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El presidente estadounidense, Joe Biden, no pudo tener un debut más complicado en la Asamblea General de las Naciones Unidas. Se suponía que su discurso del martes sería la oportunidad del demócrata de recordarle al mundo que los cuatro años de la política del “Estados Unidos primero”, que había adoptado su predecesor, Donald Trump, quedaron atrás y que ahora se vislumbra una mayor cooperación entre las naciones con él a la cabeza. Sin embargo, su participación será recordada por todo lo contrario.
La prensa no ha parado de titular “Estados Unidos traiciona a otro aliado” o “Puñalada por la espalda de Washington” desde agosto. Hay una crisis de confianza frente a la potencia norteamericana que Biden, a pesar de prometer que la corregiría, solo terminó de profundizar.
No solo fue la decisión de salir de Afganistán de manera abrupta, sin consultar a los aliados estadounidenses, sino la crítica sin remordimiento a los afganos que, según dice Biden, “no tuvieron voluntad de luchar”. Ese aliado, cabe resaltar, fue el que sufrió la mayor traición estadounidense. A esto hay que sumarle las marcadas diferencias sobre cómo compartir las vacunas contra el COVID-19. Por otro lado, a pesar de criticar los aranceles de Trump, el demócrata los mantuvo casi todos. Y sus aliados asiáticos cuestionan que haya archivado la idea de un regreso a la Asociación Transpacífica. Y pese a que esas posiciones generaron molestias, Biden no se detuvo.
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El presidente estadounidense decidió firmar el Aukus (por la sigla de Australia, Reino Unido y Estados Unidos), una alianza militar con Australia y Reino Unido que estropeó un multimillonario negocio que Francia había pactado con Canberra. Esa “puñalada rastrera”, como la calificó el gobierno francés, condujo a la furia de París. Desde el Palacio del Elíseo dijeron que se enteraron de los planes de Washington una hora antes de que las tres naciones firmaran el acuerdo, por lo que han calificado todo de una “alta traición”.
“El comportamiento de Estados Unidos me preocupa. Se trata de una decisión unilateral, sin información ni consulta, que recuerda mucho el comportamiento de Donald Trump”, dijo el ministro de Exteriores francés, Jean-Yves Le Drian.
Poco ha cambiado en la política exterior estadounidense. Washington con Biden continúa tomando decisiones unilaterales sin consultar a sus aliados, tal y como lo hacía Trump. Pero lo del demócrata es mucho más grave, pues resulta incoherente e irresponsable dado el contexto actual. Biden no ha sabido medir las consecuencias de sus acciones y el impacto que estas tienen sobre lo que él mismo quiere evitar: el ascenso del extremismo populista de derecha.
El acuerdo con Australia avergonzó al presidente francés, Emmanuel Macron, cuando este está a punto de embarcarse en una disputada carrera por la reelección. La principal rival del mandatario francés, la nacionalista Marine Le Pen, se acerca en las encuestas y ha aprovechado el momento de Macron para exhibir la “debilidad” del gobierno actual. Considerando la importancia de estos comicios para el futuro de Europa, resulta sorpresivo que Biden no haya manejado la situación con más cautela.
El presidente de EE. UU., sin embargo, ha reaccionado con indiferencia a toda la crisis, tratando de hacer creer que todo está bien y que las relaciones con Francia son “excelentes”, pese al marcado disgusto de París. A nivel local las críticas son mordaces y califican a Biden de ser falto de prudencia y visión estratégica.
“Lo que muestra el historial de política exterior de Biden es un hombre que se comporta como si supiera mucho más que él, que tiene demasiada confianza en su propio juicio frente a los consejos contrarios de expertos. Mi corazonada es que está compensando en exceso un complejo de inferioridad intelectual, manifestado también en su historial”, destacó Peter Wehner, colaborador de The Atlantic.
Pero el episodio de Australia no solo causa repercusiones en París. Toda la Unión Europea, en bloque, mostró su descontento con el gobierno estadounidense. Los embajadores de la UE pospusieron los preparativos para el Consejo Inaugural de Comercio y Tecnología que se tenía planeado realizar con Estados Unidos el próximo 29 de septiembre.
“Uno de nuestros miembros ha sido tratado de una manera que no es aceptable, por lo que necesitamos saber qué sucedió y por qué”, dijo la presidenta de la Comisión Europea, Urusula von der Leyen.
Lo del Aukus también causa impacto en Asia. En China, los analistas políticos dicen que Biden demostró que sí puede hacerlo mejor que Trump, cuando de arruinar lazos con sus aliados se trata. A las burlas del gigante asiático se suma la fortaleza que luce Rusia con su Organización de Seguridad Colectiva (OTSC), mientras el bloque de la Organización del Tratado de Atlántico Norte (OTAN) hace aguas.
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La labor de Biden era corregir el rumbo de la política exterior que adoptó Trump. Pero, como dice el periodista Fareed Zakaria, el demócrata ha “normalizado” prácticas muy cuestionables. Lo que esta administración ha dejado ver es que no se trata de si es un demócrata o un republicano el que está al frente: hay un problema hegemónico.
“EE. UU. construyó un orden y obligó a otros a obedecer, y el conflicto fundamental radica en este orden y la falta de voluntad de otros países para seguirlo”, escribió el periodista Yang Sheng en The Global Times de Canadá.
Y mientras Washington no cambie el orden del juego, habrá un consenso entre aliados centrales, como Alemania y Francia, para buscar distancia y desarrollar su propia agenda.
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