El corrido de John F. Kennedy y el voto latino que lo llevó al poder
El día antes de su muerte, el presidente de Estados Unidos, John F. Kennedy, visitó una conferencia de ciudadanos latinos. Allí, sería el primer mandatario en reconocer la importancia del voto de esta población, que tres años antes lo había llevado a la presidencia.
María José Barrios Figueroa
En la pared de Ignacio García estaba la Trinidad. Su familia no era católica, pero al lado de la imagen de la Virgen de Guadalupe estaba la foto de un mártir. Un título que se había ganado después de su asesinato el 22 de noviembre de 1963. García recuerda cuando en el colegio anunciaron que el presidente John Fitzgerald Kennedy había sido asesinado en Texas. Todavía puede ver el momento en el que llegó a su casa y su madre estaba llorando con la televisión prendida, con las noticias del magnicidio.
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En la pared de Ignacio García estaba la Trinidad. Su familia no era católica, pero al lado de la imagen de la Virgen de Guadalupe estaba la foto de un mártir. Un título que se había ganado después de su asesinato el 22 de noviembre de 1963. García recuerda cuando en el colegio anunciaron que el presidente John Fitzgerald Kennedy había sido asesinado en Texas. Todavía puede ver el momento en el que llegó a su casa y su madre estaba llorando con la televisión prendida, con las noticias del magnicidio.
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JFK había llegado a la presidencia con el 85 % del voto latino. Para los mexicoamericanos, Kennedy representaba lo que uno quisiera que fuera, dice García.
Un día antes de su asesinato, Kennedy había ido a una conferencia de La Liga de Ciudadanos Latinoamericanos Unidos (LULAC) en el Rice Ballroom. Llegó acompañado de su esposa, en una aparición inesperada. Había hecho muchas promesas para los latinos que lo habían llevado a la presidencia. No las había cumplido. Pero su visita dejó un mensaje claro: apóyenme otra vez. El pasado quedaba atrás. Esta vez no los olvidaría.
Los vítores de “Viva Kennedy” acompañaron la velada. Jackie, la esposa del mandatario, diría unas palabras en español que pretendían mostrar el compromiso, la nueva promesa de Kennedy con los mexicoamericanos. El presidente bailaría esa noche, estrecharía manos con los asistentes y diría que LULAC (Liga de ciudadanos latinoamericanos unidos) había “hecho mucho” por Texas y por el país.
Quince horas después de su aparición, Kennedy fue asesinado. Y se convirtió en mártir para la comunidad mexicoamericana.
El encanto Kennedy
Los mexicoamericanos eran considerados ciudadanos de segunda clase y eran una comunidad grande, cuya presencia no se reflejaba en las votaciones. Había en ese entonces dos razones para que la participación electoral fuera baja. La primera, el impuesto de capitación. En ese entonces, era necesario pagarlo para poder votar y, para muchas personas, el costo era elevado. La segunda, no había un candidato que los escuchara.
García, profesor de Historia en la Universidad de Birgham Young con enfoque en la historia mexicoamericana y autor de Viva Kennedy: Mexican Americans In Search of Camelot, explica que ningún partido parecía ofrecer al electorado una opción que no fuera racista o conservadores radicales. Ni los demócratas ni los republicanos buscaron el voto latino. Hasta que llegó Kennedy.
El hombre que después se convertiría en presidente tenía varios atributos que lo hacían llamativo a los ojos del electorado mexicoamericano. “Era muy guapo”, recuerda García, pero también “tenía acento”. Kennedy tenía ascendencia irlandesa y profesaba la fe católica. Los dos eran factores claves para la comunidad latina, que era católica en su mayoría y que reconocía a los irlandeses incluso como compañeros de lucha. Más de un siglo antes, los integrantes del Batallón San Patricio se rebelaron contra las tropas estadounidenses y habían luchado junto con los mexicanos.
Pero el aspecto clave de Kennedy era ser un veterano, un héroe de la Segunda Guerra Mundial. Los veteranos mexicoamericanos serían los primeros en reconocer la apuesta que estaba haciendo. El doctor Héctor P. García, quien había fundado el Foro American G. I. como una plataforma mediante la cual los veteranos mexicoamericanos pudieran presionar por la igualdad de sus condiciones, escuchó un día que un senador de Boston quería que todos los americanos lo ayudaran a llevar al país hacia adelante.
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La comunidad decidió comprometerse con ese mensaje, y lo hizo de manera contundente. Sin financiación de la campaña, sin memorandos ni directivas, armaron una iniciativa completamente separada de la lógica partidista e impulsaron la formación de los clubes “Viva Kennedy”. En sus comunidades, cada líder generó una plataforma en la que difundía las propuestas del entonces senador.
“Esa generación de líderes mexicoamericanos fue de las más excepcionales en nuestra historia, pues todavía tenían la conexión con su comunidad. Representaban al nuevo mexicoamericano”, cuenta García.
El movimiento, que podía convocar a miles de personas en un solo encuentro, no fue bien visto por los políticos locales: “No todos los demócratas, especialmente en el sur, les gustaba esa idea. Los activistas no querían nada que ver con el Partido Demócrata estatal, eran racistas, muy conservadores”, dice el historiador.
Los clubes “Viva Kennedy” habían allanado el camino a la presidencia de los Estados Unidos. Había sido el primer candidato en ver la importancia del voto latino, en buscarlo. “Fue el primer candidato de la era moderna que buscó el apoyo, pero en realidad no se hace totalmente parte de la cultura hasta cuando muere”, dice García.
Un camino de promesas vacías
Después de su elección, JFK envió telegramas de agradecimiento para los líderes de los clubes Viva Kennedy. Reconoció su duro trabajo como la razón de su victoria en Texas. Tres años después, la decepción era palpable entre la comunidad mexicoamericana. Las promesas no habían sido cumplidas.
Pocos creen que los compromisos de Kennedy fueran a realizarse en algún punto. Era más la necesidad de movilizar el voto que de cumplir. García lo llama “una apertura en la política americana, que no duró y que probablemente no era tan real”.
La campaña de Kennedy prometía que, al llegar a la presidencia, pondría a más latinos en puestos en su administración, que no se había cumplido, especialmente para los mexicoamericanos. Además de eso, no organizaba encuentros con líderes latinos y estos no veían un avance en la garantía de sus derechos.
Su aparición en la conferencia de LULAC llevaría un mensaje de esperanza para quienes ayudaron a que ascendiera a la presidencia. Su llegada de improviso al Rice Ballroom, donde se esperaba que solo pasara a saludar, terminó siendo la primera vez que un presidente estadounidense reconocía la importancia del voto mexicoamericano, de acuerdo con Emilio Zamora, historiador de la Universidad de Texas en Austin.
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La decisión de dar unas palabras buscaba también aliviar una tensión palpable entre los votantes y líderes latinos con su administración. Era una anticipación a las elecciones de 1964, en las que también se preveía una victoria con un margen pequeño. Era una invitación a seguir con su apuesta. Era el ofrecimiento de una nueva oportunidad de generar un cambio en las vidas de los latinos estadounidenses.
“El mexicoamericano era en ese tiempo un pueblo creyente, porque no había tenido a nadie que le hiciera caso. Pensaban ‘me está diciendo la verdad’. Eso es parte de la desesperación política”, admite García.
Aún después del asesinato de Kennedy, el apoyo latino sería esencial para la elección de Lyndon B. Johnson a la presidencia y de Robert F. Kennedy al Senado. Estas dos figuras también marcarían un antes y un después para la comunidad latina estadounidense. El que había sido vicepresidente de JFK firmó en 1965 la Ley de Derecho al Voto, que abría la ciudadanía estadounidense para cualquier persona “nacida o naturalizada en los Estados Unidos” y prohibía a los estados privar del derecho al voto a personas “por motivos de raza, color o condición previa de servidumbre”. Esta ley abriría la oportunidad para que latinos en el suroeste, noreste y sureste pudieran votar.
El gigante despertó
En la década de los 60 se estableció el momento en el que “el gigante dormido”, como llamaban al voto latino, despertó. Los clubes “Viva Kennedy” iniciarían una forma diferente de hacer política para las comunidades mexicoamericanas y latinas en los comicios estadounidenses.
“Los activistas siempre habían estado interesados en la política. Para tener cualquier tipo de derechos tenían que ser ciudadanos. A nadie le importa qué pienses tú si no votas. El movimiento Kennedy les dijo ‘tu voto vale’”, indica García. “Él nos usó para elegirse, nosotros los usamos para conectar nuestro pueblo”.
La creación de los clubes permitió a la comunidad entender su presencia a lo largo del territorio estadounidense, comenzó una “unidad, solidaridad entre todos los estados”. Aunque una gran parte estuviera en Texas y Nuevo México, existían también en otras partes y sus votos contarían en el caso de que quisieran llegar al poder. La realización más importante que tuvo la comunidad latina después de las elecciones era que ningún candidato atendería a sus necesidades, a menos de que fuera parte de ellos.
“La campaña de Kennedy nos hizo darnos cuenta de que la política importaba. En vez de estar apoyando políticos, comenzamos a lanzarnos al Congreso, en gobernaturas”, relata el profesor. “Después de JFK nos dimos que la política americana no iba a darnos más que migajas, hasta que nos necesitara verdaderamente”.
La campaña de Kennedy sería, de alguna forma, el catalizador de un movimiento que venía gestándose desde antes, pero que no conocía las formas de hacer política que llevaban a la gente al poder.
“Les enseñó cómo funciona la política americana. Eso los ayudó, trabajar con blancos que estaban en las campañas, con sugerencias y todo, les ayudó a formar su filosofía política, asimilar”, apunta el autor. “Comienza a pensar la gente, ‘somos un pueblo’. Eso es lo que la política hace para ellos. Es lo que otras organizaciones trataron, pero no tuvieron la publicidad ni el impacto de ser una comunidad nacional que vota. Toda esa idea, percepción de que somos mucho más grandes de lo que pensábamos”.
De allí nacerían otros movimientos políticos mexicoamericanos, que buscaban liberarse de la política que funcionaba rígidamente y que ejercía control desde “el comité estatal demócrata”. Como dice García: “La idea era la de liberarnos de toda la política que nos hacía funcionar como ellos querían”. También se iniciaría una perspectiva no solo del voto mexicoamericano, sino del voto latino, con la consigna del movimiento chicano que afirmaría que eran “un pueblo sin fronteras”.
Aún con la decepción, JFK se convertiría en un mártir para la comunidad mexicoamericana. Se inmiscuiría en la cultura, llegando a ser el protagonista de corridos que alababan su figura. El “Kennedy tan querido”, como dice la canción, representaría una promesa para sus futuros, en el que fueran tomados en cuenta más que como un voto. Habían aprendido qué era lo necesario para ganar y tomaron la iniciativa de un proyecto político y electoral hecho por ellos y para ellos.
“Había muchas contradicciones en los Kennedy, pero la gente llegó a confiar en ellos. JFK representa, para el mexicoamericano, lo “podría haber sido”. Todos pusieron sus sueños, sus ideales en Kennedy”, finaliza García.
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