Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
El regreso de las clases presenciales ha sido un debate sobre el cómo y el cuándo, no sobre el por qué. La mayoría de los estadounidenses concuerdan en que es necesario la reapertura de escuelas, colegios y universidades. La pandemia de coronavirus ha expuesto la importancia y el valor de las instituciones académicas en todo el mundo, no solo como espacio de aprendizaje, que es su principal función, sino también para el desarrollo social, comunicativo y emocional de las personas.
Las escuelas, en especial las de primaria y secundaria, ofrecen alternativas que hasta esta emergencia sanitaria fueron reconocidas como se debe: planes de alimentación para millones de niños de bajos recursos cuyos padres no pueden costear sus comidas y un lugar de escape y de vigilancia para quienes sufren abuso en sus hogares, entre otras cosas. La oferta de educación virtual no ha podido, ni podrá en un futuro cercano, reemplazar estas cuestiones. La disputa entonces es sobre cómo debería darse el regreso y cuándo. Y en ese debate han chocado desde la semana pasada dos posiciones contrarias con un factor clave de por medio: el electoral.
El presidente Donald Trump, apurado por los números adversos a tan solo tres meses de las elecciones presidenciales, comenzó una campaña agresiva para alentar la apertura de escuelas. Según dice, mantener a los niños en casa traería un costo psicológico y educativo peor que el mismo virus. “Con los niños no se juega”, dice el presidente. Pero su posición, que puede parecer noble y consciente con la situación de los menores, tiene ciertos intereses. Detrás de la reapertura de escuelas está la llave para comenzar la reactivación económica, lo que más necesita en este momento su campaña a la reelección.
Le puede interesar: Trump asegura que Biden es un incompentente para liderar a Estados Unidos
Trump amenazó con retirarles a las escuelas el estatus de organizaciones exentas de impuestos, además de cortar el financiamiento a aquellas que se nieguen a reabrir sus puertas. No podrá retener el dinero que ya se ha girado, pero comenzó a trabajar en el Congreso y en las juntas de los condados con sus aliados, que ya presionan para reducir los fondos del sistema escolar si no se cumple con sus deseos. Este discurso ha generado un inmenso disgusto incluso donde el presidente es popular. Algunos aliados le siguen la corriente, como Florida, donde los maestros ya protestan para exigir la reapertura, y Texas. Pero otros de los llamados “estados rojos”, donde en 2016 se alzó con la victoria, están tomando cierta distancia de él, como en Virginia Occidental.
El precandidato demócrata Joe Biden, por otro lado, anunció el viernes pasado su propia hoja de ruta, en la que exige fondos para ayudar a las escuelas y proveerlas de equipos de protección personal, productos de salud pública, revisión del estado de la infraestructura y mejoras tecnológicas como el acceso a internet. Pidió miles de millones de dólares en fondos de emergencia afirmando que sin ayuda federal se arriesgarán vidas y las escuelas no podrían sobrellevar la crisis. Esta situación escaló más que en un debate sobre la salud y la educación en un complejo enfrentamiento electoral con dos candidatos que buscan enseñar sus modelos. Uno con amenazas, el otro, conciliando. Y los profesores comienzan a reconocerlo y a tomar partido en esta situación.
“La seguridad de los estudiantes y educadores no debería ser política, pero lamentablemente una vez más vemos que Trump y Betsy DeVos (la secretaria de Educación) están jugando a la política con ellos al amenazar con retener fondos de las escuelas que no ceden ante su intimidación. Biden está escuchando a los padres y educadores de todo el país sobre cómo reabrir las escuelas de manera segura, mientras escucha a los médicos y a los funcionarios locales de salud pública para determinar cuándo y dónde es seguro reabrir los edificios escolares”, escribió Lily Eskelsen García, presidenta de la Asociación Nacional de Educación, el mayor sindicato de maestros en el país.
Los científicos y expertos en epidemiología, como el doctor Anthony Fauci, señalan que reabrir las escuelas en agosto sería un error, pues las condiciones no se prestan para ello. De los diez distritos escolares más grandes de Estados Unidos, solo dos han logrado cumplir con el objetivo de salud pública de mantener la tasa de infección diaria promedio por debajo del 5%. No hay garantías para que la reapertura no empeore la tasa de contagios.
Si bien los niños tienen una tasa de infección más baja, el peligro se encuentra en los maestros y auxiliares de escuelas. Se ha establecido que los edificios recibirán a una cantidad limitada de estudiantes, cuyos pupitres estarán separados por una distancia de precaución. Pero esa medida es económicamente insostenible, señalan los docentes del país. Por otro lado, mantener a los niños en casa no es que sea la mejor opción. El contexto actual no otorga las garantías para que haya un buen aprendizaje en línea. Los estudiantes sufren de estrés, depresión, ansiedad y eso dificulta el aprendizaje. Según estudios sobre el aprendizaje de los niños en estos seis meses, los estudiantes alcanzaron un nivel de atraso de hasta un año en materias como matemáticas pese a recibir lecciones en línea. Además, el progreso en los estudios varía según el área, y es notablemente peor para los hogares con menos ingresos.
El país está en una gran encrucijada muy difícil. Todas las hojas de ruta son difíciles de transitar y el destino que se elija será de todas maneras una desgracia. Abrir las escuelas es necesario, pero no es el momento. El país reprobó su examen y lo aconsejable sería que esperara a que se redujera el número promedio de contagios, además de iniciar una reapertura en donde las tasas no sean tan elevadas. La adaptación será difícil, pero no imposible. La hoja de ruta óptima es en la que los funcionarios como Trump escuchen a los expertos e instalen un modelo con una reducción del tamaño de los grupos estudiantiles y una propuesta híbrida entre aprendizaje presencial y virtual, que es lo único que puede mantener seguros a los maestros y satisfacer a los estudiantes y a los padres. Pero esto necesita de inversión y administración. La que Trump amenaza con retirar persiguiendo sus intereses electorales.
“Me siento como un peón en un juego político. Es surrealista y da miedo. Todos sabemos lo que es correcto, que cuando se desata una pandemia no deberíamos estar en la escuela, no deberíamos tener un aprendizaje en persona. Es surrealista que quieran que vayamos a la escuela, y eso da miedo”, agregó Chris Guerrieri, profesor en el Centro de Estudiantes Excepcionales Palm Avenue en Jacksonville, Florida, a USA Today.
Aunque Trump se esté saltando la tarea y las lecciones, en solo unas semanas los maestros lo evalúen a él y a Joe Biden, y parece que los sindicatos están más a gusto con el proyecto del exvicepresidente.