún así, es difícil poner una fecha exacta en la que uno de estos eventos pueda suceder.
El deshielo del fiordo Barry Arm es uno de los que más preocupa a los expertos. Este comenzó el siglo pasado, pero se aceleró preocupantemente en la última década. Las fotografías satélite revelaron este año que si se suelta, la ola que generaría el deshielo del fiordo Barry Arm podría desatar un tsunami de más de 100 metros de altura que acabaría con las poblaciones costeras en Alaska.
¿El riesgo es solo para Alaska?
No. Y por eso esta es una conversación urgente. Al igual que Alaska, otros lugares del mundo próximos a los glaciares, con temperaturas bajas y con tierras montañosas corren riesgo. Y esta no es una amenaza nueva.
“Durante el siglo pasado, 10 de los 14 tsunamis más altos registrados ocurrieron en áreas montañosas glaciares. En 1958, un deslizamiento de tierra en la bahía de Lituya en Alaska creó una ola de 524 metros, la más alta jamás registrada. En el terremoto de Alaska de 1964, la mayoría de las muertes se debieron a tsunamis provocados por deslizamientos de tierra bajo el agua”, señala The Guardian.
Pero para no ir lejos podemos recordar lo que pasó en 2015, cuando las paredes del fiordo de Taan cayeron y liberaron unas 180 millones de toneladas de roca al mar, generando olas de 200 metros que arrasaron con todo a su paso.
¿Qué está haciendo Alaska para evitar una tragedia?
En 2018, el gobernador de Alaska, Bill Walker, entregó un plan para producir una política integral que aborde la conversación sobre el cambio climático. Este fue un movimiento importante, pues se deja de esperar ayuda externa del gobierno federal y se comienzan a revisar soluciones que provengan del propio estado.
En un documento de 37 páginas, Walker establecía objetivos para el estado como la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, la inversión en una economía diversa que pueda depender menos de los combustibles fósiles y la educación de la población sobre los impactos del calentamiento.
El problema, dijo Walker, es "imposible de ignorar''. Sin embargo, aún queda mucho por hacer. Y mientras el gobierno federal continúe yendo en la dirección opuesta a la protección del medio ambiente, las cosas serán peores para este estado. El presidente Donald Trump se ha movido para expandir la producción de combustibles fósiles en Alaska y explotar áreas sensibles de bosque para la tala de árboles y la construcción de carreteras.
Le recomendamos: ¿En qué consiste el plan para extracción de petróleo y gas en Alaska?
Algo es seguro: el estado de Alaska no podría sobrevivir los efectos de un segundo mandato del republicano.
El candidato Joe Biden, por otro lado, tiene un plan de US $1.7 billones para impulsar la energía renovable en el país y desarrollar tecnologías que modernicen la infraestructura eléctrica a nivel nacional con el fin de minimizar de carbono.