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Con cada hora que pasa van saliendo más y más detalles reveladores sobre la toma al Capitolio en la capital estadounidense que nos permiten asimilar la magnitud de la crisis. El viernes, la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, llamó al presidente del Estado Mayor Conjunto, el general Mark Milley, para pedirle garantías de que el presidente Donald Trump no tenga acceso a las armas nucleares considerando su inestabilidad mental.
En los pasillos del Capitolio se escucharon el miércoles las intenciones de algunos de los subversivos de encontrar al vicepresidente Mike Pence para ejecutarlo en una horca a las afueras del recinto por “traición”. En fotos pudimos observar que, en efecto, había una horca instalada y una cruz. En foros de internet, los trumpistas no solo piden la cabeza de Pence, sino que ahora también la del mismo Trump.
Los fanáticos del mandatario se sienten traicionados por él luego de que reconociera la derrota el jueves finalmente, después de dos largos meses de batallas legales infundadas y sin futuro. A ellos les ha llegado el momento de aceptar que la campaña del presidente por revertir los resultados solo se trataba de proteger sus negocios y su ego. Ahora la ira y frustración de esta turba representa una amenaza latente para todos.
Todo esto no se trata de una exageración, sino de mostrar cuán pronunciado es el hundimiento de lo que parecía ser la democracia más fuerte del planeta y de dejar claro que lo que está ocurriendo no es un problema nacional, sino global. Pero mientras todo está en caos, y el mundo se sumerge en la incertidumbre por esta y una veintena de crisis más, a Donald Trump parece seguirle importando solo una cosa: él.
El jueves en la noche, The New York Times publicó un artículo en el que señalaba que Trump estaba buscando perdonarse a sí mismo. No es una sorpresa. Desde que pisó la Casa Blanca, el presidente le ha planteado la idea a su círculo cercano y a sus abogados. Trump lleva buscando un indulto para él incluso antes de que comenzara oficialmente su gobierno. También lo ha buscado para sus aliados. En las últimas semanas vimos una ola de indultos a figuras como Roger Stone, George Papadopoulos, Michael Flynn, entre otros. Todos involucrados en el escándalo de la trama rusa. El objetivo de Trump con estos indultos, y con su autoindulto, es bloquearles las vías a la justicia para que no lo investiguen por las irregularidades en su gobierno.
Pero Trump no solo está considerando perdonarse a sí mismo por estos días. También tiene una lista de nombres a los que espera perdonar. Esta incluye a su hija mayor, Ivanka Trump; a su yerno, Jared Kushner; a su abogado personal, el exalcalde de Nueva York Rudy Giuliani, y a presentadores de Fox News como Kimberly Guilfoyle, quien resulta ser la novia de su hijo mayor, Donald Trump Jr. También están otros como Alberto Pirro, quien hizo negocios con Trump y fue condenado por fraude fiscal.
Celebridades como el rapero Kodak Black o el futbolista Lamar Jackson también están ahí. Pero estas son distracciones de los peces gordos. Kushner fue el encargado del plan de paz de Trump en Oriente Medio, por lo que surgen muchas preguntas sobre por qué el presidente quiere indultarlo. Con esto se enterrarían muchos secretos sobre la administración Trump para siempre.
La lista de escándalos en el gobierno Trump es enorme. Esta semana, nada más, se descubrió que trató de presionar al secretario de Estado de Georgia para que lo ayudara a revertir su derrota allí. Eso es conspiración para fraude electoral. Pero no hubo tiempo para reaccionar a ello. El miércoles fue el asalto al Capitolio y toda la atención se centró en esto. Por la gravedad del episodio, que ha dejado cinco víctimas mortales, Trump enfrenta cargos por conspiración para sedición. El mandatario necesita el indulto con urgencia para escaparse de las investigaciones, pero conseguirlo se le ha hecho más difícil tras lo ocurrido en el Congreso.
La primera opción que tenía Trump era emitirse un indulto estando en el cargo. ¿Puede hacerlo? La Constitución no lo aclara, y esto es porque los redactores de este documento consideraron que no era necesario. Que intentar autoperdonarse era un acto de corrupción del poder y que eso estaba sobreentendido. Trump busca aprovechar ese vacío. Pero enfrenta muchas barreras. En 1974, tras el escándalo de “Watergate” y la administración de Richard Nixon, el Departamento de Justicia dio una opinión legal en la que señala que “el presidente no puede perdonarse a sí mismo”, pues como regla fundamental “nadie puede ser juez en su propio caso”.
Como le explicó a Bloomberg Brian Kalt, profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad Estatal de Michigan, “el principal argumento a favor es que la Constitución no lo descarta expresamente y que el poder del perdón es sumamente expansivo”. En contra está que “la idea de otorgar un perdón es, por definición, algo que solo se puede hacer a otra persona”. Esto, más la opinión legal del Departamento de Justicia, no pronostica un éxito para Trump. Su caso llegaría a la Corte Suprema, en donde, aunque ha puesto a tres de los cuatro jueces, podría ser derrotado en lo que significaría la derrota más humillante de todo su gobierno.
Hay otra opción para Trump: renunciar. Si renuncia, Pence asumiría el poder y podría entregarle un perdón gratuito y absoluto, tal y como lo hizo el expresidente Gerald Ford con Nixon tras su dimisión. Pero la relación entre Pence y Trump está deteriorada. La toma al Capitolio marcó la ruptura. Según Reuters, Pence busca no volver a hablar con Trump, aunque no hay que descartar esta ruta. Estados Unidos ha demostrado que, mientras Trump esté en el radar, todo puede ocurrir.Que Trump obtenga un indulto es una opción real. Si algo nos debe quedar claro de sus intentos por conseguirlo es, como señala Benjamin Wittes en la revista The Atlantic, que el presidente estaría aceptando su responsabilidad en varios escándalos de los que se le acusa.
“La Corte Suprema ha sugerido que aceptar un indulto implica admitir el delito indultado. Y si bien existe cierto debate sobre hasta qué punto esto es correcto, ciertamente otorgar un indulto implica fuertemente que el presidente cree que hay algún delito que requiere perdón o que el beneficiario como el receptor de un perdón acentúa la culpa del individuo. Trump estaría anunciando efectivamente que se ha involucrado en actos que podrían exponerlo a un proceso penal (alegando así su propia culpabilidad); al aceptar entonces el perdón, estaría admitiendo, hasta cierto punto, su propia acusación”, destaca Wittes.Pero el perdón, además de enfurecer a sus opositores y ahora también a esa turba que arriesgó la vida por él y se siente traicionada sentaría un mal precedente para el país. Significaría que cualquier presidente en el futuro niegue cualquier investigación criminal usando el perdón presidencial como una “tarjeta para librarse de la cárcel”. Este sería el peor legado de su presidencia.
¿Qué queda entonces?
La opción más recomendada, como destacan los demócratas y analistas, es un juicio político. Es la ruta para que Trump no quede en la impunidad. Sin embargo, esto también representa retos gigantescos. La masa de Trump está dividida entre los que se sintieron traicionados y quienes permanecen fieles a él.
El viernes en la tarde un grupo de trumpistas encaró al senador republicano Lindsey Graham en el aeropuerto acusándolo de “traidor”. Él era hasta hace poco uno de los más fieles alfiles del presidente. Graham dijo que el juicio político ahora es una mala idea, no porque quiera la impunidad total de Trump, sino porque considera que en como está el ambiente en el país sería echarle más leña al fuego.
“Cualquier intento de acusar al presidente Trump no solo sería infructuoso en el Senado, sino que sería un precedente peligroso para el futuro de la presidencia. Se necesitarán ambas partes para sanar a la nación”, escribió Graham. En esto tiene razón, pero el precio es la impunidad. La próxima semana podrían presentarse los cargos de juicio político en la Cámara. Si este proceso no se acelera, corren el riesgo de que Trump intente perdonarse.
Trump anticipaba destruir el orden. Lo ha logrado. Todo Estados Unidos camina en terreno frágil, y junto a ellos, también el mundo. El reloj sigue corriendo y cada hora agrega más tensión y detalles tenebrosos a la última temporada del show de Trump.
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