El desafío de atender a los migrantes con VIH en el Darién

El director de la organización Aid for Aids en Colombia, Jaime Valencia, cuenta lo que encontraron en su viaje al Darién, las acciones que están tomando y cómo estas pueden ayudar no solo a la salud de la población migrante y refugiada, sino a aliviar las presiones sobre los sistemas de los países receptores.

María Alejandra Medina
09 de diciembre de 2022 - 11:00 a. m.
El director de Aid for Aids, Jaime Valencia, durante la visita que hicieron al Darién.
El director de Aid for Aids, Jaime Valencia, durante la visita que hicieron al Darién.
Foto: Cortesía - Cortesía
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¿Cuál ha sido la trayectoria de Aid for Aids en Colombia?

Tenemos oficinas en República Dominicana, México, Panamá, Venezuela, Perú y, por supuesto, aquí en Colombia. Nació de la necesidad de acceso a tratamiento antirretroviral para personas con VIH en países de bajos y medianos ingresos. Somos muy conocidos porque reciclamos medicamentos en Estados Unidos y los distribuimos alrededor del mundo. En Colombia estamos presentes desde 1999, aproximadamente, cuando empezamos a mandar medicamentos antirretrovirales, y por mucho tiempo esa fue nuestra labor en el país. Fue a partir de 2007 que comenzamos acciones más en terreno, principalmente en el departamento del Valle del Cauca; más acciones en prevención, llevando información sobre todo a los colegios y a población en general. Igual seguíamos enviando medicamentos a las personas que los necesitaban, que no estaban cubiertos por sistemas de salud, y a personas que eran deportadas de Estados Unidos o migrantes que en ese tiempo llegaban a Colombia y que no tenían acceso al tratamiento.

¿Qué cambió entonces?

A medida que el Gobierno fue teniendo cobertura universal, las acciones de entrega de medicamentos fueron bajando y nos mantuvimos sobre todo con personas en las que en algún momento el VIH hacía resistencia y los medicamentos que tiene el Gobierno no eran los adecuados, y apoyando también a migrantes. A raíz de la crisis humanitaria producida por Venezuela en la región a partir de 2018 empezamos acciones más fuertes en Colombia, muy dedicados a la cobertura del migrante y refugiado, especialmente venezolano. En un inicio, tanto con el paciente o el beneficiario regular, es decir, el que tenía documentación, y el irregular. Ahora estamos muy dedicados al migrante refugiado irregular que no tiene acceso al sistema de salud. Aproximadamente hemos ayudado a unos 3.000 migrantes con VIH en el transcurso de estos casi tres años y medio. Proveemos el acceso a tratamiento y a médico, lo hacemos mucho por teleasistencia; exámenes de laboratorio, seguimiento, y hacemos una asistencia psicosocial, es decir, tratamos de que la asistencia sea lo más integral posible. Tenemos oficinas en Cali, Bogotá, Medellín, Cúcuta, Maicao y Barranquilla.

¿Qué encontraron en su viaje al Darién y qué acciones están tomando?

Estamos trabajando en crear rutas en los corredores por los cuales los migrantes y refugiados se están moviendo. Es una ruta que por el norte está empezando por Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Chile, pero también hemos visto en los últimos dos años, aproximadamente, que se ha incrementado la movilización del sur hacia el norte, con beneficiarios no solamente venezolanos, sino de otras nacionalidades. Hemos visto muchos haitianos y africanos, que incluso después de pandemia, como cambiaron las condiciones a nivel de Latinoamérica, empezaron movilizaciones del sur hacia el norte. Hemos visto también en las noticias cómo el paso a través del Darién se ha incrementado; cuando estuvimos allí nos hablaban de que normalmente había un paso de entre 200 a 300, máximo 500, personas que podrían atravesar, pero ahora están llegando entre 1.000 a 1.200 atravesando diariamente.

¿Qué pasa con los migrantes con VIH particularmente?

Sabemos que son migrantes que, por su movilidad, sobre todo aquellos con VIH, no tienen acceso a medicamentos. Esto hace que el sistema inmunológico se debilite. El trauma que produce atravesar estos pasos tan fuertes hace que la parte médica también se debilite. Fuimos a hacer un diagnóstico de la situación que está pasando el migrante venezolano, sobre todo con VIH, en el Darién, y ver, con base en ese diagnóstico, cuáles son los programas que deberíamos implementar. Eso fue lo que hicimos, empezamos a hacer red con las organizaciones, sobre todo internacionales, que estaban con alguna presencia allá para poder hacer esa movilización.

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¿Qué encontraron en ese diagnóstico?

Encontramos que básicamente en el Darién no hay servicios, sobre todo de salud sexual y reproductiva, tanto locales como de cooperación internacional. Hemos visto vulnerabilidad de los derechos humanos; son personas que pasan por el Darién que son violadas, asesinadas, y no pasa nada. La gente nos contaba que en su paso encontraban cadáveres y les tocaba seguir. Encontramos el caso de un grupo de 30 mujeres a quienes el coyote les había asegurado el tránsito, pero en la mitad del Darién se las entregó a un grupo, las robaron y las violaron. También encontramos el caso de una familia que estaba atravesando, los secuestraron, asesinaron a todos; solamente uno de ellos, que se hizo el muerto, logró salvarse, y un grupo de caminantes lo encontró. En definitiva, son condiciones infrahumanas y no tienen ninguna clase de acompañamiento.

¿Qué puede hacer entonces Aid for Aids?

Vemos la necesidad de tener presencia ahí con nuestra cartera de servicios, que es una asistencia humanitaria inmediata en cuanto a lo que es tamizaje, entrega de tratamiento, porque a muchas personas con VIH incluso les roban los medicamentos. También hay que decir que una de las maneras para poder continuar con el viaje es acceder a actividades sexuales por supervivencia, y esto aumenta la vulnerabilidad y la posibilidad de adquirir alguna infección de transmisión sexual, incluido el VIH. La idea entonces es empezar a tener presencia no solo para la atención de estas personas con VIH, sino para recolección de datos, porque sin eso los tomadores de decisiones tampoco toman acciones.

¿Ya pudieron recolectar algunos datos?

Eso va en marcha. Para estar allí hay que tener una red de ayuda, que la estamos creando con el gobierno local y cooperación internacional. Ya estamos empezando a tener beneficiarios, pacientes a quienes les hemos mandado terapia antirretroviral. Esperamos que a mediados de 2023 podamos tener datos más sustanciales, sobre todo para poder hacer los cambios necesarios en nuestros programas y actividades.

La idea es organizar la ruta de atención a escala local, reforzar la presencia, estar en puntos estratégicos, ofrecer las pruebas de VIH y otras ITS, entregar el tratamiento y ayudar a las personas a continuar su camino. La ruta que estamos creando continúa en Guatemala, en México, y ya los estaremos recibiendo en Nueva York, donde tenemos oficinas. Allí en el último mes y medio hemos atendido a unos 7.500 migrantes, de los cuales más o menos a 40 personas hemos identificado con VIH.

¿Cómo se sortea en la práctica el reto de hacer seguimiento mientras los migrantes se movilizan?

No es fácil. Hemos visto que a través de Whatsapp nos podemos comunicar y que las redes sociales son muy importantes. Por ejemplo, el Facebook. Muchos de ellos en el camino de alguna manera tienen acceso a internet en algún momento, y podemos comunicarnos. Igual estamos creando esta ruta para entregarles la información en el Darién y que así ellos sepan a dónde comunicarse; también estamos trabajando en una aplicación para descargar en los teléfonos o a través de la computadora para poder tener contacto y tener esa trazabilidad con el beneficiario. Y es importante porque al menos, si los identificamos en el Darién, podemos entregarles dos o tres meses de terapia, que les dé la oportunidad de continuar a un punto donde puedan entrar en comunicación. Estamos no solamente salvando vidas, sino que el hecho de mantener estable a una persona clínicamente también disminuye gastos de salud a los países a donde van a llegar.

¿Con qué datos cuentan?

Datos duros todavía no tenemos. Nos basamos en estudios de prevalencia, incluso hay un estudio de prevalencia en población migrante, que se hizo aquí en Colombia. Si esa población es la misma que atendemos en Colombia, que está movilizándose, pues esa prevalencia debe mantenerse. Estamos encontrando infecciones como sífilis con unos porcentajes de hasta el 10 o 15 %, una reactividad de VIH en la población migrante de entre 5 y 7 %, sobre todo en población de hombres que tienen sexo con hombres; una reactividad en mujeres trans venezolanas de aproximadamente 10 o 15 %. Colombia, por ejemplo, tiene una prevalencia de un 0,3 %; la población migrante tiene una prevalencia del 1,8 %.

¿Cuál es el mensaje para que todo esto sea una invitación a actuar y no un disparador de la xenofobia?

Estamos sacando una campaña que se llama “Pasos forzados”. A esta migración hay que ponerle un apellido, y es migración forzada. Son personas que están saliendo no porque quieren, sino que son forzadas a salir porque no encuentran los medios de vida en su país. Salen a sobrevivir. Es un derecho humano, el derecho que tiene cualquier persona a sobrevivir, a comer, a mantener a su familia. También es importante para nosotros empezar a estar en las mesas de tomadores de decisiones mostrando la realidad. Estamos lanzando nuestro estudio de sexo por supervivencia, que es el único estudio que hay a nivel latinoamericano, y lo hicimos aquí en Colombia. Este estudio nos mostró una realidad dramática, el pisoteo de la dignidad humana. Más sobre este estudio: Lo que hay detrás de las “casas webcam” en la frontera: el “sexo por supervivencia

¿Qué tan receptivas han sido las autoridades locales y cuál es el llamado?

De alguna forma las alcaldías y los sectores locales están amarrados, porque a nivel central no hay unas políticas claras. Hay una receptividad por el hecho de que estamos llegando a cubrir un problema que no pueden resolver. Entonces, hay una colaboración, cierta apertura, pero también los países tienen unas políticas o protocolos demasiado cerrados, que no están diseñados o adaptados a las necesidades de las personas. Los únicos que podemos hacer algo somos cooperación internacional; por ejemplo, en el Darién nos reunimos con el programa nacional, y básicamente no tienen la capacidad de cobertura. En el Darién hay un solo médico. No tienen cómo atender a la población que está cruzando: no tienen ni la capacidad humana ni la financiera. Pueden tener la voluntad, pero no las herramientas, y menos cuando las políticas no están adaptadas. Son muchos factores los que influyen en la atención a poblaciones como la migrante y refugiada.

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